Por, René Jiménez
Como la fiebre por los éxitos de Shakira o la banda de K-Pop del momento, e impulsado por la popularidad en su país y las imágenes dignas del séptimo circulo de Dante como lo describió el mandatario local, de su mega cárcel para pandilleros, llega a Colombia el fenómeno Bukele. El antiguo socio de los exguerrilleros del frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, con quienes llegó a la alcaldía de San Salvador. Ahora, posando desde la otra orilla de la historia, ha logrado un éxito de popularidad tal, que cualquier influenciador de redes envidiaría y que lo convierte en referente para la derecha latinoamericana perdida en la decadencia de su historia.
Esta liendra de la política centroamericana ha cosechado con éxito su manejo de la militarización del Congreso y las sospechas de los departamentos de Estado, Tesoro, Justicia y Defensa de los EEUU, al punto que podría despertar la envidia de nuestro vecino Nicolás Maduro, con la tranquilidad de que los norteamericanos no podrían bloquearlo económicamente, pues, El Salvador no produce nada desde hace décadas, condenado a las remesas provenientes de su población que continuamente migra hacia la tierra estadounidense. Su popularidad que, en las encuestas locales, con los medios de comunicación censurados por una ley que condena a prisión de 15 años a quienes den noticias que generen zozobra y pánico en la población ―Ni Laureano Gómez se atrevió a tanto― ronda el 92%, lo ha llevado a convertirse en un fenómeno que influencia a las derechas del empobrecido subcontinente bananero.
La colombiana no es la excepción. Con una ausencia tan notoria de liderazgos claros en la derecha criolla, importar la imagen de un líder fuerte es el nuevo camino. El desespero que ha creado el ver al joven Polo Polo liderando las declaraciones en la orilla política de la gente de bien, pone la piel de gallina a cualquiera de los apellidos más sonoros de la camioneta blanca y el arma de fogueo. El debate convertido en memes, trinos y videos del autoproclamado líder ‘JotaPe’, aunque enciende ira y denota un gran esfuerzo de producción, no pasa de ser un entretenimiento que genera reacciones y comentarios, pero le falta carne a ese hueso para el caldo.
Por eso, la carismática imagen del caudillo centroamericano que, montado en su caballo punitivo, ha pisoteado el estado de derecho y el derecho internacional humanitario, surge como una luz a la cual seguir en medio del túnel. El justiciero sin máscara que encarceló a todo aquel que parecía ser sospechoso de pertenecer al gran flagelo del país centroamericano, las pandillas. Con una impecable estrategia de propaganda, que despertaría la envidia de los estrategas que habitaban el Bunker de la cancillería alemana de 1944, el mandatario salvadoreño ha explotado las imágenes que causan repulsión en el presidente Petro, como un excelente material de propaganda, con tal eficiencia que ha despertado a la derecha, que parecía perder campo en el continente. Su totalitarismo y el populismo punitivo, parecen ser un camino seguro al éxito en las próximas contiendas electorales, del cual muchos harán uso.
«Sin mente como el presidente», será el slogan para la siguiente campaña. El robo del celular, el atraco, el raponazo, las pandillas, el Transmilenio serán el enemigo a combatir. Problemas reales que sufren los ciudadanos de a pie, tema de la esfera de los alcaldes y concejales, que sí serán capaces de hacer lo que el mandatario nacional, quien se encuentra entretenido con lograr la paz con los criminales y narcotraficantes que se viven en el monte y no tienen nada que ver con las afectaciones del ciudadano de a pie, no se ocupa en resolver. El ciudadano se encuentra abandonado por los habitantes de la Casa de Nariño.
Con la paz total hablando de rebajas y la reforma a la justicia caminado, el caballo de batalla importado será un material muy bueno para atraer al votante. Y a muchos que sin importar la orilla política ven en la inseguridad un problema latente, el populismo punitivo les parecerá bastante atractivo. Es hora de la mano dura.
Si no respetan los derechos de la gente que tampoco se les respeten los derechos, se convertirá en la nueva piedra filosofal que excusará las descabelladas propuestas de campaña. Lo que parecen olvidar algunos, es que aquí ya hemos tenido muchísimos Bukeles, y mucho antes del Álvaro que es tan reciente y evidente. Desde el señor presidente Miguel Abadía Méndez que vio en los trabajadores bananeros el enemigo común que detendría el avance de la inversión extranjera, pasando por el hombre que marcó la historia del país con su decisión de bombardear una cooperativa campesina Guillermo León Valencia; el ilustre Carlos Lleras Restrepo, que formalizó mediante ley los grupos armados de civiles, hasta el mismo Julio César Turbay quien, amparado en el estatuto de seguridad, llevó a las caballerizas del Cantón Norte a cuanto estudiante, profesor, sindicalista y líder comunal se le atravesó. De milagro y por oídas, de esas garras, se nos salvó Gabriel García Márquez. Sin olvidar que cada vez más se ha hecho uso de grupos paramilitares para llevar a cabo estas purgas que no llevan a nadie a la cárcel, pero sí muchos a los cementerios, con el inútil efecto sobre la seguridad ciudadana, donde un grupo de criminales es reemplazado por otro o fortalecido por estructuras de crimen más organizado.
Esa ha sido nuestra historia, una llena de Bukeles, donde hasta la promulgada paz sin impunidad solo ha servido para ver incrementar la inseguridad ciudadana, mientras se descuidan los demás fenómenos sociales y económicos, que es donde se encuentra la causa de la inseguridad y criminalidad sin freno de nuestros empobrecidos países latinoamericanos. Sin embargo, nuestro olvido y desconocimiento de la historia, hará que muchos se proclamen como el Bukele que necesita este país, otros los adulen y muchos más se atrevan a darles su voto.
Al final, el resultado va a ser el mismo que nos dejaron los bombardeos, las caballerizas y las persecuciones: impunidad, corrupción y el reinicio del ciclo que nos tiene en donde estamos ¡Ah! Eso sí, muchos tendrán en su hoja de vida el haber sido alcaldes, gobernadores o concejales y ya se montarán en otro vagón del tren del populismo para hacerse elegir.