Memoria, relato y muerte: Crónica del 9 de Abril

 

“Mientras los políticos ponían las  palabras, los campesinos ponían los muertos” Miguel Antonio Cortés Q.E.P.D

Los recuerdos del bogotazo, el evento que partió en dos la historia política en Colombia

 

 

Corrían los primeros días del mes de agosto de 2002, su rostro reflejaba las heridas propias de una lucha incansable por la vida, luego de padecer el flagelo de una diabetes que le había costado la amputación de sus extremidades, aferrado a la vida Transitaba la brecha tenue de sus últimos días de vida en su querida Bogotá.

Miguel Antonio Cortés nació un seis de enero de 1924, en el municipio de Fusagasuga en el Departamento de Cundinamarca, creció en la zona rural de la población de Venecia en la región del Sumapaz. Creció en un ámbito rural carente de oportunidades y convulsionado, lo que lo obligó desde muy joven a desplazarse a la Capital. Junto a su primera esposa y sus dos primeros hijos logró instalarse en una ciudad caótica, que acogía por estos días los primeros desplazados de una guerra naciente. Ellos (su familia)  fueron testigos de algunos de sus testimonios y dentro de los más destacados se encuentra “aquel” 9 de abril. Su segunda hija Luz Marina Cortés cuenta como su padre se encontraba por esa época en la Bogotá y comenzaba a hacerse simpatizante de  aquel movimiento agitador de masas, liderado por uno de los caudillos más recordados de la historia en Colombia. Aquel emblema, un sujeto que cuando quería realizaba pausas en sus discursos y de un momento a otro tocaba lo más profundo de las emociones de las multitudes que le escuchaban en la plaza pública y estallaban en una detonación de ovaciones, por parte de sus incondicionales seguidores. “Siempre fue un simpatizante de Gaitán” dice su hija. Jorge Eliécer Gaitán había nacido en Bogotá un 23 de enero de 1898 fue abogado, en 1946 había ganado las elecciones parlamentarias por un amplio margen y según algunos, se tornaba como “la nueva sangre” de la clase política.

 

¿Quién era Gaitán?

 Según Carlos Crismatt, historiador, en uno de sus escritos quizo describir a Gaitan como  un personaje que bebía y comía poco  “no se aplicaba anestesia ni para quitarse una  muela” para dar a entender  la osadía del personaje a la hora de hacer critica política. El Caudillo, como era conocido, llenaba la plaza pública y deleitaba a la masa presente. Este líder popular comenzaba a amenazar la estabilidad política.

 

El Bogotazo

 Y así llega el nueve de abril, en el marco la Novena Convención Interamericana. Causó algo de bronca el  hecho de no haber incluido dentro de la delegación colombiana al líder del liberalismo Jorge Eliécer  Gaitán. El Caudillo se disponía a salir de su oficina en un, tan frecuente, día gris capitalino, tenía una cita a las dos de la tarde con uno de los jóvenes estudiantes que venían por parte de Cuba, su nombre Fidel Castro. Cita a la cual no iba a llegar, pues tres disparos  en la puerta del recinto de donde salía, se lo iban a impedir.

No pasó un suspiro cuando su presunto asesino Juan Roa Sierra era víctima de una muchedumbre enfurecida, que le descuartizó de inmediato según los relatos. Por su parte Castro, se disponía a dar una breve caminata mientras llegaba la hora de su cita, pero muy pronto divisaría una turba energúmena que se abalanzaba contra  los edificios céntricos del Estado. El tranvía, emblema de la época del transporte público bogotano, también fue objetivo de los eventos de anarquía y caos. Todo se consumía en llamas.

Cortés, un joven de 24 años, se encontraban en ese momento a la altura de la carrera décima con calle 17 cuando escuchó una consigna generalizada “lo mataron, lo mataron” según contaba en vida “don Miguel” en medio de un gesto estoico. “Pero todo no acabo ahí”, parecía que todo el mundo estaba armado, los ministerios ardían en llamas y la plaza de Bolívar parecía una escena de la Segunda Guerra Mundial, mientras algunos arrojaban el cuerpo de Roa a la sede del Gobierno. “Hasta los policías ayudaron”,  haciendo alusión a la presunta participación de miembros de la fuerza pública en la revuelta. Pero el miedo invadió a Miguel,  aunque simpatízate del Gaitanismo, no iba a participar de la locura colectiva y tuvo que pasar por uno de los muertos para evitar ser víctima de la irracionalidad efímera,  “me unté de sangre la camisa”, esto para fingir en determinado momento su propia muerte, dentro de una camioneta repleta de cadáveres con rumbo a las fosas comunes.

 

El centro de la ciudad era caos total y el objetivo del momento era el oficialismo. Crismatt narra como la primera dama, “doña Berta”, en ese momento sé encinta un revolver, mientras clama por el asilo político de su hijo en la Embajada de los Estados Unidos. El presidente Mariano Ospina Pérez ordenó la seguridad para todos los cancilleres presentes en la cumbre, a sabiendas que su seguridad aún estaba más comprometida. 

Gaitán falleció en la Clínica Central a las 2 de la tarde de ese día fatídico en la Capital. “Era un tipo muy sencillo”, él idealizaba la esperanza política, para los  sectores segregados de la sociedad nacional.

 

Después del Bogotazo

 Jorge Orlando Melo, historiador, dice que desde muy temprano se consolidó la  idea del Bogotazo, como el hecho que partió en dos la historia de la política en Colombia, para hacer referencia al recrudecimiento de la violencia en el país.

Para Guillermo Cortés, el mayor de los hijos de Miguel, fue el principio de toda esta era violenta que aún persiste “Ahí comienza todo este periodo de violencia en Colombia”.  Sin embargo, hay quienes aseguran que existen hechos que antecedieron al Bogotazo y tenían como escenario las zonas rurales y marginadas del país. “Mientras los políticos ponían las  palabras, los campesinos ponían los muertos”  según Miguel, quien fue testigo de algunos asesinatos en la región del Sumapaz, debido a la guerra bipartidista. Incluso él mismo vivió en carne propia la persecución, por el hecho de ser simpatizante del Partido Liberal. 

En otro de sus relatos contó como tuvo que salir una noche de sus tierras, a sabiendas que quizá podría ser víctima de la estigmatización de la época y de la impresionante práctica del “corte corbata” (consistía en abrir el cuello de la víctima y exponer su lengua). Con una panela en una mochila y por la espesa vegetación logró llegar a la madrugada a la Carretera Panamericana, en inmediaciones del sitio conocido como El Boquerón, donde logró tomar camino hacia la capital. Su primera esposa, María Carmen Guerrero, cuenta como cadáveres de campesinos muertos eran arrojados al río Sumapaz.

Pero este es solo uno de los testimonios que deja este oscuro periodo de violencia en Colombia. En otras aristas se podrían encontrar fácilmente relatos violentos de colombianos víctimas de los grupos guerrilleros, paramilitares, bandas delincuenciales, narcotraficantes o simples grupos al margen de la ley, irracionales todos.  O bien se pueden construir textos narrativos de otros políticos, para algunos “promisorios” que cayeron en el campo de batalla del discurso como: Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán.

Miguel Cortés abandonó este plano de la vida un 10 de agosto de 2002, su cuerpo descansa entre el polvo y la piedra de su querida Bogotá. Su alma aún persiste entre las líneas de sus relatos con contenidos históricos que hacen referencia al panorama difuso de un periodo de incomprensión social de este país. Allí en la memoria de sus hijos y el contenido de este texto para la posteridad. 

Jorge Simbaqueba
jorgesimbaqueba@rugidosdisidentes.co

 

Imagen tomada y modificada del sitio: http://frezague.blogspot.com/2013/08/bogota-antigua-en-fotos-los-tranvias.html

 

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