Por, Escritor Amargo
Correr, es lo único que hay en su cabeza, el despertar de golpe, con el corazón amenazando con escapar por su boca, le llena de angustia; se incorpora con dificultad… y así inicia. Inicia con los ecos de unos pies golpeando el asfalto de calles mal iluminadas, solitarias y silenciosas, donde tal vez un grillo canta con indiferencia, escondido entre la hierba. Todo inicia con la respiración agitada y nerviosa de alguien cuyas manos han luchado más de lo que pudieran luchar las de cualquier otro, abocado a ocupar su trono de proscrito, sentándose en una banqueta invadida por el musgo, a la sombra de un árbol muerto, ocultándose de las luces de la calle, ocultándose de los perros y de la miseria que arrastra tras de sí; todo pasa para iniciar con un pensamiento. Todo pasa cuando te pones a pensar y miras hacia atrás.
Te pones a pensar en el instante en que a gotas cae el cielo, caen las nubes… algunas más grandes en medio de las más pequeñas, y en el firmamento agonizante una pequeña y tímida estrella se asoma y permanece en la noche, en el viento, en el recuerdo fugaz del agua que alimenta al suelo y sus criaturas, crece a través de las plantas y renace como un ser que efímeramente pasará por esta tierra, repitiendo el ciclo. Las nubes se agrupan en una danza incomprensible, iluminada por relámpagos lejanos y silenciosos; la estrella desaparece y las gotas pequeñas no son más que un sutil recuerdo, desvanecido por las inmensas gotas de agua que caen como saetas y chocan violentamente con todo a su paso.
El silbido tímido del viento arrastra consigo los ecos y miradas tristes de un perro vagabundo, en calles desiertas, en casas oscuras, en dinteles apagados… vaga y los arrastra por donde la hojarasca se acumula, donde si acaso las alimañas salen en la noche al cobijo de la vacuidad perpetua para buscar qué roer y en las cloacas de la ciudad agonizante, revolcarse con gozo y deleite en los miasmas acumulados durante décadas.
Todo sucede en un lugar del que yo, espectador sin rostro, ya no me siento parte, un lugar al que llamé hogar y del que ahora soy forastero, un lugar en el que me encuentro caminando perdido por calles que solía conocer y ahora me son extrañas, un lugar en el que vago ido en pensamientos, en suspiros, en recuerdos que a su vez no sean recuerdos, sino el delirio y el grito ahogado de una mente enferma que anhela el descanso.
El viento suave y aletargado continúa su paso, arrastrando consigo también risas perdidas de lugares sin nombre, de luces tenues y aire viciado por el desengaño, luces de lugares sin nombre que con sus colores chillones solo resaltan la inmundicia que puede ser bella a través de los ojos de aquel que padece en soledad la maldición misma de la belleza; risas y ecos de lugares sin nombre, de luces tenues, donde acaso el alcohol barato embrutezca, duerma o despierte las mentes de seres que vagan sin propósito, la mente de seres que automatizan sus procesos, buscando desesperadamente desconectarse de lo que perciben como realidad, y que en esos momentos de debilidad o de iluminación, acunados por el sopor del lugar y envalentonados por la corrupción de sus grotescas libaciones corriendo por sus venas, dejan salir destellos de aquello que fueron, que pudieron ser y que no son.
Y al final, entre respiraciones tranquilas y entrecortadas, pasa la tormenta, pasan las nubes y las estrellas salen de nuevo, una mirada apunta silenciosa al cielo nocturno, a esa bóveda infinita de horrores o maravillas. Todo pasa… el agua por los pies del vago en la banqueta, el agua por su cara sucia y ajada por los vejámenes del frío y el sol, el hambre y la soledad… todo pasa como habrá de pasar, todo en un momento, en un instante efímero, imaginario… como todo lo que pasa, como cuando miras hacia atrás, como imágenes, el recuerdo de la vida que ahora vives. Habrás de darte cuenta que no viviste en verdad… simplemente un espectador de una vida anhelada y suspendida en la incertidumbre del ser; perdiéndote en bucle, en volutas de humo enfermo, miserable y efímero… efímero como los significados, la civilización, y toda manifestación de algo cercano a lo inteligente; efímero como el significado del ser… y de todo aquello que te obsesiona en la prisión decadente que oprime el alma, entonces, miras atrás, como imágenes…