Una camada de muchachitos pertenecientes en su mayoría, a los barrios más populares y representativos de la capital, se rasgan las vestiduras y se quedan sin voz de tanto gritar vivas por un equipo de fuera de la ciudad.
Mientras los Diablos Rojos celebran su regreso a la A, los ‘verdolagas’ del Nacional se siguen lamentando por la eliminación de su equipo, que iba directo a la consecución de la estrella No. 16. Es una lástima por el fútbol, y que en honor a la verdad, deja por fuera al mejor equipo de la temporada, todo por una mala organización de la Dimayor, cuyo gerente se escuda hoy en afirmar, que el presidente del Atlético Nacional, había aceptado las condiciones erróneas de un torneo mal administrado, que en cambio de suspender el campeonato, o aplazar o adelantar los partidos del equipo antioqueño, prácticamente lo obligó a tener que afrontar la semifinal de la Liga, con un equipo de juveniles recién ascendidos. ¡Qué vergüenza! Me uno a las críticas del técnico Reynaldo Rueda, y a la impotencia de una afición que vio cómo se le escapó un torneo, nuevamente por los caprichos de unos dirigentes de cuello blanco, que no se han dado cuenta del bajo nivel de una Liga en decadencia, que dista de lo que algún día fueron los clásicos de los equipos representativos de las tres ciudades más grandes e importantes del país. Pero hay que decirlo con claridad: “Lástima que este tipo de ‘personajes’ nos sigan representando.
Y ya que hablo de lástima, como bogotano que soy, me invade aún más la tristeza, el ver recientemente cómo una camada de muchachitos pertenecientes en su mayoría, a los barrios más populares y representativos de la capital, se rasgan las vestiduras y se quedan sin voz de tanto gritar vivas por un equipo de fuera de la ciudad. Me produce gran desconsuelo ver la pérdida de identidad de buena parte de los hinchas de Bogotá, que nacieron aquí, se criaron aquí, se están educando aquí, trabajan aquí e incluso hoy se benefician de lo que aquí, mal que bien la ciudad les ofrece, pero se declaran hinchas furibundos de los equipos de otras tierras. Quizás, en su momento ni siquiera tenían la madurez suficiente para tomar tales decisiones, pues muchos no lograban tener conciencia de sus actos, ni mucho menos un sentido de orientación. No había nadie que los guiara y se dejaron llevar por la moda, por la fama, por el triunfalismo de los clubes en aquella época. Ellos, son los llamados ‘hinchas de títulos’.
Son los seguidores bogotanos que cuando tuvieron un poco de uso de razón y supieron que había un deporte que se llamaba fútbol, se hicieron hinchas de América de Cali o de Atlético Nacional de Medellín, pero porque esos clubes fueron los que ganaron varios títulos, en aquel entonces. Esa clase de afición es la que me da lástima. La misma lástima que a uno le da, cuando ve cómo la ingratitud y la falta de identidad y de sentido de pertenencia, se apoderan del corazón de nuestros hermanos de raza, de sangre y de territorio. Pero celebren si quieren, levanten sus banderas ajenas, saquen pecho, pero deben saber que yo jamás les reconoceré en la más mínima medida, ninguna clase de autenticidad ni de amor propio. Su traición a la patria chica, no tiene perdón de Dios, ni siquiera siendo el fútbol un juego, una pasión o una locura.
Muchos alegan el libre desarrollo de la personalidad. Otros, la posibilidad de enamorarse y querer más a la familia del vecino que a la propia. Algunos, ni siquiera conocen la ciudad de donde vienen los equipos de sus amores, y mucho tampoco han visitado sus estadios, pero se conforman con verlos de vez en cuando, cada que les toca de visita en El Campín.
Pueden inventar las excusas que quieran, pueden llenarse de miles de argumentos, pero para mí seguirán siendo el nivel más bajo en la escala del fútbol. Quienes en su beneficio, producto de un título reciente o del pasado, tomaron la decisión más facilista, la más egoísta y la más representativa de una sociedad que le hace apología al ‘vivo’ y pone en práctica la ‘cultura del atajo’, no merecen mi más mínima confianza y mucho menos mi respeto, porque en cualquier momento, me darán la espalda, quizás a causa del mayor postor.
Existen hinchas que algún día heredaron la gloria de equipos que no son de Bogotá, pero aún así, sin sonrojarse, se siguen haciendo llamar bogotanos. Qué despropósito y qué incoherencia. Y lo peor de todo es que llevan años así y no se quieren dar cuenta de ese enorme error histórico y geográfico. El desarraigo por su ciudad se ve a todas luces, la pérdida de identidad, y peor aún, si estamos hablando de aquellos que realmente nacieron en la capital, al igual que sus padres y abuelos, y que a pesar de ello y de que tienen grandes raíces en nuestra querida capital, tercamente inclinaron sus preferencias hacia equipos de otras latitudes. Esos son los peores.
Pero hay otra clase de hinchas, aquellos que también se hacen llamar bogotanos, y que incluso, hasta cantan el himno del Distrito Capital: «Entonemos un himno a tu cielo, a tu tierra y tu puro vivir, blanca estrella que alumbra en los Andes, ancha senda que va al porvenir…». Esos son hijos de colombianos procedentes de otras regiones, cuyos padres vinieron a rebuscarse la vida en la capital y aquí se quedaron, con todo y sus costumbres regionales, y heredaron el amor de sus padres por los equipos de su provincia. Si las cosas son así y no hay poder humano que los haga entender y aceptar aquella distancia que ya tomaron, a esa clase de hinchas yo les pregunto: ¿por qué no se van?, como dice la canción de Los Prisioneros. Hay un dicho muy antiguo que dice: «A donde fueres, haz lo que vieres».
Por esa razón, es que públicamente manifiesto mi respeto por la hinchada de Santa Fe, que están con el equipo de sus amores en las buenas y en las malas, por aquellos que hasta hace poco tiempo, pasaron saliva durante 36 años y un poquito más, para poder volver a celebrar un título, y que al igual que nosotros, la afición más grande del país, la de Millonarios, tuvimos que aguardar cerca de 24 años para obtener la tan anhelada estrella No. 14. Incluso es más loable que un bogotano se haga hincha de La Equidad, del Chicó Fútbol Club, de Fortaleza o del recién ascendido ‘Tigres’ de Soacha, pero nunca de Nacional o de América. Si tanta era la gana de hacerse hincha de un equipo de afuera, por qué no se hicieron hinchas del Huila, del Cúcuta o del Quindío. ¿Porque estos equipos no ganaron ni ganarían títulos en corto tiempo, verdad?
También felicito a los hinchas paisas del Nacional, porque ellos sí saben lo que es querer la tierra donde nacieron. No como las personas que se colocan la camiseta de la Selección Colombia y se ponen en modo ‘rumba’, aunque el fútbol no les guste. Lo hacen porque es una moda y eso les representa un ‘plancito’ con sus amigos. Claro que hay que ver como los paisas rechazan tajantemente la presencia de barras verdolagas de otras ciudades, como ‘Los del sur’, de Bogotá. Si no me creen, pregúntenle al propio Mauricio ‘El Chicho’ Serna, a ver qué opina de esta clase de bogotanos hinchas de títulos.
Y no estoy diciendo que no puedan ser hinchas de equipos de otras regiones, porque seguramente ya lo son, lo que digo es que hay que ser congruentes y tener sentido de pertenencia con la ciudad en la que se nació, y disfrutar del arraigo y el beneficio de hacerse aficionado de un equipo de aquí, de las entrañas de la capital, que pueda ir a ver jugar al club de sus amores cada ocho o quince días, y no de vez en cuando, como les ha ocurrido y les tocará seguir haciendo, a los ya reconocidos hinchas de títulos, que tristemente los hay y en gran cantidad en Bogotá.
Por, Jorge Armando Piedrahíta Cabrera
Comunicador Social
Periodista Deportivo
Docente
http://armandocomunicacion.blogspot.com.co/
Fotografìa tomada de internet: ComuTricolor.com