Los contrastes del Caribe

En cuarenta minutos en carro desde Cartagena se llega a Barú para deleitarse con un mar azul turquesa y una arena blanca llena de turistas de muchas nacionalidades; algunos se han convertido en dueños residentes del lugar con restaurantes, hoteles y hostales. 

«El Caribe me enseñó a ver la realidad de otra manera, a aceptar los elementos sobrenaturales que forman parte de nuestra vida cotidiana. Es un mundo distinto… La síntesis humana y los contrastes que hay en el Caribe no se ven en otro lugar del mundo… Y no solo fue el Caribe. El me enseñó a escribir pero también es la única región del mundo donde no me siento extranjero»– Gabriel García Márquez

En las playas del Caribe todos están descalzos, con sus cuerpos expuestos al sol, dando una sensación de igualdad y tranquilidad que va al compás con el sonido del mar. Mi pequeño recorrido caribeño empezó en Cartagena, en la parte histórica, caminando sus calles y enamorándome sin querer de su belleza antigua y de sus sonidos de tambores de los grupos callejeros.

En cuarenta minutos en carro desde Cartagena se llega a Barú para deleitarse con un mar azul turquesa y una arena blanca llena de turistas de muchas nacionalidades; algunos se han convertido en dueños residentes del lugar con restaurantes, hoteles y hostales. Vi a Playa Blanca, su belleza y sus problemas ambientales preocupantes, la mala disposición de basuras, la falta de agua potable y la falta de energía eléctrica.

Evidentemente es un sector con una demanda turística muy alta, que con una adecuada administración podría ser un sitio inteligente con turismo sostenible. Existe en ese sector el Aviario Nacional que cumple con un turismo que educa sobre las diferentes especies de aves, uno de los tantos sitios de contemplación de fauna y flora que tiene el Caribe

¿Qué responsabilidad ambiental tiene el turista extranjero? ¿Cuánta agua potable tiene el Caribe Colombiano?  ¿Por qué no usan paneles de energía solar y a quién le corresponde este emprendimiento?. Según un reciente artículo en el periódico el Heraldo, el Atlántico está incluido en el Corredor Turístico del Caribe con Bolívar, Magdalena, Cesar y La Guajira, en este participan Barranquilla, Puerto Colombia, Galapa, Baranoa, Juan de Acosta, Tubará y Usiacurí. Este artículo también resalta información por parte del  ministerio de Comercio, Industria y Turismo sobre el repunte que ha tenido el territorio atlanticense en los últimos años en  turismo, consolidándose como un destino de interés para los viajeros de América Latina y el Caribe.

«El Caribe me enseñó a ver la realidad de otra manera, a aceptar los elementos sobrenaturales que forman parte de nuestra vida cotidiana. Es un mundo distinto… La síntesis humana y los contrastes que hay en el Caribe no se ven en otro lugar del mundo… Y no solo fue el Caribe. El me enseñó a escribir pero también es la única región del mundo donde no me siento extranjero»Gabriel García Márquez

Un turismo sostenible es una herramienta para abrir el camino para consolidar la paz y debe ser así, porque el agua es un recurso limitado y esta escasez se siente con más peso en el Caribe. Un departamento con mucho para ofrecer al turista que le urge re-pensar como preservar su oferta hídrica a través de miles de modelos ya existentes en el mundo. Por ejemplo, la basura que se encuentra en las playas caribeñas, que a mi juicio, es el peor problema es fruto del desconocimiento y la falta de educación para saber que la basura es energía y que por tanto se transforma. En esta era, la tecnología de punta está al alcance de todos y con esto la evolución y una mejor forma de cuidar los ecosistemas.

Visitar el Caribe siempre es un placer y tal como lo describe García Márquez, sus contrastes son alucinantes, mágicos y en ocasiones desgarradores ¿Hasta cuándo podemos apreciar éste y otros paraísos colombianos con el ritmo de consumo e insuficiencia energética que llevamos?

En las payas de Barú se puede nadar en la noche en un rincón del mar para ver los colores fluorescentes del plancton, un conjunto de organismos de pequeño tamaño que tienen como característica principal habitar la columna de agua con limitada capacidad de contrarrestar las corrientes de la misma.

El término ‘plancton’ proviene de un vocablo griego que significa ‘errante’, el cual fue acuñado en 1887 por el alemán Victor Hensen para describir a los organismos que derivan con las corrientes marinas y dulceacuícolas. Los organismos del plancton pueden ser útiles indicadores de los cambios ocurridos en los ecosistemas por su rápida respuesta a las condiciones ambientales dictadas por sus, relativamente, cortos ciclos de vida y sensibilidad a la contaminación. Antes de sumergirse en este mundo marino, los guías locales ofrecen información básica del plancton con estas cifras: “… del 100% de plancton del planeta queda el 40%…”. Ellos, por lo general, suelen ser personas de la región o extranjeros que  llegan de paseo y terminan enamorados como muchos de este paraíso.

Mi recorrido terminó en el XI Carnaval de las Artes en Barranquilla, un evento de entrada libre de tres días, cargado de música y literatura en una ciudad seductora, limpia, verde, con una arquitectura magnifica e impecable y sobretodo con la peculiar amabilidad de su gente.

Por, Yuliana Saavedra

@Yulsx

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Madison y Bogotá: analogía entre lo mágico y lo real

Pocas veces pensé en el anhelado para muchos– “sueño americano”. En mi cabeza siempre rondó la idea de debutar como extranjera en lugares más conflictivos y golpeados social, política y económicamente, para analizar qué tan quedados o desarrollados estamos los colombianos, en comparación con los países de la región.

Pocas veces pensé en el anhelado para muchos– “sueño americano”. En mi cabeza siempre rondó la idea de debutar como extranjera en lugares más conflictivos y golpeados social, política y económicamente, para analizar qué tan quedados o desarrollados estamos los colombianos, en comparación con los países de la región. Ningún país de Suramérica me parecía  una idea descabellada; otros de Centroamérica también entraron en la lista de alternativas. Pero, la vida te da sorpresas, dijo el cantante panameño Rubén Blades y hace, un poco más de, ocho meses estoy en la tierra del Tío Sam. Al salir del País el chip comparativo se enciende, es inevitable someter casi todo –por no decir que todo– en una balanza. Al principio, deslumbrada por el orden y la educación que se evidencia en esta zona en la que asiáticos, mexicanos, colombianos, brasileros, americanos, venezolanos, argentinos, entre otros caminan rápidamente por las calles del centro de la ciudad con sus maletas a la espalda, en una de sus manos llevan una copa de café o de un smoothy (dependiendo el clima). Buena energía y tranquilidad es lo que se respira en este punto del mundo. Sin embargo, en Bogotá, lamentablemente las cosas no son tan color de rosa como se vive a este ‘lado del charco’, allá conservamos la cultura del vivo, a diario se percibe la  intolerancia y el irrespeto. Nacimos y crecimos contemplando la desgracia ajena como parte de nuestra vida cotidiana. Señales que indican que estamos lejos de nuestra tierrita son fáciles de percibir cuando el pan de cada día no son las noticias de corrupción y barbarie, sino las meteorológicas. Aquí, en este lejano  punto del norte de América, detallitos como que personas de la tercera edad o universitarios abran su computador al sentarse en cualquier silla azul de los articulados del transporte público; o que palabras como: gracias o discúlpeme por favor, sean las más utilizadas en el transcurso del día, son indicadores que somos dos mundos distintos. Pero, este no es un artículo para dar ‘garrote’, pues sería injusto desconocer la situación política, social e histórica por la que ha tenido que cruzar Bogotá, frente a la realidad de  Madison, la capital de Wisconsin, ubicada al noroeste de Chicago,la segunda ciudad más poblada después de Milwaukee, la región minera del suroeste. Los principales atractivos turísticos en la también conocida como la capital del queso y la cerveza son los lagos Mendota, Monona, Waubesa y Kengosa. Estos cuatro lugares son perfectos en cualquier estación del año para compartir con la pareja a solas, con un grupo de amigos, para meditar, o si gusta del cigarrillo, también para fumar o beber. También si necesita llorar. Cada uno llega con un propósito a cualquiera de esos puntos de esta encantadora ciudad y, sin duda alguna, logra su cometido. El aroma que se percibe todas las mañanas en cualquier  panadería de barrio, en la capital colombiana, ha sido una de las cosas que más he extrañado acá, estos espectaculares lugares con pan francés, rollo, croissant de bocadillo y queso, almojábanas, y vitrinas gigantes con de Todito, papas Margarita, Manimoto, cualquier producto Yupi o Chefrito sería una verdadera gema por estos lares; por eso, cuando la primavera va llegando a su fin en Madison y los días de incesante calor empiezan a darle la bienvenida al verano, hay un plan imperdible en pleno Downtown, aparte de ver piernas pálidas de las americanas que lucen con sus pantaloncitos calientes. El plan es darle la vuelta a la manzana al Capitolio y disfrutar del Farmer Market. Con la llegada de esta temporada todo cambia; las flores son más bonitas, las calles más coloridas, la gente se ve con más energía, los vendedores llegan los fines de semana a este punto de la ciudad  desde sus granjas con huevos, animales, verduras, comida orgánica y pan calientico, no estoy hablando de cualquier masa de harina insípida, ¡No! Esta pequeña pieza caliente de gluten logra transpórtame a millas de distancia a la panadería de la esquina de ‘la vecina’ en cualquier barrio de Bogotá. Y así voy caminando, pendiente de no estrellarme con nadie, conservando mi derecha, viendo a los hombres fofos y sudados, pero contentos. Cata de quesos por un lado, filas de veganos intentando comprar su almuerzo del otro día, frutos secos por otro parte, un carrito donde venden empanadas venezolanas ¡Bendito!  Quiero comprar de todo,  sin embargo hago caso omiso. Los costosos tulipanes que aparecen en las macetas ubicadas alrededor del imponente State Capitol y en algunos capítulos de los Simpson, son imposibles de ignorar, sin embargo la sensación que  generan no es la misma que se siente al estar en la Plaza de Bolívar  mirando el Palacio de Justicia, La  casa del florero, la Catedral Primada de Colombia, La  Alcaldía Mayor y el Congreso de la República. Acá no hay bellas flores ni  huele a pan caliente, acá huele a Patria, a historia, a guerra, a libertad, a condena, a gritos de independencia y a voces de rebeldía. Pasar por el camino de piedra del Chorro de Quevedo y mirar aquellos habitantes silenciosos o estatuas humanas ubicadas en los techos de las casonas viejas, inevitablemente, reviven la época de la violencia en la memoria de los más viejos o tele transporta a los más jóvenes a un mundo que conocen a través de libros de historia y documentales. Este sector colonial es una muestra que rememora la valentía y tesón, características no solo del ‘rolo’, sino del colombiano promedio. No obstante,  no sé si es porque tenía ciertas dificultades con el idioma y no alcancé a traspasar más barreras, o porque era la primera ciudad  americana que conocía y tenía acumulada mucha información, pero no logré olfatear esos rastros de historia, eso que uno siente cada vez que llega a cualquier parte del centro histórico de la capital colombiana, no sé… Si usted camina por la State Street, la calle principal de Madison probablemente  podrá sentirse como si estuviera dándose un ‘septimazo’.Algunos intentan darse a conocer y ganarse uno que otro dólar interpretando canciones con saxofones y guitarras; otros pintan cuadros y venden sus obras artísticas y muchos, vagabundos, con carteles que dicen “help me please” piden monedas. Sin embargo, si se antoja de un pollo frito, un ajiaco, una sopa de menudencias o un mondongo con mucho callo y libro es muy posible que se quede con las ganas. No siempre siento que voy cruzando por el centro capitalino, por la octava con Jiménez donde venden los vestidos de paño y sombreros gardelianos que usaban nuestros abuelos. A veces, las tardes veraniegas desplazan mi imaginación un poco más al norte hasta llegar a la zona T, Los bares abiertos con mesas repletas de frías y burbujeantes Hopalicious, Spotted cow oWisconsin Amber, con las clásicas sombrillas ubicadas en los andenes, me hace pensar en la incansable tendencia de copiar el estilo americano que tenemos en Bogotá (o Colombia), pero con Águila, poker o Club Colombia. Transportarse desde hasta cualquier punto de la ciudad de Madison en bus es un plan que resulta muy divertido, confortable y placentero. El viaje debe programarse minutos antes a través de Google Maps para conocer rutas, horarios y puntos de paradas. Puede llevar la popular copa de café e iniciar o continuar con la lectura de su libro preferido. Una utopía si pretende hacer esto en cualquiera de los sistemas de transporte de la capital colombiana. Largas filas para pagar un tiquete, estaciones atiborradas de gente en busca de un espacio en un articulado para poder llegar a su casa después de un arduo día laboral, las manos cuidando las carteras y los ojos al acecho de cualquier movimiento  sospechoso de otra persona son el pan de cada día. Y así podría seguir contando y comparando cosas que serían mundos desconocidos, perfectos para muchos e imposibles para otros. Sólo queda  por decir, que es cierto, el  corazón de Bogotá huele a  historia y a sangre; también a esperanza y perseverancia. En la capital rige la cultura de la prevención, nos enseñaron desde pequeños (no fue en la iglesia)  el onceavo mandamiento: no dar papaya. Nos enseñaron a ser luchadores y guerreros. La cultura y la vida en la capital de la cerveza y el queso es una fantasía. Pero la cultura bogotana es mi cultura, allá nací, crecí, estudié, trabajé, amé, reí y tengo todo por lo que estoy en Madison. Bacatá es una aventura, es un desafío  constante. Es un trampolín de oportunidades. El rolo es amable, pero desconfiado (tiene sus razones), es generoso aunque parezca parco. Le duele su tierra que acoge por igual al extranjero, al desplazado, al indígena, al que la usa y la bota, al que la ultraja y al que la odia. El enfoque panorámico que capturo desde acá, no solo hasta Bogotá,  sino en toda Colombia es que somos un país de ‘berracos’, absolutamente ricos,  ingeniosos, creativos y  recursivos. Allá curamos la gripa con aguapanela, la pena de amor con aguardiente, el frio con chocolate, los guayabos con caldo de costilla, el hambre con empanada  pero poseemos un grave defecto: carecemos de confianza en nosotros mismos.

 

Por, Angy Barrero

@TatianaBarrero

 

París: En cuerpo y alma

La  ciudad luz y del amor: la Ville lumière et d’amour, me ha enseñado todas sus caras después de casi dos años de mezclarme en su día a día, en su cultura, en sus sitios turísticos, en  sus innumerables  cafés, museos, parques, galerías y  entre  su gente.

Por, Andrea Castro

La  ciudad luz y del amor: la Ville lumière et d’amour, me ha enseñado todas sus caras después de casi dos años de mezclarme en su día a  día, en su cultura, en sus sitios turísticos, en  sus innumerables cafés, museos, parques, galerías y  entre  su gente. Gente de aquí y de allá; parisinos, rusos, árabes, africanos, bolivianos, colombianos. Un  sinnúmero de nacionalidades concentradas aquí con intereses diferentes, pero constantes en su  deseo de perderse en la magia de París.

La romántica París es poseedora  de importantes  espacios turísticos que todos, por alguna razón, ya conocemos e idealizamos como próximo destino en nuestros proyectos de vida y  a la cual  le llamaré el Cuerpo de París.

El Cuerpo

¿Cómo no hablar de sus calles?, algunas tranquilas y espaciosas, otras un tanto estrechas y empedradas con grandes edificios de arquitectura neoclásica y con nombres memorables de algún  presidente, poeta o  escritor del siglo XVIII, perfectas para aquellos con espíritu bohemio, de historiador, de escritor o de artista.

También están aquellas divertidas por las que vagan melodías  y olores de diferentes partes del  mundo, gracias a la variedad de bares  y restaurantes, como los que podemos encontrar en el Barrio Latino en la plaza Saint Michel, propicia para aquellos más rumberos y de buen comer. Para los que aman la moda y las compras: Les Champs Elysées, una avenida entera, de principio a fin, atestada de locales de las mejores marcas de ropa, bolsos, restaurantes, autos y más.

Para los más creyentes, las iglesias: Notre Dame, La Sainte Chapelle o Sacre Coeur de Montmartre, entre muchas otras. Ni  hablar de sus museos, llenos de obras de artes y esculturas de artistas famosos, como las que se encuentran en el Musée de Louvre donde está la tan deseada Gioconda, mejor conocida como La Mona Lisa de Leonardo da Vinci, como éste, encontramos para todos los gustos más de 150 museos.

Imposible pasar por aquí  y no  visitar  los grandes y majestuosos  castillos que datan del siglo XIV y XVII en los cuales está la historia de Francia y, por supuesto, está la monumental Torre Eiffel, la estructura más deseada por turistas, fotógrafos, directores de cine y hasta vendedores ambulantes. Sí, vendedores ambulantes. Y con  esto doy paso a lo que llamaré el Alma de Paris.

El Alma

Una realidad que sólo  se conoce  teniendo  una rutina de vida como ciudadano promedio en la villa de la luz; pues es verdad que aquí existe gran variedad de olores, sensaciones y emociones.

Empecemos por los muy comunes  vendedores ambulantes que se encuentran  por doquier en la majestuosa metrópoli; si  pasa por la Torre Eiffel,  déjese persuadir  por algunos de ellos, en  su  mayoría hombres de tez morena, que dependiendo de sus rasgos físicos logrará identificar su lengua nativa y en esa misma le hablará de manera mediamente correcta, para poder ofrecerle desde pequeñas réplicas de la Torre Eiffel hasta una deliciosa botella de vino o de cerveza,  para que pueda pasar la tarde en les Champs de Mars gozando de la increíble vista. Si  la velada es larga y le coge la noche en este lugar, podrá disfrutar en  alguna hora en punto  de la Torre, la cual  se ilumina evocando la espuma de licor al abrir un delicioso champagne,logrando los aplausos y efusividad de los  asistentes.

También los artistas callejeros hacen  parte de esta gran ciudad, pues no es raro encontrarse por las calles con algún grupo de jóvenes entreteniendo  a los transeúntes con  sus coreografías  al ritmo  de una mezcla de sonidos alternativos, cuyo  volumen  logra la atención de los tantos visitantes que por allí coinciden.

Además de encontrarlos por las calles, también  los encontramos en  los metros y ocasionalmente en los trenes, a los que se suben en compañía de su guitarra, acordeón, o simplemente de su voz  –una que otra melódica–,  para entonar notas y  canciones en  cualquier idioma, que pueden ir desde George Brassens hasta Juanes, a cambio de lo que usted considere que puede darle.

Asimismo nos  topamos con ellos en los pasillos del  metro, mientras corremos a cumplir con  nuestros deberes. Otros afortunados son  patrocinados por la empresa de transporte público y autorizados a tener un espacio allí, para que puedan dar a conocer sus composiciones de manera más cómoda. Eso referente a las emociones que despiertan  las melodías.

El  olfato  también  se entretiene aquí,  pues  a causa de aquellos Sin hogar que pasan sus días deambulando  por las calles de la ciudad y pasando  sus noches –algunas muy frías, otras muy calientes dependiendo de la época del año– en  alguna silla de las diferentes estaciones del  metro sin tener la posibilidad de una buena ducha, al  pasar de los días su presencia se hace sentir y  notar.  No  se asombre,  si  en vez de encontrarse con  fragancias exquisitas y glamurosas, lo  que encuentra  es un fuerte olor a  orina encerrado  entre los pasajes subterráneos, además de la presencia de aquellos infortunados tomando su siesta a los costados de las estaciones entre cartones y cobijas maltrechas por el uso. Este es un escenario  difícil de entender, dado que el gobierno dispone de espacios en los cuales les brindan ayuda, abrigo y comida para suplir sus necesidades y puedan, de esta manera, llevar una mejor vida.

Tampoco  se extrañe si  al  caminar por las calles, de repente, encuentra a alguna familia proveniente del continente africano que a causa de la guerra migró a  territorio  europeo  con la esperanza de hallar un  mejor modo  de vida y que por más esfuerzos que hace el  gobierno por ayudarles, los medios resultan escasos para abastecer todas sus necesidades, entonces su única opción en la espera de algo mejor, es ir al encuentro de la buena fe y colaboración de algún transeúnte.

Para hablar del alma de Paris, se debe hablar de la propiedad y amor que proyectan los parisinos por su ciudad, como también su posición socio-cultural y política, frente  a  los acontecimientos  de su día a día, por tal motivo es importante mencionar cómo reacciona la población frente a los terribles sucesos por los que ha tenido que pasar en los últimos meses.

Francia es un país donde el  ciudadano  sabe  cuáles son  sus derechos y los hace valer pese a  cualquier veredicto, razón por la cual, cuando  ocurren  situaciones que afectan  la tranquilad y el orden  público,  la ciudadanía manifiesta su inconformidad mediante protestas pacíficas en  las calles, congregándose frente al  lugar del  siniestro, como tampoco es motivo de asombro, que en los principales canales de televisión, dentro  de sus parrillas de programación, se encuentren espacios de debate frente a la situación  por la que atraviesa la nación. Quizás se deba a que el  parisino tiene  una  fuerte inclinación por la lectura, tanto de actualidad como de literatura, y es esto lo que lo hace culto y educado, pues gracias a este hábito cuenta con los argumentos para hacer respetar sus derechos y defender su posición frente a los demás. Es tanta su  pasión, que en efecto logra contagiarla, es por esto que todo aquel que viva aquí, siempre llevará un libro en sus manos.

En  conclusión, la Ville lumière et d’amour, es un hermoso lugar, que como toda gran ciudad, tiene sus problemáticas internas que no se hacen indiferentes ni invisibles por ser uno de los destinos turísticos más deseados de todo el mundo, por lo contrario, momento a momento manifiesta su interés y preocupación por ofrecer y cambiar aquellos aspectos  negativos, y que rechaza  que algún suceso opaque la magia que recorre la villa, que siempre da la mejor bienvenida al que está de paso o a aquel que decide pasar una buena  temporada aquí. Sin duda lo mejor de estar en Paris, es no querer regresar a su lugar de origen.

 

Galería fotográfica

París: En cuerpo y alma

Por, Andrea Castro

París (Francia)

Sobre Andrea…

Mi  nombre es Andrea Castro, tengo  29 años, nací en  Bogotá, soy egresada de la Fundación Universitaria UNINPAHU de Comunicación Social y Periodismo, vivo en París, donde llevo  a cabo estudios de lengua francesa.

Interesada en las redes sociales y el marketing digital, Amante del  teatro, el  reggae y una buena copa de vino.

 

Imagen principal libre de derechos: https://pixabay.com/es/noche-de-la-ciudad-par%C3%ADs-puente-1567384/

Imagen Barrio Latino tomada de internet: www.paris.es

 

Un renacer en Nueva York

Carlos Daza era uno de esos latinos que no le cabía el mundo en la cabeza a sus 32 años de edad. Acostum­brado a la tranquilidad propia de su pueblo, Somon­doco, en Boyacá, Colombia, 10 días en Nueva York le cambia­ron para siempre la perspectiva de su vida.

Carlos Daza era uno de esos latinos que no le cabía el mundo en la cabeza a sus 32 años de edad. Acostum­brado a la tranquilidad propia de su pueblo, Somon­doco, en Boyacá, Colombia, 10 días en Nueva York le cambia­ron para siempre la perspectiva de su vida.

No podía creer que en 21.5 kilómetros de extensión hubiera tanta historia, tanta actividad, puentes de dos pisos, varios túneles construidos debajo del río Hudson, más de 4.493 edificios tan altos que intimidan y al mismo tiempo maravillan, personas impecable e irreverentemente vestidas, individuos de todas las razas que pueden hablar más de 96 lenguas, todo esto y mucho más en una isla que llamada Manhattan fue comprada en 24 dólares a los holandeses el 24 de mayo de 1626,  y denominan The Big Apple, La Gran Manzana.

Daza vivió lo que muchos cuando llegan a la ciudad de los Rascacielos. Se sintió de pueblo, de su amado Somondoco, pero de pueblo. No podía creer que una urbe relativamente pequeña, donde viven cerca de dos de millones de personas y transitan diariamente muchísimas más, provenientes de los alrededores de la isla y visitada por 25 millones de turistas al año, fuera tan organizada y con un civismo que ni en la ciudad más grande de su país, ni volviendo a ser fundada, podría experimentarse.

Eso lo supo caminando por las calles neoyorkinas cuando ob­servó cómo cada transeúnte procura en no afectar el espacio de los demás. Hay un respeto mutuo que impresiona.

En las escaleras eléctricas, por ejemplo, quien quiera subirlas caminando, avanza por el lado izquierdo, y en la parte derecha permanecen quienes tan sólo se dejan llevar por la escalera, en un orden milimétrico que ya parece ley.

En el metro la norma cívica es dejar bajar primero a los viajeros y luego sí acceder al tren. Carlos acostumbrado al Transmilenio de Bogotá, en la capital colombiana, vivió un triste de­but en el metro de Nueva york, que se repite mucho entre los latinoamericanos. Daza no consideró en dejar bajar a los pasajeros y sin pensarlo, subió al metro, pero no tar­dó en ruborizarse al percatarse del tamaño de su error. Descubrió que sus bases cívicas eran pobrísimas, vergonzantes, algo que mejoraría radicalmente con unos días más de metro, de caminar las calles, de obser­var el devenir de Manhattan y con lo cual aprendió una lección neoyorkina clave, un pequeño detalle para la convivencia urbana: respetar a los demás.

 

 

La magia

 

Con una formación universitaria bási­ca, proveniente de familia campesina, Car­los vio y vivió lugares que nunca se hubiera imaginado. A pesar de su manejo incipiente del idioma inglés, su “malicia indígena” le permitió sacarle ventaja a su viaje en medio de un temor propio de un ‘primíparo’ que se inaugura en las artes amatorias y descubre las mieles de la emoción desbocada. Guar­dadas las proporciones, algo parecido fue lo que experimentó Daza al conocer la ciudad que nunca duerme.

Era su primera experiencia con una gran metrópoli, propia del desarrollo. Todo era desconocido para él. Las amplias aveni­das, el metro (uno de los más grandes en el mundo con más de 400 estaciones trans­portando diariamente cinco millones de personas), las calles que en los semáforos tienen pantallas digitales que indican a la gente cuando es seguro atravesar; los sitios turísticos, el Empire State, famoso por ser por muchos años el edificio más alto en el planeta y porque allí, en la ficción de una película, King Kong luchó por su vida; El puente George Washington de dos pisos, el cual tiene un nivel superior con cuatro carriles en cada sentido y un nivel inferior con tres carriles en cada dirección, algo increíble. Eso sin hablar del túnel Holland que conecta a Manhathan con Nueva Jer­sey, construido por debajo del Río Hudson y que inaugurado en 1927, para Carlos fue una de las grandes sorpresas de ingeniería jamás vista con sus propios ojos. Todo era novedad como la estatua de la libertad, Liberty Enlightening the World, «La libertad ilu­minando el mundo», símbolo de EE.UU, la cual representa la libertad y emancipación con respecto a la opresión, impresa de una forma bella en los cheques federales que el Estado paga a los estadounidenses.

Carlos refería cada calle a las películas vistas durante su vida que infortunada­mente en la pantalla no trasmiten la misma emoción como cuando se está al frente de una calle como Times Square convertida en un íco­no mundial.

Durante las 24 horas del día, los 365 días del año, Times Square muestra una imagen camaleónica y mutante a través de anuncios publicitarios leds que la convierten casi en un lugar mágico y de fan­tasía. Para anunciarse allí hay que desem­bolsar la friolera de 69 millones de dólares al año, pero el gasto merece la pena. Cada año, 40 millones de visitantes se pasean por esta emblemática plaza neoyorkina. Carlos definitivamente no lo podía creer, lo único que se preguntó fue: “¿En dónde carajos he estado durante todos estos años, cómo no sabía que esto existía?”.

Diversidad

Venga de donde se venga, de un pueblo o una ciudad, lo más cautivante de Manhattan es su diversidad en todos los órde­nes. Los detalles propios de la arquitectura, que data de siglos atrás, contrastada con el modernismo y la combinación del aporte de las diversas culturas asentadas en la isla, brindan un panorama único. Carlos Daza ni en sus sueños se hubiera imaginado algo así. En China Town, además de la exquisita comida oriental y de las fachadas de las edi­ficaciones evocando a China, es posible en­contrar falsificaciones perfectas de ropa, re­lojes, bolsos y otros artículos de las mejores marcas que se convierten en un souvenir turístico de alto valor.

En la pequeña Italia, además del influjo europeo en sus vivien­das, algo realmente seductor es una pizza al mejor New York-style, con la cual Carlos se dio cuenta que en materia de pizzas tampoco nada sabía, ni nada había saboreado hasta el día en que comió, por tres dólares con cincuen­ta centavos, un trozo de esa pizza que nadie sabe a ciencia cierta porque es tan delicio­sa.

Expertos indican que la diferencia de la pizza neoyorkina con la de otras ciudades y países es su fina corteza estirada a mano, hecha con una harina de pan única cuyo legendario sabor se ha atribuido a los mine­rales presentes en el agua de Nueva York. Es tal la creencia en ese factor que fabricantes de pizzas fuera del estado transportan el agua de la Gran Manzana a otras latitudes en aras de preservar la autenticidad y el sa­bor de esa pizza que no tiene comparación.

Los días pasaban y Carlos era cons­ciente que no todo lo podía conocer. Su meta, para el último día, era visitar el tris­temente célebre World Trade Center. Sin embargo, antes fue imperativo tomarse las fotos clave para cualquier turista de visita en la Gran Manzana. Entonces co­rrió, literalmente corrió, para tomarse un retrato en Broadway (el epicentro del tea­tro internacional), una foto en la sede de las Naciones Unidas, una instantánea en el Rockefeller Center, complejo fundado por la familia Rockefeller y que en época de navidad es impresionante, también una imagen en el Radio City Music Hall, una postal en el Madison Square Garden, una foto en el Central Park, que a decir verdad cuando Carlos lo conoció se arrepintió de no haber empezado por allí su aventura turística.

Este parque urbano público, de 365 acres de extensión, más grande que el principado de Mónaco o la Ciudad del Vaticano, tiene museos y sitios sin igual. Sólo trotar en su Park drive de 10 km de largo es inolvidable. El parque está cerca al edificio Dakota donde mataron al músico inglés John Lennon en 1981, aún sitio de peregrinación de miles de seguidores del ex beatle. Alrededor del Central Park, viven los millonarios más ricos del mundo.

Algo que impactó a Daza fue saber que un metro cuadrado allí cuesta lo mismo que toda su casa completa en Colombia: 40 mil dóla­res. Se sabe que el apartamento más costo­so en esta zona cuesta 88 millones de dóla­res.

 

La despedida

El ímpetu de su curiosidad le había dado a Carlos la energía para caminar des­de el sur hasta el norte, desde el oeste hasta el este de la isla de Manhattan, caminán­dola y viviéndola. Casi estaba satisfecho. Había llegado el gran momento. Conocer por fin, el epicentro de una metrópoli que en 2001 fue protagonista del ataque terro­rista que cambió por siempre la historia del mundo, donde murieron más de 5 mil personas cuando se derrumbaron, como un castillo de naipes, las Torres Geme­las, luego de que dos aviones comerciales impactaran y explotaran en su estructura. Ese episodio nunca será olvidado. La re­construcción de la ciudad continúa día a día tras día. Pocos rastros quedan de ese reprochable acto de Al Qaeda. Una nueva ciudad se erigió luego del ataque.

El civis­mo se acrecentó, la solidaridad afloró más y los neoyorkinos dieron ejemplo al mundo de su sentido de superación. La seguridad mejoró ostensiblemente. Nada así puede volverse a repetir, es la consigna tanto de los ciudadanos como las autoridades neoyorkinas.

La nueva Torre de la Libertad ya tiene forma. Será de 417 metros, la misma altura de la torre 1 del World Trade Center original. Con la altura de la antena, el edificio se alzará a 1.776 pies (541 m), una altura simbólica inspirada en el año de la Independencia de Estados Unidos. Cada detalle ha sido presupuestado para hacer de la nueva obra un homenaje digno a quienes perdieron la vida ese fatídico 11 de septiembre de 2001.

En el parque memorial, ubicado en la cen­tro del complejo, Carlos rindió homenaje al coraje y valentía de los sacrificados y los rescatistas. En las paredes de las 2 piscinas semi-subterráneas, construidas de forma cuadrada y donde se erguían exactamen­te las Torres Gemelas, están inscritos los nombres de las más de 5.000 personas muertas durante el ataque terrorista, allí el agua fluye cons­tantemente hacia un cuadrado pequeño en el centro, que invita a un renacer, inci­tando a una nueva vida.

En este escena­rio, con el sonido singular que produce el agua circundante de las fuentes del World Trade Center, Carlos Daza sintió una paz que nunca había experimentado, inque­brantable, el saber que estaba en un lugar donde murieron tantos inocentes hace 11 años, le permitió reflexionar sobre su pro­pia vida y se otorgó un perdón para sí mis­mo y la humanidad entera. Encontró algo sublime que diez días atrás no sabría que obtendría y que desde ahora marca el comienzo de una nueva perspectiva en su vida. Nueva York lo hizo cambiar, Nueva York lo hizo renacer.

Por, César Augusto Sutachán Daza
Jefe de Redacción, Revista VISIÓN

Crónica publicada en Revista VISIÓN http://www.larevistavision.com/sitio/un-renacer-en-nueva-york/

Agradecemos a Revista VISIÓN por permitirnos compartir esta crónica.

Cádiz: la magia de Andalucía

Cádiz tiene magia, los gaditanos también, sus playas son únicas, sus noches alegres y festivas y sus atardeceres únicos. Sus playas no son sólo el escenario de bronceo o paseo de muchos, sino el espacio donde el amor, la paz y la tranquilidad son los principales protagonistas.

Frente a mis ojos ‘La Habana Española’ por primera vez

 

Aún recuerdo mi primera visita a Cádiz el otoño pasado, cuando por error o azar, visité sin planear uno de los tantos hermosos lugares de Andalucía. Aquella mañana el recorrido inició desde Málaga camino a Gibraltar; los comentarios, las fotos con monos y la historia de aquel rincón británico en España, despertaron mi interés por acércame a conocer aquel lugar que tanto me recordaba las clases de geografía en primaria.

Luego de una breve parada para desayunar en Marbella –una ciudad que sin ser la capital de Andalucía es la mas cosmopolita y quizá más moderna de todas– y un recorrido en carro por cerca de una hora, tenía frente a mí el imponente Peñón y puerto de Gibraltar, el cual aprecié y fotografié desde la distancia. (Es importante, que quienes deseen visitar este lugar tengan presente contar con el visado de Reino Unido, porque como lo indiqué unas líneas atrás, éste es territorio británico).

Los colores del mar de Gibraltar son tan diversos, que luego de visitarlo en verano estoy convencida que tiene uno de los colores más hermosos del mediterráneo.

    

Gibraltar en Otoño

Gibraltar en Verano

Tras un par de horas, el camino nos lleva a la capital de Cádiz, la provincia española conocida por el carisma de su gente, sus playas y su envidiable ubicación, que la sitúa a solo 14 kilómetros de África, limitando con el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo.

Cadíz, la Costa de la Luz o la ‘Tacita de plata’ con casi 300 kilómetros de costa, ofrece a sus visitantes una amplia gama de playas, pueblos, gastronomía, deportes acuáticos, amaneceres y puestas de sol inigualables.  La Habana Española, como también se le conoce, pero con “más salero”, como dice la canción Habaneras de Cádiz de Carlos Cano, es una ciudad que con cerca de 120 mil habitantes y una tasa de desempleo que supera el 35% (según cifras del Instituto Nacional de Estadística de España – INE), centra su economía en las actividades portuarias y en el turismo, y que se destaca no sólo en Andalucía sino a nivel nacional por tener la gente más maja, alegre y feliz.

 

 

Esta primera visita a Cádiz, me llevó a dar un paseo por sus principales callecitas, su playa,  a recorrer sus castillos y despeinarme una y otra vez por sus fuertes vientos, vientos que permiten a muchos turistas y aficionados de los deportes acuáticos  disfrutar del windsurf y el kitesurf durante el año.

Cádiz no solo ha sufrido el impacto del desempleo, también ha experimentado las consecuencias del terremoto de Lisboa que, con 9 grados en la escala de Richter, ocasionó un maremoto que arrasó con gran parte de la costa y calles gaditanas el 1 de noviembre de 1755. Un extraño retroceso de las grandes y amenazantes olas, atribuye a sus patronas intervenciones ‘divinas’ que hoy hacen referencia a la virgen de Nuestra Señora del Rosario y a la virgen de la Palma como las salvadoras de su ciudad. 

 

Aún recuerdo mis caminatas por Playa Caleta con la marea baja, para luego adentrarme varios metros entre balsas de pesca, algas y barro, cosa que no podría hacer ni disfrutar de la misma manera en verano o con otra marea.

Cádiz, el regreso

 

 

Mi segunda visita a Cádiz, esta vez en verano, tenía como objetivo principal disfrutar de un par de días de sol, allí, en el Hostal Paris, ubicado en San Fernando. Un chico español muy amable y atento, nos sugirió en un mapa una ruta de playas para visitar… y definitivamente, no se equivocó. El Palmar, Zahora y Caños de Meca nos brindaron un mar lleno de azules, arenas suaves y claras, sus fuertes e infaltables vientos y ‘chiringuitos’ con comida deliciosa. 

Cádiz tiene magia, los gaditanos también, sus playas son únicas, sus noches alegres y festivas y sus atardeceres únicos. Sus playas no son sólo el escenario de bronceo o paseo de muchos, sino el espacio donde el amor, la paz y la tranquilidad son los principales protagonistas.

La magia de Cádiz está en su historia, en su gente, en sus atardeceres. Atardeceres, que a diferencia de otros lugares, permiten a muchos acudir a una cita permanente frente a la playa para despedir el sol en uno de los mejores espectáculos, en primera fila y con aplausos. ¡Esto es Cádiz!

Galería Fotográfica

                                          

Cádiz: la magia de Andalucía

Por, Sheila Giraldo

@Shey