Un Boeing 727-21 despegó a las siete y trece del Puente Aéreo de Bogotá rumbo a Cali. Jamás llegó a su destino, sus 107 pasajeros tampoco lo hicieron. Esa mañana del 27 de noviembre de 1989, el HK1803 –de fuselaje rojo y de letras blancas– explotó en el aire, el estruendo sacudió el Cerro Canoas, ubicado en el municipio de Soacha. La noticia no tardó en llegar a la radio.
Portada tomada El Colombiano | Fecha: 28 de nov 1989 | Fuente: ArchivoCIP- @El Colombiano
Por aquella época en nuestros oídos el eco del estruendo retumbaba con una frecuencia absurda, se paseaba a su antojo por entre calles y avenidas; sacudía edificios, volcaba autos, apagaba vidas, derrumbaba aviones. No había lugar seguro, la tragedia se paseaba de la mano con la muerte, la desgracia se camuflaba entre el fútbol y la farándula.
Muchos no teníamos la edad suficiente para comprender la dimensión de lo que pasaba a nuestro alrededor, en muchos de nosotros el recuerdo de aquellos días ya no está. Sin embargo, en la memoria de los huérfanos que dejó, ese estruendo –quizás– retumbará por siempre. Finalizaba la década de los 80, los niños de entonces, aún no llegábamos a los 10 años.
La huella del narcotráfico que permeó todas las esferas de la sociedad, como la de la violencia que atravesó campos y ciudades, escribió un capítulo definitivo –cruento y devastador– en la historia de Colombia –país que ha aprendido a sobrevivir en medio de sus desgracias–, pero en el que algunos de sus habitantes rinden culto a los nombres que dejaron en la vida de miles de inocentes, una cicatriz que llevarán por siempre.
Esos nombres, Los Extraditables, los mismos que alcanzaron peldaños en la política y que preferían una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos, encontraron en el narcotráfico una forma de vida; una parte de la sociedad hizo de su imagen una leyenda; la televisión, el cine, el comercio y otras esferas, hicieron de este, una cultura; el estigma internacional, permitió que se instalara como una insignia que nos identificaba como colombianos.
Ricardo Gnecco, nacido en la Cali de los ochenta, fue uno de esos niños que tuvo que crecer con el eco que el estruendo del narcotráfico dejó en el país. Creció en medio de la violencia y de esa cultura que reivindicaba a los narcotraficantes y sicarios como unos bad boys –esos rock stars de la mafia– a los que había que rendirles culto. Sus años de infancia en la capital de la salsa, también los vivió en compañía de los sonidos del rock en español, que por aquella época empezaban a ganarse un espacio en el espectro radial colombiano.
Inquieto por las guitarras que escuchaba de Hombres G y Los Prisioneros, Ricardo descubriría un talento que hoy en día no considera como innato, pero que empezaba a mostrase, por aquellos años, como un camino que habría de convertirse en la materialización de sus emociones. Desde allí, el rock ha sido esa banda sonora que le ha puesto música a las diferentes etapas de su existencia; desde el colegio hasta su vida profesional, en él ha encontrado un canal de expresión y una extensión de su identidad.
Doce-04, agrupación que formó en compañía de Camilo Barón, fue su primera experiencia en el camino del rock. Dicho proceso dejó una producción discográfica y se extendió hasta 2014. Rebelde, inconforme y con el deseo de encontrar una identidad propia, cinco años después –esta vez como solista– dio vida a Los Anti-Extraditables, proyecto cuyo nombre manifiesta su oposición a la organización criminal que los jefes del narcotráfico conformaron en los 90’s, para presionar al gobierno, a través del terror que lograron sembrar con su estruendo en las calles.
«Me declaro en contra de Los Extraditables, y por consiguiente, en contra de todo lo que eso significa», expresa Ricardo Gnecco en su video de presentación.
La hipocresía que se respira en redes sociales, la mediocridad artística que ha llegado con el mainstream; la indiferencia y la doble moral de los individuos; la corrupción, la violencia y la decadencia social, son retratadas por la agrupación sin indulgencia, a través de la conjunción de diversos ritmos. Los Anti-Extraditables, termina siendo, ese espejo donde la sociedad Latinoamérica puede verse reflejada desde su esencia más pura y oscura.
La identidad musical de Los Anti-Extraditables, transita con libertad por diversas posibilidades rítmicas; sus canciones, bien pueden ser atravesadas por el sabor latino de la salsa, la alegría del ska o por el enfado del punk; sus letras –entre la ironía y el sarcasmo– permanecen ajenas a los buenos modales y no conocen la censura. Son composiciones honestas y viscerales se expresan a través de una estética sonora.
Radicado en Indianápolis desde hace siete años, Ricardo no desconoce esa esencia latina que se manifiesta en su expresión musical. Orgulloso de su origen y consciente de la realidad que se respira en Colombia, no permanece callado, tampoco se esconde en la comodidad de la indiferencia. Todo lo contrario, se podría afirmar que sus canciones son el reflejo de la impotencia que despierta ese crudo relato nacional.
Autor de la novela Contrapunto, libro que narra la historia de un hombre con un talento –que no quiso tener– por la música, Ricardo encuentra en la música y en la literatura, un lenguaje que interpreta sus emociones y –por qué no– un escape al peso de la cotidianidad.
Ricardo regresará a Colombia el próximo mes, para realizar una gira por diversos escenarios en la ciudad de Bogotá.
Carlos y José es un par de amigos con muchas aspiraciones de querer cambiar la dura realidad del país, pero a decir verdad, con muy pocos logros. Su terruño, es un pueblo ubicado en la Costa Atlántica colombiana, región corroída por la corrupción y donde la actividad política está basada muchas veces en la práctica de los delitos más comunes contra el sufragio. Un voto allí puede ser pagado con una tarifa que va desde los 10 mil a los 200 mil pesos.
Por azares de la vida los dos compadres fueron invitados a la posesión de los Congresistas el 20 de julio de 2018, un evento que para la ocasión resultó histórica a raíz de que ex guerrilleros de las FARC se posesionaron de 10 curules, con base en lo acordado en el Acuerdo de Paz suscrito en la Habana.
Ese día Carlos y José, acostumbrados a su vida austera, estrato 2, vieron como en el Congreso de la República, se vive en una gran burbuja que contrasta con la pobreza, violencia y desigualdad social que se vive a menos de 500 metros de las puertas del Capitolio, y se extiende por toda la Colombia real.
Y comenzó el show…
A Carlos y José lo que más le resultó difícil, a decir verdad, ese día festivo de la democracia, fue vestirse de paño y corbata, debido a su carácter caribe e informal, pero sabían que la formalidad en el vestir era clave para dar una buena impresión. No querían pasar de «lagartos», como se conoce a quienes se acercan a los políticos sólo con el fin de conseguir un trabajo o un privilegio.
Fotografía tomada del artículo “Así conocí a Pablo Escobar”, publicado en Revista Semana (2007)
No obstante optaron, entonces, por vestir de paño: blazer y pantalón oscuro complementado de camisa formal, pero no sabían a ciencia cierta si la corbata era obligatoria, recordaron el sonado caso del extinto narcotraficante Pablo Escobar en 1982, cuando fue elegido como Representante a la Cámara, a quien casi no lo dejan entrar a posesionarse de su curul por falta de corbata.
Escobar solucionó el impasse 36 años atrás usando la corbata de su conductor y Carlos y José, optaron en 2018, llevándola en el bolsillo, «por si las moscas».
Al llegar al Congreso al par de amigos les impresionó el fuerte operativo de seguridad, más de 3.500 policías cuidaron la zona acordonada que representaba 30 cuadras del centro de la ciudad y les produjo un alto impacto ver la Plaza del Bolívar solitaria, solo con la presencia de las palomas que acostumbran visitarla, lucía hermosa por la arquitectura que data de siglos atrás y el radiante sol que reinó durante la jornada. Se sintieron personas VIP (Very Important Person), porque no todo el mundo podía entrar allí, a la burbuja.
Ingresaron, pasaron por el detector de metales, fueron explorando ese mundo desconocido para ellos, de grandes pasillos, pisos de mármol, columnas de arquitectura republicana y neoclásica, grandes espacios que evocan la historia con vistosos murales, estatuas y cuadros de los próceres de la República.
Aunque pudieron entrar sin corbata, porque los tiempos han cambiado, se sintieron un poco intimidados cuando caminaron entre personas que lucían costosos paños y modernos vestidos, bonitas mujeres que denotaban elegancia, glamour, y unas fragancias de perfume profundamente deliciosas.
Era otro mundo, muy distinto al de la Colombia real que comienza a pocos metros del centro de poder.
Carlos y José pudieron apreciar a políticos que ostentan su fama, otros que hacen alarde de sus ilustres apellidos y los menos conocidos y recién llegados, felices, porque habían coronado su meta a pesar de lo costoso que resultó el proceso.
Llegar al Congreso no es fácil. De 2.957 inscritos en las listas, la victoria la lograron 268. Unos como José Obdulio Gaviria del Centro Democrático que fue anunciado como gran derrotado en el pre-conteo el día de elecciones, exigió revisión voto a voto de los escrutinios y se salvó, obtuvo su curul.
La sombra de la corrupción
No es un secreto, en Colombia hacer política cuesta, por los gastos de publicidad, las lechonas, los tamales, las rumbas, las reuniones, el transporte, las brigadas, en fin, para conquistar el “favor” popular se necesita de mucho dinero. No faltan los candidatos que buscan seducir con golpes de opinión pero ya pasó esa época de que emboladores, celadores y hasta actores conquistaban una curul, la maquinaria política los arrasó.
Hay quienes advierten que muchos de los políticos al lograr ganar una curul, llegan comprometidos con sus patrocinadores que en ciertos casos invierten en el negocio de la contratación pública, lo que puede terminar en corrupción. En los corredores del Congreso se respira poder y la sed por ese poder, mal manejada, ha sido uno de los principales cánceres de nuestra sociedad.
Fotografía tomada de El Colombiano: http://www.elcolombiano.com/colombia/paz-y-derechos-humanos/seguridad-de-lideres-sociales-fue-debatido-en-el-congreso-CH9283985
El par de costeños impresionados por la historia y el lugar caminaron los diversos rincones del Congreso, había muchísima gente esperando en salones llenos la trasmisión por televisión. Con un pequeño engaño, nuestros protagonistas, pudieron ingresar a los palcos donde ya no había cupo, porque invitados precavidos madrugaron para tener el honor de ver la instalación del Parlamento, cómodamente sentados y atendidos muy bien por los encargados del protocolo, “… a quien madruga, Dios lo ayuda”.
Desde el palco observaron la majestuosidad del recinto, el cuadro gigante del maestro Obregón presidiendo el salón, los congresistas en pleno en las curules luciendo cómodos en muebles elaborados con madera fina. Las pantallas de computador instaladas en cada uno de los escritorios dieron cierto toque modernista al escenario.
La combinación de todos los elementos constituían una panorámica única y espectacular, estaban absortos de ver con sus propios ojos donde se define el destino de millones de colombianos, emocionados estaban hasta cuando dos policías les aguaron esa fiesta visual y solicitaron a Carlos y José que salieran del palco, el engaño solo les surtió efecto durante 15 minutos.
La alfombra roja
Un tanto frustrados, luego de haber sido removidos del palco, los dos amigos continuaron su exploración y se encontraron algo mejor, la entrada al recinto principal. Allí comenzaron a reconocer a todas personalidades de la política colombiana actual, sin darse cuenta, llegaron a la alfombra roja del evento.
María Fernanda Cabal y José Félix Lafaurie | Tomada de Radar Económico: http://radareconomicointernacional.blogspot.com/2015/11/maria-fernanda-cabal-el-infierno-no.html
Los medios de comunicación cazaban entrevistas, los más solicitados fueron los primíparos del naciente partido de las Farc, la ex senadora Claudia López, a quien le encanta “mojar” prensa y que aprovechó la elección de su pareja sentimental, la representante Angélica Lozano, para darse su palomazo mediático a pesar de ya no hacer parte del Congreso. Así también lo hizo una de las más controvertidas figuras del uribismo, María Fernanda Cabal y su esposo el dirigente Gremial, del mismo modo controversial, José Félix Lafaurie, Enrique Robledo, Antanas Mockus, Álvaro Velasco, en fin, la constelación de estrellas políticas criollas desfilaban uno tras otro para llegar al recinto de instalación.
El ex candidato Gustavo Petro, quien ganó el derecho a una curul por ser el segundo en las elecciones presidenciales, un «regalito» que le dejó Juan Manuel Santos al nuevo Gobierno con la nueva ley de equilibrio de poderes, no aceptó entrevistas, pero sí accedió a tomarse selfis con las empleadas del aseo del Congreso.
Una mujer nueva en el Congreso, la hija del asesinado Carlos Pizarro León Gómez, María José, fue también blanco de los medios de prensa. Todos esperaban al senador Álvaro Uribe, quien no aceptó preguntas y entró al salón elíptico con una rapidez desmesurada en compañía de casi toda su bancada.
Un hecho llamó poderosamente la atención de Carlos y José: alrededor de la “alfombra roja” estaban dos personajes que en su región son enemigos declarados. Sin embargo, ese día parecían los mejores amigos entre abrazos y sonrisas.
Al saber que una prueba de esta conveniente amistad sería una bomba noticiosa para sus paisanos, Carlos se acercó, sacó su celular a una discreta distancia y lanzó un fallido disparo fotográfico, al cual el DR. XXXX supo responder hábilmente haciéndole una verónica de novillero, al taparse el rostro con una de sus manos, con una astucia inusitada. La emotiva amistad y compinchería de dos archienemigos de la costa, que “supuestamente” se odian como los que más, no pudo quedar registrada.
La conclusión que Carlos y José sacaron ante este hecho se resume en la frase: «la política en Colombia es dinámica», algo cierto y conveniente para explicar algo tan inverosímil.
La Colombia real
268 congresistas elegidos por mandato popular más los doce que fueron añadidos entre el partido de Farc y las minorías, le cuestan al país más de 6.500 millones de pesos en diferentes rubros al año.
Cada honorable “Padre de la Patria”, vale mucho dinero al Estado en viajes, viáticos, primas, vehículos, comidas, escoltas, etc., se sabe que sOlo el dispositivo de seguridad que protege al ex Presidente y senador Álvaro Uribe cuesta anualmente 4.116 millones de pesos.
Muchos observadores determinan las anteriores montos como un despilfarro, pero así están las reglas de juego, cifras que analistas piden en parte se destinen a la inversión social en la Colombia real.
Fotografía tomada del artículo «Aumenta la pobreza en Bogotá», del sitio http://www.bogotacomovamos.org/blog/aumenta-la-pobreza-en-bogota/
Paradójicamente, a 880 metros de la emblemática Plaza de Bolívar donde está ubicado el Congreso y la Alcaldía de Bogotá y que goza de una alta seguridad, se desmanteló la famosa calle del Bronx, que por décadas fue un verdadero infierno donde operaba el tráfico de drogas, la trata de blancas y toda clase de crímenes atroces.
A pocos metros de ese centro de poder, en la carrera décima con avenida Caracas, se puede encontrar la mala fortuna a manos del más hábil cuchillero y hasta de familias enteras de delincuentes que con gran descaro atracan a transeúntes, roban espejos de carros aprovechando la ausencia de autoridad.
En esa Colombia real, a pocos metros del Parlamento, están los vendedores ambulantes y los fotógrafos que obtienen por sus trabajos, ingresos menores al salario mínimo legal vigente, se valen de su perseverancia, con la angustia entre las uñas, para buscar un bienestar para ellos y sus familias ante la falta de oportunidades que ofrece el Estado.
Esa es la Colombia que con cierta ingenuidad quieren cambiar Carlos y José, la misma que todos los senadores y representantes elegidos dicen que aliviarán con leyes justas previstas en el seno del Parlamento… ¿será verdad tanta belleza?
El desenlace
La ceremonia oficial comenzó. El mandatario de turno Juan Manuel Santos, a las tres de la tarde instaló el Congreso y mientras todo trascurría en lo que se llama una práctica normal en el parlamento, que mientras los oradores hacen sus discursos no todos escuchan, el senador Mockus bastante afectado ante el irrespeto de sus colegas por Efraín Cepeda, presidente saliente del organismo estatal, no dudó , a pesar de sus 66 años de edad y el Parkinson que padece, ir a la parte baja de la mesa directiva, bajarse los pantalones como lo hizo hace 20 años ante un auditorio de estudiantes, para mostrar las nalgas en señal de protesta a sus colegas.
Fue un momento de pocos segundos, hubo quienes ni se dieron cuenta por estar en otras cosas pero los que sí, sintieron un viento helado al observar tremenda irreverencia.
Perplejos buscaron de manera tranquila la salida comentando lo que habían vivido y luego en sus respectivas casas vieron como las nalgas de Antanas Mockus trascendieron no solo en las noticias locales, sino en las internacionales en lo que se convirtió en “un verdadero oso mundial”.