Rock al Parque 2023

Rock al Parque 2023: la huella que se extiende con los pasos de las nuevas generaciones (parte I)

(Bogotá D.C., Colombia)

Fotos: Goat Running

Crónica: Olugna

Rock al Parque 2023

El bus, con paso paquidérmico, busca abrirse paso por la Carrera 68. Es un recorrido tedioso que atraviesa a Bogotá de sur a norte, en medio de un paisaje dibujado por escombros, telas verdes y cintas amarillas, que suponen la transición hacia una ciudad moderna en la que será más fácil desplazarse. No obstante, en este instante, parece un retrato postapocalíptico de una metrópolis; el insumo ideal para canciones distorsionadas, estridentes y ruidosas, de las tantas agrupaciones de sonidos extremos que se han formado en las localidades. Son las doce del mediodía, en dos horas, comenzará a una versión más de Rock al Parque.

El recorrido, me da la oportunidad de repasar la polémica alrededor de cómo la diversidad compite con la nostalgia en cada versión de Rock al Parque; de deshojar las diferentes opiniones que se han desprendido de uno de los tantos diálogos pendientes que genera el festival; de buscar, entre tantos comentarios, aquellas perspectivas que permitan entender las dinámicas actuales de la industria musical y cuestionar las fijaciones de aquellos que crecimos de mano con el rock, pero que a hoy, nos cuesta trabajo digerir las expresiones invitadas a un evento que es patrimonio cultural de la ciudad.

Son las dos de la tarde. En el bus que salió de Metrovivienda, un grupo de cuatro jóvenes, al igual que yo, se prepara para asistir al primer día de Rock al Parque. Es un sábado dedicado ―como ya es tradición― a los sonidos oscuros del metal. De alguna forma, recreo en ellos, los pasos que me acercaron al Simón Bolívar por primera vez. No tienen más de 25 años, yo ya superé los 40.

Entre los diálogos pendientes de Rock al Parque, la acreditación de prensa para medios de comunicación y el acceso a la zona VIP para invitados, es un espacio gris que deja en claro que, aún siendo un evento gratuito para el público, hay una distinción que separa a los asistentes de sus artistas; mientras que ubica a otros ―que no se sabe cómo llegaron ahí―, en una posición en la que pueden presumir su estatus exclusivo y rendirle culto a su propio ego, gracias a una manilla. Son los mismos que brillan por su ausencia en las primeras presentaciones, pero que inundan con su presencia los conciertos de las agrupaciones más destacadas del cartel.


Son las dos y treinta de la tarde. Maskhera, proyecto que se define como trash/groove metal, es la encargada de abrir las presentaciones del Escenario Plaza. El público, para esta hora, como es costumbre, es escaso. No obstante, en primera fila, los asistentes, en su mayoría jóvenes, acompañan el concierto de la agrupación seleccionada a través de la Convocatoria Distrital.

El sonido de Maskhera es denso, las letras de sus canciones ―reflexivas y críticas― escarban al interior del individuo, para descubrir la esencia que se oculta detrás de la careta con la que cada quien oculta sus precariedades. El proyecto, formado en Venezuela en 2009 y radicado en Bogotá desde 2017, transita a través de las canciones más destacadas de su discografía y realiza una presentación que deja una grata impresión.

La primera agrupación que nos es posible cubrir con las dos acreditaciones otorgadas por la organización, responde a una de las premisas que sostienen la filosofía de Rock al Parque desde sus inicios: servir de vitrina para artistas que han desarrollado sus procesos de manera independiente; muchos de ellos, lejos del alcance de los medios masivos.


El death metal es de esas expresiones extremas que han logrado posicionarse en una parte de la escena metalera de la ciudad. Tears of Misery, es una de las agrupaciones locales que se ha afianzado con propiedad entre el público. El proyecto, conformado en 2003, celebra en la tarima del Escenario Bio 20 años de trayectoria dedicados a las atmósferas espesas y a las letras que cuestionan la realidad nacional.

Al igual que el Escenario Plaza, ubicado al respaldo de Bio, la presencia del público joven en el día de Rock al Parque dedicado al metal, contrasta con la afirmación de la curaduría del festival que señala la necesidad de invitar a géneros ajenos al rock ‘n’ roll, para llamar la atención de la generación actual. Basta con revisar la asistencia en los festivales locales, para comprobar que los sonidos extremos ―aún entre la nostalgia de los más veteranos―, gozan de buena acogida entre los adolescentes a lo largo de la ciudad; pelados que han encontrado en las atmósferas oscuras del rock, una extensión de su identidad.

Tears of Misery ha permanecido vigente, más allá de las dificultades propias de un proyecto independiente. Sus líricas, inspiradas en los acontecimientos más enfermos de la sociedad, recogen la esencia que han definido la trayectoria de la agrupación conformada por Sebastián Rodríguez, Óscar Bayona, Giovanny Rosa y Hernán Bautista. En la tarima, la potencia del bajo, la fuerza del bombo de la batería y los riffs de las guitarras, acompañan los guturales en cada una de las canciones elegidas para su presentación en Rock al Parque.


Munnopsis, otra agrupación de la Convocatoria Distrital, continúa con las presentaciones programadas para el Escenario Plaza. El proyecto, proveniente de Facatativá y conformado por Anderson Páez, Jeiber Rivera y Yadir Romero, se acerca a las texturas espesas del hard rock y a algunos elementos propios del metal, para cuestionar, a través de sus letras, el papel de la humanidad en relación con su entorno.

Desde el 2008, año que vio el surgimiento de la agrupación, sus integrantes han buscado renovarse con cada disco; así lo señalaron para Revista Diners: «Hemos evaluado también poder estudiar más técnicas y no solo depender del empirismo musical, sino estudiar más a fondo la música».

Su sonido, sin abandonar los linderos de las expresiones extremas, se acerca a una propuesta comercial que puede llamar la atención de un rango más amplio de público.


Para este año, la organización del festival, dispuso una distribución diferente para las tres tarimas, dejando mucho más lejos al Escenario Eco. Faltan pocos minutos para las cinco de la tarde, la presentación de Las Guaguas de Pank, agrupación que llegó a Rock al Parque fruto del intercambio con Festival Galeras Rock, comenzó su presentación sobre las tres y treinta.

El nombre del proyecto conformado por Mara, Tuta, Lissa y Meli, rinde culto a las muñecas típicas de la cultura nariñense: las ‘guaguas de pan’. Su sonido, toma como punto de partida el punk, para integrarlo a posibilidades rítmicas tradicionales; sus letras, reivindican a la mujer y se enfrentan a las diferentes formas de opresión, desigualdad y discriminación; entre ellas, el patriarcado.


El escenario, denominado para este año como ‘By Radiónica’, muestra una afluencia importante de un público que, aunque espera la presentación de Saratoga, presta atención a la propuesta de Las Guaguas de Pank.

Las dificultades de sonido y la cantidad de público que desbordó la capacidad del escenario, hicieron que la presentación de Saratoga, se desarrollara en medio de dificultades y tropiezos que impidieron vivir una experiencia a la altura de las expectativas.

El cierre de la tarde en la tarima del Escenario Eco, está a cargo de la agrupación española que marcó para muchos, sus primeros pasos en el metal. Hoy, tres décadas después de su fundación, no es la excepción. Entre el público, los metaleros vieja guardia, comparten con los más jóvenes. Saratoga, al parecer, no ha perdido vigencia, se mantiene firme como una de las bandas insignias del heavy metal en español y abre las puertas de los sonidos extremos a la generación actual; misma que más adelante, también rendirá homenaje a canciones como ‘Si Amaneciera’, ‘Lejos de Ti’ o ‘Mi Venganza.

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