Yo apenas respiraba cuando Fernando Molano ganó el primer Concurso de Novela de la Cámara de Comercio de Medellín en 1992 -año en el que nací-. Veintiún años después, en 2013, me crucé con Molano en la biblioteca, lo conocí en forma de libro porque el escritor bogotano murió a los 37 años en 1998 -cuando yo tenía seis-.
Molano se me apareció en la Biblioteca Julio Mario Santo Domingo una tarde mientras buscaba qué carajos leer y encontré la novela póstuma Vista desde una acera, que demoró años en publicarse luego de permanecer imperceptible en los archivos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en el Centro de Bogotá.
Me llevé el libro a casa, lo devoré. No solo porque se trataba de una historia que me identificaba, que abordaba el amor homosexual, sino porque en la sencillez de su narración, pude explorar mis intereses a la hora de escribir. El libro permaneció en mi maleta por dos semanas, sentí que no quería devolverlo pero tendría que hacerlo “ya casi tengo que devolverlo”, me decía.
Era un jueves mientras caminaba para llegar a una cita médica y una tormenta cayó de golpe. Diez cuadras para llegar, ni un solo lugar donde escampar a mitad de la Autopista, ese era el panorama; apenas unos minutos para llegar a tiempo, caminé rápido, con fuerza quizá con ritmo, y cuando llegué al destino me atendieron por pura compasión, estaba empapada, la maleta y lo que llevaba dentro también. El libro, Vista desde una acera de Fernando Molano, era papel y agua.
En efecto la biblioteca no quiso recibirlo aunque las hojas estuvieran secas días después. En un trámite normal, tuve que comprar un libro idéntico, llevarlo a la biblioteca y quedarme con el ejemplar que había dañado, que “usted se tiró” dijo el bibliotecario.
Fue el mejor regalo que me hice, me hicieron o me hizo –no sé exactamente a quién me refiero cuando digo: hizo–, conservo ese libro como una muestra de que la casualidad no existe, de que estamos destinados a quedarnos con las búsquedas que hacemos de nosotros mismos.
Entonces empecé a entenderlo todo, a entenderme cuando descubrí a Molano. Recién acabo de releer Un beso de Dick (que pueden descargar en el anterior enlace) y entonces siento que necesito esa lectura en estos momentos y además que: más que nunca se necesita esa lectura en esta sociedad pacata.
Un beso de Dick es la historia de Felipe y Leonardo, dos adolescentes que se enamoran en el colegio, las canchas, las duchas, las camas, los andenes, las montañas, los pupitres. La historia es intimista con un narrador en primera persona que no habla de ser gay, sino que habla del amor, del primer amor.
Yo creo que el valor de esta novela radica en la narración ingenua que revela el profundo deseo, la transparencia de lo verdadero, la belleza de la juventud. No creo; como muchos dicen, que sea una novela de culto, ni que se trate de una novela gay, porque me cuesta entender que las etiquetas completen los significados y nos impongan un mundo maniqueo.
Un beso de Dick es un regalo en el que uno sonríe con la espontaneidad de Felipe, en el que uno se pregunta por qué los papas actúan así, con esa violencia cuando un abrazo soluciona lo más complejo. Uno se pasea por el colegio, donde quiso y donde odio, creo que también se entiende, después de muchos años, por qué uno tomó las decisiones que tomó y para qué.
Un beso de Dick –título inspirado por un episodio de Oliver Twist de Dickens–. Año 92. Que un marica ganara algo debió ser un golpe al establecimiento, sobre todo al establecimiento de la literatura, que nos dice qué leer y cómo –que recién premia la cantidad de lecturas de manera brusca y mercantil-. Por eso que un marica gane, que lo vean por la calle y lo feliciten porque hizo algo con su vida que ya todo el mundo ha sexualizado en sus mentes de santos, debió ser el momento, el momento para llevar el libro debajo del brazo, para hablar de él en los cambios de clase y frente a los profesores que nos pidieron que leyéramos libros, pero que ruegan que nadie sea un marica en clase, ni una loca, ni marimacho; pero yo apenas tenía meses de haber nacido y me tocó años después vivir ese momento, por eso traigo a este espacio –#AlBordeDeLaCalle– esta lectura que merece tiempo y ese orgullo de llevarla bajo el brazo, aunque las cosas hayan cambiado y uno lleve a Molano por las calles, en forma de PDF en el celular.
Por, Yulieth Mora
Directora de Todas Mis Declaraciones
https://todasmisdeclaraciones.wordpress.com/
@LaMaquinaCol
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Publicado originalmente en Todas mis declaraciones