Matarife

Matarife, después de seis minutos

“No es una clase de texto, sino… una clase de lectura”

Dirk Eitzen

Por, Andrés Angulo Linares

Gregory Currie, profesor de filosofía de prestigiosas universidades y autor de libros como ‘Imagen y Mente: Cine, Filosofía y Ciencia Cognitiva’y ‘La naturaleza de la ficción’, sostiene que un documental es “un  relato  sostenido  fílmicamente,  cuyas  imágenes  constitutivas  representan  sólo  fotográficamente: representan únicamente aquello de lo que están hechas”.

Dicho de otra manera, es un discurso dado a partir de fotografías en movimiento o fijas, que permiten identificar el rastro de una representación de la realidad, bajo la óptica de un narrador que, así sea de manera implícita, asume una posición frente a la narración.

La academia no ha logrado definir qué es un documental, sin embargo, la importancia del mismo está marcada por la contundencia de su contenido. Por subjetivo que este sea, no deja de mostrar una realidad.

Como sucede con cualquier tipo de pieza comunicativa, una es la intención del autor y otra bien distinta la interpretación que el espectador decida darle. Bien lo diría el documentalista y director Dirk Eitzen: “No es una clase de texto, sino… una clase de lectura”.

Dos días después del estreno de ‘Matarife, un genocida innombrable’, con su primer capítulo ‘La granada que activó la elite’, las redes sociales han sido agitadas con miles de comentarios, interpretaciones y otras reacciones tanto a  favor como en contra. La producción de Daniel Mendoza logró sacudirnos y eso ya, de por sí, es bueno.

Matarife es una pieza audiovisual que tiene un peso importante, el cual no está dado únicamente por la estrategia de marketing que estuvo detrás de su lanzamiento, sino por el contenido, que según asegura Daniel Mendoza, es el fruto de un largo trabajo de investigación realizado sobre Álvaro Uribe, mesías para sus seguidores, innombrable para sus opositores.

Más de 4 millones de reproducciones en su primer capítulo, solamente en YouTube, hablan del impacto que Matarife ha causado en el país.

Opiniones de columnistas o intelectuales con cierto alcance mediático están desviando un debate necesario, hacia discusiones superfluas carentes de contenido y cargadas de egos, calificativos y, como suele ser costumbre, también de insultos.

¿Es posible hablar del resultado de un partido de fútbol que no lleva más de seis minutos jugados? No.

Se puede y se debe analizar una serie de factores históricos, de contexto, de protagonistas, entre otros, pero no hablar sobre un resultado. A este partido le faltan 54 episodios. Se debe esperar, entonces, a que el documental haya sido proyectado en su totalidad o que por lo menos haya transcurrido un tiempo importante del mismo, para que ahí sí se dé el debate desde diferentes puntos de vista.

Entre los argumentos en contra de Matarife es su supuesta carencia de rigurosidad. ¡Por favor!, aunque el uso del término “rigurosidad” haga pensar que quien la pronuncia es una autoridad en un tema en particular, curiosamente, este tipo de sabihondo es el mismo que no pasa del titular cuando pretende informarse, el mismo que comparte como desquiciado en WhatsApp y Facebook cuanta pendejada sustente su posición política, sin importar si esta información es cierta o no.

Mario Jursich Durán, fundador de Malpensante y uno de los intelectuales más importantes del país, días previos al lanzamiento del documental, escribió en su muro de Facebook que Daniel Mendoza era “un muy mal investigador, un pésimo escritor”. No dudo de las razones que tenga para justificar su posición, pero su opinión fue suficiente para que varios usuarios se adhirieran a ella y demeritarán la producción, sin darse la oportunidad de ver, siquiera, el primer episodio para emitir sus juicios de valor.

Esto denota un patrón de comportamiento en nuestra sociedad: creer que todo lo que dice aquel que consideramos superior intelectualmente, per se, es cierto. “Si lo dijo fulano es así”.

Seis minutos de documental no ofrecen argumentos de análisis para juzgar la profundidad de Matarife, un genocida innombrable. Insisto: ¡faltan 54 episodios!, pero aun así, muchos ya afirman que “como es el desayuno, se sabe cómo será el almuerzo”.

Otro de los ataques que ha recibido la serie es que “no aporta información nueva”, como si tuviese la obligación de hacerlo y fuese este, argumento suficiente para demeritar el valor de una serie que apenas lleva 6 minutos.

En un país donde la memoria se escurre como agua entre los dedos, donde los sucesos más funestos se olvidan al son del primer partido de fútbol, donde la historia es recordada e interpretada según el filtro de quien la narre, resulta valioso cualquier esfuerzo que se haga por mantener esa memora viva, aunque la misma nos avergüence como sociedad.

“Lo interesante de la serie es que no dice nada nuevo, no es una serie con chivas o revelaciones. Noooo… Es que la gente se ha olvidado de cosas. El problema de la conciencia colectiva es que se le acaba la memoria muy rápido” – Afirmó Daniel Mendoza en una entrevista con Pacifista!

La duración del primer capítulo fue otro factor que se ha aprovechado para criticar la serie y con los cuales se demostraría, según sus detractores, los señalamientos arriba mencionados. Sin embargo, la producción debe ser entendida como parte de un formato adaptado para ser distribuido en diferentes plataformas digitales, entre ellas, Facebook, WhatsApp y Telegram.

Nada más favorable para la generación de nuevos escenarios de discusión política, que hacer uso de la tecnología y de esos formatos que nos tiene volcados hacia los contenidos digitales.

La academia, con sus investigaciones y reflexiones sobre la realidad nacional, ha dejado muchas veces por fuera a la población que no participa de manera activa de las mismas, por considerarlas, algunas veces desgastadas, otras tantas, ajenas a su propia cotidianidad o inentendibles.

Su discurso se ha quedado atrapado en las aulas, ha perecido en protestas que al cabo de los días se convierten en ornamento de las principales avenidas, o sus consignas han sido silenciadas de diferentes maneras.

Necesitamos que nuestra historia sea contada desde otras narrativas que permitan a los más jóvenes conocer ese país que resulta ajeno para ellos, y a los más viejos nos recuerde que pese a los acontecimientos, la impunidad sigue reinando.

En el caso de Matarife, por lo que prometió en esos primeros seis minutos, sacudirá a ese círculo social que ha sido intocable y nos refrescará esa memora selectiva y conveniente.

Quizás para muchos no pase absolutamente nada después de Matarife, quizás tengan razón, en últimas Uribe ya ganó y lo hizo desde hace mucho. Sin embargo, aún nos quedan las voces de aquellos que se resisten a guardar silencio sobre esa otra cara del expresidente, la misma que su bancada y seguidores se empeñan en ocultar.

 

https://test.rugidosdisidentes.co/uribe-ya-gano/

No obstante, más allá de las consecuencias que pueda traer la serie documental, ya trazó un camino para nuevas producciones, y seguramente servirá de inspiración para que otros investigadores y realizadores se animen, también, a generar más investigaciones que nos sigan sacudiendo.

Quizás así, con algo de optimismo, logremos despertar de una vez.

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