Editorial | Líderes sociales: entre la resistencia y el silencio

¿Qué opción nos queda como sociedad cuando son las armas las que se manifiestan?

Por, Rugidos Disidentes

El conflicto ha dejado huellas devastadoras en nuestra sociedad, no es para menos, la violencia ha sido la sombra que nos ha acompañado desde siempre, hemos aprendido a convivir con ella y su presencia, tristemente, se ha hecho habitual en nuestra cotidianidad.

La violencia nos ha curtido la piel, ha enfriado nuestra compasión y al ser protagonista del diario vivir, hemos normalizado y justificado su existencia. Además, del luto que ha dejado en las familias de las víctimas, ha traído consigo la indiferencia de la sociedad.

Como si se trátase de una serie transmitida por televisión o internet, que bien podría llamarse “Violencia, la historia sin fin en Colombia”, somos invitados al estreno de cada temporada, en la que puede cambiar el papel protagónico, pero que el de las víctimas siempre será encarnado por los mismos. El hilo conductor tampoco cambia: crímenes, desplazamiento e impunidad.

La firma de los Acuerdos de la Habana suponía un cambio drástico en el guion con que se había construido la trama de esta serie, no obstante, la violencia, aunque disminuya en ciertos escenarios, logra abrirse nuevos caminos en los que cuales puede ensañarse con nuevas víctimas.

El turno de la muerte en la presente temporada fue asignado a los líderes sociales y defensores de Derechos Humanos, cuya cifra de asesinatos desde enero de 2016 a julio de 2019, asciende a 738 personas, de acuerdo con el informe parcial publicado por el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz –Indepaz, la Cumbre Agraria Campesina Étnica y Popular y Marcha Patriótica. De estos crímenes, 627 se han dado después de la firma de los Acuerdos y, desde la posesión de Iván Duque como presidente, se han presentado 229 casos.

En la década de los ochentas más de 6.000 militantes de la Unión Patriótica –UP, fueron asesinados sistemáticamente, casi treinta años después, la impunidad aún permanece victoriosa, se desconocen autores materiales e intelectuales, no ha habido reparación, ni mucho menos verdad. La escandalosa cifra da cuenta de las circunstancias que el país atravesaba en aquellas épocas, evidencia, además, la actitud desobligante y cómplice del gobierno de turno hacia este tipo de casos.

Esa misma actitud desobligante está mostrando el gobierno actual frente al asesinato de líderes sociales y defensores de Derechos Humanos. Las denuncias sobre amenazas no han llevado a medidas de protección hacia los afectados, las declaraciones de los funcionarios de Duque son irrespetuosas e irresponsables, la protesta sigue siendo satanizada y la posición de algunos miembros del Centro Democrático justifican estos asesinatos, aduciendo que aquellos líderes no eran más que delincuentes. Básicamente, según este sector político, estas muertes no guardan relación alguna con la función comunitaria realizada por las víctimas, sino que corresponden a casos aislados de ajustes de cuentas u otros factores más triviales, como lo son los líos de faldas.

Después del dolor que produce en los allegados de las víctimas la muerte violenta de un ser querido, están el de la impotencia, la indiferencia y el de la impunidad. Es una cadena que se repite con cada crimen en contra de un líder social o defensor de Derechos Humanos: un asesinato por causa de su acción política, no hay forma de defenderse, los victimarios son más poderosos, a una gran parte de la sociedad le vale huevo lo que está pasando –algunos individuos justifican estas muertes y hasta las celebran– no se sabe quiénes están detrás de cada muerte y, quizás, la historia de la UP se repita nuevamente.

Entonces ¿qué opción nos queda como sociedad cuando son las armas las que se manifiestan? Tomando como punto de partida que el poder que tienen los actores armados ilegales en este país es inmenso y que cuenta con el silencio cómplice del Estado, las alternativas que tenemos son de largo aliento y se basan, fundamentalmente, en la esperanza de encontrar un mejor rumbo como nación: pedagogía, resistencia y persistencia.

La Edición N.º 18 Entre la resistencia y el silencio, estará dedicada a los líderes sociales y defensores de Derechos Humanos del país, será una invitación a acercarnos a su labor, sus motivaciones, las amenazas bajo las cuales ejercen su acción en los territorios y reivindicaremos la memoria de aquellos 738 que han sido asesinados.

¡Bienvenidos!

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