Hace tiempo no visitaba este lugar, han cambiado muchas cosas, las mesas ya no son las mismas, las tazas de café ahora son más pintorescas, aquel mesero que siempre nos atendía ya no está; lo único que no ha cambiado es esa hermosa vista de la ciudad que tanto nos gustaba contemplar, ver el atardecer mientras pasábamos el tiempo juntos, era algo sencillo pero era lo que más me gustaba.
Hace tiempo no visitaba este lugar, han cambiado muchas cosas, las mesas ya no son las mismas, las tazas de café ahora son más pintorescas, aquel mesero que siempre nos atendía ya no está; lo único que no ha cambiado es esa hermosa vista de la ciudad que tanto nos gustaba contemplar, ver el atardecer mientras pasábamos el tiempo juntos, era algo sencillo pero era lo que más me gustaba. Aún recuerdo como nos conocimos, ese día me levanté un poco tarde, tenía que entregar un informe para el curso que estaba tomando y necesitaba hacer un ensayo, mi apartamento era un caos así que decidí irme a un lugar relajado: el café de la esquina, pasaba mucho tiempo allí y era fácil concentrarme con un buen café, sólo había mesas disponibles afuera, lo que al principio me molestó un poco, pero creí que sería de gran inspiración para el trabajo que debía hacer.
Empecé muy concentrado y en unos cuantos minutos ya tenía gran parte del ensayo adelantado; no me distraigo con facilidad, pero mientras tomaba un sorbo de café mirando el horizonte, fue muy fácil dejar todo a un lado cuando te vi, llevabas unos jeans rotos, una blusa que decía “ haz lo que te haga feliz”, un morral y unos lentes de sol, sólo pensaba en lo hermosa que eras y lo mucho que quería hablarte, así que sin pensarlo dos veces te dije: “hola, ¿me podrías decir qué hora es?”, te quitaste los lentes y con una mirada un poco altiva dijiste: “acaso tu reloj no funciona? ”, te mire sin saber que decir, pero tu sonreíste diciendo: “ tranquilo, son las 9:45 am, ¿podría sentarme aquí? , es que no hay lugar, prometo no molestarte con tu trabajo” y así empezó todo, empezamos a hablar, a intercambiar ideas, planes, nuestros gustos. En verdad no sé como logré llegar a tiempo a mi clase y con el trabajo terminado, creo que fue magia, porque así se sentía estar a tu lado, algo mágico y especial.
Después de ese encuentro casual, olvidé pedir tu número, y pase muchas horas sentado en el café esperando verte otra vez, no podía creer lo tonto que había sido, conocí a la chica más linda y había olvidado intercambiar números telefónicos. Dos semanas habían pasado y aún no había vuelto a verte, estaba perdiendo las esperanzas y creí que era mejor seguir con mi vida, dejar de intentarlo, bebí rápidamente y un poco decepcionado lo que quedaba de mi café, y entonces, ocurrió, estabas de pie en frente mío y con esa sonrisa tan cautivadora me dijiste: “oye, ¿No habías vuelto por aquí, eh?, fue muy divertido conocerte ese día y pensé que no volvería a verte”. No lo podía creer, apareciste, estabas justo frente a mí, cuando había tomado la vaga decisión de tratar de no esperar, volví a verte en este lugar. No soy de esos tipos extrovertidos, más bien soy algo tímido, sin embargo, no quería que esta fuera la última vez, no sabía en qué momento ni como pedirte tu número telefónico, correo o algo, tener una forma de comunicarme contigo. Empezamos a conversar, de hecho, no fui a clases ese día, pasamos un muy buen rato conversando y aunque estaba concentrado en todo lo que me contabas sobre ti, una parte de mi cerebro trataba de idear un plan para no sonar desesperado y poder tener tu número; la verdad es que debo decir, tú lo hiciste todo, me pediste mi número de celular de una manera tan natural que no entendía porque no pude hacer lo mismo, no quería parecer desesperado pero tampoco desinteresado.
Desde ese día empezamos a hablarnos muy seguido, ambos estábamos un poco ocupados con nuestros estudios y muchas veces no teníamos tiempo para vernos, pero lo compensábamos con esas largas noches de conversaciones y mensajes telefónicos. Ya habían pasado unos 4 meses, nos veíamos, salíamos, hacíamos todo juntos y pensé que era el momento adecuado para que nuestra relación diera el siguiente paso.
Era viernes por la noche, fuimos a cenar a un lindo restaurante bar, ubicado al norte de la ciudad, había planeado pedirte que fueras mi novia de una manera muy especial, en el plato del postre iba a estar escrito: “Anto, me gustas mucho, ¿Quieres ser mi novia?”; se notaba que estaba nervioso, incluso me lo preguntaste un par de veces, pero bueno era obvio, era la primera vez que me sentía así con alguien, mi primer gran amor, el amor de mi vida, sin duda alguna. Cuando pediste el postre, miré con complicidad al mesero, esperando que todo saliera bien y que no hubiese ningún error. Desde mi puesto podía ver la puerta de cocina, así que cuando vi salir al mesero con los postres, mi corazón empezó a latir muy rápido, en ese momento estabas contándome algo acerca de tu familia, pero mi cerebro se nubló por completo, en un parpadeo el mesero ya estaba enfrente tuyo colocando el postre, fue ahí cuando cerré los ojos y los abrí muy lentamente. Estabas bastante sorprendida y no decías nada, fueron los segundos más angustiantes de mi vida, hasta que sonreíste y con esa mirada tierna que te caracterizaba me dijiste que sí. No cabía de la emoción, me levanté y te abracé y fue ahí donde nos dimos nuestro primer beso. No me consideraba una persona que se imaginara con alguien compartiendo todos los días de mi vida, pero ahí estabas tú rompiendo todos mis esquemas; un año y medio después decidimos vivir juntos, fue ahí cuando entendí entonces que quería jurarte amor en el altar y un año después ya estábamos casados y pensando en tener hijos. Nunca pensé que lo que ocurriría días después convertiría nuestra vida perfecta en una pesadilla.
Ese día era 18 de julio, había tenido un día bastante estresante y solo quería llegar a casa y relajarme, pasé por ti y me dijiste que comiéramos con unas amigas tuyas, no tenía ganas de ir y te dije que estaba muy fatigado de todo el día, sólo quería llegar a descansar, te di la opción de que si querías fueras sola y no había problema, pero insististe tanto que empecé a ofuscarme y empezamos una discusión, al final accedí a ir, pero en ese momento no vi el camión que estaba en frente y chocamos. Siempre usabas el cinturón, pero ese día como estábamos peleados te lo quitaste y sufriste un golpe muy fuerte que te quitó la vida instantáneamente, duré tres semanas en coma y cuando desperté recibí la noticia. Entré en un estado de shock, no podía creerlo, era imposible que estuvieras muerta, no tuve tiempo de despedirme… que por un error, un estúpido error… era tan sencillo aceptar ir contigo, no entendía por qué insistías tanto, por qué no podías entenderme, estaba cansado. Pero no, no podía ser el final, todavía no lo creo, sólo dos meses después tuve el valor de ir al cementerio y darme cuenta que era real, que estabas allí.
Unos meses después me enteré cuál era la insistencia, querías darme una noticia, no sólo frente a tus amigas sino a todos nuestros familiares y conocidos, estabas embarazada. El dolor invadió mi cuerpo, caí al suelo precipitadamente, era imposible, todos mis sueños y mi vida contigo se habían esfumado en un segundo por mi terquedad.
Hoy 2 años después sigo tratando de organizar mi vida, no hay un sólo día en que no quisiera retroceder el tiempo y volver a ese día y hacer todo diferente, sé que desde el cielo estás mirándome y deseas que deje de culparme, pero es muy difícil no sentir la culpa de que no estés aquí.
Hoy exactamente hace 5 años nos conocimos y aquí estoy tomando un café para olvidar y uno para recordar.
Por, Viviana Rúa Geraldino
Reseña de la autora
Mi nombre es Viviana Rúa Geraldino, nací en Barranquilla Colombia, el 8 de mayo de 1990, no tengo hermanos. Creo en Dios y en la Virgen María. No tengo hijos y tampoco estoy casada, pero sí estoy en una relación de noviazgo con quien considero es mi alma gemela.
Terminé el bachillerato en el año 2007 en el colegio Nuestra Señora de Lourdes ubicado en Barranquilla; soy egresada de la Universidad del Norte también ubicada en Barranquilla de Comunicación Social y Periodismo.
Escribir historias y cuentos es mi gran pasión y fue una de las razones por las que decidí estudiar comunicación social, también me gusta leer, bailar y las actividades eco turísticas. Soy amante del fútbol, hincha fiel del equipo de mi ciudad Atlético Junior, seguidora de la Selección Colombia y simpatizante del Real Madrid, Arsenal y River Plate.
Revisó: Andrés Angulo Linares
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Imagen tomada de internet: carpioen.wordpress.com