Pink Floyd - David Gilmour (8)

De la Stratocaster al Cosmos: el viaje de Pink Floyd y la travesía sonora de David Gilmour

Parte II


Por: Sebastián González Z.

El Fugaz Reencuentro y el Final Irrevocable de Pink Floyd

El 2 de julio de 2005, el mundo fue testigo de un milagro musical: Pink Floyd, con su alineación clásica —Waters, Gilmour, Wright y Mason— se reunía en el escenario de Live 8. La electricidad del momento era palpable, una explosión de nostalgia y emoción que llevó a un resurgimiento en las ventas de Echoes: The Best of Pink Floyd. Pero, para David Gilmour, la trascendencia de aquella noche iba más allá del espectáculo. Con un gesto de integridad, donó sus ganancias a la caridad, subrayando que el propósito real era crear conciencia y presionar a los líderes mundiales.


Sin embargo, cualquier ilusión de una reunión prolongada se desvaneció cuando la banda rechazó una oferta de 150 millones de libras por una gira, dejando claro que aquel reencuentro era solo un instante irrepetible, no un renacimiento.


En 2006, Gilmour selló el destino de Pink Floyd con una declaración categórica: «Ya es suficiente. He cerrado ese capítulo de mi vida». La muerte de Syd Barrett, en julio de ese año, marcó otro golpe emocional al que Gilmour respondió con un tributo en el Royal Albert Hall, interpretando ‘Arnold Layne’ junto a Richard Wright y David Bowie. Pero el golpe definitivo llegó en septiembre de 2008, cuando Wright falleció, dejando a Pink Floyd sin uno de sus pilares fundamentales. Con un tono melancólico, el músico afirmó que sin él, la esencia de la banda no podía continuar.

En 2014, se lanzó ‘The Endless River’, construido a partir de sesiones inéditas con Wright. Aunque fue un homenaje a su legado, Gilmour lo definió sin rodeos: «Este es el final». Sin gira, sin más reuniones, sin falsas esperanzas. En 2015, reafirmó que continuar sin Wright sería una afrenta a su memoria. Así, con un álbum póstumo como epílogo y la firme determinación de sus miembros restantes, Pink Floyd cerró su historia para siempre, dejando tras de sí un legado inmortal en la historia de la música; pero esto no sería todo.


Ante la guerra de Ucrania y Rusia, En 2022, Pink Floyd rompió su silencio discográfico de 28 años con ‘Hey Hey, Rise Up!’, una canción que reunió a David Gilmour y Nick Mason junto al bajista Guy Pratt y el tecladista Nitin Sawhney. Inspirada en un impactante estribillo del cantante ucraniano Andriy Khlyvnyuk, de la banda Boombox, la canción nació como un grito de protesta contra la invasión rusa a Ucrania. Gilmour describió la pieza como una expresión de ira ante la agresión de una superpotencia contra una nación pacífica, pero también como un mensaje de esperanza y resiliencia para el pueblo ucraniano; un llamado a la paz en tiempos de conflicto.

Por otro lado, David Gilmour ha consolidado una sólida trayectoria como solista, con cinco placas de estudio que lograron posicionarse en el Top 40 de Estados Unidos. Desde su debut homónimo en 1978 (#29), pasando por ‘About Face’ en 1984 (#32), hasta alcanzar su punto más alto con ‘On an Island’ en 2006 (#6), ‘Rattle That Lock’ en 2015 (#5) y ‘Luck and Strange’ en 2024 (#10), que marca su tercer top 10 en el ranking. Cada lanzamiento reflejó su evolución artística. Sus álbumes en vivo, ‘Live in Gdansk’ (2008) y ‘Live at Pompeii’ (2017), también dejaron su huella en las listas, reafirmando su relevancia dentro del rock progresivo y su inconfundible estilo musical.


Más allá de Pink Floyd, Gilmour ha dejado una marca imborrable como productor e ingeniero de sonido, colaborando con gigantes de la música como Paul McCartney, Eric Clapton, B.B. King, Elton John, Peter Cetera y Pete Townshend, entre muchos otros. Su versatilidad lo llevó a trabajar en proyectos que trascendieron géneros y generaciones. En 1985, participó en Boys and Girls de Bryan Ferry y en el tema ‘Is Your Love Strong Enough’ para la versión estadounidense de la película Legend de Ridley Scott, un hito que incluso contó con un videoclip fusionando imágenes de la película. Ese mismo año, su presentación con Ferry en ‘Live Aid’ marcó el inicio de su colaboración con el tecladista Jon Carin, quien más tarde se convertiría en un músico clave en las giras de Pink Floyd, demostrando así cómo el legado de Gilmour continuó expandiéndose dentro y fuera de la banda.


Tras ocho largos años de silencio escénico, el regreso de David Gilmour a los escenarios debió ser una experiencia cargada de una mezcla palpable de anticipación y quizás cierta aprehensión. Imaginarlo frente a una multitud expectante, desempolvando su icónica Stratocaster, evoca la imagen de un maestro artesano reencontrándose con su lienzo tras un periodo de introspección. Sin embargo, esta vuelta agridulce se vio matizada por la firme declaración de que ciertos pilares del repertorio de Pink Floyd, himnos generacionales como ‘Run Like Hell’, ‘Another Brick in the Wall’ y ‘Money’, permanecerían silenciados en sus futuras presentaciones. Esta decisión, aunque comprensible dado su enfoque en material más personal, debió generar una sensación dual en los fanáticos: la alegría del retorno de una leyenda, empañada por la ausencia de esos temas ineludibles que definieron una era.

Paralelamente a este regreso selectivo, la sombra de una posible venta del vasto y valioso catálogo musical de Pink Floyd, tasado en más de 400 millones de dólares, añade una capa de incertidumbre al legado de la banda. Esta potencial transacción, de concretarse, marcaría un punto de inflexión trascendental, desvinculando quizás para siempre las grabaciones maestras de la banda de sus creadores originales. Para Gilmour, esta perspectiva debió generar una compleja amalgama de emociones, desde la consideración pragmática del valor de su obra hasta la posible sensación de desprendimiento de una parte intrínseca de su historia personal y artística, dejando en el aire la pregunta de cómo esta venta podría resonar en la percepción futura del legado inmortal de Pink Floyd.

En el momento, David está presentando su más reciente trabajo, el cual se presenta como una colección de canciones profundamente personales y reflexivas, imbuidas de una atmósfera melancólica y contemplativa. La participación de su esposa, Polly Samson, en la composición de las letras, y la producción a cargo de Charlie Andrew (conocido por su trabajo con artistas como alt-J), aportan una frescura y una sensibilidad contemporánea al sonido característico de Gilmour. El álbum explora temas de mortalidad, el paso del tiempo y las complejidades de las relaciones, todo ello envuelto en las inconfundibles melodías de guitarra y la voz serena de David, ofreciendo a los oyentes una ventana íntima a su mundo interior.


Si bien no busca replicar la grandiosidad sonora de su antigua banda, ‘Luck and Strange’ ha resonado con una audiencia que aprecia la madurez y la autenticidad de su trabajo actual. Además, el anuncio de una gira de apoyo, la primera en varios años, ha generado gran expectación entre sus seguidores, demostrando que el interés por la música de David Gilmour, tanto la nueva como la clásica, sigue siendo extraordinariamente fuerte, reafirmando su estatus como una leyenda viva de la música.


David Gilmour es mucho más que un guitarrista, es el alma sonora que ha marcado a generaciones. Su guitarra es una extensión de su voz, capaz de evocar desde la melancolía cósmica hasta la furia emocional con una elegancia inigualable. Desde los inicios psicodélicos de Pink Floyd hasta la introspección de su obra solista, ha tejido una narrativa musical única, buscando siempre la belleza y la autenticidad. Su legado perdura no solo en ventas masivas, sino en la profunda huella que su música ha dejado en la cultura, inspirando a incontables artistas y tocando las fibras sensibles de oyentes en todo el planeta.



Sebastián González Zuluaga es un cuyabro de pura cepa, rockero de corazón y futbolero de pasión. Estudiante de último semestre de derecho en la UGCA de Armenia y director de Tendencia Rocker, combina su amor por la música con una visión crítica del mundo. Siempre entre el ruido de las guitarras y el debate, busca dejar su huella en la cultura y el derecho.


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