Cada 4 años, en la misma época en la que se celebra el torneo de fútbol más importante a nivel internacional, Colombia elige a su gobernante y pone en manos del ganador el futuro del país.
Por, Rugidos Disidentes
Entre política y fútbol ha girado la atención de eso que llamamos Opinión Pública, durante las últimas semanas. La primera tiene dividido a nuestro país desde el siglo antepasado, la segunda ha logrado en buena medida integrar ese sentimiento patriótico en torno a un deporte, que pese a las críticas que recaen sobre él, sigue cumpliendo un papel preponderante.
Dos días después de haber elegido a Iván Duque como presidente de la república, legitimando de esta manera a la misma corriente que ha estado en el poder desde siempre, la Selección Colombia en su debut era derrotada por los nipones en un partido, que además del resultado en contra, dejaba una sensación pesimista sobre el futuro de nuestro país en la Copa Mundial de la FIFA 2018.
En el escenario político fuimos testigos de la votación más alta de una fuerza alternativa en nuestro país, sin embargo, no fue suficiente. Cada 4 años, en la misma época en la que se celebra el torneo de fútbol más importante a nivel internacional, Colombia elige a su gobernante y pone en manos del ganador el futuro del país. Dos opciones, una de las cuales celebró con júbilo y como propio el triunfo de Iván Duque, candidato del Centro Democrático, mientras que la derrotada Colombia Humana vio frustrado su deseo de hacerse con el poder y darle así un golpe contundente a esa élite sólida que, al parecer, está lejos de ser derrotada.
No obstante, más de ocho millones de votos no pasan desapercibidos y de manera tácita hacen un llamado a ejercer la oposición con más fuerza que nunca. El llamado del pasado 17 de junio es a la resistencia, una palabra hermosa que encierra un gran significado, pues nos obliga a la coherencia, al compromiso individual y colectivo, y que nos invita a no pasar como actores desapercibidos y silenciosos, sino que nos convierte en sujetos políticos, veedores y críticos frente a las decisiones que se toman desde arriba.
El fútbol nos entrega emociones inmediatas en un espectáculo de 90 minutos, los ganadores celebran y los derrotados se lamentan, pero dichos sentimientos son pasajeros, pues dentro de poco un nuevo torneo traerá consigo otros momentos. En política es diferente, el guayabo de los derrotados suele ser constante, con ello la inconformidad se hace más fuerte y la frustración no desaparece con una nueva contienda electoral.
Detractores del fútbol lo señalan de ser opio para el pueblo, distractor de la realidad nacional y un deporte cirquero que no nos deja ver con claridad y que nos impide ser críticos ante las problemáticas de la sociedad. Básicamente, una actividad propia de un ignorante. ¡Falso! Satanizarlo se hace innecesario y resulta un ejercicio simplista que nos quita la responsabilidad que como ciudadanos tenemos de frente a la política. Es, simplemente, un sentimiento que en nuestro país, pese a todas las dificultades e irregularidades alrededor de él, ha logrado unir, así sea momentáneamente, lo que la política con devoción ha separado.
Los resultados electorales pasados son simplemente un retrato de nuestra realidad y la consecuencia de nunca haber asumido el compromiso que como ciudadanos tenemos frente al país. Si hoy en día los sistemas de educación y de salud; las políticas de empleo, de economía y de seguridad son una asco, es por culpa nuestra, porque durante décadas hemos dejado en las mismas manos el futuro de nuestro país. Hemos sido una sociedad perezosa con la democracia y por eso, cada cuatro años, vemos los mismos resultados. Siempre hemos buscado culpables externos, pero qué poco nos miramos interiormente, qué poco hacemos para cambiar desde adentro nuestro comportamiento y esa tolerancia absurda hacia la corrupción, presente incluso en las actividades más simples y cotidianas como hacer fila o pagar un pasaje de Transmilenio.
La resistencia no está en las armas y antes de pasar a las calles debe comenzar en nuestros hogares y escuelas. La resistencia no se ejerce únicamente en redes sociales, no está en los insultos y jamás será encontrada en el odio. La resistencia significa coherencia, respeto e idoneidad en nuestras acciones.