Escenas del capítulo anterior…
Desde que llegamos a la finca, Gloria no ha dejado de joder. Está más intensa que nunca. Habla a mil kilómetros por hora, me besa, me coge, me consiente delante de todos. ¡Qué fastidio! No puede estarse callada ni quieta. Me siento como un puto gato abandonado que acabó de recoger de la calle. ¡La odio, la odio, la odio!
―JA, JA, JA―. Se burla el escarabajo―. Definitivamente, es muy divertido, “lindooooo”. JA, JA, JA.
―¡Cállate, hijueputa―. Le respondo.
Ha sido una mierda. Parece que la finca le despierta su espíritu poético y la noche su melosería. Me dice “bebéééééé” con su tonito cantado y fastidioso; me dice «lindooooooooooo», prolongando las vocales y su cara de idiota…
―Amooooooooooooor―.
Ay, maldita sea. Ahí viene de nuevo con su tonito marica; cantando como si estuviese corriendo y saltando por un jardín. Ni siquiera me ha dejado libre cinco minutos.
―Amooooorrrrr ―Le respondo― ¡Me encontraste!
―Hipócrita, pusilánime, pendejo―. Me dice el insecto.
―Ábrete―, le respondo al bastardo.
―¿Qué ‘hashes’ tan solito?―. Me pregunta Gloria.
«Buscando la forma de zafarme de ti», pienso.
Nada, bebé. Acá viendo lo bonita que está la noche―. Le respondo con voz tierna.
―Sí, sí, sí. Más bonito.
―¡Demasiado!
El escarabajo debe estar haciendo corazoncitos maricas al ver esta patética escena.
―Y nosotros juntitos, aquí, mi amooorrrrr. ―Me dice―. ¿‘Shierto’, bebé?
«¿Por qué no te callas, maldita gorda?» Pienso. Se cree con el derecho de fastidiarme, solo porque me ayudó con los estúpidos talleres de matemáticas. Martín debería quedarse con ella, son el uno para el otro. Iguales de pendejos, iguales de zoquetes.
«Martín, le regalo a la gorda y déjeme a Jazmín», debería decirle un día de estos.
―Sí, ‘mamor’, es un sueño―. Le respondo y la beso con la esperanza de que se calle.
―¿Vamos a la piscina, bebé?― Me pregunta.
―La gorda está caliente, pendejo―. Me dice el maldito insecto.
―No sé, amor… está tarde, me duele mucho la cabeza―. Le respondo a Gloria, esperando detenerla en su intento calenturiento de aprovechar que la piscina está sola.
―Vamooooos, amoorrrrr. ¿Vamos, vamos, vamos?― Insiste Gloria mientras patalea como una pendeja― ¿’Shí’?, ¿‘shí’?, ¿’shí?
―¡Puta! ―Replica en el escarabajo― Mátala, Felipe, mátala.
―Está bien, amor―. Por fin accedo.
―¿Quién es un lindo? ―Responde con su cara de idiota― ¿Quién?, ¿quién?
―Respóndele, pendejo. Dile que tú eres un lindo―. Dice el insecto en tono burlón.
―¡Prefiero matarla!― Le respondo.
Mientras la tomo de la mano y caminamos hacia la piscina, pienso en lo que ha pasado este día. Llegamos a las 10 de la mañana y ya me quiero ir. No debía ser así. Se suponía que sería diferente: una finca solo para nosotros, jacuzzi, piscina. Sin mamás fastidiosas; sí, con profesores, pero sin reglas. ¡La excursión perfecta! Cada quien en su cuento. Diego, Castellanos y Cáceres, bebiendo; Sergio y Borja, fumando marihuana; Jazmín, mi hermosa Jazmín, solita escuchando música, esperando por mí.
―Sí, ¡Cómo no, baboso! ―Me interrumpe el insecto― Torpe y lleno de confianza, pendejo.
―Cállate, cállate, cállate, maldito―. Le respondo.
Cuando estábamos en el bus todo pintaba bien. La gorda se pidió la ventana, por supuesto; pero Jazmín estaba en la fila opuesta y podía verla. Me sonrió, de eso estoy seguro.
―Sí, todos nos dimos cuenta. Ja, ja, ja. ¡Tarado!― El escarabajo continúa con su burla.
Durante el recorrido, Gloria no dejó de hablar. Parecía que fuera la primera vez que iba de paseo. Maldita sea. Siempre con su tonito pendejo y su voz gangosa. Supiera lo estúpida que se escucha se quitaría la lengua.
―¡Eh! Mira quién está en el jacuzzi― Me dice Gloria, mientras nos acercamos a la piscina.
«¡Ufff! ¡Jazmín! Solita, lejos de todos. Si no fuera por ti, gorda pendeja, estaría a su lado». Pienso una vez escucho el comentario suelto de Gloria.
―¿Jaz… es Jazmín?― Le pregunto tratando de disimular.
―Como se cree de mejor familia.
«¡Con ella no te metas, maldita!» Pienso.
―¿Por qué lo dices, amor?― Le pregunto mientras le doy un beso.
―Por nada. ―Me responde de manera seca― ¿Nos metemos a la piscina?
―’Shí’―. Le respondo, buscando calmarla.
―Maldito, voy a matarte―. Me dice el insecto.
Desde acá puedo ver a Jazmín. Siempre me pregunté cómo se vería en vestido de baño. Se ve hermosa, su piel es delicada. Me dan ganas de estar a su lado, de tomar su mano y decirle cuánto me gusta la música que escucha; pero a cambio, estoy en el agua con la fastidiosa de Gloria.
«Deseo estar contigo, Jaz». Pienso.
―Cuánto te amo, Felipe―. Me dice Gloria de repente.
Me lo dice cada vez que puede, pero hoy es diferente, no lo acompañó de ninguna de sus expresiones idiotas; me miró a los ojos, me lo dijo de una manera muy intensa.
―Y yo a…
Gloria me interrumpe con un beso. Su lengua llega a mi garganta. Me aprieta contra ella, me besa con fuerza, me muerde como nunca lo ha hecho. No besa mal, lo admito; pero, quisiera que fuera la lengua de Jazmín la que escarba en mi boca como si estuviese buscando perlas.
―Házmelo aquí―. Me dice mientras mete su mano dentro de mi pantaloneta.
No alcanzo a responder, cuando empieza a masturbarme por debajo de la pantaloneta. Está decidida. Está caliente y logra excitarme. Mientras me besa con más fuerza con los ojos cerrados, yo miro a Jazmín. Podría jurar que nos observa desde el jacuzzi. No puedo dejar de pensar en ella, pero tampoco puedo detener a Gloria.
―¡TA, TA, TAAAAAA! ―Escucho a lo lejos.
¡Maldita sea!, es Martín que se acerca por la espalda a Jazmín. ¡Grandísimo hijueputa!
―¿Te gusta, bebé? ―Me pregunta Gloria mientras me masturba con más fuerza― ¡Dímelo! ¿Te gusta?
¡Maldita sea! Gloria es caliente. Me excita. ¡Cómo me emputa que me excite!
―Tú sabes que sí―. Le respondo, mientras observo cómo Jazmín y Martín se ríen en el jacuzzi.
«¡Qué culito más rico tienes!» Imagino que le dice Martín a Jazmín. «Es todo tuyo», imagino que ella le responde.
«¡Cómo duele! ¡Cómo dueles, Jazmín!». Pienso, mientras siento los besos de Gloria en mi cuello.
Siento cómo Gloria recorre con su boca mi pecho y se dirige hacia mi ombligo. Veo cómo busca con su boca mi pene, al tiempo que empujo su cabeza hacia abajo.
―Es el momento, pendejo―. Me susurra el escarabajo.
―¿De qué?―. Le pregunto.
―De cazar unicornios, marica. ―Me responde el insecto―. ¿De qué será?
Las palabras del escarabajo empiezan a inquietarme. ¡Jueputa! Gloria, buscando darme una mamada en la piscina sin importarle nada; Martín tiene a Jazmín toda para él y yo tengo a una puta voz hablándome al oído.
―¿Qué esperas, Felipe? Es ahora, el momento ha llegado―. Insiste la voz.
No sé qué está pasando, pero puedo sentir como hago más presión hacia abajo sobre la cabeza de Gloria.
―¡Eso es! Mátala, mátala, mátala―. Repite el escarabajo.
―Tú momento ha llegado, Maldita. ―Digo en voz baja con la certeza de que nadie puede escucharme.
―¡Eso es! Yo la tomo por los pies. ―Insiste―. ¡Ahógala, ahógala!
Gloria intenta resistirse. Me clava las uñas en los brazos. ¡Cómo duele! Sus 78.48 kilos ejercen presión hacia arriba. Intenta sacar la cabeza, yo presiono con más fuerza hacia abajo.
―No puede ganarnos, Felipe. ¡Ahógala! ¡Ahógala!
―¡Muérete, puta, muérete! ―Digo con furia.
―Lo estás logrando, Felipe. No te canses, pendejo.
―¡JUEPUTA! ¡¡¡GLORIAAAA!!!―. Escucho que alguien grita de repente.
―¡Maldita sea! Es Martín, Felipe―. Advierte el escarabajo.
―Profe, por favor, ayúdeme, Gloria se está ahogando. ¡Por favor!
―Bien pensado, muchacho―. Me susurra el insecto.
Martín se arroja a la piscina y entre los dos logramos sacar a Gloria hasta el borde. De un momento a otro nos vemos rodeados de gente. También llegó Jazmín, está llorando.
―Mil uno, mil dos, mil tres. ―Dice Martín mientras presiona el pecho de Gloria con sus manos―. Mil uno, mil dos, mis tres.
Martín intenta reanimar a Gloria. Todos murmuran.
―¡Vamos, amor, vamos! ―Digo en voz alta, mientras tomo la mano de Gloria.
Me doy cuenta que estoy llorando. Jazmín se tapa la cara con sus manos; está angustiada. Quisiera abrazarla, decirle que todo estará bien, que yo estaré con ella, mientras la gorda se muere.
―Mil uno, mil dos, mil tres―. Repite Martín.
―Ya viene una ambulancia para acá―. Dice alguien, no reconozco su voz.
―Mi amor, por favor, no me dejes―. Digo en voz alta.
No entiendo qué pasa. Me duele ver a Gloria así; me duele ver a Jazmín llorando. ¡Maldita sea! ¡Maldita Sea!
¡Por fin! Gloria escupe una bocanada de agua y recobra el sentido.
―¡Dios mío, gracias! ―Grita la rectora― ¡Gloria a Dios!
Martín respira profundo, sonríe aliviado. Yo aprieto la mano de Gloria, Jazmín se acerca hacia ella. Todos, de alguna manera, estamos celebrando la victoria de la vida sobre la muerte.
―Amor, amor, amor―. Digo en voz alta, mientras la abrazo con fuerza.
―¿Cómo te sientes, Gloria?―. Pregunta Martín.
Su rostro luce desorientado, respira con dificultad y sus lágrimas se confunden con el agua que aún baja por su rostro.
―No sé, profe. ―Decido responder―. Estábamos en el agua cuando de repente empezó a ahogarse. Yo intentaba sacarla, pero no podía. Mire cómo tengo los brazos.
―Ya, ya, pasó, Felipe. ―Me dice Martín mientras me mira fijamente―. Lo importante es que Gloria está bien.