Yordano: Madera fina

«… si los de la dictadura no quieren cambiar, entonces somos nosotros los que tenemos que hacerlo…»

Por, César Augusto Sutachán Daza

Carlos, un hombre bogotano cercano  a los 50 años de edad,  no sabía cómo podría llegar a percibir la música de un cantante que en su juventud le hizo vibrar el corazón y a quien escucharía en concierto, por segunda vez, luego de casi 30 años.

Al principio le pareció una mala idea asistir el 21 de septiembre de 2018 en Bogotá al espectáculo de un artista como el venezolano Yordano, quien podría estar en  la curva de su decadencia a raíz de que en 2014 le diagnosticaron un cáncer de médula ósea por el cual fue sometido a un delicado trasplante en los Estados Unidos.

Yordano

Sin embargo, pudo más el empeño de la esposa de Carlos y esa noche la pareja presenció el testimonio de lo que es un verdadero artista con todas las ganas de vivir, a pesar de su grave dolencia, sus 66 años de vida y la debilidad en su cuerpo, pero con la voz y el talento intacto, sigue trabajando –y más– para seguir cubriendo los costos de sus tratamientos médicos.

Yordano modelo 2018

La aparición en el escenario de un hombre adulto, afectado en su salud, con un caminar lento e inseguro apoyándose en un colaborador que lo escoltaba, borró de un tajo en la mente de Carlos la imagen del hombre caucásico y alto que en los años 80 visitó Bogotá y que representaba un nuevo aire para el pop latino y quien con sus letras conquistó a toda Latinoamérica.

El impacto fue duro. Volvieron las dudas y el artista acompañado de solo una guitarra, saludó a su público con una voz débil y al mismo tiempo profunda, y comenzó a mostrar el artista que se formó desde 1982, año en que dejó la agrupación Sietecuero y se volvió solista en una época donde cantantes de procedencia italiana como Franco De Vita mostraron un sonido diferente.

Los asistentes al concierto quisieron registrar el momento en sus celulares pero los asistentes de seguridad hicieron de todo, hasta ser insoportables, para evitar que eso sucediera mostrando un egoísmo y una falta de consideración injustificada con los fans que sólo querían tener un recuerdo de su ídolo.

Y Yordano comenzó su ronda de canciones: Locos de amor, No voy a mover un dedo, Robando azules, Manantial de Corazón, No queda Nada, en fin, el italo-venezolano sacó su arsenal para conquistar a su público y  lo logró, con un estilo tranquilo lleno de historias que conmovió a todos.

Carlos se ingenió, entonces, la forma de grabar en video unos los instantes más emocionantes del concierto, cuando sonó Por estas Calles, una canción compuesta hace más de 30 años, pero poseedora de una actualización única: «Por estas calles hay tantos pillos y malhechores y en eso sí que no importa credo, raza o colores. Tú te la juegas si andas diciendo lo que tú piensas, al hombre bueno le ponen precio a la cabeza», así dice la canción como si se hubiera escrito hoy en día, basada en la actual represión de la dictadura Bolivariana que ha hecho emigrar a más de tres millones de venezolanos al exilio y a la desesperanza.

Unplugged Yordano en Cúcuta (2011)

Por cierto, muchos de los asistentes al concierto, son un puñado de esos tres millones de inmigrantes que cantaron con nostalgia el éxito de Yordano, observando en la pantalla imágenes de las marchas de protesta, donde más de 100 personas fueron víctimas de la represión de la Policía, las mismas en las que varios dieron su vida por su patria y cuando el líder Leopoldo López fue llevado a prisión por el ideal de motivar la libertad entre sus conciudadanos.

El mensaje del cantante fue contundente al hablar de la problemática de su país: “si los de la dictadura no quieren cambiar, entonces somos nosotros los que tenemos que hacerlo”…

Los aplausos no se hicieron esperar, tres generaciones cantaron éxito tras éxito y en un momento, fans jóvenes, maduros y veteranos, se unieron todos con los acordes de la música de los 80s hasta el final, luego de 45 minutos de show.

Yordano

Con el humor  que caracterizó su presentación y burlándose de sí mismo y de su salud, Yordano, le pidió al público que le pidiera “otra, otra, otra” y que lo hicieran estando él, ahí sentadito con su guitarra, porque no tenía la menor intención de hacer lo que antes hacía cuando era joven y gozaba de mejor salud, de salir estrepitosamente del escenario y regresar como lo hacen todos los artistas cuando el público pide “la otra”.

La gente gritó entonces “otra, otra, otra” y la última canción de la velada sonó con el embrujo mágico de un momento en que un artista se despide de un público que lo adora, sin saber si será para siempre.

Carlos y su pareja, reconocieron la experiencia musical de este venezolano de origen italiano con 35 años de vida artística y que les dejó la zozobra de saber si algún día lo volverían a ver en vivo y en directo con esa “Madera Fina” que lo caracteriza y  lo hace luchar día tras día, minuto a minuto,  concierto tras concierto, por su vida.

Por, César Augusto Sutachán

(Editor en Jefe Revista Mundo)

Editorial | La dictadura escondida

La sabiduría muchas veces crea individuos egoístas y mezquinos capaces, en su sentir, de organizarlo todo y de imponer una directriz, porque a su parecer, nadie más lo hará como ellos.

Por, Rugidos Disidentes

Es más aterrador el lado conservador de aquellos que se muestran como liberales, que el radicalismo que hacen manifiesto, desde un principio, aquellos que aún defienden las buenas formas y las sanas costumbres.

Los primeros suelen ser más peligrosos, pues su disfraz de tolerancia e inclusión gana la confianza de quienes se encuentran a su alrededor. No es para menos, su discurso, muchas veces alimentado por un altísimo nivel intelectual, logra dejar huella. Se convierten, de esta manera, en fuentes confiables y autorizadas sobre un tema en particular. Nos engañan, permiten que las opiniones contrarias se expresen para luego, simplemente, ignorarlas o despreciarlas por no estar a su misma altura de conocimientos.

No podemos hablar de tolerancia sin abrir un espacio para el debate y la discusión de ideas. Todos poseemos saberes particulares adquiridos, bien sea por una formación académica, por la experiencia o por la combinación de estas dos. La acumulación de conocimientos no es garantía, necesariamente, de un verdadero proceso pedagógico y de transformación. Sin estos, la sabiduría solo es un trofeo que se exhibe como intocable en una vitrina vanidosa de uso ornamental. Terminan siendo, tristemente, una biblioteca en cuyos anaqueles reposan verdaderos tesoros empastados, que jamás sentirán el placer de ser hojeados, simplemente, porque se reserva el derecho de admisión.

La sabiduría muchas veces crea individuos egoístas y mezquinos capaces, en su sentir, de organizarlo todo y de imponer una directriz, porque a su parecer, nadie más lo hará como ellos. Hablan de democracia, pero cuando su poder se ve amenazado abren las fauces y cierran todas las puertas al pensamiento disidente. Todo será una panacea, siempre y cuando, la voluntad ajena acate su voluntad sin protestar.

De este tipo de personajes están plagadas la sociedad, la política y la vida. Individuos que, quizás con la mejor intención, son incapaces de atender a las necesidades y los argumentos ajenos. En ese orden ideas, llevar un proceso social a feliz término, no solo es una odisea, sino que resulta una misión imposible.

En el amor y otros escenarios personales de relación social también pululan estos individuos que, detrás de su trato racional, esconden a verdaderos verdugos machistas y dominantes, que someten a sus parejas a una manera de maltrato muy difícil de detectar y, mucho más aún, de comprobar. Así, de esta manera, si el vínculo emocional termina, ellos siempre quedarán como los mártires que lo dieron todo y comprendieron hasta el final a su pareja.

Así ha sido nuestra realidad política que, además del prontuario criminal de muchos de sus representantes, también ha estado invadida por personajes egresados de las grandes facultades que han gobernado detrás de un escritorio. Para ellos no existe el conocimiento adquirido por las comunidades gracias a su propia experiencia. Para ellos y su equipo de expertos solo existe una forma de hacer las cosas: la que ellos determinen como la mejor para el bien de todos.

Su virtuosismo para conquistar a sus interlocutores les da cierta legitimidad, los hace una fuente confiable y en los portavoces oficiales de la historia, mientras que sus opositores pasan desapercibidos o quedan a perpetuidad en el costado de los resentidos y marginados.

Cada sujeto tiene un saber, una experticia, una vocación, como también unas necesidades, una expectativa de vida y ante todo un sueño que desea realizar, que con el correcto acompañamiento, podrán llevar a cabo.

En Rugidos Disidentes le apostamos al saber particular, a ese que permite construir  y desarrollar escenarios diferentes de discusión, en los que la capacidad y el potencial de cada uno, no solamente sean tenidos en cuenta, sino que también sean fortalecidos.

Como cualquier organización nos regimos por unos parámetros, que en nuestro caso, tienen como principios innegociables, la lealtad, el respeto, la disidencia y la calidad. Por nuestras venas corren deseos de revolución, resistencia y de enfrentarnos al mundo con nuestra capacidad de soñar.

Al fin y al cabo, con miles de errores, con cientos de caídas y una que otra crisis hemos fortalecido nuestro rugido y hoy, después de cuatro años, podemos gritar con vehemencia: “disidentes: aquí estamos y nuestra labor no pasará desapercibida”.

¡Bienvenidos a la Edición Trece!

Ojo al sancocho y Diarios de motocicleta

La noche del cine en la radio

En el primer capítulo de Cineclopedia el invitado especial fue Daniel Bejarano, uno de los fundadores de Ojo al Sancocho. Además, recomendados, banda sonora y otros temas interés del Séptimo Arte.

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Con Jasa Rehm, Martín Lugo Febres y Johan Zummon.

Cineclopedia, un espacio para hablar, aprender y disfrutar de la pantalla grande. Historia, protagonistas y eventos en una misma franja.

 

Conversando con las memorias

P18_Como la Cigarra

Un programa para conocer cómo se mueven los movimientos sociales. Las voces de la gente que se mueve por la paz

Escuche aquí:

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En esta emisión de Como la Cigarra… Nos acompañan Daniel Lozada y Sebastián Morales, dos jóvenes tolimenses que participaron en un ejercicio interesante de reconstrucción de memoria histórica en el municipio de Rovira, en el Tolima, a partir de los relatos de los familiares de los estudiantes del colegio la Ceiba y Francisco de Miranda. La experiencia de Daniel y Sebastián se conectan con la de los investigadores y activistas sociales Fredy Reyes y Camilo González Posso, quienes reflexionan sobre las implicaciones de la memoria en contextos de transicionalidad como el que vive Colombia…

Bienvenidos a Como la cigarra…

Como la cigarra… es una iniciativa colectiva de organizaciones de la sociedad civil: Proyecto CEIS, Medios al Derecho – MAD, SubLiteratura, el semillero de investigación Emergencias y el portal web alternativo Rugidos Disidentes

Micro balance de las luchas sociales en Colombia y América Latina

P17_Como la Cigarra

Un programa para conocer cómo se mueven los movimientos sociales. Las voces de la gente que se mueve por la paz

Escuche aquí:

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En esta emisión de Como la Cigarra… realizamos un micro balance del panorama de la lucha social en Colombia y América Latina, intentando un análisis sobre las condiciones, las estrategias, las apuestas y los actores de los procesos sociales, a partir de una serie de notas realizadas con y por activistas que, a lo largo y ancho del territorio latinoamericano, responden con sus acciones de resistencia a los intentos de mercantilización y militarización que impone el mundo neoliberal…

Bienvenidos a Como la cigarra

Como la cigarra… es una iniciativa colectiva de organizaciones de la sociedad civil: Proyecto CEIS, Medios al Derecho – MAD, SubLiteratura, el semillero de investigación Emergencias y el portal web alternativo Rugidos Disidentes

 

Coven: una fiesta rockera en Halloween

¡Una fiesta de Halloween rockera! Eso es el Coven, que este año se llevará a cabo en Engativa y Fontibón el 27 y 28 de octubre respectivamente.

Por, Rugidos Disidentes

¡Una fiesta de Halloween rockera! Eso es el Coven, que este año se llevará a cabo en Engativa y Fontibón el 27 y 28 de octubre respectivamente.

El año pasado Perros de reserva, agrupación de Medellín, organizó un festival de rock pensado para celebrar Halloween, en el que los asistentes que quisieran pudieran asistir disfrazados.

Coven

Para este año, el Coven se tomará dos localidades de Bogotá y ofrecerá una descarga de rock y sonidos extremos a los asistentes. Oscura Radio TV y Tiva Rock Productions fueron los gestores culturales que hicieron posible que la segunda edición del festival se pudiera realizar en nuestra ciudad.

El sábado 27, en la Casa de la Cultura de Engativá desde las 4:00 p.m., se presentarán Apolo 7 y Perros de Reserva, junto a ellos, Noxos, Maalesh y una banda por convocatoria de la localidad.

El domingo 28 de octubre, en la Casa de la Cultura de Fontibón desde las 4:00 p.m, la cita será con Apolo 7, Perros de Reserva, Info, No señal y una banda por concurso de la localidad.

La entrada ambos días será libre, habrá premiación a los mejores disfraces, aunque si no gustas de los disfraces, no te preocupes, podrás disfrutar del evento como prefieras ir.

“El Coven es un evento que pretende llevar el espíritu de Halloween a los rockeros de todas las edades a sus barrios, sacar los conciertos de los bares y trabajar mancomunadamente con las mismas comunidades para que ellas se impacten en su beneficio, a través de sus artistas y periodistas del barrio, microempresarios del sonido y producción de eventos, gestores culturales, entre otros. Después de lo sucedido con Marduk, tenemos que abrir más espacios de los que le quieren cerrar al rock ahora en esta persecución.” – Elliot ‘vampiro’, vocalista y productor de Perros de Reserva

Más información

Jasa Rehm

Jefe de Prensa del Coven y director Oscura Radio TV

Correos: jasarehm@gmail.com; oscuraradiorock@gmail.com

Celular: 301 5823296

El dios mudo

Es el día cuarenta y tres desde que encontramos la entrada al sepulcro. Quedamos veinte. Estoy muy débil. La carne de rata es asquerosa y vivir bajo el miedo y la oscuridad nos ha minado por dentro.

Por, Jorge Montoya

1

—El silencio no es más que la máscara de los gritos—dijo el profesor. La luz amarilla de los lamparines iluminaba apenas la cámara mortuoria y el aire tenía un olor pesado y oscuro. Todos estaban arrodillados, mirando la inscripción de una puerta sellada—. Es una maldición—prosiguió el profesor—. ¿Ven ese cráneo pintado? Ponían eso como advertencia.

Hubo un silencio que primero fue consternación, luego asombro, después miedo. Después de todo lo que habían visto, ¿aún había algo más? Ninguno se atrevió a contestar. El profesor se levantó trabajosamente, miró a todos con ojos afiebrados y como alucinados.

—Descansemos por hoy— dijo —Abriremos la puerta mañana.

2
SOY EL PROFESOR OCTAVIO MICULICICH. Es el día cuarenta y tres desde que encontramos la entrada al sepulcro. Quedamos veinte. Estoy muy débil. La carne de rata es asquerosa y vivir bajo el miedo y la oscuridad nos ha minado por dentro. He perdido mi diario, no sé cuándo. No escribía en él desde hace varias semanas, así que aquí dejo un resumen de lo ocurrido.

Comenzamos el 20 de enero desde la cueva de Sogdiana, en el valle de Zeravshan, en Tayikistán. Un grupo de cuarenta y cuatro hombres. Mi ayudante, Javier M., la arqueóloga Carolina P., los camarógrafos de la National Geographic, Francis Wallace y George P. Depress, treinta y nueve hombres para la faena, y yo. Trece días después de bajar por la garganta de la cueva—descenso peligroso, estalactitas, mierda de murciélago—nos topamos con un laberinto tallado en la roca, con muros que el medidor láser calcula en cuatrocientos cincuenta metros de altura y pasadizos del ancho de una calle. Los lamparones de pila nuclear resultaron insuficientes, apenas si podíamos ver a un radio de quince metros. Aun así pudimos advertir que los muros estaban tallados con escenas que Carolina calificó de sucesión narrativa no lineal de los mitos yaghnobianos con especial preferencia por la génesis del mundo por Shugnani, el dios mudo[1]. Era sobrecogedor caminar flanqueado por esos altos relieves. Uno los veía y era imposible creer que todo eso había sido hecho por personas, porque todo dejaba un sabor a supra humanidad, de una magnitud tal que intimidaba. La pata de una de las criaturas talladas medía cincuenta metros de largo por veintinueve de alto y los muslos se perdían allá arriba, en la negrura. Nos sentíamos como un grupo de hormigas explorando una habitación, perdiéndonos por días en los pasadizos, caminando entre una oscuridad que nos amortajaba y un silencio vacío y muerto. El aire también estaba muerto, porque nos asfixiábamos y sentíamos ahogos. La comida comenzó a escasear y la racionamos. Comencé a palidecer

A la tercera semana de entrar encontramos un pasadizo que nos llevó a un abismo. Bajamos durante seis horas y al llegar al fondo encontramos que todo era un valle negro y lleno de huesos y armas. A lo lejos se veía el dintel de una puerta gigantesca. Identifiqué escudos con diseños helenísticos, quizá de cuando Alejandro Magno conquistó la zona. Había charcos pestilentes y escuchamos ciertas voces lastimeras que los camarógrafos de la National Geographic consideraron —con temor y poco convencidos—eran el producto de vientos internos en la caverna. Empezamos a enfermarnos. Vimos zancudos del tamaño de un perro que nos atacaron y tuvimos que defendernos con bengalas y humo. Al ver los insectos, Carolina propuso desertar de la misión, pero yo no iba a detenerme por un grupo de Aedes albopictus con esteroides, después de todo lo que había tenido que hacer para conseguir la licencia y los fondos para el proyecto. Perdimos a seis hombres que se alejaron demasiado del campamento y de la luz. Atravesamos el fondo del abismo en cinco días y encontramos la puerta gigantesca, pero era de piedra maciza. Inamovible. Era imposible que algo así frustrase mi proyecto. Había más detrás de esa roca, lo intuía, lo sentía. Llevábamos dos cargas de explosivos y propuse usarlas para abrirnos paso. Carolina y los camarógrafos se rehusaron. Amenazaron con denunciarme ante la sociedad arqueológica si destruía la puerta. No me dejé amedrentar. Yo atravesaría todo con tal de encontrar las ruinas, sacrificaría a mis hombres y a mi equipo, y hasta pactaría con el dios con tal de llegar. Dinamité la puerta. En la caverna el eco de la explosión resonó con tal fuerza que por unos momentos solo oímos un pitido seco y agudo. Algunos se rehusaron a continuar. Les dije que si querían podían desandar el camino, arriesgarse con los insectos y el laberinto y salir de la caverna. No tuvieron más opción que seguirme. Atravesamos el portal y llegamos a una explanada y a una necrópolis. Todo era de un barroquismo sombrío. Mausoleos en forma de fauces. Estatuas de reyes con cabeza de murciélago. La exploración de las tumbas demoró diez días. La comida se hizo más escasa y tuvimos que cazar las ratas que pululaban en el cementerio y que no podíamos ni imaginar cómo hacían para sobrevivir en un lugar así. Antes de llegar al final, uno de los camarógrafos enfermó súbitamente.

3

El calor me disuelve. He caído enfermo después de una pesadilla, luego he comenzado a delirar sin remedio. Vomito la comida y sudo como si me bañase en lava. Siempre es de noche, siempre estamos bajo la luz escasa de los lamparines. El silencio que rompen nuestras pisadas es antiguo. Wallace me cuida y él y Javier me llevan en una hamaca. Hemos explorado todo y llegamos a una tumba que el profesor asegura es la del dios. Era como un zigurat, solo que en vez de subir, se hundía en la tierra. Todo está compuesto por cámaras conectadas por pasadizos. La oscuridad es casi maligna y avanzar es difícil. A través de la fiebre, las pinturas murales de las cámaras se difuminan bajo  el delirio. No veo sino detalles fugaces. Zarpas, fauces, gestos que simulan la sonrisa de un verdugo, la alegría de un monstruo. Sufro de pesadillas con el dios.  Parece un ojo gigantesco que es al mismo tiempo una boca llena de colmillos. Lo veo frente a un festín en el que se comen manjares hechos con muñones y cabezas. En los momentos de mayor desconexión escucho el contrasentido de un silencio que llama hacia lo más recóndito y oscuro de estos pasadizos.

4

—Pasadizos, pasadizos…, silencio en los pasadizos

—Cálmese Depress— dice Javier — le acabo de inyectar un antibiótico y…

—No le escucha—dijo Carolina­—. ¿No lo ve? Está delirando

—Es la fiebre…

—Es este sitio. El aire está viciado; la falta de luz nos afecta psicológicamente. Debimos habernos ido antes. ¿Qué hemos hecho metiéndonos hasta aquí, sin comida, sin auxilio? ¿No es una locura estar aquí? ¿No es insano dejar que nos siga guiando el profesor, cuando es tan evidente que también está afiebrado, que su ambición por estas ruinas nos está perdiendo?

—Su pasión por la arqueología…

—Su locura, porque eso es, locura, nos va a llevar hasta el mismísimo infierno si seguimos bajando por estas ruinas. ¿Has visto la cara que puso cuando encontró la puerta sellada? Unos ojos febriles, ambiciosos. No le basta haber encontrado todo esto. Quiere más.

Javier no respondió. Habían avanzado galería por galería a través de la tumba y descubierto cámaras llenas de ataúdes verticales donde yacían los sacerdotes del dios. Encontraron una sala llena de ofrendas depositadas sobre cráneos volteados, otra sala de torturas saturada de gritos y de sangre seca. Y habían avanzado a la fuerza, acarreados por la energía del profesor, que los hacia sobrellevar el asombro y el espanto de ver cosas así, catalogando huesos o haciendo bosquejos apurados de los relieves y las pinturas. Por último, hallaron la cámara mortuoria principal, con un catafalco gigantesco, y un altar lleno de escombros.

Los pocos hombres que quedaban limpiaron la cámara y encontraron una puerta sellada en una de las esquinas. “El silencio no es más que la muerte de los gritos”, había leído el profesor y ahora estaba entusiasmado, aún quedada más por ver. —Descansemos por hoy —había dicho—, la abriremos mañana—, y durante la noche sintieron cómo el silencio parecía empozarse y concentrarse dentro de cada uno de ellos

Al día siguiente el profesor mandó colocar los explosivos alrededor de la puerta. Todos estaban expectantes. Habían descubierto una magnitud monstruosa a lo largo del camino y ahora debían toparse con algo tan secreto que tenía una maldición como advertencia. Carolina intentó convencer al profesor de que ya era exigirles demasiado a todos el que continuasen con la investigación, pero el profesor no hizo caso y colocó el mismo el cable detonante.

—Señores, la maravilla de todo lo anterior no es nada respecto a lo que encontraremos detrás de esta puerta — sentenció, y detonó la carga de dinamita

El sonido de la explosión fue callado por un grito que reventó cuando el sello de la puerta se rompió, potente, monstruoso. Y nadie vio la tumba del dios ni vio su cadáver aún putrefacto, porque que el grito los sacó de sí mismos. Era como si la montaña gritase, como si con la intromisión del profesor el dios hubiere despertado y su furia era tal que los poseyó. Uno a uno todos cayeron al suelo, gimiendo, tirando de las orejas hasta extirpárselas en chorros rojos; la maldición los convirtió en una sola masa enfurecida que se agredía a sí misma. Los hombres se lanzaron unos contra otros, se arrebataban pedazos de piel y se mordían hasta que la sangre se les mezclaba con la saliva. Bajo el influjo del grito que los torturaba con su intensidad comenzaron a comerse sus propias lenguas, a arrancarse los músculos. Carolina se lanzó sobre uno de los hombres y comenzó a masticarle la nariz mientras este le desgarraba los senos. Uno de los camarógrafos se reía histéricamente en tanto se rompía la mano izquierda con una roca, a cada golpe sus dedos parecían retorcerse y el dolor le intensificaba el delirio. Uno de los hombres tuvo una visión tan espantosa que gritando se vació los ojos con las manos y los estrujó hasta que de su puño brotó un líquido espeso y blancuzco. Se mecieron los cabellos, se arrancaron los párpados, tiraron de sus labios tan fuerte que la piel de los carrillos se les desgarró y la boca se les convirtió en un jirón sangriento.

Antes de sucumbir en un sacrificio dantesco, antes de desaparecer entre la oscuridad y la tristeza de las ruinas, antes de que las luces se apagaran, lo último que vieron fue cómo el profesor gritaba y aullaba mientras estrellaba violentamente su cabeza contra las piedras del altar de ese dios mudo.

[1]¨En un principio, cuando todo era increado, solo había el silencio. El dios mudo originó el primer acorde de la creación a partir su esencia más infame. Shugnani había sido un demonio en otra dimensión y en castigo por revelarse ante su señor, se le condenó a un encierro en este universo. En venganza él creo el mundo y lo habitó de bestias que llamó humanos y eran físicamente idénticas a su señor, y los trató como si ahora él fuese el señor y ellos esclavos, y les enseñó el arte de la guerra y la especulación económica. Contaminado por la muerte, Shugnani falleció y fue enterrado en la necrópolis de Boar, en una zona comprendida dentro del valle de Zeravshan¨. Miculicich, Octavio, Interpretaciones de los mitos de los Yaghnobi, pág. 402

Un poco más de Jorge

Me llamo Jorge Montoya y oficialmente soy un homeless desde hace un día. (05/09/18). Estoy buscando trabajo. He dormido en un portal, junto a un venezolano, y leo una y otra vez el mismo libro de Oswaldo Reynoso. He sido tentado dos veces para recibir dinero a cambio de sexo. Mi mochila tiene una chompa, dos polos negros Killstar, un pantalón negro, dos mudas de ropa interior, una manta, una botella llena de agua de caño, un cuaderno, una pluma estilográfica, una bolsa con la mitad de mi almuerzo, pinceles, un estuche de acuarelas y 16 gramos de marihuana. El momento más feliz de este año fue el concierto de Luca Bocci. No diré el más triste. +51 941717362 para conversas ‘random’ por WhatsApp.

Revisó: Iván René León

Editorial | Censura y dictadura moral

¿Quiénes son “ellos” que intentan enseñarnos cómo vivir, mientras nos roban, nos asesinan y nos silencian?

Por, Rugidos Disidentes

Lo bueno y lo malo. Lo correcto y lo incorrecto. Lo moralmente aceptado y lo que es  una aberración moral. ¿Quiénes son “ellos” que intentan enseñarnos cómo vivir, mientras nos roban, nos asesinan y nos silencian? ¿Quiénes somos “nosotros” para permitir que se silencie aquello que expone una identidad distinta?

Cual si fuéramos un teléfono celular recién salido de fábrica con un paquete de programas predeterminados, instalados por defecto, para garantizar un funcionamiento medianamente decente, llegamos a este mundo. Respiramos, sentimos, lloramos, reímos. No sabemos defendernos por nuestros propios medios cuando ya estamos bautizados en una fe y con ese acto, sin ser conscientes de nuestra hazaña, hemos derrotado a eso que llamaron el “pecado original”.

Nuestros padres nos inculcan nuestros primeros valores, nuestras primeras normas. Gracias a ellos, o a quienes hagan sus veces, llegan a nuestros oídos esos primeros sonidos musicales. En últimas está bien, de lo contrario seríamos desde la infancia un recipiente vacío.

Así como personalizamos nuestro teléfono celular, empezamos a formar nuestro carácter. Ya un poco más grandes, buscamos afanosamente algo que nos identifique. Muchos cambian de religión o de fe. Buscamos géneros literarios y musicales con los cuales identificarnos. Ese niño que se formó con conceptos externos empieza a interiorizar unos propios. Claro, con algunos de eso valores iniciales ha de quedarse, pero también, de una buena parte ha de desprenderse.

Ahora bien, ¿debería importarnos las elecciones de vida individuales que cada sujeto toma para su vida, si gusta del rock o del reguetón, si es católico, protestante o ateo, si es homosexual o heterosexual? ¿Somos realmente adalides de moral y de buen comportamiento para atrevernos a juzgar y condenar al otro, porque simplemente se expresa de manera diferente a la nuestra? La respuesta es clara: NO, un rotundo NO.

La opinión de Marco Fidel Ramírez, concejal de Bogotá que desde siempre ha tratado de liderar una cruzada en contra del rock, por fin logró hacerse escuchar y con ella se abre un peligroso camino cargado de censura y de silencio. La institucionalidad del Distrito encontró la forma de detener la presentación de Marduk, aduciendo falta de permisos del sitio donde se realizaría el concierto de la agrupación sueca de black metal, sin embargo, no es muy difícil deducir que la razón de fondo fue la opinión de un sector conservador que prefiere prohibir que abrir espacios, el mismo que prefiere quemar libros en vez de formar lectores, el mismo que piensa que lo correcto está en parecer un ciudadano de bien –quién sabe bajo que parámetros–, que realmente serlo y demostrarlo.

Como sociedad estamos lejos de la mayoría de edad y seguimos en persecución de los herejes, porque es más fácil perseguir a unos cuantos, que hacerle frente a los verdaderos causantes de nuestros fracasos como sociedad.

En Colombia la moral es más importante que la ética. No hemos aprendido a convivir con la diferencia. Juzgamos, condenamos y satanizamos prácticas culturales como si la libertad del otro nos asustara, nos causara pus. El libre desarrollo de la personalidad no ha dejado de ser un verbo inerte que reposa en el artículo 16 de nuestra constitución.

Lo preocupante no es que un concejal en compañía de grupo de personas expresara su opinión en contra de una presentación musical que, a juicio de ellos, era inapropiada. Estaban en su derecho. Lo que resulta preocupante que dichas opiniones llevaran a la cancelación del concierto, buscando inconsistencias en el trámite del evento ante el Distrito. Lo reprochable es que tengamos que pedir permiso para elegir qué podemos y no escuchar.

Hablando en términos religiosos, no es pecado manifestar nuestro rechazo ante las opiniones, discursos y prácticas culturales que no son de nuestro agrado. Lo que sí es un agravio es la imposición de nuestras creencias a cualquier precio, la persecución y ese afán constante de silenciar al otro y anularlo como individuo.

Una democracia se construye sobre la disidencia, no es un comité de aplausos. Todo lo contrario, es un escenario de debate constante y no un ritual donde todos levantamos el corazón y aceptamos la voluntad de un líder.