(San Juan de Pasto, Nariño, Colombia)
Por, Jorge del Río (@jorgedelrio_artist)
Conocer el histórico Carnaval de Negros y Blancos, es comprender la existencia de un acontecimiento único, como muestra del color, en su máxima expresión.
Cada fin de año, con la exhibición de gigantes monigotes, se abre el portal del sur de Colombia, lugar donde nacen los pensamientos materializados, donde un universo surrealista es posible gracias a la construcción colectiva y tradicional de los artistas nariñenses.
No hay suficiente riqueza descriptiva para narrar lo que pude evidenciar; fríamente, lo podría relacionar con una fusión entre ‘Alicia en el País de las Maravillas’ y Disneylandia. Este carnaval con carácter andino, es tan auténtico como indescriptible, es de ver para creer. Mis ojos no soportaron el peso del color, mi limitada mirada no alcanzaba a abarcar la inmensidad de la creatividad y el tamaño de las carrozas, los personajes solo podrían haber nacido en un mundo de ensueños.
Me sorprende la inmensidad de las carrozas, tanto en tamaño, como en belleza. Sus construcciones están soportadas por andamiajes de metal o maderas, en algunos casos en guadua. Estos ejemplares podrían superar los tres pisos de altura, dominan las calles que no les pertenece, pues los cables que se atraviesan por sus recorridos, son cortados y los semáforos son movidos, para así poder darle vía libre a estos visitantes que vienen a demostrar una vez más, la grandeza de sus creadores.
Fueron dos años de espera por motivo de la pandemia del COVID 19, tiempo suficiente para crear maravillosas formas, llenas de conceptos y colores.
Es imposible detectar tantos detalles en un número tan amplio de muestras y participantes. Tomé mi zoom y empecé a capturar algunos detalles que me impactaron, captando solo aquellos que alcancé a detectar con mis diminutos ojos. La expresión creada en cada personaje, cada traje y cada una de las carrozas, sobrepasan la gestualidad, son perfectos retratos que enseñan la riqueza de nuestra biodiversidad y multiculturalidad, de manera mística y colosal. Pero, un poco más allá de esta fuerza expresionista cargada de surrealismo, existe un detalle que provocó mi asombro: la mirada de los personajes, compuestas por enormes ojos que superan la vida y la muerte al mismo tiempo; en cada glóbulo ocular se ve reflejado un universo, un pensamiento cargado de misticismo, en ellos, se hallan quizás la entrada secreta al mundo del que ellos ascienden, es la conexión entre los creadores y las creaciones. Ojos mecatrónicos que observan por vez primera a un público embadurnado y emblanquecido por el talco y la espuma. Estos ojos poseen en sus brillos, el reflejo de la última mirada que captaron en sus hábitats.
En esta fiesta concentrada en Pasto, no existen los límites de la creación, lo único limitado, es el día, el cual no es suficiente para verlo todo, pues es muy complejo poder observar el trabajo que conlleva varios meses de dedicación por parte de cientos de artesanos.
Acá los diablos cojuelos, no son malignos y tampoco atemorizantes, por el contrario, son felices, amistosos y llenos de bondad, pues comparten el mismo corazón de sus creadores, son un retrato fiel del espíritu nariñense, esos mismos que te hacen sentir en casa, de un territorio lejano, de frías montañas y volcanes que asoman agazapados sus ojos desde las fumarolas.
Los trajes de esta festividad, parecieran ser confeccionados con las llamadas ‘Colchas de retazos’; las máscaras demuestran gestos únicos de la cultura andina. Las texturas y formas, son diseños que se componen de manera armónica, inspirados en los campos, las riquezas naturales, el sonido del viento y es sus ancestros. Los creadores, empeñan todo el corazón, tiempo y presupuesto, para competir en una batalla de amor y paz, de alegrías y esperanza, tratando de lograr alguno de los puestos seleccionados como ganadores. Este año, los jueces fueron seducidos por la bestia dominante con forma de simio, galopante de una carroza motorizada llamada ‘Inmortal’. Esta especie de simio cósmico, pareciera venir del futuro cercano, a traernos un mensaje de advertencia, de devastación por motivo de la búsqueda constante y afanosa por dominar y controlar los poderes que rigen nuestro mundo cada vez más deshumanizado.
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