(Todo Colombia)
Por, Aureliano
No nos equivoquemos, lo que pasa en Colombia no se limita únicamente a que el Estado nos esté matando, lo que pasa en este país indolente, es que venimos de una pérdida sistemática y agresiva de solidaridad, empatía, sentido de pertenencia y respeto de los unos por los otros.
Si usted es de los que adquiere una posición ligeramente privilegiada en su entorno y la utiliza para demostrar su superioridad con humillaciones, soberbia y abuso de poder, usted es parte del problema.
Si usted es de los que aprovecha cualquier oportunidad para quedar como “el más vivo”, para sacar ventaja y se siente muy inteligente por hacerlo, entonces usted es parte del problema.
Si mientras usted se sienta en la comodidad de su sillón a tuitear lo indignado que se siente porque no encontró un bus para llegar a su trabajo hoy, a causa de los “vándalos” que bloquean vías y pelean por usted, entonces acéptelo, usted es parte del problema.
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Si le parece el colmo que las personas desperdicien su tiempo movilizándose para que al final no pase nada, pero se pasea glorioso disfrutando los beneficios que se obtienen de las protestas sociales, sin lugar a duda, usted es parte del problema.
Si usted es de los que se ufana de poseer una superioridad intelectual, que le permite determinar con claridad cómo las fuerzas armadas están realizando un excelente e indiscutible trabajo, defendiendo el país de los vagos, gamines, desocupados, vándalos que salen a las calles a protestar, entonces usted definitivamente es parte del problema.
Pero si usted, querido colombiano, es de los que se indigna por la muerte de civiles, si se estremeció con la muerte de Nicolas, de Santiago y de los demás jóvenes que han caído en esta batalla, pero celebra eufórico viendo cómo se incendia la cara de un uniformado de las fuerzas armadas, definitivamente usted es el problema.
El problema somos todos cuando somos indiferentes, cuando valoramos la vida de uno por encima de la vida del otro, cuando no comprendemos que todos somos parte del mismo pueblo vulnerado y pisoteado por sus dirigentes durante décadas; cuando juzgamos al vecino porque piensa diferente, y nos atrevemos a etiquetarlo con apelativos displicentes, minimizando su opinión, parados en el pedestal de nuestro ego y de la polarización que destruye lazos y posibilidades de encuentro, de reconciliación y de perdón.
Que sea ésta la oportunidad para reflexionar sobre nuestro actuar, que sea la oportunidad para abrir los ojos a la multiplicidad de discursos y necesidades que emergen desde diferentes sectores; pero, sobre todo, que sea el momento en el que, definitivamente, demos un giro a la mentalidad electoral con la que venimos condenándonos y matándonos todos los días.
No nos equivoquemos, el Estado nos mata hoy, nos juzga, nos acribilla, nos desaparece, pero nosotros también nos matamos todos los días con polarización, con la formación de imágenes de enemigos que no existen y, con la jodida indiferencia y desinterés que marcan nuestro accionar diario.