«Tus ojos con mi cobija. Quiero arroparme de ti»
‘Así me haces sentir’ (Agraciada)
Por: Olugna
A su espalda, tres mariachis acompañan la serenata dedicada a su pareja. Giorgina, la artífice de esta muestra de amor, porta un sombrero charro y un moño rojo que resalta sobre las solapas de la chaquetilla charra con bordados dorados que luce. El maquillaje de su rostro, aunque ajeno al performance ranchero tradicional, se adapta a la escena a través de los trazos brillantes que contornean sus ojos. Sus 22 años se acoplan a la edad madura de los músicos que la escoltan: un encuentro generacional que extiende el legado de un género nacido en México, pero que encontró en Colombia una segunda familia que lo adoptó como propio.

La escena, detenida a los 51 segundos, es fugaz. Es el tránsito de la policromía a la sobriedad en escala de grises que antecede la aparición de los títeres que también intervienen en el video. Un instante breve, pero cargado de sentido: épocas distantes que se enlazan a través de la tradición, la inocencia y la melancolía que posan en la misma imagen; la música como el hilo que conecta sentimientos; el amor como una expresión que atraviesa el tiempo y desconoce los límites que suelen imponerse a las voces del arte.
No podríamos afirmar que ‘Así me haces sentir’, canción que presenta Agraciada, proyecto creado por la joven Giorgina, es una pieza detenida en el tiempo. Sería más apropiado reconocer que es una fusión de épocas, estilos musicales distantes entre sí y contrastes entre sus diversos elementos que logran encontrarse para cantarle a la inocencia del amor; esa que tiende a apagarse a medida que envejecemos. Bolero y ranchera, dream pop y bedroom, trompetas y sintetizadores, longevidad y juventud, brusquedad y delicadeza, optimismo y melancolía, recrean un escenario teatral donde se retrata el rostro amable del enamoramiento.

‘Así me haces sentir’, a diferencia de las serenatas que se imponen en celebraciones familiares, no acude a la efusividad ni a los rangos vocales potentes para conmover; avanza con lentitud y la voz de Giorgina se funde con los instrumentos y tratamientos sonoros de la canción. Cada elemento, desde lo sonoro hasta lo audiovisual, actúa en una dosis precisa que busca la armonía y no el protagonismo.
Hay una sensualidad sutil en la primera de las dos cartas que conforman el EP que nos presenta Agraciada; aparece en la delicadeza casi susurrada de la voz de Giorgina, en los breves momentos en los que su cuerpo se mueve con lentitud, en la letra poética inspirada en su pareja. En ‘Así me haces sentir’ hay una evocación directa a la inocencia: en la interacción con los títeres, en la motivación íntima que le dio origen, en las influencias literarias que acompañan su concepto, en la portada del EP donde la carta dos de corazones se modela en plastilina, y en la decisión de hablarle al amor desde su costado más puro y transparente.
La segunda carta que destapa la artista nacida en Neiva, ‘Subrealia’, nos muestra dos caras del amor que se enfrentan y, a su vez, se complementan: el deseo de entregarse y el miedo a terminar herido. Desde su letra hasta su composición sonora, es una pieza más cruda. El optimismo, en este instante, ha sido reemplazado por una confesión en la que Giorgina admite que el enamoramiento está despertando y la inocencia quiere dar el salto. Entre el realismo y lo onírico, es una canción sensible que se desplaza entre las ondas del dream pop y bedroom.

La voz suave de Giorgina sobresale entre los sintetizadores. A diferencia de ‘Así me haces sentir’, ‘Subrealia’ se mantiene más cercana a la modernidad: prioriza la atmósfera electrónica y la sensación de un espacio emocional que se expande y se contrae según la intensidad del miedo y el deseo.
Los sintetizadores suenan como «gigantes melancólicos y nostálgicos», afirma su equipo de prensa. Esa textura produce una sensación surrealista, una resonancia emocional que Agraciada nombra como Subrealia, un espacio donde lo real y lo onírico se confunden sin perder su ternura.
‘Dos de corazones’, en su totalidad, se percibe como el juego dual y arriesgado de contrastes y complementos: dos gestos, dos escenas, dos partes de una historia. El amor, al final, siempre será una apuesta y Giorgina nos invita a mostrar nuestras cartas.
Sobre Olugna
Cada crónica es un ritual. Quizás suene demasiado romántico, pero así es. Así soy yo, complejo y trascendental; sensitivo y melancólico, pero entregado a una labor que, después de algunos años, me ha abierto la posibilidad de vivir de mis dos grandes pasiones: la escritura y la música. A la primera me acerqué como creador, a la segunda –con un talento negado para ejecutarla– como espectador.










