Villa de Leyva, una experiencia que estimula los sentidos, un recuerdo que no desaparece
Bahía Solano: el lugar donde la selva se besa con el mar
Bahía Solano: el lugar donde el sol se besa con el mar. Daniele Riascos (The Pelican House Hostel), nos invita a visitar este territorio
Instinto Forastero
Instinto Forastero: Diana y Andrés, nos llevarán a una aventura fascinante, repleta de historias viajeras.
Un tinto inolvidable en Minca, Colombia
Cerré los ojos para sentir ese placentero aroma; llegó a mí fraternal, sutil y fuerte a la vez…
Diana, con la vida en una maleta
Diana, definitivamente, no había nacido para echar raíces, guardar apegos o aferrarse a una relación.
Colombia a través de su gastronomía
Pero la española no es la única herencia que recibió Colombia gracias a la inmigración de aquella época, también existen remanentes en su historia de platos originarios de África y otras partes de nuestro continente.
Más cerca de los Abechucos
Cuando los españoles llegaron a lo que hoy conocemos como Colombia, los pueblos indígenas fueron aguerridos ante el avance de los colonizadores. Relataré esta historia pisando el sur del Tolima donde vive el pueblo ‘pijao’.
Por, Laura Cala
Cuando los españoles llegaron a lo que hoy conocemos como Colombia, los pueblos indígenas fueron aguerridos ante el avance de los colonizadores. Relataré esta historia pisando el sur del Tolima donde vive el pueblo ‘pijao’, cimentado sobre sus tres vigas de oro: el Cerro de Pacandé en Natagaima, el Cerro de Calarma en Chaparral y el Cerro de los Abechucos en Ortega donde vive Guimbales, dios de la guerra. En la capa más baja, compuesta de agua salada, viven los gigantes del origen de su pueblo; Lulumoy (señor de la sabiduría), Lokombo (abuela de la fertilidad y la prosperidad), Elianí (señor del castigo). Y en la siguiente, compuesta de agua dulce, habitan los espíritus del Mohán, la Mohana y el Poira, está otra capa chucuy (arcoíris) y Taiba (luna) y en lo más alto está Ta (Sol). Los ancestros constituyen el pasado, el presente y el futuro de este pueblo indígena.
12:00 del día, partimos de la Terminal del Sur de la ciudad de Bogotá donde estaban mis compañeros de viaje, Fabián y Andrés. Por primera vez me esperaba territorio de Ortega, sur del Tolima, escenario de las luchas por la tierra, el territorio y los derechos de las comunidades indígenas del Tolima y del Cauca por parte del líder caucano Manuel Quintín Lame, quien falleció en Ortega y fue sepultado en los Abechucos el 7 de octubre de 1967.
Desde junio de 2015 hice parte de la Escuela Agroecológica y Territorial Manuel Quintín Lame. Allí convergen diferentes procesos organizativos del Tolima con el fin de generar estrategias productivas a partir de los recursos de estos territorios, el intercambio y conservación de semillas nativas y criollas por parte de los integrantes de la Escuela para fortalecer la soberanía alimentaria de los pueblos y seguir resistiendo ante el modelo agroindustrial imperante a lo largo y ancho del país, la adaptación de los territorios frente al cambio climático; un fenómeno que se manifiesta a diario y requiere de un trabajo conjunto, el agua como un recurso fundamental para la pervivencia de las comunidades. Esta iniciativa se lleva a cabo en algunos resguardos indígenas de los municipios de Natagaima, Coyaima y Ortega.
Ya en casa de Rosa Aleyda Leal, gobernadora del resguardo de Pocará, su familia nos recibió amablemente. Valentina, la niña de la casa me mostró unos dibujos hechos con un lápiz grueso, eran unas flores grandes y un árbol, me regaló el dibujo lleno de colores, creí que estaba molestándome, pero no fue así y dijo lo siguiente “Es para usted, cójalo”. Le agradecí por su regalo, ella me dio un beso en la mejilla y la abracé. Desde ese momento, sabía que ese viaje sería inolvidable.
Unos miembros de la comunidad nos llevaron en motocicletas al resguardo, el camino era oscuro, destapado y lleno de baches hasta el puente colgante sobre el río Tetuán, cuyo caudal ha disminuido por la sequía y la presencia de las areneras de la zona. En algún momento fue el punto de encuentro para las familias que allí encontraban un espacio natural, ideal para compartir en los tradicionales paseos de olla con familiares y amigos, así lo relatan habitantes de la zona.
9:30 de la noche, llegamos a nuestro destino, nos esperaban algunos integrantes de la comunidad que habían adecuado el espacio para la escuela que se llevaría a cabo ese fin de semana. La señora María Jesús, una mujer pijao, de cabello liso y corto, es ama de casa; nos sirvió la comida y conversamos un rato, fue muy ameno. Antes de dormir, un pequeño baile y algunas canciones nos permitieron compartir y entrar en confianza.
Al otro día, llegaron muy temprano los demás compañeros de la Escuela y los profesores que faltaban, fuimos a una parte del resguardo donde haríamos un huerto circular, allí saldrían a flote nuestras destrezas para la siembra de maíz, yuca, fríjol y hortalizas. Aparece entonces, la maestra María Claudina Loaiza, guardiana de semillas, que nos enseñó cómo se toma la pica, la pala, perder el miedo al sol y al agua, todo esto con el fin de brindarle a la madre tierra un poco de oxígeno; dicha actividad trae consigo beneficios para el suelo y el fortalecimiento del trabajo comunitario.
Ciertamente esta actividad tenía un elemento especial: contábamos con la presencia de dos mohanes, médicos tradicionales del pueblo pijao que nos sugirieron la dirección en la que debíamos cultivar, también hicimos parte de un ritual de limpieza para disipar las impurezas de nuestros cuerpos. Desde el más pequeño al mayor, hizo la fila para recibir del mohán la limpieza hecha con ruda y aguardiente, nos mirábamos mutuamente, era una conexión espiritual con el territorio, estábamos ahí, se sentía una energía diferente durante el ritual. Esta jornada estuvo cargada de aprendizajes, conocer otras maneras de hacer las cosas, acompañada de un sol incesante, el abono, picas, palas y chicha dulce para refrescarnos durante el trabajo.
Cayó la noche y las sorpresas no se hicieron esperar, los niños y niñas del resguardo habían preparado un baile tradicional pijao, lucían atuendos hechos con fique, al finalizar la presentación nos reunimos en diferentes grupos, mientras degustábamos de la chicha elaborada por las mujeres, recordábamos con alegría nuestras actividades del día y escuchando historias del Mohán, la Madre Monte.
Domingo en la mañana, llevaron unos caballos al resguardo, antes mis ojos había uno de gran tamaño. Por primera vez lo “montaría”, grata y atemorizante experiencia. Recuerdo que Antonino, ingeniero, activista ambiental y mi amigo, me dio ánimo y dijo “eso no pasa nada, pasa la pierna” y pensé es ahora o nunca, pasó el temor, el caballo empezó a andar y debía manejar las riendas. Por unos instantes, sentí adrenalina.
Hacia el mediodía, nuestra labor en el huerto había terminado, almorzamos y compartimos los alimentos y una que otra carcajada en medio del cansancio. Estaríamos preparados para emprender camino a nuestros destinos, no sin antes despedirnos de la comunidad, sentí nostalgia pero el corazón se hinchaba por lo vivido.
La salida se tornó compleja porque había barro y no podíamos pasar fácilmente, las botas y la ropa habían quedado cafés. Cansados y con ansias de llegar a nuestros hogares, llegamos a la carretera, Linita y Pamela, estudiantes de la Universidad del Tolima consiguieron un camión que nos llevó hasta el terminal del Guamo, y allí tomamos el bus hacia Bogotá, donde llegaría a contar lo sucedido, con nuevos sabores en mi paladar, como el insulso hecho por las mujeres, tamal tradicional tolimense. El obsequio de Valentina y el inmenso río Tetuán.
9:30 de la noche, los y las indígenas pijao siguen en la lucha por su territorio, el agua, sus semillas hasta las historias que tienen en común. Mi viaje terminó con un profundo agradecimiento a Dios, a la vida y al proceso de la Escuela por permitirme conocer personas comprometidas, que no esperan nada a cambio y la esperanza de seguir en pie.
Crónica y fotografías: Laura Cala
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Wacken: un festival legendario que al fin pude conocer
Era el año de 1997, una joven que no encajaba en ninguna parte, finalmente conoció, gracias a un amigo, un género que para algunos puede ser chocante y estruendoso, no sólo por su sonido, sino por la imagen asociada a él: el Metal. Fue cuando ella sintió, que ahí era donde pertenecía.
Por, Alejandra Velandia
Era el año de 1997, una joven que no encajaba en ninguna parte, finalmente conoció, gracias a un amigo, un género que para algunos puede ser chocante y estruendoso, no sólo por su sonido, sino por la imagen asociada a él: el Metal. Fue cuando ella sintió, que ahí era donde pertenecía.
Claro está, hablo de mí, estando en esa nueva etapa de exploración musical me topé con un festival llamado Wacken, gracias a algunos videos que se podían conseguir en esa época en el centro de Bogotá. Fue algo surreal en ese momento, el mismo nombre no era de una ciudad conocida siquiera, parecía un lugar lejano al que pocos llegan.
Para mi sorpresa, las primeras imágenes del festival decían todo lo contrario, Wacken, para ese año, era uno de los festivales más importantes del mundo, sino el más y que reunía miles de seguidores anualmente.
Algo de la historia de Wacken
Antes de contar mi experiencia como una simple mortal amante de un estilo de música en particular que vive en el tercer mundo, quisiera hablar un poco de la historia del festival.
Se remonta al año de 1990 donde, sin muchas pretensiones, buscaron un lugar donde reunir algunas bandas locales. Para el año 1998 ya era el más importante de Europa. W.O.A. por sus siglas en inglés Wacken Open Air se realiza a inicios de agosto y dura tres días, en promedio se presentan 150 artistas distribuidos en ocho escenarios, ¡Sí ocho!, muchas de las bandas con gran trayectoria y reconocimiento mundial.
Pero bueno, más allá de lo que la historia o los videos nos puedan enseñar sobre que es W.O.A, estos, definitivamente, siempre se quedarán cortos comparados con lo que es vivirlo en persona.
Por veinte años tuve que esperar para poder experimentarlo por mí misma, verlo con mis propios ojos, escucharlo en vivo y en directo. Para muchos, como para mí, parecía un imposible, para otros, aún sigue siendo un sueño, y es que para un país como el nuestro la idea de viajar a Europa para asistir a un festival es una empresa bastante difícil, los costos pueden llegar a ser un impedimento bastante serio. Ir aunque no es económico, es posible, así como lo hice yo lo pueden hacerlo muchos más con planeación y esfuerzo.
Agosto de 2017
Finalmente se acercaba el momento tan esperado, es agosto dos y para dirigirme hacia Wacken debo ir a la estación de Hamburgo de donde salen buses que te llevan hasta allá.
El recorrido dura una hora, decidimos llegar un día antes de que iniciara el festival, porque personas que ya habían ido anteriormente decían que podía ser difícil encontrar espacio para acampar y que a medida que van llegando más personas, estas quedarán más lejos de los escenarios, teniendo que caminar algunos hasta un cuarto de hora para llegar a su carpa.
Afortunadamente aún no había llegado mucha gente para ese entonces y quedamos bastante cerca, en especial de la zona de comidas y de baños decentes. Esto fue grandioso, pues dadas las condiciones, puede ser aún más incómodo no tener este tipo de cosas al alcance o que te demores mucho más para acceder a ellas.
Por fin encontramos un espacio para acampar pero aquí viene la primera anécdota del festival, resultó ser un espacio reservado por varios alemanes que viajaban en grupo y lo tenían como centro de reunión, por supuesto, nos pidieron que moviéramos, en tono amable, la carpa que habíamos instalado. Nos explicaron el por qué, y nos dejaron ponerla cerca de los carros que llevaban, en otro espacio que quedaba libre. Además, nos ofrecieron ayuda si necesitábamos algo, porque se sintieron un poco mal de quitarnos de allí. Sí, los alemanes son buenas personas, más de lo que se podría pensar de ellos.
Lo primero que hicimos después de acampar fue buscar comida, ¡obviamente!, en el festival puedes encontrar diferentes opciones a unos precios asequibles que variaban entre cinco y siete euros. Luego fuimos a buscar la manilla que te da acceso al festival y aquí viene la segunda anécdota.
A nosotros no nos las entregaron al entrar, cosa que debieron hacer y casi no nos creen, dimos las explicaciones del caso, para que nos la dieran. Sin las manillas no podíamos acceder a los conciertos, una verdadera tragedia.
El día previo al festival permite acomodarse y dar un pequeño recorrido por el lugar, ahí ya empiezas a entrar en calor, ya que, como los alemanes que nos movieron de su zona de camping, la mayoría viaja en grupos y llevan todo lo necesario para hacer su estancia en el festival más cómoda y placentera.
Algunos llevan cosas para preparar su comida, sillas y hasta sofás, incluso baños portátiles para su uso personal y, por supuesto, música a todo volumen en sus parlantes y amplificadores que suenan por donde vas pasando. Ya la fiesta se empieza a sentir. Agrupaciones menos conocidas se presentan antes de las más famosas.
Llegó, por fin, el tan anhelado día
Finalmente es tres de Agosto y arrancó formalmente el festival. Inició, aproximadamente, a las tres de la tarde y la gente ya se estaba preparando para lo que se vendría. Para mí, el primer toque con el que finalmente conocería que era un Wacken, fue con la clásica ochentera Europe, que calentó motores con sus temas de siempre y que todos los asistentes cantaron a todo pulmón, la fiesta comenzaba.
Cuando aún estábamos saltando de la dicha, se presentó, nada más y nada menos, que Accept, la legendaria banda Alemana, pero este no iba a ser un show común y corriente, ¡esto era Wacken! Y aquí todo supera las proporciones de lo que uno ya ha visto antes.
El montaje supera lo que esperas y lo que ves en televisión no se compara con la sensación de vivirlo por ti mismo. El sonido es bestial, y los shows muchas veces vienen cargados de sorpresas, esto fue lo que sucedió en el show de Accept, que hizo un espectáculo especial con sinfónica incluida, algo para no olvidar. El día terminaría con VolBeat, una banda no tan conocida para mí, pero que al parecer es de culto entre los alemanes, quienes saltaron y cantaron sin parar cada canción, mucha descarga de energía en un solo lugar.
Llegaba la hora de descansar tras un largo día, afortunadamente nuestra carpa no estaba demasiado lejos, lo cual permitió que el cansancio fuera un poco menor. Para la mayoría de los alemanes la noche es joven y ellos, que parecen maquinitas, seguirían la fiesta hasta altas horas de la madrugada.
Segundo día de festival
Algunas de las bandas presentes en este segundo día, fueron: la clásica Grave Digger, seguida de Sonata Artica, continuando con una de las agrupaciones que más tenía ganas de ver en el festival, Saltatio Mortis, banda de folk alemana con una energía única, su estilo, sin duda, es incomparable y su cantante, con una de puesta en escena increíble, hizo de su presentación fuera una de las que más disfrutara. La alegría de los que estábamos presentes era maravillosa, cantando y bailando sin parar. Un show único.
Continuarían Trivium y Paradise Lost –para mi tristeza– quería verlos a los dos y no podía. Tenía que comer, ¡Por favor, de música no se sobrevive!, aunque muchos creyéramos lo contrario. Regresaría después de darle algo de combustible a mi cuerpo para seguir aguantando lo que faltaba, para ver otra presentación de lujo. Apocalyptica, celebrando los 20 años de su álbum debut Play by Four, un lujo que no tienen muchos ¡Sublime!
Emperor le daría una atmosfera etérea a la noche que recién comenzaba, con un toque también de máxima calidad, tocando completo su álbum Anthems To The Welkin At Dusk. Seguiría otro peso pesado, Megadeth, que ya había visto en varias ocasiones, pero qué más da, siempre querrás repetir.
Finalizaría la noche el show de Marilyn Manson, que a pesar de tener mala reputación dentro de los true metaleros colombianos, paradójicamente es adorado por los metaleros alemanes quienes alucinaron con su show.
Ultimo día
Como todo lo bueno en la vida, Wacken llegaba a su final –lágrimas–. Este día deparaba que el descanso fuera el mínimo, ya que el cartel de bandas de talla internacional así lo exigía.
La primera fue Beyond the Black, una banda alemana no tan conocida, prácticamente nueva, con apenas 3 años de creación y que tocaba, por primera vez, en uno de los escenarios principales. La sorpresa en este show fue que la cantante tocaría una canción en un piano prendido en fuego, ya saben, es ¡Wacken!
Sin tiempo de almorzar siguió, nada más y ni nada menos, que los Hermanos Cavalera haciendo una presentación especial de aniversario del álbum Roots de Sepultura, un clásico del Metal y con sus integrantes originales, bueno al menos parte de ellos. Sin duda, oír las canciones de Sepultura en voz de su cantante original, Max Cavalera, no tiene precio. Demasiada felicidad.
El tiempo es estrecho y corres a comer algo para no perderte lo que falta. Apenas, para ver parte del show de Heaven Shall Burn. Uno tras otro, sin descanso, continuaría la jornada con una de las bandas más aclamadas en Alemania, Powerwolf. Vaya espectáculo, una presentación increíble y la puesta en escena y potente voz de Attila Dorn te dejan descrestados, el público alucinó sin parar.
Al parecer, con todo esto, apenas estamos calentado motores, vendría Alice Cooper, una vez más, mostró porque es toda un leyenda y su espectáculo así ratificó, uno de los más grandes del rock, en uno de los festivales más importantes, te deja sin palabras.
Lo mejor estaba por venir, al menos para mí, soñaba con verla allá y pues como dicen por ahí, se vale soñar. ¡Amon Amarth, señores! en Wacken, la emoción no me cabía. La gente enloquecía con los primeros riffs de guitarra. La locura se apoderó del lugar.
La piel se te eriza al sentir que la pasión que sientes es compartida por miles de personas, que como tú, estaban felices de estar allí. La clásica escena del público fingiendo están remando un barco vikingo arrodillados no podía faltar. Y la cereza del pastel, hacer crowdsurfing, oyéndolos de fondo, navegando sobre las manos de varios metalheads y viendo el escenario donde estaba tocando Amon Amarth. Una imagen que jamás se borrara de mi mente.
Uno de los show más esperados por muchos (no por mí, en realidad), que sería parte del cierre del festival era Avantasia con su Metal Ópera, el público enloqueció con una de las presentaciones más memorables. Lastimosamente no soy tan fan, así que preferí ir a ver a una que estaba en otro escenario, en el que se presentaban bandas menos populares, muchas de ellas, locales o de Folk. El tiempo no da para tanto, siempre tienes que elegir.
Pero en esta ocasión pude ver un show de tamaño pequeño más íntimo, no como los que uno siempre se ve en tv, en el Wackinger Stage se estaba presentando, al mismo tiempo, Omnium Gatherum, banda de Death Melódico a quien siempre quise ver, un concierto que, aunque pequeño, dejó ver que en este estilo de música, hay para todo el mundo.
El cierre estuvo a cargo de Kreator, agrupación de culto, para muchos. Su una puesta en escena fue descomunal, tuve que dividirme para ver parte de la presentación, ya que al mismo tiempo, estaba tocando en otro de los escenarios alternos, Soilwork, que fue, en realidad, mi cierre de Wacken.
Para concluir
Haber vivido esta experiencia fue realmente algo increíble. Uno no dimensiona lo descomunal que llega a ser, sólo viéndolo en los videos, que llegaban hace algún tiempo al país y más recientemente en streaming o en YouTube.
La emoción de estar en el lugar donde se rinde culto al género que te llena y ver que no eres el único que comparte esta pasión, te sobrecoge. En algunos momentos puede ser un poco duro por las inclemencias del clima, pues nosotros, como latinos, no estamos acostumbrados a las estaciones ni a climas extremos. Para los alemanes es un clima ideal, pero para mí, fue bastante difícil resistir.
Sin duda, lo más complicado fue vivir –literalmente– en medio del lodo. Para ellos (los alemanes) es una fiesta. De todas maneras fue tanta la felicidad de estar allí que eso pasó a un segundo plano. Al final del festival sientes una sensación ambigua de nostalgia y descanso.
Ir y vivirlo por tu propia cuenta es algo que vale la pena hacer, aunque sea una vez en la vida. Los que amamos este tipo de música entenderemos que nunca habrá un lugar igual para estar rodeado de lo que más amas, bueno tal vez el crucero 70.000 Tons of Metal, pero eso será otra historia.
Vea aquí la galería fotográfica de la experiencia del Wacken 2017:
https://www.facebook.com/pg/RDisidentes/photos/?tab=album&album_id=1578677365521684
Por: Alejandra Velandia
Flores hechas tradición
El amanecer está cerca, faltan sólo dos horas para que empiece a salir el sol y el frío se hace más fuerte. En fila empiezan a llegar las camionetas que llevarán a su destino el alma de la tradición silletera. El cansancio de varios días de trabajo no borra las sonrisas de estos hombres y mujeres que, teniendo listas sus silletas, se disponen a engalanar la ciudad con sus hermosas obras de arte.
Cada año, en agosto, Medellín se viste de flores. Durante diez días los paisas muestran al mundo lo mejor de su cultura, de sus tradiciones, de una raza trabajadora y humilde, dejando claro que son mucho más que Pablo Escobar, narcotráfico y Álvaro Uribe Vélez.
El silletero nace, no se hace, es una tradición que corre por las venas y que se ve reflejada en los ojos de cada hombre, mujer y niño que, el siete de agosto viste con una sonrisa en el rostro, su traje típico.
Las calles se llenan de turistas de todas partes del país y del mundo, ansiosos por disfrutar al máximo cada acontecimiento. La programación es variada, para todos los gustos y en diferentes zonas de la ciudad. Tablados populares, fondas, mulas y arrieros, festival de la trova y eventos culturales están a la orden del día para todo aquel que quiera “ponerse de ruana” la feria, mejor dicho de poncho, sombrero y carriel. Pero hay algo que todo turista sabe, si no fuiste a Santa Elena, no fuiste a la feria, y es que este corregimiento ubicado al oriente de la ciudad, es el epicentro, el alma, el origen mismo de la feria de las flores.
El 1 de Mayo 1957 se llevó a cabo el primer desfile de silleteros, con solo 40 de ellos, como homenaje a todos aquellos campesinos que durante años utilizaron esta estructura de madera para transportar en su espalda las flores y demás productos que cultivaban, desde su lugar de origen, hasta Medellín. En 1958 el desfile se realizó en agosto, mes en el que se celebra la independencia antioqueña y a partir de allí se convirtió en una tradición que sería una de las más grandes representaciones de la cultura paisa. Declarado en 2015 patrimonio inmaterial de la nación, el desfile de silleteros es el evento más importante de la feria, y alrededor del cual giran todas las actividades de la misma.
Caminar por las veredas de Santa Elena la semana previa al desfile es toda una odisea, buses, camiones escalera, personas bailando aquí y allá, tomándose fotos, queriendo participar, aunque sea un poco en la elaboración de las silletas. Las hay de todos los tamaños y formas, son cinco categorías: tradicional, monumental, emblemática, comercial y para este año se incluyó una nueva, la artística, que en realidad ya existía, pero no estaba clasificada.
Los silleteros sonríen, atienden a la gente y, sobre todo, trabajan. La fabricación de una silleta puede tardar desde una noche, en el caso de la tradicional, hasta un mes, en el caso de las emblemáticas y las artísticas, aunque en todas ellas hay un trabajo previo, en el que participa toda la familia.
Y es que si algo es importante para estas personas trabajadoras, es precisamente la familia. Aquí nadie trabaja solo, lo que para muchos es un evento de rumba y diversión, para ellos es más una escuela, una manera de transmitir su conocimiento y amor por su labor a la siguiente generación. Desde los abuelos hasta los niños, desde los padres que cultivan las flores con sus manos, hasta los hijos que se decidieron por la universidad. En feria todos son campesinos, todos son silleteros, todos son tradición.
Elaborar una silleta va mucho más allá de lo manual, aquí se involucra todo un plan de diseño, carpintería, dibujo y decoración. La creatividad juega un papel importante en una competencia reñida, donde los ganadores serán pocos, pero basta ver la cara de satisfacción y alegría de cada integrante de la familia para darse cuenta de que, independientemente del ganador, del premio o del reconocimiento, este esfuerzo se hace más por orgullo, por amor a la tradición, a la herencia, a sus raíces.
Entrar a una finca silletera, es sentirse en casa, aquí a nadie se trata como un foráneo, las casas se llenan de gente, los turistas observan con admiración el trabajo que paso a paso va creando un resultado único y disfrutan de un agua de panela caliente, mientras conversan con la familia, como cualquier primo que llegó de lejos.
La luz del sol despunta en el oriente y ya todos los silleteros se han ido, en las veredas de Santa Elena el silencio hace eco después de los días de fiesta. Las familias, cansadas del trabajo de tantos días, se disponen a dormir
La sala de la casa de un silletero no es como cualquier otra; está llena de emblemas que lo llenan de orgullo, cintas que representan su historia, reconocimientos por su labor, recortes de periódicos, recuerdos de sus viajes y fotos de sus más preciados tesoros, las silletas, que año a año le han permitido desfilar por las calles de Medellín exhibiendo allí todo el legado de sus antepasados.
El silletero nace, no se hace, es una tradición que corre por las venas y que se ve reflejada en los ojos de cada hombre, mujer y niño que, el siete de agosto viste con una sonrisa en el rostro, su traje típico.
La luz del sol despunta en el oriente y ya todos los silleteros se han ido, en las veredas de Santa Elena el silencio hace eco después de los días de fiesta. Las familias, cansadas del trabajo de tantos días, se disponen a dormir, antes de que empiece la transmisión del desfile. En Medellín la fiesta continúa en su máximo esplendor, las calles abarrotadas de gente esperan ver a más de 500 silleteros desfilar orgullosos llevando en sus espaldas hasta 95 kilos de historia, de cultura, de tradición.
El día termina con un primer puesto por cada categoría y un ganador absoluto; el mejor entre los mejores. La gente se dispersa, las silletas son llevadas a diferentes puntos de la ciudad y los silleteros regresan a su hogar. La fiesta ha terminado y los campesinos vuelven a su rutina diaria, satisfechos por la labor cumplida. Santa Elena vuelve a ser la misma, tranquila y callada y los habitantes de la ciudad siguen su vida inconscientes de que en su aula de clase, en la empresa donde trabajan o en una silla del metro a su lado hay un artista, un campesino, un silletero que durante poco más de una semana se convierte casi en una celebridad.
Por, Erika Molina Gallego
erikamolina@rugidosdisidentes.co
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Imagen tomada de Internet: Flickr
Los contrastes del Caribe
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«El Caribe me enseñó a ver la realidad de otra manera, a aceptar los elementos sobrenaturales que forman parte de nuestra vida cotidiana. Es un mundo distinto… La síntesis humana y los contrastes que hay en el Caribe no se ven en otro lugar del mundo… Y no solo fue el Caribe. El me enseñó a escribir pero también es la única región del mundo donde no me siento extranjero»– Gabriel García Márquez
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Un turismo sostenible es una herramienta para abrir el camino para consolidar la paz y debe ser así, porque el agua es un recurso limitado y esta escasez se siente con más peso en el Caribe. Un departamento con mucho para ofrecer al turista que le urge re-pensar como preservar su oferta hídrica a través de miles de modelos ya existentes en el mundo. Por ejemplo, la basura que se encuentra en las playas caribeñas, que a mi juicio, es el peor problema es fruto del desconocimiento y la falta de educación para saber que la basura es energía y que por tanto se transforma. En esta era, la tecnología de punta está al alcance de todos y con esto la evolución y una mejor forma de cuidar los ecosistemas.
Visitar el Caribe siempre es un placer y tal como lo describe García Márquez, sus contrastes son alucinantes, mágicos y en ocasiones desgarradores ¿Hasta cuándo podemos apreciar éste y otros paraísos colombianos con el ritmo de consumo e insuficiencia energética que llevamos?
En las payas de Barú se puede nadar en la noche en un rincón del mar para ver los colores fluorescentes del plancton, un conjunto de organismos de pequeño tamaño que tienen como característica principal habitar la columna de agua con limitada capacidad de contrarrestar las corrientes de la misma.
El término ‘plancton’ proviene de un vocablo griego que significa ‘errante’, el cual fue acuñado en 1887 por el alemán Victor Hensen para describir a los organismos que derivan con las corrientes marinas y dulceacuícolas. Los organismos del plancton pueden ser útiles indicadores de los cambios ocurridos en los ecosistemas por su rápida respuesta a las condiciones ambientales dictadas por sus, relativamente, cortos ciclos de vida y sensibilidad a la contaminación. Antes de sumergirse en este mundo marino, los guías locales ofrecen información básica del plancton con estas cifras: “… del 100% de plancton del planeta queda el 40%…”. Ellos, por lo general, suelen ser personas de la región o extranjeros que llegan de paseo y terminan enamorados como muchos de este paraíso.
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Por, Yuliana Saavedra
@Yulsx