Acertijos bajo el agua
En septiembre del 2014 Gustavo Cerati dijo adiós a la vida, al menos lo que entendemos como «vida» en esta realidad perceptible. Con él, el disco eterno de apreciar la experiencia más auténtica de su obra en solitario y claro está, la del grupo argentino que construyó en su vocablo más excelso una definición de rock apta para la elegancia de la lengua hispanoamericana, una muy digna y armónica: Soda Stereo. Valga la aclaración, con una trascendencia lejos de cualquier seudomovimiento inventado por la industria y del triste intento forzado por unir al continente en una misma línea sentimental.
De hecho, las grabaciones del cantante y guitarrista —incluidas las participaciones de Zeta Bosio (en el bajo) y la percusión de Charly Alberti— se han caracterizado por respetar la individualidad y el carácter personal de quien los ha tomado para sus afectos interiores, siendo la intimidad lírica (pero a la vez universal) uno de sus mejores atractivos. Este impacto se expande hacia las naciones de América Latina, que más bien por afinidad idiomática han comprendido —al menos en la forma— lo que canciones como ‘Cuando pase el temblor’ o ‘Primavera 0’ quieren decir o, mejor todavía, le han podido otorgar un matiz diferente al que originalmente concibió su autor.
Ahora, con una proximidad que relaciona cuatro décadas desde los inicios del trío y que bordea el aniversario de su primer larga duración, las raíces del fenómeno sodamanía adquieren un nivel fuerte de nostalgia. Naturalmente, las fechas estratégicas son aprovechadas para alentar las emociones o tal vez, una parte de la euforia por parte de aquellos rotundos admiradores interesados en conocer mayores rasgos del grupo, ante la limitación de lo ya publicado y la evidente imposibilidad de reunirlo en su formato ideal: ¡Cerati sin Soda son homenajes y punto!
Proyectos como la gira SÉP7IMO DÍA- NO DESCANSARÉ de Cirque du Soleil (con sus pertinentes reversiones) y el sumamente cuestionado tour Gracias Totales, han mantenido fresca la mención a la banda en redes sociales a través de los últimos años. Pese a la polémica sobre qué tan descaradamente comerciales son estas iniciativas —incluyendo la probabilidad de que en un futuro cercano se lance viejo material inédito—, el nombre de Soda Stereo posee todavía un peso acentuado en la cultura pop; reducirlo deliberadamente a un episodio anecdótico de la historia escrita por Argentina, es un error. Por el contrario, reformula la pregunta de cómo hicieron los intérpretes de ‘Lo que sangra (la cúpula)’ para crear un impacto que rompió los esquemas regionales de su país y de paso, derribar las fronteras folclóricas que su continente daba por sentadas desde la acomodación de la sonoridad anglo a sus típicas y agitadas vivencias.
En remolinos
La uniformidad en la discografía de Cerati (con o sin sus compañeros en Soda) no existe. Se pueden enumerar detalles que tienen diferente valía en las canciones mostradas durante las etapas de sus existencia artística; pero con todo, la experimentación en su rol era un requisito permanente hacia lo novedoso, lo retro o ¡lo que fuera!, siempre y cuando se llegara al tope de la inspiración.
Desde su momento más sólido hasta su era menos brillante, la fama de Soda Stereo hizo que sus pasos fueran seguidos meticulosamente por la gente y los medios masivos. El resultado fue el mismo cuando su líder se fue de lleno a hacer una carrera autónoma, por redundante que sea, bajo sus propias reglas.
Por otra parte, acostumbrados a que los álbumes abruptamente innovadores eran un monopolio exclusivo del mercado de habla inglesa, el público de Centro, Sudamérica y México, entendió en los años del MTV glorioso que también podía aspirar a escuchar y ser espectador de grupos locales sin sentir una desigualdad creativa, técnica o popular tan enorme, como había sucedido en el pasado; razón por la cual joyas de la movida latina independiente se extraviaran en el anonimato para ser rescatadas mucho después por el salvavidas de lo llamado de culto. Una justicia poética que tardó en llegar y no precisamente en su lectura exacta.
Como sea, la ventaja mediática hizo a quienes popularizaron a ‘Un millón de años luz’ en verdad contar con una vitrina de atención multitudinaria que conociera simultáneamente su evolución mientras los conciertos de grandes plazas los catalogaban como estrellas de un sistema planetario familiar (pocos tuvieron dicho privilegio por estos lares). En los años ochenta y noventa, Soda editó una colección de trabajos que encajaba muy bien con cada era de su lanzamiento, suerte con la que también corrieron ‘Amor amarillo’, ‘Bocanada’ (ambos enseñando un Cerati recontra-emancipado de Bosio y Alberti) y el híbrido amistoso ‘Colores santos’ con el talentoso Daniel Melero (bruscamente anti-Soda).
Hay algo oculto en cada sensación
El talante hard rock de la guitarra eléctrica setentera en ‘Canción animal’ ayudó a reivindicar la sensación orgánica que se respiraba en 1990, cuando el maquillaje excesivo de la postproducción y lo prefabricado aparentemente se desligaban del show business. Caso contrario de ‘Signos’, un larga duración comprometido con la transición análoga-digital y el apogeo metafórico del new wave británico, pero este concepto no fue gratis: sus raíces descansan en ‘Nada personal’, el manifiesto más ambicioso que una banda pudiera tener para una fase de aprendizaje desde el suelo que estaba pisando; introspectiva y temerosa de que su entorno fácilmente se transformara en un filme tech noir con bajo presupuesto, algo así como «vamos a hacerlo como los grandes, pero siendo nosotros».
En 1988, la triada daría el paso gigante, a las grandes ligas fuera de su zona de confort: Nueva York y el productor Carlos Alomar (entonces guitarrista de David Bowie). En su currículum también estaba metido Iggy Pop, Paul McCartney y Mick Jagger. Su visión contribuyó al Soda de ‘Corazón delator’, ‘En la ciudad de la furia’ y ‘Doble vida’, canción que tituló a su disco publicado por esos días y su compendio más cosmopolita hasta ese momento.
Este caprichoso salto de calendario regresa nuevamente al homónimo ‘Soda Stereo’, apoyado por Federico Moura, Richard Coleman, sus tintes The Police y un ska jovial; contraste de extremo a extremo con ‘Sueño Stereo’: la despedida del grupo (en estudio), conectada ampliamente con las circunstancias previas a la separación de sus integrantes. Punto aparte de Dynamo, la hegemonía suramericana del shoegaze inglés, clímax de su exploración (¿quizás también desgaste?), los aportes de Tweety González y el estilo consagrado letrista de Cerati, donde gracias a documentales en la onda de Bios: Vidas que marcaron la tuya (de National Geographic) y Un hombre alado —dirigido por el colombiano Felipe Restrepo— se ve con ojo de lupa la estructura de su composición musical, adecuación lírica y dirección escénica como un fenómeno inusual, poco ortodoxo. Soda Stereo fue una agrupación fuera de lo convencional, en la teoría y en la práctica.
En la alquimia salvaje
En noviembre de 2023, Zeta Bosio, Charly Alberti y la familia de Cerati recibieron el primer Grammy Latino dedicado a Soda Stereo. La conclusión de la gira Gracias Totales y el lanzamiento de su primer demo también son temas que los dos miembros sobrevivientes han puesto recientemente sobre la mesa, en memoria a quien le regalara al mundo las canciones ‘Tele-K’ o ‘Danza rota’.Prudente destacarlo una vez más, todo por los tributos…Los últimos vestigios del trío en conjunto quedaron inmortalizados la placa Confort y música para volar de MTV Unplugged, la serie de shows El último concierto y la gira Me verás volver de 2007. Al final del día, la mejor forma de recordarlo, las más sincera…
Mucho tiempo atrás, sin embargo, Gustavo Cerati ya había puesto en marcha sus esfuerzos por trabajar de manera aparte y el cambio de milenio le sentó bien, después de dos álbumes (‘Amor amarillo’ y ‘Bocanada’ ¡señores álbumes!) que demostraron su potencial con creces, sin el estigma de la banda a la que ayudó a darle vida, y metido en las esferas electrónicas. En relación a ello, ‘Siempre es hoy’ simbolizó el trayecto, aunque ‘Ahí vamos’ significó su reconciliación con el rock clásico.
El camino —sin que absolutamente nadie lo imaginara— se estuvo preparando para Fuerza natural, el testamento de Cerati. Una realidad que quizás ni él mismo contempló como un hecho terrenal, solamente sucedió. Al ser su obra de desenlace, las conjeturas y las teorías conspirativas no cesan, incluso en la actualidad.
Desde lo tangible, la pieza cuya portada lo retrata como un jinete con antifaz en la ciudad de fondo marcó el fin de su artista como un personaje en esta definición de «vida» como la captamos a través de los sentidos. En una fidelidad a los acontecimientos comprobables, su espontaneidad sintetiza los vastos niveles de expresión a los que llegó, los más altos en la trayectoria de su mente maestra. Desde esa perspectiva, no es de extrañar que su concepción tomara toda una existencia y, por ende, estaba destinada a perpetuar el legado de Gustavo Adrián Cerati Clark por todo lo que logró, lejos de las ‘Cosas imposibles’ que a veces nos autoimponemos, pero que se vuelve un reto al cual desafiamos cuando su música toma un aliciente determinado en nuestras decisiones…