Nudo

No me duele el amor, me duele la vida.

Por, Andrés Angulo Linares

¡Ya! La banca de madera cojea un poco. Parece un ejercicio sencillo: atrás, adelante, atrás; punta del pie, talón, punta del pie. Al fin cae. Veo mis pies suspendidos en el aire, me doy cuenta de que, después de todo, no fue la mejor idea. La soga empieza a aferrarse con más fuerza sobre mi garganta, no solo me asfixia, me quema ¡Cómo quema!

¿Quién fue el imbécil que dijo que toda la vida pasaba frente a un moribundo cuando estaba agonizando? No veo nada, solo siento las cuerdas sobre mi garganta, ¡Me lastiman!

El aire empieza a disminuir, trato de respirar y solo consigo hacerme más daño. Estoy empezando a babear y eso realmente me incomoda. Con mis manos trato de aflojar la cuerda, trato de encontrar dos centímetros de aire. ¡Qué mala idea! ¡Maldita sea! ¿Por qué tenía que acabar de arruinar un mal día con una idea tan estúpida?

Al frente mío veo el computador y la cámara encendidos. Esta mañana dejaste la conversación abierta, ¿recuerdas? ¿Creíste que no sería capaz? Mira que sí pude, me sobraron los pantalones que aseguraste que no tenía, al final sí tuve los huevos suficientes para tomar decisiones radicales, aunque ahora me esté arrepintiendo.

¡Menuda sorpresa la que te espera cuando regreses! Intento reírme, pero solo consigo lastimarme más. Toso. Me pregunto qué sentirás cuando me veas suspendido del techo, qué pensarás cuando encuentres en el chat lo último que te escribí y que no quisiste leer porque preferiste escapar, fumarte un cigarrillo, besarte, revolcarte con él ¡Puta! ¿En serio pensabas que no sería capaz?

¡Mamá! ¿Por qué me miras así? No, no lo hagas. Te veo sonreír, veo tu rostro mientras me alzas, veo mis pies, qué pequeños son. Están moviéndose junto con mis brazos, al tiempo que me rio a carcajadas. Me haces reír cuando me soplas la barriga. ¡Mierda, eso es amor!

No, no mamá… estás un poco más vieja, pero no se te nota, yo estoy un poco más alto y te doy a la altura de tus hombros. ¿Qué es eso, mamá? ¿Un regalo? Perdí cuatro materias, tengo anotaciones en el observador, el rector me vio fumando, te dijo que una falta más e iba a expulsarme y ¿tú me premias? ¡Insúltame, golpéame, échame de la casa!, así mi espíritu rebelde se verá recompensando y tendré más argumentos para alimentar mi odio. ¡No, mamá, no! El carro que quería, una patrulla de policía ‘Polonez’, tiene marcas, está hermosa. No, mamá, acabas de dejar a mi rebeldía por el piso, postrada ante tu nobleza.

El aire se me sigue escapando, sigo babeando y me doy asco. Quiero soltarme y ya no quiero morir.

¿Ah? ¿Tú qué haces aquí? Te beso despacio, estoy viéndote desnuda por primera vez. Estamos en mi habitación, tú tienes 17, yo 23. Estoy excitado, me encuentro ansioso. Eres hermosa y me dejo perder en tus besos.

¿Qué? ¿Te vas? ¿Te vas ahora, amor? Me gritas que esta fue la última vez y lo único que pienso es qué haré sin ti. Botado en el sillón, con la cara envuelta en llanto, te veo cruzar la puerta por última vez. Tú tienes 25, yo 31.

La habitación se hace borrosa. La cámara del computador sigue grabando y trato de zafarme de esta maldita soga. Pataleo con más fuerza y veo una sombra en la puerta, siento el frío de la muerte que ha venido por mí. Quisiera ofrecerle algo de beber, pero estoy un poco ocupado. Maldita sea, reír en estas circunstancias tampoco es buena idea. Toso.

¿Qué hace toda esa gente aquí? ¿Por qué aplauden? ¿Yo qué hago parado en una tarima? ¿Por qué alzo las manos?… ¡Mamá! Realmente estás contenta, tu hijo, el inútil ese, por fin acaba la universidad. La vida en verdad nos está sonriendo. Te prometo mamá que desde ahora todo será mejor.

Licor, veo mucho licor sobre la mesa, estoy rodeado de botellas, de cajetillas vacías y siento mis mejillas húmedas. Grito tu nombre, reviso tus cartas, repaso tus promesas, busco entre los cajones tu aroma, quiero que estés aquí para que me perdones. Tú tienes 27, yo 33. Hace dos años te vi cruzar la puerta y no te olvido, quiero tener una soga en mis manos. La vida en verdad se ríe de mí.

¡Maldita sea! ¡Cuántas imágenes! Al final el imbécil tuvo razón. Lloro.

¿Por qué no muero aún? ¿Qué más me falta ver?, ya lo vi todo, vi cada fracaso, miles de derrotas. Cada paso me hunde más en el lodazal que yo mismo me encargué de elaborar con tanto cuidado. Cada día es una carga más pesada, días enteros repletos de depresión, de melancolía y de miseria. Tengo 37 años y siento que la vida me pesa como si tuviera 100.  Toso. No me duele el amor, me duele la vida.

Lloro. Qué decisión más idiota. En fin, qué importa una más, una menos, no creo que haga diferencia en este momento. ¿Después de cuántas he de morir? No lo sé, pero algo me dice que a esta no la distraeré con chistes pendejos o cuentos vacíos.

Las lágrimas se mezclan con la baba blanca que baja por mis mejillas hacia el mentón. ¡Doy asco! Cuando regreses me verás a través de tu monitor, me verás una vez más perder mi dignidad frente a ti.

El amor me dio una segunda oportunidad contigo. ¡Adivina! Sí, lo arruiné de nuevo. Qué eterna es la agonía, qué poca cosa es la vida, mucho más corto aún, el tiempo para enmendar.

¡Al fin Llegaste! Prendiste la luz, ¿estás muy contenta? Dime, princesa, ¿vienes de hacer el amor con él mientras yo luchaba por mi vida? ¡Ja! Y me decías que no me preocupara, que todo iba bien, que solo me amabas a mí. Mírame, suspendido del techo mientras él te daba la cogida de tu vida. ¡Mira el maldito monitor! No voy a estar colgado para siempre. ¡Mira el maldito monitor!

Eso, ven, acércate. Eso, lee lo que te escribí. Me doy cuenta de lo hermosa que eres, así hubieses estado con tu amante.

¿Qué pasa contigo, nena? ¿Sorprendida? ¿Sabes?, tus silencios siempre dijeron más que tus palabras. Me miras fijamente, mueves tu cabeza, ¿Qué estás negando?

Veo mis pies, están cansados, veo la banca caída sobre el piso. Mi cuerpo entero se mueve dando los últimos soplos de una vida que, aunque miserable, pareciera negarse a la posibilidad de dejar de existir. Cada vez veo más borroso. ¡Sálvame, amor! Ya lo hiciste una vez, hazlo una más y te prometo que todo será mejor.

Estás llorando. ¿Te pone triste verme así? ¿Te doy asco, verdad? Por eso tienes una aventura, ¿cierto? Pues bien, aquí estoy, ¿Creíste que no sería capaz?

El amor nos arrinconó. Nos sonrió, en verdad lo hizo. Hoy la vida se ríe de nosotros.

¿Qué haces? ¿Tan rápido te secas las lágrimas? Siempre has sido práctica ¿no?, volteas la hoja y así lo resuelves todo. Pues no, esto nunca lo olvidarás. ¡Mierda! Debería no reírme en este instante, la tos se hace más seca y el mentón lo debo tener pegajoso.

Te acercas a la cámara. Corres tu cabello, siempre lo haces cuando tienes algo importante qué decirme:

No podría esperar menos de ti —me dices con amargura y te alejas.

Te veo cruzar la puerta, como lo hizo ella años atrás, mientras yo quedo desecho. Todas son iguales. Tú tienes 34, yo 37.

Antes de colgarme me tomé un tinto, hacía frio. Me fumé el último cigarro y juré que sería el último. El cáncer se quedó con las ganas de verme sufrir.

Qué importa ya, mañana mi mamá desatará el nudo.

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