(Quito, Ecuador)
Por, Olugna
Sus primeros pasos, al igual que para una gran parte de los proyectos musicales del continente, recorrieron las calles de la ciudad y se sentaron en las bancas de los parques. Sin embargo, algo en ese par de chicos que fundaron la agrupación, fue diferente. Esa metrópolis que daba forma a su cotidianidad, era percibida por ellos de manera inusual. Quizás, no era lo suficientemente provocadora para limitarla a las descargas airadas y aceleradas del punk; tampoco, resultaba tan caótica y pesimista para retratarla a través de la estridencias ―algunas veces ensordecedoras del Metal― y, definitivamente, no era la cosmopolita sofisticada y nostálgica que hace del Jazz su mejor narrador.
«A la final, para nosotros, es hacer música con actitud», señaló Emilio Montenegro sobre ‘Bahamut’, el segundo álbum de esa agrupación que en 2015 se diera a conocer bajo el nombre de Don Bolo en la capital ecuatoriana.
Tiene razón. Basta con devolverse a las producciones discográficas de Don Bolo, para comprender que, ante todo, es un proyecto que le sobra personalidad y agallas para experimentar con diferentes expresiones musicales como se le da la gana. En últimas, como lo afirma a la agrupación ahora que da a conocer su tercer álbum: «Si alguien se ofende que se ponga mentol”.
Personalmente, es un reto cuando a través de un trabajo musical que llega al correo de Rugidos Disidentes pellizca mi curiosidad y me lleva a escarbar más en sus producciones anteriores, para intentar ―por lo menos― acercarme a la identidad de la agrupación. En últimas, lo único que jamás podrán arrebatarnos, es la esencia.
Así pasó con Don Bolo y su tercer disco, ‘Desde mi privilegio’ ―el primero en incluir voces y letras―, el cual ha dejado en libertad con un nombre que, de entrada, alimenta ese morbo que nos lleva a curiosear y que toma como punto de partida un término que en Latinoamérica hacía usado para atacar a un establecimiento corrupto y pendenciero.
Es una producción extraña. Sus once canciones, permeadas por esa experimentación que no respeta esquemas ni hace caso de las tendencias, son descargas furtivas atravesadas por los sonidos orgánicos del Punk y por las expresiones más elaboradas del Metal.
«Quisimos alejarnos por un momento de los complejos arreglos para asumir una postura más directa y agresiva», señala Don Bolo.
No obstante, las canciones que integran a ‘Desde mi privilegio’, no logran escapar a la experimentación que la agrupación ha dispuesto para su trabajo. Todo lo contrario, se percibe, en cada una de ellas, una necesidad ―en esta ocasión implícita― de crear y recrear atmósferas agresivas ―a veces directas, en otras indirectas― a través de la fusión de las expresiones más extremas del Rock.
Realizar el recorrido que propone Don Bolo en ‘Desde mi privilegio’ a lo largo de 22 minutos, permite, eso sí, comprobar que hubo una motivación principal que dio origen a la placa discográfica y que se refleja en cada una de las composiciones: «rendir un homenaje a un elemento musical que ha estado siempre en nuestra música: el factor punk».
Si bien el Punk es el hilo conector de sus canciones, la ironía es la columna vertebral que orienta la temática propuesta en ellas; mientras que la versatilidad, por su parte, es una huella que logra impregnar de identidad a las once piezas con las que Don Bolo cierra una etapa en su trayectoria y da comienzo a una segunda parte en esa historia que comenzara a escribir hace siete años.
Fiel, en todo caso, a esa identidad musical que la agrupación ha proyectado como criminal punk jazz, Don Bolo, ha propuesto, a través de su trabajo musical, una perspectiva diferente para narrar la cotidianidad y convertirla ―si se quiere― en una banda sonora de la vida, de la calle, de la sociedad.
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