¿Cómo puede un hombre cualquiera llegar a provocar un desastre de semejantes magnitudes y controlar a tantas personas para lograr satisfacer un fin netamente personal?
Por, Erika Molina Gallego
Hace 85 años, el cinco de marzo de 1933 el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán Nazi gana las elecciones parlamentarias con el 44% de los votos, el 23 del mismo mes, a partir de una alianza con el partido católico de Alemania y después de haber encarcelado a la mayoría de los dirigentes comunistas y socialdemócratas por el incendio que destruyó el Reichstag (parlamento alemán) el 27 de febrero, el nazismo obtiene la mayoría parlamentaria con el 66%, lo que le da el poder para votar la ley habilitante, que le otorgaba poderes absolutos y que dio nacimiento a la “dictadura democrática” que convertiría a Alemania en un verdadero infierno.
El 7 de agosto de 2002 Álvaro Uribe Vélez se posesiona como presidente de la República de Colombia, en medio de supuestos ataques terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Su candidatura fue apoyada por diferentes sectores políticos y la opinión pública veía en él una verdadera arma para acabar con la guerrilla.
En 2006 regresó al poder, luego de impulsar una reforma constitucional que permitía la reelección inmediata. Uribe ganó la presidencia con el 62,2% de los votos y con una gran fuerza política a su favor. Después nos enteraríamos que el apoyo que recibió no fue solo político, pero en ese momento, a la vista de la mayoría de los colombianos, todo era color de rosa.
Hemos oído hablar de la Segunda Guerra Mundial en todos lados, en el colegio, en documentales y películas, hemos leído sobre ella en muchos libros y todos conocemos el nombre de Adolf Hitler, pero en realidad no sabemos todas las partes de la historia, sus causas y consecuencias, todos sus actores, víctimas y victimarios, y muchos creemos que solo fue un asunto entre alemanes y judíos, un asunto político y económico. Más allá de esto hay una realidad innegable, un hombre lleno de miedos y de odios, de miles de contradicciones y de perturbaciones profundas que lo llevaron a cometer los crímenes más atroces de la historia reciente.
La situación violenta permanente de Colombia es bien conocida en el mundo, durante muchos años el país fue blanco de atentados, secuestros, masacres y enfrentamientos que lo dejaron sumido en un mar de sangre y de dolor. A pesar de esto, de la verdad se ha sabido muy poco, y aún en el presente hay acontecimientos que no han sido aclarados y en los cuales este personaje tiene mucho que ver.
Al igual que Hitler, Álvaro Uribe es un hombre lleno de ansias de poder, necesidad de reconocimiento y afecto, con una temible obsesión por ser idolatrado y por mantener el control de todo y de todos, a como dé lugar.
Hijo de un funcionario de aduanas, admirador férreo de su madre y con dificultad para relacionarse con los demás, Hitler fue un niño aislado y rechazado, apasionado por la lectura; un ser solitario que, después de la muerte de sus padres se quedó prácticamente solo. Vivió en la miseria, sufriendo todo tipo de burlas y sin poder adaptarse a una sociedad turbulenta, que terminaría creando a un hombre lleno de resentimiento, un narcisista necesitado de adulación y ansias de poder.
Este personaje nefasto que causó miles de muertes e infortunios ha sido uno de los grandes embaucadores de la historia, aparentemente fuerte e invencible, de una personalidad arrolladora, con la capacidad para agradar y manipular a todos a su alrededor y con una inteligencia perversa, guiada por el odio y la sed de venganza.
Hijo del comerciante Alberto Uribe Sierra. Educado en la dureza y la autoridad, un hombre acostumbrado a los negocios y formas de actuar del bajo mundo, así como a las pompas y apariencias de la alta sociedad antioqueña. Su perfil de hombre de familia, de pueblo, de finca, su afición por los caballos y su actitud frente a la gente, hicieron que Álvaro Uribe se fuera ganando poco a poco la aprobación de miles de personas que habían perdido la fe en la política. Su odio personal hacia las FARC lo hacía un candidato ideal para acabar con el suplicio que había significado esta guerrilla para el país durante muchos años. Pero Uribe no era lo que todos pensaban y en su mente se fraguaba lo que sería no solo una forma de venganza personal, sino la manera de conseguir todo el respeto y la admiración que necesitaba de camino hacia lo único que realmente le importaba, el poder.
¿Cómo puede un hombre cualquiera llegar a provocar un desastre de semejantes magnitudes y controlar a tantas personas para lograr satisfacer un fin netamente personal?
Hitler usó su inteligencia, supo darle a las personas lo que querían, supo entrar en sus mentes y hacerles creer que lo necesitaban, creó en el inconsciente colectivo la imagen de un hombre invencible, que podía proporcionar poder y orden. Le devolvió a Alemania el honor y el estatus que había perdido tras la Primera Guerra Mundial.
Era un tipo de lobo feroz, un depredador capaz de oler el miedo y la debilidad de su presa, haciendo más fácil su labor de manipulación. Su deseo de sentirse importante era demasiado ambicioso, en el fondo necesitaba ser apreciado, enaltecido, recobrar de alguna forma todo aquello que le había sido arrebatado en su infancia y lo logró de la peor manera.
Al igual que su antiguo homólogo, Uribe cuenta con una personalidad perversa y destructora, perfectamente camuflada de buenas intenciones. Su disfraz de salvador de la patria le ha servido para hacerse con el apoyo de muchas personas y para cometer crímenes a diestra y siniestra sin que prácticamente nadie pueda hacer nada en su contra. A pesar de que se ha mostrado como un mesías y que la mitad del país aún le cree, este hombre ha sido el causante de muchas tragedias, el artífice de una terrible degradación social.
Su política de seguridad democrática dejó un saldo de 32.000 desaparecidos, 26 masacres paramilitares, más de 4.382 jóvenes campesinos muertos por falsos positivos solo entre 2002 y 2008 y un aumento significativo de violaciones a los derechos humanos. A pesar de esto, y lejos de llegar a enfrentar consecuencias, el pueblo lo enaltece y defiende. Hasta ese punto llega su nivel de manipulación.
Hitler era un hombre con afán de guerra, y eso no era lo que los alemanes querían, sentía absoluto desprecio por el resto de líderes europeos, pues le parecían débiles e insignificantes y necesitaba el apoyo absoluto del pueblo, debía insertar en sus mentes las ansias de guerra.
Así el 9 de noviembre de 1938 cien judíos fueron asesinados, otros fueron violados y maltratados, este fatídico acontecimiento es recordado como la noche de los Cristales Rotos. Hitler empieza su venganza contra los judíos. Comienza el movimiento antisemita.
Mientras los judíos eran llevados a los campos de concentración, Hitler se mostraba como un pacífico mandatario ante el resto de Europa, pero sus verdaderas intenciones pronto saldrían a la luz.
En enero de 1939 Hitler empieza su discurso de destrucción judía, y siembra la semilla del odio en toda la población.
Todos sabemos lo que pasó después, la guerra fue nefasta, cobró la vida de por lo menos cuarenta y cinco millones de personas y dejó desolación y dolor permanentes en todos los sobrevivientes. La Segunda Guerra Mundial finalizó el 8 de mayo de 1945. El mundo no volvió a ser lo que era, esta guerra partió la historia en dos. La voluntad de un maniaco arrasó con todo lo que se le ponía en el camino y terminó por destruirlo todo, incluyéndose a sí mismo.
La creación de los grupos convivir, asesinatos de testigos en procesos en su contra, desplazamiento de campesinos, Agro Ingreso Seguro (AIS), las chuzadas del das, entre muchos otros escándalos, han estado a la orden del día en la vida política de Uribe, la masacre del aro, perpetrada en el municipio de Ituango en 1997 es una de las tantas cometidas por los paramilitares y en la que el ex presidente está siendo investigado, pero de una forma u otra, misteriosamente van cayendo todos a su alrededor mientras que él sigue haciendo de las suyas.
Al igual que Hitler, Uribe es un hombre narcisista y egocéntrico, acostumbrado a que todo se haga a su manera, se siente omnipotente y grandioso, es un hombre capaz de llegar hasta las últimas consecuencias.
El 17 de junio pasado el pueblo habló, con diez millones de votos se confirmó lo que tanto se temía. El uribismo sigue siendo la peor enfermedad del país, una que ciega, que no entiende de razones ni evidencias, una enfermedad cómplice y peligrosa. Uribe, ahora en cuerpo ajeno, tiene el poder, ese que nunca ha querido dejar ir, ese al que se aferra con todo lo que tiene, que no es poco. El final de esta historia aún no se ha escrito, y nadie sabe cómo va a terminar, lo que sí es seguro es que el camino no será nada fácil y que lo único que se puede hacer por el momento es resistir, desde la educación, la cultura y el arte, y desde el papel que puede jugar cada ciudadano en la construcción de la paz.
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