Enjuiciamos, nos metemos en líos ajenos, pronunciamos sentencias sobre lo que es y no correcto, sobre lo que es y no verdadero.
Por, Rugidos Disidentes
Facebook es un inquilinato en el que convivimos desde un avatar que nos representa. Cercano o no a la realidad, este se convierte en nuestra identidad digital y desde él expresamos infinidad de cosas.
La opinión pública, indudablemente, se ha transformado a partir de la aparición de era digital, por decirlo de alguna manera, la ha hecho más democrática y ha permitido que todo individuo que tenga acceso a internet y esté inscrito a una red social, encuentre un escenario en el cual puede expresarse libremente.
Facebook es un inquilinato en el que convivimos desde un avatar que nos representa. Cercano o no a la realidad, este se convierte en nuestra identidad digital y desde él expresamos infinidad de cosas.
La opinión pública, indudablemente, se ha transformado a partir de la aparición de era digital, por decirlo de alguna manera, la ha hecho más democrática y ha permitido que todo individuo que tenga acceso a internet y esté inscrito a una red social, encuentre un escenario en el cual puede expresarse libremente.
No obstante esa línea entre la libertad de expresión y los límites éticos de eso que algunos llaman “humilde opinión”, es casi invisible. La injuria y la calumnia son invitadas de honor en muchos perfiles de Facebook. No es un tema menor, muchas publicaciones han terminado con la reputación de una persona y a otras ha provocado profundas depresiones, llevando incluso al suicidio de quienes son víctimas del bullying digital.
No obstante esa línea entre la libertad de expresión y los límites éticos de eso que algunos llaman “humilde opinión”, es casi invisible. La injuria y la calumnia son invitadas de honor en muchos perfiles de Facebook. No es un tema menor, muchas publicaciones han terminado con la reputación de una persona y a otras ha provocado profundas depresiones, llevando incluso al suicidio de quienes son víctimas del bullying digital.
Somos individuos bastante básicos e inmediatos al momento de reaccionar ante una opinión, una noticia o una imagen. Más tarda en aparecer una publicación en un muro ajeno que la misma en ser replicada de perfil en perfil.
Somos autómatas, al tiempo que la información circula de manera masiva en cuestión de segundos, hemos perdido la capacidad de análisis, nos guiamos por la primera impresión y sobre ella reaccionamos. Enjuiciamos, nos metemos en líos ajenos, pronunciamos sentencias sobre lo que es y no correcto, sobre lo que es y no verdadero.
La sociedad colombiana es particular, somos un país que intenta acercarse a la modernidad, pero que está sumido a una corriente conservadora, en la cual, prima más un precepto religioso, que aquellas realidades que nos están golpeando con fiereza en el rostro sin que despertemos.
El ejercicio político también ha cambiado drásticamente, la plaza pública, aunque sigue siendo importante, ha sido traslada a las redes sociales, los personajes políticos han creado séquitos de seguidores −muchos de ellos falsos− encargados de viralizar cualquier información relacionada con el candidato de su preferencia.
Si bien es cierto, la apertura de espacios de comunicación e interacción digitales ha permitido construir escenarios de debate en diversas ramas que resultan fructíferos, también nos ha convertido en una sociedad ingenua que se une a una tendencia y que resulta fácilmente manipulable.
Los medios de comunicación, por supuesto, han encontrado en los nichos digitales una fuente de tráfico impresionante, estos le están apostando todo a la generación de visitas y no la construcción de ciudadanías e identidades. Ejemplos hay muchos, basta con dar un breve recorrido por la creación de zuckerberg para comprobarlo. Ráfagas de noticias son disparadas desde las páginas oficiales de los medios, en un instante se convierte en tendencia una supuesta manifestación simbólica del fallecido Jota Mario en los set donde trabajó y unos segundos más tarde estamos viendo el fracaso de la marcha convocada por el uribismo.
Es una guerra de información y la mayoría de medios tradicionales han prestado mayor importancia a los temas triviales, mientras los temas de impacto público pasan a un segundo plano. En últimas saben que somos individuos morbosos, guiados principalmente por la pereza, que somos incapaces de detenernos por un segundo a reflexionar sobre la información que estamos consumiendo. Dicho de una manera más escueta: tragamos noticias, pero lo las digerimos, solo las expulsamos, casi tan rápido, que como las consumimos.
La aparición de las redes sociales cambiaron definitivamente nuestros hábitos cotidianos, y entre más espacios de comunicación tenemos a nuestro alcance, menos estamos comunicándonos.
Aquí, es donde los medios de comunicación alternativos, encontramos una oportunidad invaluable para la generación de contenido diferente y para la práctica de un ejercicio periodístico más profunda, más cercano a las fuentes y de la comunidad.
Todo acto comunicativo, es en sí mismo, un acto político y uno de los fundamentos básicos de la opinión pública es, precisamente, la comunicación. De allí, la importancia de los medios alternativos, pues también son actores sociales transformadores y constructores de ciudadanía.
La responsabilidad del uso que hagamos de las redes sociales es individual, nuestro comportamiento dice mucho de nuestra esencia como personas y como sociedad.
Por ello, como revista digital cultural alternativa, tenemos una gran responsabilidad y así lo comprendemos. Somos un espacio diverso y nuestro propósito es la generación de nuevos espacios de discusión, en el que podamos escuchar las opiniones contrarias, sin necesidad de llegar a agredirnos, para defender un punto de vista.
Los invitamos a encontrarnos en el debate, a través de nuestra sección Ciudad Política, en la cual, como toda urbe, es diversa y multifacética. En esta edición, la número 17, giraremos en torno a la construcción de ciudadanía desde las plataformas digitales.
¡Bienvenidos a esta edición dedicada a los #CiudadanosDigitales!