Gustavo Petro, presidente: la respuesta a un sentimiento popular

Cuatro años están próximos a comenzar; un nuevo camino empieza, desde ya, a mostrar un horizonte diferente

Por, Olugna

Es difícil no hablar desde la emoción, fruto de una victoria ‒más que merecida, soñada‒ de una gran parte de la sociedad que nos manifestamos a través de las urnas, para expresar nuestro apoyo a una propuesta en la que vimos reflejadas aquellas inquietudes que el establecimiento ‒hasta hoy dominante‒ fuera incapaz de responder de manera efectiva durante las décadas en las que se aferró al poder; pero, también, para reivindicar a esas millones de voces que ­jamás fueron escuchadas, ya sea porque fueron silenciadas por las ráfagas de la violencia o porque fueron anuladas de manera oprobiosa por aquellos que, resguardados por el privilegio, una investidura o un apellido, hicieron caso omiso a las mismas.

Es difícil ocultar la alegría que provoca los once millones que nos alzamos con una victoria que por años se dibujaba solamente como un sueño lejano y que, en las últimas semanas, entre ‘ires’ y ‘venires’, insultos y burlas, denuncias y descalificativos, ‒por momentos‒ parecía esquiva nuevamente. Al frente de nosotros, 10 millones de colombianos observan nuestro festejo.

Las últimas semanas no fueron sencillas, como tampoco lo ha sido la historia de un país atravesado por la corrupción, el narcotráfico, la violencia, la indiferencia y una extensa lista de flagelos. Las redes sociales ‒en ocasiones triviales y algunas veces profundas‒ se convirtieron en esa ventana que puso al descubierto nuestro pensamiento, pero también exhibió nuestra carencia. Entre tantos diálogos pendientes, la ausencia de debate y el exceso de fanatismo, es uno en el que deberemos trabajar para construir nuevas dinámicas sociales que nos permitan entender que ese otro que piensa diferente, de alguna forma, es una extensión de nuestra propia identidad.

Qué complejo es resistirse a mirar con cierto morbo las reacciones de aquellos que menospreciaron el proyecto que hoy se alzó con la victoria. Qué difícil es no observar con entusiasmo el sentimiento de derrota que habita desde las cinco en ese periodismo que entregó su ética a la propaganda política; en aquellos que juraron irse del país si Gustavo Petro se hacía presidente; en aquellos ciudadanos de bien que ofrecieron plomo para silenciar a los manifestantes que se tomaron las calles; en aquellos que, cobijados por una altura moral de la cual carecen, dejaron al descubierto sus más vergonzosos prejuicios: xenofobia, racismo, misoginia, machismo, aporofobia y clasismo.

Cuatro años están próximos a comenzar, un nuevo camino empieza, desde ya, a mostrar un horizonte diferente. No será un cuatrienio sencillo. Se sabe, por demás, que será insuficiente para concretar las respuestas que tanto necesita Colombia; sin embargo, será ese primer paso ‒de muchos que necesitamos dar‒ para demostrar que somos capaces de construir un país diferente para las próximas generaciones y para nosotros mismos, incluso para aquellos que hoy se lamentan ‒e incluso maldicen‒ los resultados de hoy.

A partir del 7 de agosto, en cabeza de Gustavo Petro, estará la dirección del país en este nuevo rumbo; sobre sus hombros, la confianza que hoy hemos depositado en él, le exigirán también una gran responsabilidad.

Por ahora, celebremos. Sobran razones para hacerlo.

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