Diana Calderón

Diana, con la vida en una maleta

“El futuro es un destino incierto, el verdadero viaje se vive en el presente”.

Diana Calderón

Por, Andrés Angulo Linares

La cuarentena la sorprendió en Bogotá, la dejó con las maletas listas, ad portas de tomar el vuelo rumbo a su siguiente aventura. El covid-19 logró lo que no pudo la familia, la rutina y las reglas de la sociedad: detenerla.

—Se fue con 700 mil pesos hace dos años y no ha regresado. —Fueron las palabras del amigo que nos presentó. Hoy, después de seis meses, escucho de la propia voz de la protagonista su fascinante historia.

Todo un mundo se refleja en sus ojos; no nació para adaptarse a ninguna convención social. Simplemente es ella, una mujer de 36 años de edad, que harta de estar atrapada en una ciudad que hace mucho dejó de soñar; se entregó a una pasión que tiempo atrás empezó a coquetearle, y a la que hoy en día corresponde con todo su ser.

¿Nacer, crecer, reproducirse y… morir?; ¿estudiar, trabajar, formar una familia, tener una casa, un carro, un futuro y… morir?; ¿conseguir un empleo, estabilizarse, ascender, pensionarse y… morir? ¡No!

Diana, definitivamente, no había nacido para echar raíces, guardar apegos o aferrarse a una relación. Su destino sería dejar huella en cada lugar que pisara y un poco de su esencia en cada persona que conociera.

Con una valija cargada únicamente con lo que ella define como “lo necesario”: unas cuantas prendas de vestir, artículos de aseo, un libro, audífonos, sus listas de reproducción de Spotify (cuidadosamente preparadas para cada estado de ánimo),  un diario de viajes y un demonio como compañero, partió un 24 de septiembre. Atrás había quedado su empleo, un salario promedio, las deudas y la rutina. Ahora era Diana viviendo para sí misma.

—De repente sentí que podía hacer muchas cosas que aquí, en la ciudad, no podía —afirma Diana—. Me sentí más segura, más aguerrida, más valiente. Era algo nuevo para mí y me gustaba.

De Santa Marta a Leticia, de Mocoa a Salento, de Bahía Solano a la Guajira; Diana ha recorrido a Colombia de sur a norte, de oriente a occidente. Del Malecón de la Libertad en Ecuador hasta Oregón en Estados Unidos, desde Iquitos en Perú hasta Mahahual en México; poco a poco conquista el inmenso continente Americano, dejando un rastro en cada lugar que ha recorrido.

No se trata de acumular sellos en un pasaporte, sino de experimentar en tiempo presente las vicisitudes de cada lugar; no es cuestión de presumir una fotografía, sino de sentir cada día como un instante que no se repetirá; no es viajar para descansar, es vivir para descubrir ese planeta que para Diana no tiene fronteras. Ella no es una turista, es una ciudadana del mundo.

De mesera a guía turística, de recepcionista a traductora, de pintora a cazadora de peces; Diana ha ocupado tantos roles, como experiencias de viajes registradas en su diario itinerante.

La vida para ella es viajar, y como la vida misma, su aventura ha estado cargada de momentos que se quedarán en su memoria para siempre y de otros que no hubiese querido vivir.

Hubo días en los que se enfrentó al reto de sobrevivir con cinco dólares diarios en un lugar extraño y noches enteras en las que observó los cielos más hermosos del continente; un ladrón que la despojó de todo su dinero y una navidad en la que vio cómo la nieve cubría de blanco todo a su alrededor; un demonio que la atormentó y un paraíso natural que la liberó.

Por difíciles que hayan sido ciertos episodios, Diana ha encontrado la forma de darle un giro a la historia y cerrar con una sonrisa cada capítulo. Quizás sea el optimismo con el que mira el mundo o esa energía con la que afronta la vida.

—No te imaginas lo difícil que ha sido —relata Diana— No salí a viajar como turista, tuve que pasar por situaciones muy difíciles, trabajar en diferentes oficios… Viajar con un demonio, como lo llamas, no fue nada fácil. Ha sido muy duro, pero a su vez muy enriquecedor.

En la pantalla del teléfono puedo ver algunas hojas de su diario, en las cuales reposa el listado bastante extenso de cada uno de los pueblos y ciudades que ha recorrido desde el comienzo de su aventura, como también, descripciones y anécdotas que ha vivido en cada lugar. Cada una será narrada, de su puño y letra, en este espacio disidente, con el propósito de que se conviertan en inspiración para otras personas que sienten esa pasión por viajar, pero que el miedo las supera.

Han pasado más de dos años, ha acumulado millas recorridas y experiencias vividas, como hojas escritas en su diario. Diana Calderón, una mujer que vive en constante conexión con la naturaleza y consigo misma, que valora cada segundo de su existencia y que contagia de su energía a quien tiene la oportunidad de cruzar palabra con ella.

Quizás su vida quepa en una maleta, pero dos años de experiencias de viaje no caben en 60 minutos de entrevista.

De esta manera, damos la bienvenida a nuestra forastera.

—La vida es tan cortita y maravillosa, tan posible de tantas cosas cada día, que cada lugar es un nuevo comenzar. El futuro es un destino incierto, el verdadero viaje se vive en el presente —Finaliza.

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