Capítulo anterior: Octavo Capítulo | Ecuaciones inconclusas
―We’re talking away, I don’t know what, I’m to say…
Amanecí muy animada. Fue una semana asquerosa. La profe de ciencias y los profes de español y de sociales, parecen que todos se hubiesen puesto de acuerdo. Martín me hizo trasnochar con sus ejercicios. Pero, por fin es sábado. Aguanta dibujar un rato.
―Today’s another day to find you, shying away… ¡Eh! Las hojas, los lápices, el borrador, el tajal… ¿Dónde estááán?
Mis papás se fueron. Tengo el apartamento para mí sola ¡Cómo me encanta! Me siento libre andando únicamente en camiseta y ropa interior. Me veo, sexy. Je, je, je.
―¡¡¡TAKE ON MEEEE!!! ―.
Me encanta estar sola y poder cantar como loca.
―¡Ufff! ―. Escucho de repente y de manera muy suave en mí oído.
¡Bah! Debe ser mi lesbiana interior que le encanta cómo me veo en cuquitos y quiere decirme: «¡Uy, mamoooor!», mientras se muerde el labio. Je, je, je.
―So needless to say, I’m odds and ends… ¡Ajá! ¡Con que aquí están! Casi no los encuentro.
Preciso, los lápices están empolvados, mordidos y sin punta. «¿Por qué es tan desordenada, Jazmín?» Diría mi mamá.
―¡¡¡TAKE ON MEEEE!!! ¡Yeah!
Mi papá estaría gritándome: «Oiga, Jazmín, no se tire la canción». Es un bacán. A sus 45 años parece un adolescente. Canta y baila conmigo. Desde muy niña me enseñó de rock. Le apasiona hablar de música y creo que heredé esa pasión. Mi mamá es otro cuento. No llega a los 40, pero a ratos parece que tuviera cien. ¡Uish! Je, je, je.
―Hola, Jaz ¿Qué haces?― Me escribe Felipe.
«Bailar semidesnuda», pienso. Jua, jua, jua. Imagino la cara que pondría si le respondiera así. Ay, Felipe, qué pecado. Eres parte de otra historia.
―Nada, ‘Pipe’. Voy a dibujar―, le respondo.
Me responde con tres emojis de asombro. Son lindos.
―No sabía que dibujaras―, escribe en la siguiente línea y finaliza con otros tres emojis de asombro.
―Pues, no es una cosa que digamos qué bien dibuja esta vieja, pero me defiendo. Creo.
―Debes dibujar hermoso, Jaz.
Ya empezó. Es que no disimula ni un poquito, pero él piensa que sí. Es muy lindo conmigo, pero mendiga mucho, se le nota la traga. Me mira con esos ojitos de gato enfermo y me da pesar… Qué cagada, pero no me entusiasma ni un poquito.
―Si tú lo dices ―. Le respondo y dejo el teléfono encima del escritorio.
Siento que vibra una, dos, tres, cuatro veces… Creo que Felipe se mandó una ráfaga de mil mensajes cursis: «Eres buena en todo que haces. Bla, bla, bla. Además, eres linda e inteligente. Bla, bla, bla. Quiero hacerte un hijo» ¡JA, JA, JA! Bueno, no más mamadera de gallo… manos al papel.
―Tu, tu, tu, tu… tu, tu, tu… We’re talking away, I don’t know what, I’m to say…
¡Uy! Amo esa canción.
―Tu, tu, tu, tu… tu, tu, tu.
Hace rato quería dibujar, pero no había podido. Mi último dibujo fue hace mucho tiempo. A todas estas, ¿dónde estará? Recuerdo que me había quedado incompleto; pero, dónde estará.
―Esa línea está muy delgada―, siento una voz muy suave en mi cabeza.
Decido que no voy a prestarle atención a nada, ni a nadie. Ni a Felipe, ni a la voz, ni a Martín… bueno, a ‘Martín papasito rico’ sí, pero ese no escribe un sábado a esta hora. Debe estar durmiendo la borrachera.
¡Ash! ¡¡Qué desespero!! No la logro, no la logro. En serio, me está costando demasiado trabajo. ¡Eh! ¿Cómo era ese dibujo?
―A ver, Jazmín: respira, concéntrate, respira.
Dejo el computador en silencio. Necesito concentrarme y no me quiero frustrar en el intento.
«I’ll be goneeeeee», je, je, je… De qué me sirve apagar la compu, si igual la canción no quiere salirse de mi cabeza «Take on meeee»
Estoy recordando los detalles de ese último dibujo. Era sencillo, aunque tenía varios detallitos. Medía unos 22 centímetros de largo por 14 de ancho. Recuerdo que era muchísimo más grande del modelo que ese día me había servido de inspiración, para luego esfumarse.
«Take on meeee»
Poco a poco mis dedos dibujan esos mismos trazos. Me parece estar viéndolo inmóvil en una esquina de mi escritorio, mientras lo dibujaba. Parecía que sabía que lo estaba retratando y posaba muy juicioso para mí. Recuerdo sus seis patitas diminutas, sus pequeñas antenas. Se veía tierno, sus alitas eran frágiles. El dibujo quedó bello, me gustó mucho. Recuerdo que no use color, sino carboncillo. Quería inmortalizarlo, pero lo perdí. ¡Lástima!
«Tu, tu, tu, tu… tu, tu, tu… You’re all the things I’ve got to remember».
Dibujar hace que el tiempo pase a un segundo plano. Pasaba horas dibujando, cuando me daba cuenta no había almorzado, no me había bañado. Valía la pena, realmente dibujaba bastante bien. No sé por qué dejé de hacerlo.
―¡POR FIN! Casi que no.
―Así está mucho mejor―. Escucho de nuevo esa voz.
Es la misma que he sentido toda la mañana, pero esta vez es mucho más profunda, me resulta un tanto inquietante, pero con tanta cosa que habita en mi mente, prefiero continuar ignorándolo.
―Un poquito de sombra más por aquí… Perfecto.
Me quedó bien bonito, pero estoy mamada. Necesito estirar los brazos, mover las manos. Sentir de nuevo mis dedos hasta que suenen. «¡Que no se saque las yucas, Jazmín!» Diría mi mamá. El cuello me truena, duele un poco.
Parémonos de la silla y miremos cómo se ve a contraluz.
―¡Ufff! Me encanta.
Me siento orgullosa de mi creación, pareciera que estuviese vivo. Debería enmarcarlo. Definitivamente, me pasé. «Jazmín, mereces un nobel de dibujo». Ya puedo poner otra vez música.
―Tu, tu, tu, tu… tu, tu, tu… In a day. Take on me, take on me.
¡Epa! ¿Qué fue eso? Me pareció ver algo a través del espejo, pero solo estoy yo, en cucos y con frío.
―Con razón le gustas tanto―. Me dice la molesta voz.
―¡¡¡Jueputa!!!
Qué susto. Es la misma voz, pero mucho más intensa, penetrante y morbosa. Esta vez no puedo ignorarla. «Tranquila, Jazmín: respire, inhale, exhale. Aquí no hay nada». Necesito sentarme.
We’re talking away.
Que se repitiera la canción me despabila un poco. No quiero escuchar música, no quiero nada. ¡Eh! Arrugué el dibujo. Veamos si tiene arreglo. «Pareciera que sí». Solo es cuestión de plancharlo con la mano un poquito.
―¡Ay, Juepu… ¿Ahora qué? ¡Grrrr!
Qué pinchazo que me pegué cuando estaban tratando de planchar la hoja. Me salió una gotita de sangre. Menos mal. «Ya, ya pasó. Solo fue el susto, el dibujo está bien». Pero cómo duele.
―¡Felipe, Terminééééé!― Le escribo y le envío unos emojis de ojitos cerrados y ojitos de corazón.
―Está una chimba, mi Jaz―. Me responde juntos con los mismos emojis que le envié.
La respuesta tan efusiva de Felipe me da risa y me hace olvidar del dolor en mi dedo. Qué tal que me viera cómo estoy vestida. Je, je, je. «Vamos a terminar de enamorarlo».
―¿Quieres ver cómo quedó? ―. Le pregunto.
―Claro que sí, Jaz―. Responde.
―Dime si no me quedó lindo―. Escribo debajo de la foto del dibujo.
¡Ups! Su reacción no fue la que esperaba. Me respondió con tres emojis de miedo.
―¿Qué pasó, ‘Pipe’? ―Le pregunto mientras volteo a mirar mi dibujo―. ¿Está feo?
Veo que está grabando un audio, pero se arrepiente de enviarlo.