Primer Capítulo Un visitante alado

Primer capítulo | Un visitante alado

El escarabajo entró por mi oído derecho, de eso estoy seguro. Se detuvo justo antes de llegar a mis ojos, cerca de la sien.

El Calendario del Escarabajo | Primer Capítulo |




El escarabajo entró por mi oído derecho, de eso estoy seguro. Se detuvo justo antes de llegar a mis ojos, cerca de la sien. No salió. El movimiento de sus alas me provocaba cierta vibración. No me producía dolor, pero sí me incomodaba. Esa tarde tuve un compañero que a su manera me hablaba al oído. Yo, aún, no comprendía su lenguaje.

Esa misma tarde venía a mi casa Gloria. ¡Qué mierda! La gorda realmente me caía mal. Sus matemáticas eran perfectas, sus tetas no. Para tener 16, sus senos ya eran lo suficientemente escurridos.

Muy rara vez me miraba a los ojos, salvo cuando me escuchaba decirle que la amaba. Sus ojos cambiaban, se hacían grandes, parecían hermosos. Aquella mentira pronunciada por mí cuando requería que hiciera mis talleres de álgebra la hacía sonreír, mientras que a mí me hacía vomitar después de que se iba de mi casa. Era el precio justo que debía pagar por mi poco interés hacia las matemáticas. Tres veces a la semana. Tres veces te amo. Tres veces vomitar durante minuto y medio.

Esa tarde, además de Gloria, sus tetas y su cara de idiota cuando le decía te amo, tenía que soportar el zumbido y la vibración de un insecto en mi cabeza. Me acechaban algunas dudas: ¿Este insecto dónde iría a cagar?, ¿hacen el amor los insectos?, ¿gimen mientras lo hacen?, ¿o solo se masturban como yo lo hago por Jazmín?, ¿qué imaginará un insecto cuando se masturba?, ¿pensará en una flor, en un bollo?, ¿en Gloria? ¡Cómo odio a Gloria!

Era jueves, la tercera clase de matemáticas era el viernes; los talleres eran de una clase para otra; 60 puntos, cada uno con tres o cuatro ejercicios. Según Martín, el profesor, no había chance de hacer trampa, no había opción de pagar para que los hicieran. ¡Soquete! Yo sí había encontrado la forma.

Yo vivía solo con mi mamá, mi papá se marchó para comprar cigarrillos a Tailandia, un tigre lo devoró, una tribu nativa colgó su cabeza en una vara, su pene fue el desayuno para los cuervos.

Esa tarde de jueves mi mamá había dejado sopa para mi almuerzo. ¡Cómo odio la sopa! Tanto, que casi preferiría pensar en Gloria.

Llegó Gloria.

—Hola, bebé —me dice, sin sentir vergüenza.

—Hola, amor —le respondo, y siento al escarabajo revolotear de lado a lado haciendo vibrar mi cabeza.

Creo que como yo, el insecto repudia mi mentira.

—¿Cómo estuvo tu día, bebé? Te ves algo alterado. —Me pregunta.

El insecto aletea.

—Sí, amor. He tenido un puto dolor de cabeza todo el día.

El insecto deja de joder.

—Adicional, amor, el taller me tiene estresado, si no fuera por ti, hubiese asesinado a Martín hace mucho. Gracias. —Agrego.

—Liiindoooo…

Cómo me emputa que me diga lindo, cómo me emputa que prolongue las vocales, ¡Cómo me emputa! Casi que prefiero asesinar a Martín y sobre su cuerpo tomarme la sopa de los jueves de mi mamá.

—No debes expresarte así, sabes que me pongo tiste, bebé, cuando te pones gloshelo, no te quelo… —Insiste.

«¡Mátala, mátala, mátala…!» —grita el escarabajo.

—Aún no puedo —respondo en susurro.

—¿Liiindooo, no me estarás alegando, cierto?… —Dice Gloria.

«¡Mátala, mátala, mátala…!» —Repito en mi mente.

«¡Cálmate, marica! Aún no» —Me responde el escarabajo.

—No mi amor, cómo crees. Pero sigue, cielo, que empieza a hacer frío… —Invito a la gorda a que entre.

Grashas, bebé… —Responde Gloria.

«Puta, puta… ¡Cállate!». —Pienso.

¡Mierda!, el insecto debe estar hecho una sola carcajada.

—La suma de un cuadrado perfecto… —Repite Gloria, sin que yo preste atención a sus fofas explicaciones.

«Jazmín, supieras cuánto te deseo». —Pienso, mientras la gorda sigue con su parloteo.

—¡Bésame! —Le digo— «Y cállate de una puta vez».

Gloria no besaba mal, pero aun así había sido incapaz de provocarme una erección. Ese día fue diferente, estaba decidida, menos pendeja. Medía 1.60. Su pelo era negro, crespo, largo, enredado. Disfrutaba tanto del reggae como yo de la música que escuchaba Jazmín. Usaba escote y ese jueves llevaba uno bastante grande.

«¡Mierda!» —Pienso, mientras se me para.

Se dio cuenta. No le importó. Aprovechó para refregar su entrepierna con la mía. Gloria pesaba 78.48 kilos, lo supe con precisión cuando se sentó encima de mí.

La chica tímida y mojigata que me miraba como idiota, ese día no había entrado a mi casa, ese día se vistió de lujuria.

—Gloria ¿Estás segura? —Le pregunto.

—Sí —respondió, y llevó mi mano hasta debajo de su blusa.

¡Qué gran teta! Escurrida, es cierto, pero: ¡Qué gran teta, carajo!



Por, Andrés Angulo Linares

El Calendario del Escarabajo

Segundo Capítulo: Chats y Vibraciones



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