Tristezas

Diciembre 20 de 1986

Las horas que transcurren me separan cada vez más de ti.

Los albores de un nuevo año se presienten en el aire que se respira,

en el titubear del sol.

Y al detener por un momento el tiempo cuántos recuerdos de momentos bellos

que miserablemente fueron muertos.

De tantas ilusiones que sólo fueron eso, de esperanzas que no alcanzaron

a florecer, de cariño que quiso crecer pero que poco a poco fueron destruyendo

sin lograrlo del todo, dejándolo en un estado lamentable, sin vivir pero

sin terminar con su existencia, en una agonía que lastima mucho.

¡Cuántas cosas hermosas que pudieron suceder pero que lamentablemente

nunca serán!

¡Cuántos sueños que no despertaron que seguirán dormidos hasta la eternidad!

¡Cuánto cariño desperdiciado en alguien que nunca lo supo comprender y que sólo sabía engañar!

¡Cuántas promesas escritas en el aire que no alcanzaron nunca a ser nada!

¡Cuántas ilusiones que fueron desvaneciéndose como la nieve ante la ardiente mirada del sol!

¡Todo y nada que dentro de poco sólo formarán parte del negro pasado que la mente lucha por olvidar pero que el corazón mantiene como espina que lastima pero no puede arrancar del todo!

Pero la vida sigue su camino su largo camino, aunque muchos estén destruidos

aunque agonicen, los arrastra consigo y en algún lugar tal vez el dolor, la tristeza,

el desamor puedan dejar, puedan enterrar para siempre aquello que hoy

 quieren olvidar pero que a pesar del tiempo y la distancia no logran.

 

 

Por, Isbelia Sarmiento

Bucaramanga (Colombia)

 

Reseña del Autor

Nací en Bucaramanga – Santander. Escribo desde hace muchos años, pero al principio no guardaba mis textos. A partir de 1978 empecé a recopilarlos hasta lograr a la fecha tener más de 300 poemas y varios cuentos…

Conoce más de Isbelia

 

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

 

“El pasado que nos persigue, el dolor que nos amenaza, la tristeza que insistente nos acompaña”.

Vigía del ausente

Alucinada y perdida en el espacio no creo estar en este mundo,
mi mitad me dejó en la inopia y solo el consuelo del opio me hace verlo.

Aurora triste se acerca sigilosa a mi alma desahuciada, me toma de la mente y me lleva con ella a recorrer mis pesares del inconsciente. Me sumerge en Oniria dejándome al bagazo de la fantasía.

Imagino estar en el regazo de aquel que me mató;  acariciando las pecas de aquel que me hirió; y besando los labios de aquel que me rechazó.

¿Aún lo extraño? eso es cierto, en las noches de desvelo, sueño con que vuelve a mí y me mata con su dedo, anillado de oro que toca mi consuelo.

Sin embargo, el oscuro Tánato siempre llega a media vigía nocturna, coge mi mano y me lleva a caminar con él. Pero Ilusión que todas las noches me presenta a Esperanza, no deja que baile con los ahorcados del edén.

Pero sigo aquí, llorando sin Consuelo porque Ilusión siempre sostiene mi sueño
de volver con aquel que mató mi desvelo.

Por, Isabel Serna

Medellín (Colombia)

Reseña del Autor

Soy Isabel Serna, de Medellín, La Ciudad de la Eterna Primavera, estudiante de Comunicación Social y gran amante de la literatura romántica y maldita.
Mi autor favorito es Bukowski…

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Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

 

“Un texto lleno de elegancia, belleza y misticismo”

¿Y qué nueva vida ésta?

¿Y qué nueva vida ésta? Una guía pública exhibida.

La ventana de la crítica que, con nombre propio, se instaló y ventiló la vida de todos los usuarios.

Enmarcados en un paisaje digital, luciendo sus mejores rostros (tras es lente) Y queriendo pretender que son, o pidiendo un amén a manera de exigencia.

Insoportables huéspedes en su sala de espera maniatados y amordazados a un teclado que se expresa por ellos.

Tan involucrados, que no pueden palpar el aire y desconocen el valor de una gota de rocío.

Tan ellos, que no pueden moverse con libertad pues están atrapados en la red que un día tejieron.

 

Por, Juan Carlos Duarte

Bogotá  (Colombia)

 

Reseña del Autor

Soy Juan Carlos Duarte, así me llaman. Tengo 51 años, nací en Manizales y vivo en Bogotá. Tengo tres hijos, dos nietos, una esposa, una suegra, un gato y otras mil razones para ser feliz.

Escribo desde siempre y para todos con un solo propósito: que mis palabras generen empatía en quienes las destripen literalmente, que sean un eco universal sin nombre propio y con el signo de todos. Inicié estudios en los ochenta, en la U.N y la Pedagógica. No tengo un título asignado, pero sí mil experiencias concebidas.

Disfruto de toda manifestación de arte, la pintura, la música, lo escrito y lo leído.

 

Revisó: Erika Molina Gallego (Editora Narraciones Transeúntes)

 

“Una radiografía simple, pero real, de la vida digital que nos engulle diariamente”. 

¿Libertad?

¿Libertad?

Independencia ¿Libertad? Hoy estás tranquilo, feliz, eres independiente, libre, o al menos, eso crees ¿no?

¿Cómo proclamar que tienes libertad cuando la consciencia de otro es la que determina tu propio actuar?

Si tu placer viene con términos y condiciones, si tu tranquilidad se reduce a momentos cortos en los que te aíslas de tu realidad, si tu pensar no te pertenece , si tu criterio lo generó alguien que  tampoco lo tenía.

¿En qué momento te darás cuenta de que tienes algo más, de que hay un mundo más allá del que te han pintado, de que existen opciones,  de que puedes explotar tu creatividad y de que en tu cabeza hay un mundo por crear aparte del que conoces?

¿Cuándo verás que no va a existir algo más plácido que disfrutar de algo propio y que se te ocurrió a ti, y no algo que te dijeron o hicieron pensar que necesitabas? entiendo que no sepas qué pensar, si otros han pensado por ti, toda tu vida.

Pregúntate ahora ¿Cómo quieres crear?

Por, Alejandro Obando Trejo

Reseña

Mi nombre es Alejandro Obando Trejo, actualmente soy estudiante de Contaduría Pública y curso el quinto semestre. Me gusta mucho escuchar música y pasar tiempo de calidad con mis seres queridos, es lo que más valoro y amo en este mundo.

Conoce más de Alejandro

Nota de la editora

Una invitación a pensar en qué es lo que realmente mueve nuestras vidas, y a atrevernos  tomar nuestros propios riesgos.

 

Si tú también quieres participar en Narraciones Transeúntes, verifica aquí los requisitos

 

Inclemencia

Inclemencia

(Poema sobre la ablación)

Rituales salvajes
consumados bajo el selvático paisaje.
Impura y condenada
porque el universo te concibió mujer.

Obligada a sacrificar la vida,
el placer, el amor
a cambio de la aceptación
de tus dioses y ancestros.

Virginal e inocente
tu cuerpo doliente
clama piedad
ante la tortura inminente.

La anciana te dice:
abre las piernas,
cierra los ojos,
no grites cobarde.

Y tú, solo puedes oír
tu carne rompiéndose
y junto a ella
tu derecho a huir, a elegir
e incluso a vivir.

Hilos tejidos por la desgracia
junto a las espinas de acacia
zurcen tus pétalos
en aquel sanguinario día
que todo lo cambia.

Y si refutas el rito sagrado
tu etnia invocará fuerzas ocultas
en tu contra, dejado tu cuerpo alienado.

Flor mutilada
flor desgarrada
flor silenciada
levántate conmigo
Y digamos ¡Basta!

Por, Paula Castillo

Reseña del autor

Paula Castillo (Bogotá 1998) Ha sido parte de distintos talleres y colectivos literarios, su producción de escritura se centra en la poesía pero su interés por explorar el lenguaje y la palabra la han llevado a navegar por otros géneros. Actualmente cursa el pregado de Creación Literaria en la Universidad Central.

Regalo de Navidad

Sé lo que piensa, que debo decirle a mi familia, pero quiero que mi pequeña razón de vivir, ellos, tengan una noche buena sin preocupaciones y llena de felicidad

Por, Michel Dávalos

(Ciudad de México, México)

Volteo a ver por última vez dentro de la casa. Ventanas cerradas, electrodomésticos desconectados, gas cerrado, las fotos familiares colgando sobre la pared del pasillo que se dirige a las habitaciones, esas cortinas que tantos quebraderos de cabeza nos costaron a mi esposa y a mí por no poder ponernos de acuerdo…

No puedo evitar sonreír ante el recuerdo, sobre todo, por que como siempre, ella fue quien ganó la batalla, quién puede negarle algo cuando la última palabra es tomada bajo la intimidad de nuestra habitación. Apago las luces y cierro la puerta.

Es 24 de diciembre y nos dirigimos a pasar la navidad al hospital general de nuestra ciudad. Hace siete meses que nuestra hija menor, mi princesa, está internada. Tiene un mal degenerativo en el corazón que de la nada se le desarrolló, necesita un trasplante pero la lista de espera es demasiado larga, eso hace que poco a poco pierda la posibilidad de seguir con nosotros.

—Ok ¿estamos todos listos?— pregunto en cuanto mi hijo mayor cierra la puerta detrás mío.

—Listos mi vida— dice mi esposa mientras toma mi mano que se encuentra sobre la palanca de velocidades.

—llevamos todo para la cena y también los adornos que pondremos en la habitación de Lili.

—Yo llevo el mp4 y los regalos que sus amigos del colegio le mandan de navidad— escucho que dice mi hijo mientras saco el coche de reversa de la entrada de nuestro hogar.

Hemos logrado colocar a mi hija en una pequeña habitación privada dentro del hospital, razón por la cual se nos permitió pasar la navidad a los cuatro juntos. Eso y que el médico se ha apiadado de mí. En cuanto entramos a la habitación puedo notar como la cara de mi pequeña de 17 años se ilumina. Esa sonrisa junto con la de su hermano ha sido mi razón de salir adelante los últimos diecinueve años.

—¡Papá! ¡Mamá! Zopenco, me alegra que por fin estén aquí.

—Pues estuvimos a punto de seguir por la carretera hasta la playa pero aquí a tus padres se les pasó la desviación y pues terminamos aquí.

—Por favor no empiecen.

No importa la edad que tengan, esos dos nunca dejarán de pelear y hacer de repelar a su pobre madre, pero no me preocupo porque sé que en el fondo se aman y no hay nada que no harían el uno por el otro, y de alguna forma, me alegra que a pesar de las circunstancias sigan así, le dan a mi familia un poco más de sentimiento de normalidad.

Llega el doctor con las enfermeras para el último chequeo del día, no puedo evitar notar que me mira en todo momento pero igual con la mirada le digo que espere, que sea paciente y que me entienda. Sé lo que piensa, que debo decirle a mi familia, pero quiero que mi pequeña razón de vivir, ellos, tengan una noche buena sin preocupaciones y llena de felicidad. Por fin mi pequeña será operada, por fin conseguimos quién sea compatible con ella y mañana en navidad será llevada a cabo la operación.

Ya pasan de las cinco de la mañana, la cena ha sido ligera por órdenes del doctor y ahora todos duermen. Veo a mi hijo en el sillón de la habitación y no puedo evitar llenarme de orgullo, es un gran muchacho, tiene grandes aspiraciones y ama mucho a su familia. Mi princesa, esa pequeña me ha llenado de felicidad desde el momento en que nació, siempre fue más apegada a mí que a su mamá y sinceramente, siempre amé eso. Y ahí está ella, mi mujer, mi otra mitad… siempre a mi lado dando lo mejor de ella y sacando lo mejor de mí y quien me dio lo más bello que pude tener en esta vida, mi familia. Pongo a la vista de cada uno de ellos su pequeño regalo y salgo de la habitación.

Se acerca la hora, en unos minutos el hospital entrará en acción para proceder con el trasplante que le dará a mi niña una segunda oportunidad. Mientras subo los escalones repaso todo el procedimiento que se seguirá para la operación, décimo piso, las 5:20 a.m., mi hermano debe estar llegando al hospital en estos momentos para asegurarse de que se sigan mis peticiones, décimo primer piso, abro la puerta de la azotea del edificio y miro el amanecer, ese bello amanecer que mi hija podrá seguir viendo durante muchos, muchos años. Me acerco a la orilla y sonrío, sonrío al recordar los besos de mi amada, sonrío al recordar los abrazos de mi campeón, sonrío al recordar la sonrisa de mi princesa…

Lili:

Mi pequeña princesa, estoy seguro de que, mientras lees esta carta te estarás preguntando dónde se encuentran todos. Bueno, no sé en donde se encuentran los demás mi niña, pero yo, yo… me encuentro en ti.

Desde el momento que tu mamá me dijo de sus embarazos yo me enamoré de ustedes, tú y tu hermano han sido lo mejor de mi vida y no hay nada que no daría por ustedes. Sabes que seré por siempre tu príncipe, y este príncipe dio su vida por lo más preciado que pudo tener, su princesa. Desde el momento en que supimos de tu enfermedad, no pude evitar sentirme morir de dolor, puse toda mi fe en cuanto te inscribimos en la lista de espera para recibir un trasplante, pero conforme pasaron las semanas, tú ibas empeorando y las lista no avanzaba. Mi niña, nunca pienses que te abandoné, mi amor, yo doy todo por ti y este es mi último regalo de navidad. Quiero que vivas, quiero que viajes, quiero que llores, quiero que rías, no importa qué pero quiero que seas feliz. Vive mi amor, vive nuestra vida al máximo que yo siempre estaré contigo.

Atte.: El hombre que más te amó en la vida, tu papá.

 

Reseña del autor

Nacida en la ciudad de México, 29 años, soy amante de las novelas románticas e historias con finales inesperados, de los gatos y de una buena taza de café. Madre de un hermoso niño y una hermosa niña con los cuales me gusta compartir todos los momentos de mi día.

Actualmente trabajo como recepcionista en un hotel, lo que me da un gran material para crear en mi cabeza diferentes historias, claro, que aún no me animo a compartir. De mente traviesa y personalidad alegre disfruto de cada día, cada nueva lectura y cada momento inesperado de la vida.

 

Revisó: Erika Molina Gallego

«Una historia de amor verdadero, sin límites, sin egoísmo. Un amor capaz de dar vida, aún después de la muerte»

El día había llegado

De pronto oyó delante unos pasos y sintió una sombra escurridiza que se ocultaba en algún lugar muy cerca de ella.

Por, Jeniffer Arias

(Puno, Perú)

Faltaban pocos días, las horas se hacían una eternidad. El camino se hacía más estrecho, cada vez más claro y más lejano a la vista tal vez.

Todo empezó un día de repente, cuando la curiosidad llenó su espíritu y decidió entrar. El bosque rojo y verde a su vez la llenaba de intriga, como si fuera a encontrar algo, pero sin saber qué. Siguió paso a paso atravesando árboles con formas extrañas e inexplicables. «¿Cómo podrían haberse formado de tal manera?» pensaba.

El viento empezó a silbar; el sonido era dulce en un comienzo y parecía seguir cada paso que daba. Aceleraba el andar, y el sonido a su vez, más tosco y más cerca. Desesperada volteó, miró, observó a todas partes alrededor suyo, sin encontrar nada ni a nadie. De pronto oyó delante unos pasos y sintió una sombra escurridiza que se ocultaba en algún lugar muy cerca de ella. Empezó a correr, sin saber que cada paso que daba la llevaba a lo profundo de esta selva. Su corazón acelerado se quedaba sin latidos y ella sin aliento, había corrido tanto, que de pronto se sintió caer y perdió el conocimiento…

… Al abrir los ojos se vio rodeada de hermosos árboles decorados a la época navideña y pensó que simplemente era un sueño, que aún faltaban algunos días para navidad, su día favorito, en el que se disponía a encender todas las luces de casa y preparar galletas de hombres de nieve, árboles y  bastones. Se levantó, al mirar a su alrededor todo era muy diferente a como lo vio cuando estuvo acostada. Volvió a escuchar los sonidos cercanos a ella y recordó, eran los sonidos que ella creía un sueño.

De pronto comenzó a visualizar algo que parecía un duende, y otro y otro. Se fueron acercando, parecían ser muy navideños, pero el rostro que tenían, provocaba pánico, terror. Sintió ganas de correr y gritar pero se vio paralizada, no sabía que ocurriría, se sentía muy asustada. Las criaturas empezaron a tocarla, lastimarla, ella sentía que estos no querían dañarla pero aun así lo hacían. Mientras esto sucedía recordó un sueño que constantemente se repetía cuando era niña, donde alguna criatura extraña se le acercaba y le decía al oído que volverían por ella algún día. Pensó que quizás el día había llegado, y su pregunta era  ¿por qué a ella?

Enseguida salió de su recuerdo y se vio rodeada de estas criaturas, intentó escapar y corrió tan rápido como sus piernas se lo permitían, volteando por momentos. De repente cayó en un agujero muy oscuro y grande, lo sintió húmedo. Cuando despertó estaba en su sillón, «solo fue un sueño» pensó aliviada. Se sintió transpirar y se dirigió a su habitación a cambiarse la ropa, cuando escuchó villancicos en su puerta, ¡Era noche buena! Asombrada y temerosa se acercó a su ventana y vio todo mágicamente decorado e iluminado, era su época favorita, pero no lo sentía así ahora. «¿Cómo pude haber dormido tanto? ¿El sueño fue tan profundo?» pensó. Bajó las escaleras y al llegar a la estancia vio su árbol decorado e iluminado, pero este no se veía hermoso ni cálido, era extraño. Se acercó y vio en los adornos un duende  igual a los de su sueño, no sabía si retirarlo y, cuando se decidió, simplemente al tocarlo desapareció. Se sintió por un instante en otro mundo y observando desde este, su hogar, quiso gritar y no le fue posible.

Por, Jeniffer Arias

Reseña del autor

Nacida en la la ciudad de Puno-Perú. 28 años. Soy amante de la naturaleza, me encanta un buen libro acompañado de pureza y silencio al aire libre. Actualmente soy mamá de una hermosa niña de tres años, traviesa y sorprendente, con la cual comparto día a día, su travesuras, programas y mis lecturas favoritas. Trato de transmitirle a ella mi gusto por la lectura.

 

Revisó: Erika Molina Gallego

«Un relato absolutamente abrumador, desolador, sutilmente terrorífico.»

El pesebre

Era la virgen perfecta para mi pesebre, tenía una mirada inocente, un cabello largo y negro, era la ideal.

Por, Brisa Miranda Romero

(Guanajato, México)

La inquietud del sueño que tuve esa noche no me dejaba tranquilo. ¿Sería verdad lo que comentaba la gente, que los ángeles se comunican con nosotros por medio de sueños?

Tenía que cumplir lo que soñé. Había algo en mi interior que me pedía que lo hiciera, que cumpliera con lo que me pedían.

Comencé haciendo una lista de lo más importante para esa gran fecha, ocuparía adornos, veladoras, una virgen, a José, a los tres reyes y, obviamente, al niño.

Debía iniciar ya, tenía el tiempo sobre mí, estábamos a nueve días de lo que yo creía, era una profecía.

Esa misma noche, manejando por la ciudad, algo hermoso captó mi atención; era la virgen perfecta para mi pesebre, tenía una mirada inocente, un cabello largo y negro, era la ideal y la conseguí. Metiéndola en la cajuela, retorné por el camino a casa, para dejarla ahí mientras mi turno en el hospital terminaba.

Esa era la última noche que trabajaba, me habían otorgado mis vacaciones, había muchos camilleros nuevos, y serían ellos los que me cubrirían hasta fin de año.

De regreso a mi casa, encontré al José que haría perfecta pareja con mi virgen y de la misma manera que a ella, lo conseguí.

Ya tenía a dos de las figuras representativas más importantes de mi pesebre, solo me faltaban cinco, pero en el transcurso de la semana los reuní a todos, con excepción del niño, él nacería el día veinticinco, según la profecía y la tradición.

A sólo un par de días para la gran noche, compré todos los adornos, las veladoras y la ropa que vestiría a los miembros de mi misterio. Decoré lo más parecido a lo que había soñado aquella noche, dejando preparado cada lugar que tomarían mis figuras, detallando el sitio donde el niño reposaría a su llegada; para eso coloqué una tina, ocupando el lugar donde descansaría, puse las cinco veladoras formando una estrella (ya que en mi sueño, eso fue lo que más llamó mi atención) para que la luz de las velas lo iluminaran y todas las miradas en el niño se centraran.

Ya era víspera de Navidad, y eso significaba que era momento de continuar y colocar a cada uno en su lugar. Me dirigí al sótano, donde había dejado a mis seis personajes.

«Creo que comenzaré por el ángel» Le colocaría un catéter venoso central, que conectaría posteriormente a una manguera con el suficiente largo para que llegara hasta la tina donde en unas horas estaría el niño.

Después, con la vestimenta correspondiente a su personaje, el catéter se cubriría.

—¡No, te lo suplico!— logró decir en medio de un suspiro cansado, ya que desde que los obtuve a todos los mantuve sedados.

—Pide lo que quieras— continuó diciendo mi ángel, cuyo nombre real era Javier, un joven de 17 años. En las noticias lo habían reportado como desaparecido unos días atrás.

—¡Cállate!— Le dije, aplicándole un pegamento muy fuerte en los labios para que ya no hablara, realmente este chico me desesperaba. Él no entendía lo importante que era su participación, y sin importar cuánto dinero me ofreciera, no había cantidad alguna que impidiera cumplir con mi misión.

Lo vestí y en las alas até sus manos como a Cristo ataron en la cruz, se veía como un verdadero ángel. Colocándole una soga alrededor de la cintura lo suspendí en el aire y sujeté el otro extremo de la manguera a la tina. Vi como poco a poco la sangre abandonaba su cuerpo, vertiéndose  en el recipiente.

Era momento de ir por José, él seguía sedado y creo que no sería capaz de volver a despertar nunca más y si lo hiciera se encontraría atado igual que los demás.

Hice el mismo procedimiento con José y con los tres Reyes; conectando al catéter venoso, una manguera, sellando sus labios, vistiéndolos y atándolos en el lugar que les correspondía.

Entre ellos cinco casi llenaban la tina de sangre.

La última era la virgen, quien llevaba por nombre Esperanza, algo pasaba con ella, no sé si era su inocencia la que no me dejaba continuar, me quedé observándola un rato más, tomándola entre mis brazos, adormilada como estaba, descubrí su pecho, dejando a la vista esos pequeños senos que apenas se estaban desarrollando, era hermosa, pero tenía que colocar el catéter antes de que la media noche llegara, pues tenía que ir al hospital por el niño, me acababan de avisar que una mujer entró en labor de parto, y tenía que ayudar. Pero al pinchar la piel suave de mi virgen, un grito ensordecedor de dolor rompió la tranquilidad con la que estaba trabajando, y supongo que no solo yo la escuché, porque en ese momento el timbre de la puerta sonó, no respondí al llamado pues la furia que su grito me provocó, se apoderó de mí, la abofeteé y por lo fuerte del golpe se desmayó.

Terminando de colocar el catéter, la puerta de mi casa fue derrumbada por varios elementos de policía, quienes con armas de fuego me pedían que soltara a mi rehén (mi virgen).

Esposado, con las manos en la espalda, me metieron a una unidad y al revisar mi casa, reconocieron a cada uno de los personajes de mi pesebre: el ángel, Javier de 17 años; José, Daniel de 18 años; Melchor, Fernando de 16 años; ‘Gaspar’, Manuel, también de 17 años; ‘Baltazar’, Luís de 20 años y a mi virgen, Esperanza, de 15 años. Todos reportados como desaparecidos en la semana. La sirena de una ambulancia se escuchaba llegar, los paramédicos atendieron a Esperanza y la trasladaron a un hospital, y ya no supe más de ellos.

Los agentes al interrogarme no entendían que los ángeles me habían pedido que lo hiciera, que reuniera la sangre de cinco varones y de una mujer en un recipiente, donde el primer niño que naciera el día de Navidad, sería bañado, en él renacería nuevamente nuestro Mesías.

Más de dos mil años después del primer nacimiento, esto volvería a suceder.

Pero nadie me creía, la prensa me nombraba «el camillero del ángel de la muerte», aún queda la duda, ¿quién renacería? ¿Realmente sería el que vendría a salvarnos o sería el que vendría a destruirnos?

Por, Brisa M. Romero

Reseña del autor

Mexicana de 26 años de edad. Enfermera. Actualmente vivo en el Estado de Guanajuato.

Siempre agradecida con aquellos que confían en mí. Una romántica empedernida, amante  de la literatura, el dibujo y la música, me encanta pasar tiempo con los que más amo, mi fuerza para seguir adelante es mi familia y el apoyo de mis amigos.

Revisó: Erika Molina Gallego

«Un texto perfectamente logrado. Un proceso de una belleza macabra.»

Bajo un atardecer rojizo

Ese mismo día, Ta me contó de un viejo bigotón, con cabello largo y blanco, vestido de rojo, que en las noches de navidad se colaba por las chimeneas…

Por, Justo Morales Flores

(Playa del Carmen, México)

Hoy las nubes están rojas nuevamente, parecieran brasas enormes en la lejanía de un fuego ardiente que las enciende en esos tonos increíbles. Me provoca nostalgia, el corazón de un hombre frío como yo no debería conservar recuerdos, pero aquel niño errante  merodea en mis pensamientos a pesar de la lejanía de ese tiempo.

Hoy es noche buena y lo tengo presente en mis recuerdos más que nunca. Creo que no importa cuanto lo intente, jamás podré olvidarme de ese niño maltrecho.

Esta es mi historia, la historia de un pobre diablo, se las cuento desde algún lugar del mundo viviente o el mundo de los no vivientes, qué sé yo. Si estás ahí escuchando quizá lo puedas saber. Bueno, ahora relataré la historia desde aquel día, del cual tengo memoria.

Despierto en un callejón oscuro, mi almohada es una bolsa de basura y unos contenedores rotos y sucios tapan el aire frío. Llevo dos semanas viviendo en estas condiciones, no tengo idea de cómo murió mi padre, hace apenas unos días que mi madre me echó de la casa, como si fuese un animal maloliente, me abandonó a mi suerte, no lo entiendo. Nunca le hice nada, siempre hice todo lo que me pidió, solo aquel día, antes de recibir la noticia de la muerte de mi padre, yo no había querido bañarme y ella estaba molesta. Todavía tengo los moretones en los brazos, me duele el cuerpo, creo que ese día se le pasó un poco la mano, tal vez quiso desquitarse conmigo, pero, pero… Malditas lágrimas no dejan de brotar en mis ojos. Yo no maté a mi padre, no entiendo por qué mi madre se desquitó de esta cruel manera conmigo, tal vez debió considerar que solo soy un niño de seis años, pero la entiendo, ahora yo solo sería una carga para ella.

La comida aquí viene de la basura, pero no importa porque mi Ta siempre decía que debemos ser agradecidos con Dios por lo que nos da, aunque muchas veces pareciera que lo que nos da es malo para nosotros. Quizás el exilio no es tan malo, después de todo puedo ir a donde yo quiero, hacer lo que quiero sin que nadie me diga nada, puedo tomar las decisiones que quiera y bien que mal, nadie va a juzgarme porque no tengo a nadie. No me importa, ya vendrán tiempos mejores, así decía Ta. Además, hoy tengo muchas cosas que hacer, ayer escuché al niño de la calle 23 decirle a sus amiguitos que tiraría sus juguetes viejos, porque Papá Noel le traería nuevos, iré a ver si acaso entre esos juguetes usados encuentro el avión que tanto deseo, así me escapo un poco de la oscuridad de este callejón.

Nochebuena

Un día Ta me preguntó  por qué aún le decía esa palabra, la primera palabra que yo mencioné cuando quise decir Papá. Le respondí que estaba acostumbrado, pero realmente es que me fascinaba ver esos gestos tiernos en sus mejillas curvas cuando me oía, me gustaba cómo me miraba con esos ojos bellos, me hacía sentir tan feliz, como un terrón de azúcar, imaginen la inmensa felicidad de algo tan dulce. Ese mismo día, Ta me contó de un viejo bigotón, con cabello largo y blanco, vestido de rojo, que en las noches de navidad se colaba por las chimeneas de las casas para dejar bajo los arbolitos navideños, regalos para los niños que se portaron bien todo el año, pero para elegir el regalo que deseáramos teníamos que pedírselo en una carta. Yo le conté a Ta que para navidad quería pedirle a Santa un avión de juguete, para hacer que volara hasta las nubes, ahí donde los sueños se hacen realidad, en las nubes rojas que producen los atardeceres que le encantaban a Ta. Ya casi es navidad, mi padre prometió que me ayudaría a escribirle mi carta al viejo bigotón, porque yo aún no puedo escribir bien. Cuanto deseo que Ta esté aquí, que me abrace, que me cuide, que cure las heridas que me duelen. Estos últimos días hace tanto frío, hay copos de nieve por las cornisas de las ventanas y en las hojas de los árboles, las nubes grises forman conos gigantes, hasta parece que van a caer encima de la gente.

Yo no sé en qué estaba pensando Ta cuando murió, ¿habrá pensado en mí en su último momento? ¿Le remorderá la conciencia por haberme dejado solo? ¿Quién lo sabe? Daría todo de mí por tenerlo conmigo solo un momento más. Ojalá todo esto fuese solo un mal sueño, una pesadilla, que al despertar sea mi padre quien esté ahí al lado de la cama. ¡Dios! si esto es una pesadilla permíteme despertar ya, prometo que me portaré bien, haré mi tarea, me bañaré todos los días, tan solo quiero, tan solo anhelo, una vez más volver a ver a mi papá.

Después de caminar tanto y buscar entre los botes de la basura en la calle 23, he logrado encontrar muchos juguetes rotos, mal cuidados, como si el niño que los tenía disfrutara romperlos, pero por fortuna también encontré un pequeño avión de madera y es increíble, esta algo dañado pero intentaré hacerlo volar hasta las nubes, apenas los fuertes aires decaigan subiré a los edificios y le pediré que vuele, mientras tanto estoy fascinado volándolo por encima de mi cabeza, aunque tenga que sostenerlo con mi mano.

Han pasado cuatro días, estamos solos mi avión y yo, la torre de control no responde a mis llamados, no puedo despegarlo si no me es permitido, pero aun así, los aires helados se hicieron más fuertes, me duelen hasta los huesos, mi piel esta dura, áspera, tengo hambre. Ayer el dueño de una pizzería me regaló un pedazo del día anterior, estaba tan duro que apenas pude comerlo, es lo único que he comido en cuatro días. Estoy más flaco y casi no tengo fuerzas, la basura de este callejón lleva días aquí, tiene mal olor, pero no puedo irme a otro lado, porque ese mismo olor es el que aleja a la gente mala de aquí, todas las noches se oyen sirenas de patrullas, yo solo me regocijo entre estos cartones viejos. Anoche escuché que lanzaron piedras a los contenedores, creo que eran los niños del vecindario de enfrente, ellos andan juntos como una pequeña banda de malos, le robaron al señor de la panadería toda su ganancia del día, no me afecta, ese señor no quiso regalarme una sola pieza de pan, ni siquiera porque me ofrecí en limpiar su tonta panadería. No me preocupan esos niños, no tengo nada que puedan quitarme.

«Decenas de aviones enemigos vuelan por toda la ciudad lanzando granadas en las casas, debo derribarlas a todas. —Sargento, prepare los cañones lanza cohetes, destruiremos hasta la última aeronave que se cruce con nosotros—

—Sí, mi capitán—»

Esa banda de niños malos se está riendo de mí, no puedo derribar aviones si ellos están ahí. Están acercándose, tal vez ellos igual quieran jugar, son niños, más grandes que yo, pero igual juegan, ¿no es así?

¿Por qué están golpeándome? ¿Por qué me pegan? Me duele, me duelen los golpes.

—los acusaré con mi padre, los acusaré con mi padre, van a ver, van a ver… No me peguen, No, no te lleves mi avioncito, volaré hasta donde se elevan los sueños con él. No, por favor no—.

He despertado de nuevo, en este mismo callejón, me duele todo mi cuerpo, esos niños vándalos me golpearon hasta desmayarme, ya no sé qué día es hoy, ni me interesa, se llevaron mi avión, las nubes rojas están junto al cielo, quería volar hasta ellas y visitar a mi Ta, pero no podré hacerlo, deseo morir, eso es lo único que deseo. Ta, un día me dijiste que si quería algo, que lo deseara con el alma y entonces se haría realidad, pero yo he deseado tanto volver a verte y creo que eso es un deseo imposible, sin embargo morir sí es posible y sí deseo con alma morir, podre ir a donde tú  estás y quedarme contigo para siempre.

Bajo un atardecer rojizo desperté y ni siquiera me había dado cuenta, franjas rojas danzan en las paredes de los edificios del callejón oscuro, en la lejanía de las montañas puedo ver el enorme sol rojo ocultándose con majestuosidad, recuerdo que es Nochebuena. Las nubes reflejan esa luz pacífica y el callejón se ilumina tenue ante mí. El atardecer ha capturado mi atención, me siento tan lleno de paz, así eran los atardeceres que amaba papá. De repente escucho un ruido a mi lado, estoy hincado. Puedo ver junto a mí un avión de juguete, grande, tiene luces por todos lados y un control remoto para volarlo, en una parte del avión tiene escrito a mano la siguiente frase: “Cuando te encuentre volaremos hasta las nubes” sé en este momento que eso significa una señal. Veo que las franjas rojas se alejan, miro una vez más el sol antes de que se oculte por completo y entonces lo veo, al hombre bigotón. Él va subiendo en unas escaleras invisibles que se dirigen al cielo, está vestido de rojo, su cabello es blanco y es alto, tan alto como mi Ta.  Yo le grito muy fuerte y el voltea a verme, logro ver sus ojos bellos y estoy seguro que bajo esas largas barbas él me sonríe, lo pude sentir. Entonces entiendo que ese es mi padre y que mi padre es Santa Claus, que quizá se ha ido porque tenía que repartir regalos a todos los niños del mundo, por este año y el siguiente a pesar de haberme dejado solo.

No pude dejar de llorar esa tarde, entendí que no podía dejarme morir, que yo tenía que vivir, por mí y por mi padre, viví hasta los doce años en la calle, aprendí a vivir así, conservé mi avión, lo cuidé, lo protegí y lo mantuve intacto, hasta que un día en un parque muy lejano a mi callejón, recuerdo que también era navidad, yo intentaba volar mi avión y una mujer se acercó a mí, ella ni siquiera me dijo nada, solo me abrazó como si me conociera de hace mucho tiempo. Dijo que el avión lo había escogido ella para mí y que ella misma fue quien gravo las letras en él. Esa señora dijo que ella era mi madre, mi verdadera mamá.

NochebuenaDesde aquel entonces y después de indagar y responder a todas mis dudas, mi vida fue diferente, a la edad de 12 años mis pensamientos ya eran de un adulto, mi corazón era frío, pero mis sueños permanecieron intactos, he crecido, recuerdo a mi buen señor de bigotes blancos, lo recuerdo todo el tiempo, porque ese señor es mi Padre.

Hoy es Nochebuena, las nubes están rojas y vengo por las calles de la ciudad para entregar juguetes a todos aquellos niños desamparados y en cada juguete, una razón para vivir,  porque una vez, yo también estuve desamparado.

Creo que nosotros los seres humanos tenemos el poder para cambiar vidas, si es así, debemos hacerlo para bien.

Esta es mi historia, la historia de un pobre diablo.

Por, Justo Morales Flores

Reseña del autor

Originario de Tabasco, México. A la edad de 18 años viajo a la ciudad de Playa del Carmen Quintana Roo. Lugar donde actualmente radico. Comencé la carrera de Tecnologías de la Información y Comunicación, pero un año más tarde decido abandonarla. Comienzo a trabajar para el municipio de mi ciudad actual en diversas áreas. Desde pequeño presento pensamientos filosóficos por naturaleza, materia en la cual destacaba. Inicio en el mundo de la lectura, haciendo de esta uno de mis mejores pasatiempos, los libros que explicaban la creación del universo fueron mis preferidos para apasionarme. Poseo una gran imaginación, la cual plasmo en letras expresivas. Siempre tuve el sueño de escribir un libro, pero carecía de ideas. Un día leí “Ángel Caído” del escritor mexicano Arturo Anaya Treviño, un libro que rompió los esquemas de mis propios límites en la lectura. “Ángel Caído” me inspiró a crear mi propia historia y actualmente escribo un libro titulado “El Ángel Del Abismo” este será el primer libro de una saga, narrando la historia de un ser que ha sido creado para traer consigo el apocalipsis o para evitar el mismo.

Entre mis gustos más apasionados destacan el café y las charlas con amigos sinceros, el cine, observar la puesta del sol y andar sin rumbo por la carretera hasta que mis gustos me pidan volver. Andar en moto y auto. Disfruto de cada lectura  y pienso que todo libro escrito con entusiasmo vale la pena leerlo.

En mi efímero paso por la vida, cargo conmigo una búsqueda del valor de esta misma, una respuesta y una mirada en el cielo. Mi meta es ser escritor y plasmar en mis libros un mensaje que sea capaz de cambiar el mundo. Mis sueños radican en las estrellas, los dejo ahí esperando por aquellos mendigos que aún no tienen uno.

Facebook: Ave fénix

Fanpage: Inspiración

 

Revisó: Erika Molina Gallego

«Conmovedor, logra cautivar al lector a través de los pensamientos de un niño. Un relato que te arruga el corazón.»

Literatura, un salto hacia la aventura

¿Qué sería de nosotros sin el encanto del olor de un libro, sin la emoción de las ferias, sin las historias que por algún tiempo tomamos como propias?

Por, Erika Molina Gallego

La literatura ha sido siempre uno de los grandes regalos que la humanidad se ha hecho a sí misma. Perdidos en un mundo de complicaciones y superficialidad, la literatura se ha convertido en un camino hacía una felicidad íntima, un portal con entrada en la realidad, pero con salidas infinitas, que igual puede llevarnos a los calabozos de un castillo, al comedor de un aristócrata, a un campo cubierto de trigo o de algodón, o a un pequeño cuarto donde minutos antes fue cometido un asesinato.

Una historia descubierta en unas cuantas hojas, puede hacernos llorar de tristeza, como saltar de felicidad, puede hacernos temblar de miedo, rabia o impotencia, como puede también hacernos enamorar. Abrir un libro es conectarse a una pequeña máquina del tiempo, que nos transporta lejos, ya sea al pasado o al futuro de nuestra fría y, a veces, aburrida realidad. Y es que aquí no existen los gigantes, no hay fiestas con vampiros, ni anillos misteriosos, los bailes ya no son ceremoniales, las torres han sido reemplazadas por vidrio y no hay dragones ni varitas mágicas.

¿Qué sería de nosotros sin el encanto del olor de un libro, sin la emoción de las ferias, sin las historias que por algún tiempo tomamos como propias? No seríamos más que autómatas vacíos, sin nada en qué pensar que no fuera el trabajo, las obligaciones, las aburridas reuniones, la economía y la guerra.

Aprender a leer, es pues, el salto hacia un mundo infinito, es aprender a soñar con los ojos abiertos, a vestir la piel de seres extraños y misteriosos. Es llenar nuestros cerebros de palabras desconocidas, descubrir verdades más allá de las que vemos y abrirnos paso por caminos de los cuales ya nunca vamos a querer regresar.

La lectura es tal vez una rareza en vía de extinción, una piedra preciosa que ya muy pocos ven, a causa de las superfluas distracciones que encuentran en el camino. Está entonces en nuestras manos no dejarla morir, seguir haciendo estallar la chispa que propague el fuego de la literatura, hacer que los más jóvenes encuentren su paraíso, abrir la puerta del ropero, llevarlos a la estación y permitirles saltar a la aventura.

Poner un libro en manos de un niño es salvarle la vida, es un laberinto maravilloso del cual ya no saldrá y un hermoso regalo que jamás olvidará.

Por, Erika Molina Gallego

Editora Narraciones Transeúntes