Sobre el miedo y otras baratijas

Sobre el miedo y otras baratijas

A los más jóvenes les cuento que el 6 de junio de 1996 se iba a acabar el mundo y el diablo se iba a llevar a los no bautizados.

Por, Burrócrata

El cine nos muestra que un hombre con decisión puede cambiar el rumbo de su destino, el rumbo de su gente y hasta el rumbo de la humanidad, pero los hechos me hacen pensar que las personas tienden a actuar según los lleve la ola, ya sea por indignación, por efusividad o por miedo.

A veces siento que John Connor es un pobre pendejo comparado con un ciudadano del común en estos días, soy menor de 40 años, pero en lo que recuerdo he sobrevivido, entre otros, a los siguientes eventos: 

La crisis de los 666: “A bautizarse que llega el demonio”, a los más jóvenes les cuento que el 6 de junio de 1996 se iba a acabar el mundo y el diablo se iba a llevar a los no bautizados, la gente corrió a bautizar a los niños, la gente quería estar confesada y a las 6 de la tarde no se movía una aguja. Luego, como no ocurrió nada, comenzaron a hacer otro tipo de cuentas, que por el antiguo calendario era en septiembre, que Nostradamus dijo y desdijo… En fin, cada vez que sale un hecho que suene a desastre, la gente lo encuadra con las dichosas profecías de ese señor.

El nuevo milenio nos iba a dejar sin computadores, todo gracias al Y2K… para mi generación ese era el T-800 porque nos podía dejar sin bancos, sin datos, sin sistemas y todo lo que ello pueda suponer, y efectivamente hubo problemas: en España dejaron de funcionar algunos parquímetros, sonaron algunas alarmas, hubo algunos problemas de fechas… pero sobrevivimos como especie dominante en el planeta (cita de la película Godzilla).

Los mayas llegaron más lejos… Se les produjo su propia película: 2012, todo por cortesía de una mala lectura de su calendario. Expertos en su momento explicaron que el cambió de era Baktún (medida de tiempo), sin embargo, el miedo en sectores del mundo fue evidente, incluso Chichen Itzá estaba llena para recibir el cambio de era.

Ahora bien,  lo más visto en cuanto a posibles fines del mundo son las enfermedades, hemos visto la de las vacas locas, el H1N1, H5N1 (gripe aviar) el SARS, MERS (que médicamente hablando es otro tipo de coronavirus) y el ébola, entre otras tantas. Hay que decirlo: Son enfermedades mortales, que no pueden ser subestimadas y que requieren medidas de contención, que por ser nuevas en el hombre son de cuidado y requieren un tiempo para poder conocerlas y combatirlas efectivamente.

No obstante, ninguna de ellas supuso una posible extinción de la especie o un nivel de mortalidad tal que pudiera generar una parálisis en el devenir social, creo que el deber de nosotros como ciudadanos ante cada enfermedad contagiosa es informarnos realmente de los conocedores en la materia, evitar caer en el pánico, atender las recomendaciones de las autoridades sanitarias, eso sí, sin caer en exageraciones.

Subirse en un transporte público y ver a todo el mundo con tapabocas muestra que el miedo nos gobierna, no se trata de que no se use el tapabocas, sino que, como han dicho los expertos, son las personas que tienen síntomas asociados los que deben efectivamente usarlos.

Acabar con los tapabocas, con los desinfectantes y demás productos asociados puede hacer que aquellos que los requieran no los puedan conseguir o se les hagan muy costosos, eso solo agrava el problema. 

Sé que los noticieros no ayudan, pero hay prácticas informativas saludables, por ejemplo, en España los temas en medios son expresados por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, quitando el tema político y dejándolo donde debe ser, en un tema médico-científico.

A veces los seres humanos queremos oír voces de lo que sea para lo que sea, solo por alimentar alguna esperanza, algún rumor, algún miedo… Por ejemplo, a algún brillante periodista le preguntó a Jurgen Klopp sobre riesgos asociados al Coronavirus, el DT de manera contundente le aclaró que no era un tema de su conocimiento, ¡Qué gran lección!

Si permitimos que nuestros conocimientos en estos temas sean dictados por políticos, actores, futbolistas, “socialités” o por meras especulaciones periodísticas (hay periodismo con rigor investigativo, eso lo debe analizar cada lector), es perfectamente posible que la comunidad salga con crucetas, machetes y palos de escoba a evitar la entrada del coronavirus a su conjunto residencial.

Estoy convencido que los verdaderos zombis de esta generación son las falsas noticias o las noticias infladas y que algunos periodistas son sus profetas, asimismo, que el verdadero miedo no lo producen organismos microscópicos, sino las personas a quienes no les interesan los demás. Que juzgue el lector si lo dicho es aplicable al tema actual.

Desde la trinchera de la vida.

Líderes sociales: definición, contexto y mentiras

Los asesinatos en contra de líderes sociales y defensores de Derechos Humanos, están muy lejos de ser casos aislados presentados en algunas regiones aisladas. ¡Pilas! No es así. Tampoco se lo buscaron y no son delincuentes. Son colombianos que están arriesgando sus vidas por los intereses de una comunidad y simplemente los están exterminando…

Venga, no sea flojo, acérquese, tome asiento, por qué no, coja una pola y acerquémonos un poco a la definición de lo qué significa ser líder social, el contexto y desmintamos un poco las versiones oficiales al respecto.

Por, Aureliano

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Zuleta, usted no es impopular, simplemente es pendejo

Gomelos media lengua que desde la arrogancia piensan que por ser pobres somos pendejos, que no tenemos dignidad y que carecemos de inteligencia.

Por, Aureliano

Me da asco aquel que opina desde la comodidad que le da el pertenecer a una élite privilegiada. Me vomito sobre sus conceptos, no porque esté haciendo uso de la libertad de expresión, sino porque con ella pretende aplastar cualquier crítica que vaya en contravía de lo que piensa.

Leí con atención la reciente columna del fulano Felipe Zuleta, Impopulares pero eficientes, en la cual afirma que quienes no aprobamos la gestión de Peñalosa somos unos desagradecidos. Señala este individuo que la opinión pública lo detesta a pesar de que les ha mejorado su calidad de vida de manera sustancial.

Pongamos atención a la línea que resalté: “a pesar de que les ha mejorado su calidad de vida”, básicamente, somos unos pendejos que no entendemos que el alcalde ha actuado por nuestro bien. La frase del tinterillo del periodismo no dista de lo que piensa la élite que tiene el poder y el control de gran parte de la economía de nuestro país, la misma que nos mira por encima del hombro y que desde la prepotencia que otorga el privilegio, se sienta en un escritorio a plantear soluciones estúpidas a necesidades apremiantes de diversos sectores de la sociedad.

Gomelos media lengua que desde la arrogancia piensan que por ser pobres somos pendejos, que no tenemos dignidad y que carecemos de inteligencia. Si bien es cierto, las decisiones electorales les da la razón, también lo es, que dentro de una democracia las voces disidentes tenemos derecho a cuestionar y a exigir que estos hijos de… papi y mami, justifiquen sus millonarios sueldos en acciones que contribuyan al mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos.

¡Zuleta! No sea tan ‘güevón’, haga su labor como periodista, deje la comodidad de estar encerrado en una cabina de radio y vaya a un portal de Transmilenio en horas pico y luche por subirse en un bus todos los días, de lunes a sábado, hasta el otro extremo de la ciudad, para llegar a un lugar de trabajo a ganarse una miseria en una jornada de 9 horas de labores, y ahí sí diga, entonces, que Transmilenio nos mejoró nuestro nivel de calidad de vida.

Vaya a las periferias, vaya y visite las comunidades de las localidades de Usme (5), Tunjuelito (6), Bosa (7), Kennedy (8), Fontibón (9), Engativá (10), Suba (11), Ciudad Bolívar (19) o Sumapaz (20). Hable con la comunidad, trate de desplazarse por “avenidas” estrechas y mámese trancones de 20 minutos en cada semáforo de cada esquina, solamente porque están mal temporizados. Vaya, encuéntrese de frente con la inseguridad, con las calles destapadas, con los parques abandonados o con los centros de salud u hospitales saturados de pacientes.

Madrugue, lleve una cámara, una grabadora y compruebe qué significa ser pobre en una ciudad diseñada para que en las periferias habitemos los estratos uno, dos y tres, los mismos que usted dice en su columna, estamos llenos de odio hacia Peñalosa porque somos unos petristas que estamos jodiendo al resto de la ciudad, por ponerle freno a las propuestas de un simio de dos metros de altura que según usted, el único problema que tiene, es que no sabe comunicarse.

El periodismo, sea considerado profesión u oficio, debe servir como mediador entre el pueblo y el poder. Entre muchas otras de sus funciones está la investigar, interpretar, informar y denunciar. Su ejercicio conlleva una responsabilidad social demasiado alta, la cual corresponde, ante todo, a un principio ético de honestidad y transparencia.

La irresponsabilidad de sus palabras en esa oda que le escribió a Peñalosa el pasado 21 de julio en el diario El Espectador, solo demuestra la mediocridad con la cual es ejercido el periodismo en nuestro país. Usted es uno más de los periodistas faranduleros que lame las botas de aquel que patea al pueblo.

Su labor como periodista es mediocre y corrompe el ejercicio democrático. La Bogotá en la que usted vive es aquella que se desarrolla de Teusaquillo hacia el norte, porque usted, como la mayoría de políticos e instituciones desconocen esa otra Bogotá que se desborda en cotidianidad por las calles de los barrios populares. Su columna de opinión no solamente expresa su pensamiento en particular sobre el burgomaestre, sino que se identifica con los intereses de una clase que no ha conocido la pobreza y que, detrás de un escritorio, se cree con el derecho de decidir sobre el futuro de millones de ciudadanos que habitamos en la ciudad.

¡Zuleta! El mezquino es usted al calificar de petristas a todos los opositores de su amo Peñalosa. Mezquino es usted al degradar los argumentos de ese sector de la opinión pública que no comparte la gestión de Enrique Peñalosa y sus funcionarios. Mezquino es usted al no dedicar, ni siquiera una sola línea, a los escándalos de corrupción que también han rodeado a la presente administración, ni a su falta de coherencia, ni al desprecio que muestra esta por los reclamos que le hacen los ciudadanos.

Mezquino es usted al pretender reducir la mediocridad del gobierno distrital actual en un simple problema de comunicación. Usted, lacayo de Peñalosa, es la viva razón del por qué la sociedad se aleja de los grandes medios de comunicación y de la labor de periodistas que, como usted, degradan un noble oficio.

¡Zuleta! Lo invito a que viva la ciudad que nos toca sufrir a la mayoría.