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¿Qué quiénes son los que estamos llenando las calles de Cali protestando?

«No basta solo con meter la cabeza en el infierno, ahí adentro hay que abrir los ojos. Nadie los ha abierto, ni siquiera esos «hombres de poder» de mi ciudad»

(Cali, Valle del Cauca, Colombia)

Por, Biblioghetto

Son los mismos de los barrios populares estratos 1 y 2, son los jóvenes del Distrito, de la Ladera; son las familias de cientos de miles de vendedores ambulantes que viven del día –de los 10 o 20 mil pesos diarios–; son los jóvenes de familias disfuncionales; los jóvenes sin trabajo. Somos los de esa Cali negra de la mente de ‘Dimartillo’; son los jóvenes cansados de promesas politiqueras.

Somos las organizaciones de base que hemos estado ante el dolor de una guerra parida por el microtráfico, por el hampa, por la desigualdad y la pobreza en esta ciudad de furia. Ahí nos tienen, llenos de indignación, llenos de esperanza.

¿Que hubo vándalos? Por supuesto, ya lo hemos visto; Pero, en medio de las calles he visto respeto por parte esos mismos jóvenes hacía el personal de la salud, hacía los comerciantes. He visto resistencia a seguir sobreviviendo con cuatro pesos, a una ciudad llena de desigualdad, de hampa institucional, politiquera y racista. No olvidemos que hemos sido, somos y –quizá– seremos la ciudad más violenta de Colombia y llevar ese lastre pesa, oprime.

La Cali que está en las calles es el reflejo de una ciudad cansada de la falta de oportunidades, cansada de recurrir a un ‘ParaEstado’ operado por el microtráfico, la Policía y los políticos. Entonces, esa Cali que hoy llena las calles, que paraliza el día a día merece esta oportunidad, porque, quizá, no habrá otra cerca. La Cali difícil, la Cali de los atracos, de los niños sicarios, de los motoladrones, de las invasiones, la Cali de los despojados, la Cali pobre hoy estalló.

Si hoy miramos el retrovisor, humanamente Cali no ha tenido ningún progreso. ¿Que han construido una Cali bonita y cuasi desarrollada? Sí, pero vacía, coca, sin formación y sin cohesión comunitaria alrededor del concepto de ciudadano. Se han unido más alrededor del fútbol, de la Feria, que de lo que verdaderamente tiene que juntarnos y enseñarnos. Ninguno de esos hombres de poder, que toman las decisiones, pensó en la educación de un pueblo como Cali.

Todos los diagnósticos sociales que abundan en esta red social, que elaboran psicólogos, sociólogos, concejales, exalcaldes, violentólogos y demás, han quedado cortos. Lo hemos sostenido en otros espacios. No basta solo con meter la cabeza en el infierno, ahí adentro hay que abrir los ojos. Nadie los ha abierto, ni siquiera esos «hombres de poder» de mi ciudad.

Adentro en los barrios de Cali hay miles de niños y niñas que alimentan sus mañanas con Big Cola ($500) y frituras empaquetadas piratas ($200). Adentro hay una realidad que nadie la ha medido, ni nadie la ha contado. Todos y todas han pasado con la visión del DRON, tan ruin y miserable. Hace falta una visión de calle, de alcantarilla, de roedor, para saber con certeza la vida que viven las familias de esa Cali desigual.

Nuestra voz hoy se sienta sobre una historia de 15 años tratando de educar a niños y niñas que viven en barrios, donde es más importante el consumo y la venta de droga que una biblioteca; a una infancia que hace de su universo un par de cuadras a la redonda; a una infancia que no ha podido conocer su barrio por el «miedo ambiente»; una infancia cuyo clímax de vida termina siendo los 13 o los 20 años a lo mucho. Han sido 15 años de entrega que vemos reflejado en una comunidad (Petecuy) que no ha salido a destrozar a su semejante, que no ha causado mayor problema; pero que ha salido con vehemencia a comprender la sociedad y la situación actual del país. Y esa fuerza mental, sólo la pueden dar los libros, las bibliotecas y la lectura. Por eso, esta noche, en medio de los cacerolazos de fondo, decimos: «Queremos un Biblioghetto como estrategia pública de lectura, queremos salvar vidas, queremos despertar las mentes, queremos ser lumbrera para todos esos barrios llenos de seres humanos que han sido olvidados, invisibilizados. Seguiremos en las calles. Ese es nuestro lugar en la vida».



Fotografía tomada de El País https://www.elpais.com.co/

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