Podría encontrarme tan desolado como Travis Bickle… y podría recurrir a hundirme en el resentimiento de no saber a dónde ir…
Podría sentirme tan desaforadamente exhausto después de una rutinaria lucha con el ayer… y es que el recuerdo se convirtió en algo tan triste, y la incapacidad que tengo para olvidar me produce tanto asco de mi ser.
Pero no, justo ahora la oscuridad y demencia que se observa en el horizonte deja ver algo bello; un recuerdo que sana y purifica almas, ese alguien que no se va de mi mente no porque no pueda irse, sino, porque yo no quiero que se vaya. Éste ser que permanecía con una divinidad característica de lo inexplicable y parecía no tocarla el tiempo.
Un nombre que gritaba destino a su paso, con la hermosura de Elena de Troya, la inteligencia de Atenea y la versatilidad en las palabras de los sofistas; recuerdo su viva imagen como un niño recuerda a su héroe más querido y me reprimo de querer olvidar como sus palabras solían transportarme desde una realidad vacía al ensueño que brindan las letras. La lírica de su voz y las guerras en sus ojos dejaban un sentimiento amargo algunos días, pero sabía que podía contar con ella si me encontraba solo y perdido en Comala y que encontraría seguridad en sus expresiones.
A veces en estos tiempos de profundas soledades, me veo como Teodoro y la recuerdo a ella como el maestro que intentó alejarlo del sufrir que genera entregarse a amar. Pero, ¿qué sentido tiene rememorar al ayer distante con muestras de gratitud si ella no está aquí? tal vez este hilando destinos de otras personas como yo, y tal vez haya borrado de su mente mi nombre, pero no, yo nunca podría olvidarla, porque aunque he estado en la más profunda miseria, ella me brindó el mejor refugio que alguien podría darme…
…ella guio mi camino a las letras.
Muchas madrugadas melancólicas quisieran tener la intromisión de ella, para alegrar un poco los corazones rotos, para hacer que las almas no vaguen fuera de cualquier futuro probable o dirigidas a una perdición excesiva y desamparada donde no te reconoces y crees que el mundo te escupe en el rostro, y te crees basura, y te sientes como Dante, perdido en el infierno del no saber qué hacer; su presencia sería el Virgilio, guía en el camino del sufrimiento para encontrar una salida. ¡Oh Capitán! ¡Mi capitán! Si lee estas letras y sonríe, mi objetivo se habrá cumplido, y si el nombre del joven M. Ludwig resuena en su cabeza con algún sentimiento de cariño, y si las noches que hacen que las personas olviden no han hecho efecto en su ser, y si aún conserva esa mirada desafiante y esa tierna voz… ¡Gracias mi querida Moira!
Por, Brando Cifuentes
Reseña del Autor
Mi nombre es Brandon Cifuentes, un aspirante a escritor de 15 años, nacido en Bogotá y amante de la historia, al que le encanta escribir historias tristes y le cuesta hablar de amor… que se identifica fácilmente con una canción melancólica y le cuesta superar las cosas, oh sí… yo creo en el ayer.
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Revisó: Erika Molina Gallego ( Editora Narraciones Transeúntes)
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