Por, René Jiménez
Como en la ronda infantil, una vez más, el puente está quebrado, y no me refiero a El Alambrado, que se fue al fondo del río La Vieja después de prestar sus servicios por casi cuatro décadas para conectar un país atrasado, sin tren, pobre y en manos de corruptos. Recordándonos la historia de Chirajara y cómo, finalmente, ni la inmunidad que se supone le daría la concesión privada, lo libró de irse al cauce del rio, llevándose dos vidas y dejando incomunicado el principal puerto con la producción del centro del país. Por ahora, la nación espera, ruega y suplica que no lo terminen curando con cáscaras de huevo, burritos al potrero y que la licitación no sea para que pase el rey con todos sus hijitos, menos Nicolás.
El puente que se quebró fue el de la coalición de Gobierno con los partidos Liberal, Conservador y La U. Como en el de El Alambrado, los materiales de baja calidad, el desgaste por los años de uso, el exceso de carga y la extensa trama de corrupción para beneficiar a unos privados, terminaron siendo la causa del desastre que deja sin comunicación al gobierno con sus votos en el congreso de la república. Al vetusto puente se lo llevó la corriente.
La carga que desbordó la resistencia es la reforma a la salud. El documento presentado por la doctora Corcho, una psiquiatra salida del fondo de un manicomio para poner patas arriba el precioso sistema de salud con que contamos los colombianos, o por lo menos así debe ser en las pesadillas políticas de los Gaviria, Dilian Francisca y Efraín Cepeda; llevó al traste con el puente creado entre la mamertería que había logrado conseguir la presidencia de la República y los tradicionales que una vez más lograron las mayorías parlamentarias.
El viaducto de última tecnología que se diseñó tras el triunfo de Petro y que los mismos partidos presentaron como una verdadera vía de última generación para construir un país a la vanguardia del desarrollo, terminó siendo otro desastre como la Ruta del Sol. El Gobierno se ha tenido que estrellar con la realidad, los partidos tradicionales ya cobraron su cuota, están cómodamente sentados en sus puestos y van rumbo a no perder poder en las regionales. No le van a ayudar al Gobierno para que el cambio se vea y sus candidatos regionales cojan fuerza, no han mantenido el poder durante décadas, entregándoselo a otros. Además, la coalición no puede ser el fin de su relación con los grandes capitales que controlan las EPS, la amistad con Petro no pude tener un precio tan alto.
Como en el límite entre el Valle del Cauca y el Quindío, la solución más pronta es buscar rutas alternas. El Gobierno se debe encontrar en esa tarea, pues ya pidió la devolución del pago en el peaje. Sin temblarle la mano, la presidencia ha pedido la renuncia los viceministerios manejados por liberales, conservadores y la U. Si no van a ayudar a gobernar ¿Qué hacen en el gobierno? ¿Estorbar?
Aunque no lo parezca, la mula se fue al fondo con toda la carga. Los partidos perderían movilidad regional al no poder facilitar recursos y programas a las regiones donde ya gobiernan, ni bloquearlos donde no lo hacen. A su vez, el Gobierno se la juega toda por esta vía alterna, la de la presión burocrática, esperando que la ambición de los líderes de ayer le permita hacer las reformas que prometió al llegar al poder.
Ya veremos cuál puente se reconstruye primero, el que construyeron y concesionaron los partidos tradicionales o la obra maestra parlamentaria de Roy Barreras y El ministro Prada.