Lo más destacable: el rock distrital
Como siempre, asistimos a la cita con el evento de rock más grande y más importante del país, uno de las más importantes de Latinoamérica y desde hace dos años, incluido en la lista de los 300 “The World’s Best Festivals” en la cual, junto con Rock in Rio, son los únicos eventos de este tipo en América Latina.
Asimismo, y como cada año, llegó con polémica, discusiones sobre qué es y que no es el rock, la pertinencia de participación de alguna u otra banda, y un sinfín de temas alrededor de la organización, el papel y el sentido que cumple para la llamada escena del rock nacional, para las propias bandas y para el público.
Discusiones todas pertinentes, porque si bien pueden quedarse en el simple ajetreo de las tendencias diarias de Internet o en las opiniones e intereses de unos y otros, se demuestra, en parte, que el festival está en el ojo y en la mira de todos y, por tanto, podría llegar a ser un espacio más constructivo y gratificante, si los encargados de organizarlo permitieran un ejercicio más democrático al respecto. Sin embargo, como todos los años, las voces del público y los medios quedaron por fuera y Rock al Parque 2017 transcurrió como siempre, en medio de la tormenta, con aciertos y desaciertos dejando un sabor agridulce. Por un lado grandes exponentes del rock local pisaron por primera vez la tarima, por otro lado decisiones inexplicables en un festival publico dieron de que hablar, al menos hasta antes de los tres días en los que transcurre. Una vez adentro, cuando se es parte de prensa, se entra en otra dimensión donde no existe la realidad de esta ciudad.
Rugidos Disidentes participa hace tres años en el cubrimiento del festival y hemos aprendido, por experiencia, que a menos que seas parte de un gran canal de medios es casi imposible cubrir las tres tarimas y a las sesenta y seis agrupaciones participantes (cinco más que el año anterior y ocho menos que en 2015). Nos enfocamos en las bandas nacionales y principalmente en aquellas que llegan por convocatoria, que fueron veintidós para esta entrega (cuatro más que en 2016 y dos menos que el 2015), más los proyectos de las alianzas con los festivales locales de Bogotá, que siempre llevaban 4 bandas y que este año fueron remplazados por las agrupaciones de los programas de los centros locales de formación del distrito.
Para entrar en materia iniciamos por lo bueno, Lo local
Entre las 22 bandas que pasaron el difícil proceso de papeleo y las audiciones de este Rock al Parque, sin duda, lo más destacado fueron las bandas de rock y metal propiamente dicho. El día sábado la tarima de interés real fue la Bio, por las leyendas nacionales que se presentaron allí. Ekhymosis y Darkness convocaron un buen público, pero valga decir que ya desde el inicio, la tradicional banda de speed y thrash metal Cobra (Ciudad Bolívar) se tomó el escenario con potencia y con una notable alegría por parte de este power trio. El público se pegó a la energía desde temprano, siendo muchos seguidores de la propia banda y no se desperdició para nada esta apertura. Se puede decir que para Cobra ya era justo y necesario estar en R.A.P. pues han pasado por múltiples festivales locales junto compartiendo escenarios en conciertos de bandas internacionales y con 15 años en la escena, ya era meritorio y hasta necesario.
Así mismo se destacaron las chicas de Poker con un sonido y técnica más dura y contundente que lo que las críticas prejuiciosas anunciaban, el momento nostálgico de la despedida de Darkness con mucho rock and roll, como se hacía el metal de antaño, pero con esa sensación de que todavía no hemos visto todo por parte de sus miembros. Un himno como despedida, de fondo Soberana Soberanía, versión instrumental, sonaba. En la tarima, Rodrigo Vargas y Óscar Orjuela se despedían de un público agradecido que aplaudía y coreaba: “Darkness”. 28 años de carrera llegaban a su fin en el escenario más icónico de Bogotá y de Latinoamérica. Rock al Parque despidió de esta manera a la banda que creó el himno del metalero nacional, que minutos antes Rodrigo entonaría por última vez con la ayuda del público. En esta ocasión Metalero estuvo interpretado en dos partes, una para hombres, otra dedicada especialmente para ellas, Metaleras. Esa fue la sensación que dejó la presentación de Darkness. Fue la última presentación de una de las agrupaciones legendarias de nuestra escena y estuvimos ahí, saltando, coreando y gritando, junto con el resto del público, que no pudo dejar de preguntarse para dónde va el metal nacional ahora sin Darkness, sin Neurosis y sin Elkin Ramírez el “Titan”.
Llegó a escena el espectacular toque de Herejía, que en realidad ha creado una leyenda negra en su entorno, demostrando que es una agrupación más allá de esa historia de subidas y bajadas de 27 años. Promete mucho futuro con esa propuesta ecléctica de death metal melódico y casi doom, sinfónicos y a su vez brutal. Se ganó, de nuevo, al público con música. Sí, realizaron repaso de canciones viejísimas, pero lo sustancial y convincente fueron sus nuevos temas del inmediatamente presentado al público Renascentia In Tenebris. Fresquito e imperdible para una colección de verdadero metal colombiano.
En la tarima Plaza, también se destacaron las agrupaciones distritales, sin embargo es un terreno difícil, porque es donde más gente se congrega para esperar a las bandas internacionales y por su tamaño, también, es difícil dilucidar quienes llegan a apoyar lo nacional. No obstante, la apertura de UMZAC fue magnífica, con esas voces femeninas soprano, al estilo operístico de Therion, pero con maneras propias de los conjuntos musicales nacionales de antaño de güabina o bambuco, juego entre voces guturales masculinas y experimentos sonoros, entre el metal, el gótico y las combinaciones musicales de cuerda andina (tiples, guitarras y requintos). Nos dejaron hambrientos de escuchar más de este tipo de fusiones, que para los amantes de las etiquetas se llamaría folk, pero que a nuestro gusto, el término se queda corto para describir un proyecto tan bueno.
Dead Silence y Vein, dos agrupaciones de death metal muy técnico, sirvieron, prácticamente, de teloneros a Heaven Shall Burn de Alemania y Lamb of God de Estados Unidos, pero no por ello dejaron de presentar su música con fiereza y principalmente con buenos shows, donde Vein dejó, además, una grata recordación por su muestra artística visual y la experiencia de sus integrantes en la escena bogotana e internacional que no deja lugar a dudas de su calidad.
Para la tarima Eco, Head Tambo, que ya viene recorriendo escenarios con grandilocuencia por la propuesta de percusiones folclóricas, cumbia con hardcore, les tocó dar antesala a unos esperados Organismos y Reencarnación de Medellín, donde también estaban otras dos leyendas nacionales, Carlos Mario “La bruja” de Parabellum y Víctor Raúl Jaramillo “Piolin”, responsables de eso que se ha llamado ultrametal y metal medallo, quienes para el marco de los eventos educativos y culturales del Festival pudieron hablar con Kjetil Manheim, el primer baterista de Mayhem, un encuentro histórico y esperado.
Lo más destacado del día domingo fueron, por su parte, las propuestas de adolescentes y niños en los centros de formación del distrito, Roots of Rock, los más pesados y rockanroleros Tijax, los más ska, Feedback, plenamente alternativos. No se amilanaron ante los escenarios y, aún con poco público, demostraron que esos procesos pueden ser exitosos, pues demostraron con fuerza y convencimiento en su interpretación, que podían subirse a esas tarimas con un nivel profesional y un estilo particular.
Posteriormente los ENePei dejaron ver que son una de las agrupaciones más diversas y con experiencia que tenemos en la escena local y su calidad en la fusión de ritmos nacionales con rock y blues es muy concreta y trabajada, tan bien suenan esas guitarras que uno se pregunta si es necesario hablar tanto de búsqueda de diversidad musical para un festival de rock, llevando bandas pop y populares o de otros ritmos tan distantes al rock. El rock, como demuestra ENePEi, es, de por sí, diverso y variado. Ellos junto con UMZAC y Head Tambo dan cuenta de que ritmos nacionales pueden integrarse al rock sin perder la identidad de este género.
Para el día lunes las encargadas de abrir el Escenario Plaza fueron Sin Pudor, que con su thrash punk, demostraron que las bandas de este estilo pueden tener una altísima calidad interpretativa y técnica, principalmente, esa batería marchosa y el dominio de escenario de Jessica, su vocalista y líder. Sin Pudor es una de las mejores bandas nacionales, sin discriminar entre las masculinas y femeninas. Fueron junto con Indio, musicalmente hablando, lo mejor del día. Puesto que esta última, es una agrupación con músicos bastante destacados en la escena (Patricio Stiglich o Luis Ramírez, por ejemplo), que trabaja en sonidos densos y plenamente urbanos, que tienen disonancias y ritmos variados, entre el alternativo o el progresivo. Presentaron los temas de su álbum Réquiem, que si bien retoma leyendas e historias indígenas, su ritmo no se enfoca en el folk, más bien, es una propuesta diferente a los que nos acostumbran sus integrantes y suena como un monolito.
Finalmente la propuesta más contemporánea de los Makenzy, con sonidos retro, rock de garaje, acompañados de contrabajo como en el rockabilly, pintas y momentos punk al mejor estilo de los Ramones, pero con canciones que van desde el blues, las baladas y el grunge. Es una banda de rock alternativo en toda su expresión, que se desligó de propuestas como las de Montaña (algo tradicionalista dentro de la vena alternativa para mi gusto) o tan pop carnavalero como Ismael Allende.
Por, Luis Alfredo López
Editor Urbania Rock