(Bogotá D.C., Colombia)
Por, Olugna
La vida, el puente que une el nacimiento con la muerte, encierra, también, la complejidad del universo, ese escenario etéreo en el que convergen la creación y la destrucción. Reducirla al lapso que transcurre entre la salida del útero y la llegada al umbral, sería condenarla a un encierro en el que solo hay lugar para nacer, crecer, reproducirse y morir. Buscar, por el contrario, entenderla desde otras concepciones, nos da la oportunidad de sentirnos a nosotros mismos más allá de la corporeidad. No por nada, somos hijos de ese cosmos que aún se muestra indescifrable para la ciencia y místico, si se quiere, para la religión.
Desde que nacemos, sin saberlo, vamos tras la búsqueda de una razón que justifique nuestra existencia. Desde nuestros primeros pasos, anhelamos con encontrar ese lugar en el que seremos felices. Sin embargo, la vida no tarda en mostrarnos que ese destino ―si es que en verdad existe― no se dibuja en el horizonte como una recompensa merecida, que no hay una olla al final del arcoíris esperando por nosotros, que no llegaremos a él si no somos capaces de descifrarnos más allá de lo tangible, más allá de las expectativas de la sociedad.
Quizás, esa búsqueda constante, sea precisamente el objetivo de nuestro paso por el mundo: preguntarnos ―hasta el cansancio― cuál es nuestro lugar, como un aliciente que nos mantiene vivos; entender que el destino no es un lugar físico, sino una dimensión a la que podemos acceder solo si logramos desprendernos de lo físico, de lo material, de todo aquello que llamamos realidad, un estado pleno de consciencia formado por la pureza, la armonía y el equilibrio: el Sattva, una de las tres gunas ―o fuerzas fundamentales― de la naturaleza.
Es aquí, en el Sattva, donde comienza ‘Karma’, canción que nos presenta Yimark, la última estación con la que finaliza su segundo EP ‘Letanías’, viaje conceptual que inició en 2019.
―Nace a partir de las necesidades que se manifestaron a lo largo del año y que me llevaron a tomar decisiones muy duras en ámbitos personales―, explica Yimark.
Su respuesta es definitiva. ‘Karma’ no solo es una canción inspirada en sus circunstancias más difíciles y trascendentales, no es solo el cierre de un ciclo. Es la respuesta espiritual que necesitaba para redefinir su vida; un ritual que une dos universos distantes, pero fundamentales en su existencia: el power metal y el hinduismo.
Desde el comienzo, ‘Karma’, nos hace testigos de una ceremonia recreada a través de una intervención instrumental de teclados solemnes, golpes rápidos de batería, riffs melódicos y bajos profundos que levantan el telón del acto inicial: las primeras líneas de una lírica cargada de simbolismos y metáforas que buscan descifrar el paradigma de la existencia: la de la artista, pero también la de la mujer que ha forjado una carrera musical que supera fácilmente las dos décadas de trayectoria.
Desde sus líneas iniciales, la pieza musical, define el camino que habrá de llevarnos hacia el umbral, ese lugar donde los miedos son derrotados para liberarnos ―y librarnos― de conceptos predefinidos que reducen toda vida a un origen y a un final. ‘Karma’, al tomar el hinduismo como escenario filosófico, va más allá. Su rumbo es la libertad, el moksha donde el sufrimiento es reemplazado por la paz, y la muerte ―la literal y la metafórica― es simplemente el punto de partida de otra historia, el samsara.
«No poseer aquel control, se mutan los miedos / Hoy puedo ver de nuevo el sol desprende secretos»
Patricio Stiglich, invitado a formar parte del ritual de transformación, participa en la producción y en la interpretación de la guitarra. Sus melodías y riffs, complementan la potencia vocal de Yimark; son el puente que conecta cada estrofa con el mantra del coro.
«Sattva Sattva / Ojos que caen del cielo / Sattva Sattva/ Seres señales en sueños»
―‘Karma’ ha sido nuestro primer experimento. Partiendo de influencias comunes y con pocas restricciones, quisimos iniciar con algo grande―. Señala Patricio Stiglich.
‘Karma’, al igual que ese universo al que nos acerca el hinduismo, es dinámica y cambiante. Sus atmósferas, recreadas a partir del ensamble de la fuerza épica del power metal con el misticismo del gótico y la solemnidad de los arreglos orquestales, nos sumergen en una experiencia atravesada por la música y la teatralidad.
―Tiene muchas texturas, proyecta bastante energía, especialmente, en las guitarras. ―Añade el músico y continúa―. Sobre todo: un balance entre el mensaje y la ejecución.
‘Karma’, la epifanía que Yimark comparte con nosotros, es el relato inmersivo de su proceso hacia esa concepción profunda del universo que promulga el hinduismo y han hecho de él una forma de vida ―y de ser― en la que prevalece lo espiritual. La composición, a través de sus elementos, retrata las estaciones que nos conducirán a la transformación: un camino de liberación, meditación e iluminación.
Yimark, la Dama Oscura que ha retratado e interpretado algunos de los episodios más degradantes de la humanidad y ha trasgredido a una iglesia desgastada a través de su concepto musical, finaliza con esta canción la primera parte de su historia y se prepara para escribir un segundo capítulo. De esta manera, ‘Karma’, también es una representación simbólica del cosmos, donde la transformación es la única constante en toda existencia.
«Sattva Sattva / Moléculas de cianuro / Sattva Sattvaaaaa / Vuelve al ser, yo»
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