(Bogotá D.C, Colombia)
Por, Olugna
Sus ladrillos rojizos sostienen una vieja estructura que no hizo uso de una arquitectura exuberante para trascender en el tiempo; su estética rústica encierra ―en sí misma― el encanto de un lugar de culto. Sus paredes no necesitan hablar, porque cada uno de sus visitantes lo hacen por ellas. Sus muros, maltratados por el paso presuroso de los años, guardan celosas la huella de ese 9 de febrero de 1962; en su interior, se conserva intacto el eco de cuatro voces que hicieron de este lugar un «Jerusalén del Rock ‘n’ Roll».
Su tarima es pequeña, tampoco necesita mucho espacio, sabe bien que su grandeza no está en la parafernalia de escenarios enormes, sino en el símbolo que se convertiría a lo largo del tiempo. Tampoco está equipada con sofisticados equipos de producción, porque su encanto es, precisamente, permanecer detenida en un instante de la historia, mientras ve que los años ―uno tras de otro― traen consigo a nuevas generaciones que buscan los vestigios que hicieron de cuatro jóvenes de Liverpool una leyenda en el inmenso relato del Rock ´n´ Roll.
Él, un hombre nacido en el 76, detrás de la batería, ha dejado de golpear el bombo, el redoblante y el hi hat; sus tres compañeros, por su parte, se detienen a observar al público que repite al unisonó, quizás uno de los estribillos más coreados del Rock: «Na na na nananana, nannana». Es casi la una y media de la mañana. Cuatro colombianos, el 27 de agosto de 2019, cierran con ‘Hey Jude’ su presentación en el emblemático sótano que le abrió las puertas a The Beatles y finalizan, a su vez, una gira de seis días en los que interpretaron 52 canciones del cuarteto británico en 10 presentaciones. Ellos, los “chicos de ningún lado” dejaron un poco ―o mucho de ellos― en la tarima del Cavern Club de Liverpool.
Formar parte de la única agrupación colombiana invitada al International Beatle Week Festival de 2019 y segunda en toda su historia, sería un momento que permearía las fibras más sensibles de David Beltrán, el “Ringo” de The Nowhere Boys; sin embargo, el baterista bogotano, también evocaría la memoria de su padre, de quien heredó una fascinación sinigual por la música, un amor genuino por el Rock y un amor incondicional por The Beatles.
―El Cavern Club, además de ser un sitio de peregrinación, a nivel arquitectónico, de acústica, tiene todos los problemas posibles, es muy incómodo tocar allá; pero, la magia que encierra, lo hace especial―. Afirma David Beltrán, baterista de The Nowhere Boys.
El tono de su voz, que al otro lado del teléfono por momentos se hace más lenta y se entrecorta al recordar la experiencia que vivió en compañía de Martha, su esposa; Sara, su hija y de Nicolás Villamizar, “Paul McCartney”; Sebastián García, “John Lennon” y Juan Cabrera, “George Harrison”, deja al descubierto que para David, recorrer los pasos que otrora hicieran los cuatro Beatles, era un forma también de rendirle homenaje a Jorge Beltrán, su padre, quien desde otra dimensión, ha sido ese testigo omnipresente que no lo abandona.
Desde su formación inicial, The Nowhere Boys fue concebida como un tributo en toda la extensión de su definición. Sus integrantes ―los de antes y los de ahora― interpretan un rol en el que encarnan ―sin convertirse en una imitación― a cada uno de los músicos originales. Es por ello, que encontrar individuos que estuviesen dispuestos a poner su talento en función de la nostalgia, no fue una tarea sencilla. Además de condiciones técnicas, la banda colombiana, requería de amantes por la agrupación que hizo de un submarino amarillo, un lugar mágico en el que todos era bienvenidos.
A lo largo de un poco más de una década de trayectoria, The Nowhere Boys ―en medio de la extensa lista de tributo de The Beatles en el mundo―, ha logrado destacarse por una propuesta que no se aprovecha de un legado, sino que busca mantenerlo vivo ―y en lo posible intacto― para las generaciones que crecieron con canciones como ‘With a Little Help From My Friends’, ‘Taxman’ o ‘In Spite of All the Danger’ y para los jóvenes de ahora, que quizás no alcanzan a descifrar la magnitud de la huella que el cuarteto de Liverpool dejó en la historia de la música.
Vestuario, puesta en escena e interpretación musical de The Nowhere Boys, forman un retrato moderno de una época que para muchos es un solo un recuerdo, pero que para otros es un legado que se expresa a través del arte, de la música y, por supuesto, del Rock ‘n’ Roll. No obstante, la agrupación colombiana va más allá del tributo, es la portadora de una herencia que no llegó a sus integrantes por casualidad, ni por una tendencia vintage que recrea en colores sepia el pasado, sino que se ha transmitido de abuelos a padres, de padres a hijos.
Después de su participación en el International Beatle Week Festival, un nuevo ‘Beatle’ habría de sumarse a la formación de The Nowhere Boys, Camilo Betancourt, quien detrás de los teclados, sería el encargado de representar el papel que en su momento ocuparan George Martin, Billy Preston y otros más, en la que orquestación musical de The Beatles en estudio, con la cual demostraba que era una agrupación capaz de integrar otros sonidos que, aunque ajenos al Rock, formaban parte de esa identidad que aún es motivo de debate en círculos especializados.
De forma similar, como si fuese un retrato paralelo de The Beatles, la trayectoria para The Nowhere Boys ha sido bastante intensa, colmada de anécdotas y rica en momentos inolvidables. Sus integrantes, sin que así hubiese sido su intención, han recibido el cariño del público ―fanático y exigente― que ven en ellos la herencia de Paul, John, George y Ringo; también de los medios de comunicación del continente que han visto en la propuesta de la banda colombiana, un referente que ha sobresalido entre otros tributos en el mundo.
En próximos meses, The Nowhere Boys acogerá a María Isabel Valencia, artista nacida en Maracaibo, egresada en música del Liverpool Institute for Performing Arts y maestrante en Cultura Popular basada en The Beatles. Su presencia permitirá al tributo colombiano dirigirse hacia nuevos horizontes.
―Es un crac completo: es súper erudita en The Beatles. McCartney fue el jurado de un trabajo de ella y recibió de manos de él, el diploma de la maestría―, agrega David.
Una hora y de media de conversación no es suficiente para recoger los innumerables instantes vividos por David en virtud de su pasión; tampoco, para profundizar en la esencia que encierra de The Nowhere Boys; mucho menos, para escarbar la inmensidad de anécdotas que dan forma a un tributo y son la piedra angular de su identidad. Sin embargo, el corto tiempo de la llamada, permite entender que cuatro chicos colombianos, han hecho de The Beatles una herencia que expresan en cada paso, en cada canción, en cada fotografía.
―The Beatles ha dado un sentido, distinto o paralelo, a mi vida―. Finaliza.
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