El próximo 20 de septiembre, el episodio 2, estará dedicado a la lucha política que ha motivado los viajes de Gerson Suazo.
Instinto Forastero
Instinto Forastero: Diana y Andrés, nos llevarán a una aventura fascinante, repleta de historias viajeras.
Un tinto inolvidable en Minca, Colombia
Cerré los ojos para sentir ese placentero aroma; llegó a mí fraternal, sutil y fuerte a la vez…
Diana, con la vida en una maleta
Diana, definitivamente, no había nacido para echar raíces, guardar apegos o aferrarse a una relación.
Colombia: tu destino en vacaciones
COLOMBIA es la opción que te propongo visitar. Necesitarás al menos 15 días para recorrer sus mejores ciudades turísticas. Te recomendaré 3, al menos así lo considero, luego tú elegirás por donde comenzar el viaje.
Colombia a través de su gastronomía
Pero la española no es la única herencia que recibió Colombia gracias a la inmigración de aquella época, también existen remanentes en su historia de platos originarios de África y otras partes de nuestro continente.
Más cerca de los Abechucos
Cuando los españoles llegaron a lo que hoy conocemos como Colombia, los pueblos indígenas fueron aguerridos ante el avance de los colonizadores. Relataré esta historia pisando el sur del Tolima donde vive el pueblo ‘pijao’.
Por, Laura Cala
Cuando los españoles llegaron a lo que hoy conocemos como Colombia, los pueblos indígenas fueron aguerridos ante el avance de los colonizadores. Relataré esta historia pisando el sur del Tolima donde vive el pueblo ‘pijao’, cimentado sobre sus tres vigas de oro: el Cerro de Pacandé en Natagaima, el Cerro de Calarma en Chaparral y el Cerro de los Abechucos en Ortega donde vive Guimbales, dios de la guerra. En la capa más baja, compuesta de agua salada, viven los gigantes del origen de su pueblo; Lulumoy (señor de la sabiduría), Lokombo (abuela de la fertilidad y la prosperidad), Elianí (señor del castigo). Y en la siguiente, compuesta de agua dulce, habitan los espíritus del Mohán, la Mohana y el Poira, está otra capa chucuy (arcoíris) y Taiba (luna) y en lo más alto está Ta (Sol). Los ancestros constituyen el pasado, el presente y el futuro de este pueblo indígena.
12:00 del día, partimos de la Terminal del Sur de la ciudad de Bogotá donde estaban mis compañeros de viaje, Fabián y Andrés. Por primera vez me esperaba territorio de Ortega, sur del Tolima, escenario de las luchas por la tierra, el territorio y los derechos de las comunidades indígenas del Tolima y del Cauca por parte del líder caucano Manuel Quintín Lame, quien falleció en Ortega y fue sepultado en los Abechucos el 7 de octubre de 1967.
Desde junio de 2015 hice parte de la Escuela Agroecológica y Territorial Manuel Quintín Lame. Allí convergen diferentes procesos organizativos del Tolima con el fin de generar estrategias productivas a partir de los recursos de estos territorios, el intercambio y conservación de semillas nativas y criollas por parte de los integrantes de la Escuela para fortalecer la soberanía alimentaria de los pueblos y seguir resistiendo ante el modelo agroindustrial imperante a lo largo y ancho del país, la adaptación de los territorios frente al cambio climático; un fenómeno que se manifiesta a diario y requiere de un trabajo conjunto, el agua como un recurso fundamental para la pervivencia de las comunidades. Esta iniciativa se lleva a cabo en algunos resguardos indígenas de los municipios de Natagaima, Coyaima y Ortega.
Ya en casa de Rosa Aleyda Leal, gobernadora del resguardo de Pocará, su familia nos recibió amablemente. Valentina, la niña de la casa me mostró unos dibujos hechos con un lápiz grueso, eran unas flores grandes y un árbol, me regaló el dibujo lleno de colores, creí que estaba molestándome, pero no fue así y dijo lo siguiente “Es para usted, cójalo”. Le agradecí por su regalo, ella me dio un beso en la mejilla y la abracé. Desde ese momento, sabía que ese viaje sería inolvidable.
Unos miembros de la comunidad nos llevaron en motocicletas al resguardo, el camino era oscuro, destapado y lleno de baches hasta el puente colgante sobre el río Tetuán, cuyo caudal ha disminuido por la sequía y la presencia de las areneras de la zona. En algún momento fue el punto de encuentro para las familias que allí encontraban un espacio natural, ideal para compartir en los tradicionales paseos de olla con familiares y amigos, así lo relatan habitantes de la zona.
9:30 de la noche, llegamos a nuestro destino, nos esperaban algunos integrantes de la comunidad que habían adecuado el espacio para la escuela que se llevaría a cabo ese fin de semana. La señora María Jesús, una mujer pijao, de cabello liso y corto, es ama de casa; nos sirvió la comida y conversamos un rato, fue muy ameno. Antes de dormir, un pequeño baile y algunas canciones nos permitieron compartir y entrar en confianza.
Al otro día, llegaron muy temprano los demás compañeros de la Escuela y los profesores que faltaban, fuimos a una parte del resguardo donde haríamos un huerto circular, allí saldrían a flote nuestras destrezas para la siembra de maíz, yuca, fríjol y hortalizas. Aparece entonces, la maestra María Claudina Loaiza, guardiana de semillas, que nos enseñó cómo se toma la pica, la pala, perder el miedo al sol y al agua, todo esto con el fin de brindarle a la madre tierra un poco de oxígeno; dicha actividad trae consigo beneficios para el suelo y el fortalecimiento del trabajo comunitario.
Ciertamente esta actividad tenía un elemento especial: contábamos con la presencia de dos mohanes, médicos tradicionales del pueblo pijao que nos sugirieron la dirección en la que debíamos cultivar, también hicimos parte de un ritual de limpieza para disipar las impurezas de nuestros cuerpos. Desde el más pequeño al mayor, hizo la fila para recibir del mohán la limpieza hecha con ruda y aguardiente, nos mirábamos mutuamente, era una conexión espiritual con el territorio, estábamos ahí, se sentía una energía diferente durante el ritual. Esta jornada estuvo cargada de aprendizajes, conocer otras maneras de hacer las cosas, acompañada de un sol incesante, el abono, picas, palas y chicha dulce para refrescarnos durante el trabajo.
Cayó la noche y las sorpresas no se hicieron esperar, los niños y niñas del resguardo habían preparado un baile tradicional pijao, lucían atuendos hechos con fique, al finalizar la presentación nos reunimos en diferentes grupos, mientras degustábamos de la chicha elaborada por las mujeres, recordábamos con alegría nuestras actividades del día y escuchando historias del Mohán, la Madre Monte.
Domingo en la mañana, llevaron unos caballos al resguardo, antes mis ojos había uno de gran tamaño. Por primera vez lo “montaría”, grata y atemorizante experiencia. Recuerdo que Antonino, ingeniero, activista ambiental y mi amigo, me dio ánimo y dijo “eso no pasa nada, pasa la pierna” y pensé es ahora o nunca, pasó el temor, el caballo empezó a andar y debía manejar las riendas. Por unos instantes, sentí adrenalina.
Hacia el mediodía, nuestra labor en el huerto había terminado, almorzamos y compartimos los alimentos y una que otra carcajada en medio del cansancio. Estaríamos preparados para emprender camino a nuestros destinos, no sin antes despedirnos de la comunidad, sentí nostalgia pero el corazón se hinchaba por lo vivido.
La salida se tornó compleja porque había barro y no podíamos pasar fácilmente, las botas y la ropa habían quedado cafés. Cansados y con ansias de llegar a nuestros hogares, llegamos a la carretera, Linita y Pamela, estudiantes de la Universidad del Tolima consiguieron un camión que nos llevó hasta el terminal del Guamo, y allí tomamos el bus hacia Bogotá, donde llegaría a contar lo sucedido, con nuevos sabores en mi paladar, como el insulso hecho por las mujeres, tamal tradicional tolimense. El obsequio de Valentina y el inmenso río Tetuán.
9:30 de la noche, los y las indígenas pijao siguen en la lucha por su territorio, el agua, sus semillas hasta las historias que tienen en común. Mi viaje terminó con un profundo agradecimiento a Dios, a la vida y al proceso de la Escuela por permitirme conocer personas comprometidas, que no esperan nada a cambio y la esperanza de seguir en pie.
Crónica y fotografías: Laura Cala
Otros lugares de Colombia por conocer: Retratos de Villa de Leyva
Wacken: un festival legendario que al fin pude conocer
Era el año de 1997, una joven que no encajaba en ninguna parte, finalmente conoció, gracias a un amigo, un género que para algunos puede ser chocante y estruendoso, no sólo por su sonido, sino por la imagen asociada a él: el Metal. Fue cuando ella sintió, que ahí era donde pertenecía.
Por, Alejandra Velandia
Era el año de 1997, una joven que no encajaba en ninguna parte, finalmente conoció, gracias a un amigo, un género que para algunos puede ser chocante y estruendoso, no sólo por su sonido, sino por la imagen asociada a él: el Metal. Fue cuando ella sintió, que ahí era donde pertenecía.
Claro está, hablo de mí, estando en esa nueva etapa de exploración musical me topé con un festival llamado Wacken, gracias a algunos videos que se podían conseguir en esa época en el centro de Bogotá. Fue algo surreal en ese momento, el mismo nombre no era de una ciudad conocida siquiera, parecía un lugar lejano al que pocos llegan.
Para mi sorpresa, las primeras imágenes del festival decían todo lo contrario, Wacken, para ese año, era uno de los festivales más importantes del mundo, sino el más y que reunía miles de seguidores anualmente.
Algo de la historia de Wacken
Antes de contar mi experiencia como una simple mortal amante de un estilo de música en particular que vive en el tercer mundo, quisiera hablar un poco de la historia del festival.
Se remonta al año de 1990 donde, sin muchas pretensiones, buscaron un lugar donde reunir algunas bandas locales. Para el año 1998 ya era el más importante de Europa. W.O.A. por sus siglas en inglés Wacken Open Air se realiza a inicios de agosto y dura tres días, en promedio se presentan 150 artistas distribuidos en ocho escenarios, ¡Sí ocho!, muchas de las bandas con gran trayectoria y reconocimiento mundial.
Pero bueno, más allá de lo que la historia o los videos nos puedan enseñar sobre que es W.O.A, estos, definitivamente, siempre se quedarán cortos comparados con lo que es vivirlo en persona.
Por veinte años tuve que esperar para poder experimentarlo por mí misma, verlo con mis propios ojos, escucharlo en vivo y en directo. Para muchos, como para mí, parecía un imposible, para otros, aún sigue siendo un sueño, y es que para un país como el nuestro la idea de viajar a Europa para asistir a un festival es una empresa bastante difícil, los costos pueden llegar a ser un impedimento bastante serio. Ir aunque no es económico, es posible, así como lo hice yo lo pueden hacerlo muchos más con planeación y esfuerzo.
Agosto de 2017
Finalmente se acercaba el momento tan esperado, es agosto dos y para dirigirme hacia Wacken debo ir a la estación de Hamburgo de donde salen buses que te llevan hasta allá.
El recorrido dura una hora, decidimos llegar un día antes de que iniciara el festival, porque personas que ya habían ido anteriormente decían que podía ser difícil encontrar espacio para acampar y que a medida que van llegando más personas, estas quedarán más lejos de los escenarios, teniendo que caminar algunos hasta un cuarto de hora para llegar a su carpa.
Afortunadamente aún no había llegado mucha gente para ese entonces y quedamos bastante cerca, en especial de la zona de comidas y de baños decentes. Esto fue grandioso, pues dadas las condiciones, puede ser aún más incómodo no tener este tipo de cosas al alcance o que te demores mucho más para acceder a ellas.
Por fin encontramos un espacio para acampar pero aquí viene la primera anécdota del festival, resultó ser un espacio reservado por varios alemanes que viajaban en grupo y lo tenían como centro de reunión, por supuesto, nos pidieron que moviéramos, en tono amable, la carpa que habíamos instalado. Nos explicaron el por qué, y nos dejaron ponerla cerca de los carros que llevaban, en otro espacio que quedaba libre. Además, nos ofrecieron ayuda si necesitábamos algo, porque se sintieron un poco mal de quitarnos de allí. Sí, los alemanes son buenas personas, más de lo que se podría pensar de ellos.
Lo primero que hicimos después de acampar fue buscar comida, ¡obviamente!, en el festival puedes encontrar diferentes opciones a unos precios asequibles que variaban entre cinco y siete euros. Luego fuimos a buscar la manilla que te da acceso al festival y aquí viene la segunda anécdota.
A nosotros no nos las entregaron al entrar, cosa que debieron hacer y casi no nos creen, dimos las explicaciones del caso, para que nos la dieran. Sin las manillas no podíamos acceder a los conciertos, una verdadera tragedia.
El día previo al festival permite acomodarse y dar un pequeño recorrido por el lugar, ahí ya empiezas a entrar en calor, ya que, como los alemanes que nos movieron de su zona de camping, la mayoría viaja en grupos y llevan todo lo necesario para hacer su estancia en el festival más cómoda y placentera.
Algunos llevan cosas para preparar su comida, sillas y hasta sofás, incluso baños portátiles para su uso personal y, por supuesto, música a todo volumen en sus parlantes y amplificadores que suenan por donde vas pasando. Ya la fiesta se empieza a sentir. Agrupaciones menos conocidas se presentan antes de las más famosas.
Llegó, por fin, el tan anhelado día
Finalmente es tres de Agosto y arrancó formalmente el festival. Inició, aproximadamente, a las tres de la tarde y la gente ya se estaba preparando para lo que se vendría. Para mí, el primer toque con el que finalmente conocería que era un Wacken, fue con la clásica ochentera Europe, que calentó motores con sus temas de siempre y que todos los asistentes cantaron a todo pulmón, la fiesta comenzaba.
Cuando aún estábamos saltando de la dicha, se presentó, nada más y nada menos, que Accept, la legendaria banda Alemana, pero este no iba a ser un show común y corriente, ¡esto era Wacken! Y aquí todo supera las proporciones de lo que uno ya ha visto antes.
El montaje supera lo que esperas y lo que ves en televisión no se compara con la sensación de vivirlo por ti mismo. El sonido es bestial, y los shows muchas veces vienen cargados de sorpresas, esto fue lo que sucedió en el show de Accept, que hizo un espectáculo especial con sinfónica incluida, algo para no olvidar. El día terminaría con VolBeat, una banda no tan conocida para mí, pero que al parecer es de culto entre los alemanes, quienes saltaron y cantaron sin parar cada canción, mucha descarga de energía en un solo lugar.
Llegaba la hora de descansar tras un largo día, afortunadamente nuestra carpa no estaba demasiado lejos, lo cual permitió que el cansancio fuera un poco menor. Para la mayoría de los alemanes la noche es joven y ellos, que parecen maquinitas, seguirían la fiesta hasta altas horas de la madrugada.
Segundo día de festival
Algunas de las bandas presentes en este segundo día, fueron: la clásica Grave Digger, seguida de Sonata Artica, continuando con una de las agrupaciones que más tenía ganas de ver en el festival, Saltatio Mortis, banda de folk alemana con una energía única, su estilo, sin duda, es incomparable y su cantante, con una de puesta en escena increíble, hizo de su presentación fuera una de las que más disfrutara. La alegría de los que estábamos presentes era maravillosa, cantando y bailando sin parar. Un show único.
Continuarían Trivium y Paradise Lost –para mi tristeza– quería verlos a los dos y no podía. Tenía que comer, ¡Por favor, de música no se sobrevive!, aunque muchos creyéramos lo contrario. Regresaría después de darle algo de combustible a mi cuerpo para seguir aguantando lo que faltaba, para ver otra presentación de lujo. Apocalyptica, celebrando los 20 años de su álbum debut Play by Four, un lujo que no tienen muchos ¡Sublime!
Emperor le daría una atmosfera etérea a la noche que recién comenzaba, con un toque también de máxima calidad, tocando completo su álbum Anthems To The Welkin At Dusk. Seguiría otro peso pesado, Megadeth, que ya había visto en varias ocasiones, pero qué más da, siempre querrás repetir.
Finalizaría la noche el show de Marilyn Manson, que a pesar de tener mala reputación dentro de los true metaleros colombianos, paradójicamente es adorado por los metaleros alemanes quienes alucinaron con su show.
Ultimo día
Como todo lo bueno en la vida, Wacken llegaba a su final –lágrimas–. Este día deparaba que el descanso fuera el mínimo, ya que el cartel de bandas de talla internacional así lo exigía.
La primera fue Beyond the Black, una banda alemana no tan conocida, prácticamente nueva, con apenas 3 años de creación y que tocaba, por primera vez, en uno de los escenarios principales. La sorpresa en este show fue que la cantante tocaría una canción en un piano prendido en fuego, ya saben, es ¡Wacken!
Sin tiempo de almorzar siguió, nada más y ni nada menos, que los Hermanos Cavalera haciendo una presentación especial de aniversario del álbum Roots de Sepultura, un clásico del Metal y con sus integrantes originales, bueno al menos parte de ellos. Sin duda, oír las canciones de Sepultura en voz de su cantante original, Max Cavalera, no tiene precio. Demasiada felicidad.
El tiempo es estrecho y corres a comer algo para no perderte lo que falta. Apenas, para ver parte del show de Heaven Shall Burn. Uno tras otro, sin descanso, continuaría la jornada con una de las bandas más aclamadas en Alemania, Powerwolf. Vaya espectáculo, una presentación increíble y la puesta en escena y potente voz de Attila Dorn te dejan descrestados, el público alucinó sin parar.
Al parecer, con todo esto, apenas estamos calentado motores, vendría Alice Cooper, una vez más, mostró porque es toda un leyenda y su espectáculo así ratificó, uno de los más grandes del rock, en uno de los festivales más importantes, te deja sin palabras.
Lo mejor estaba por venir, al menos para mí, soñaba con verla allá y pues como dicen por ahí, se vale soñar. ¡Amon Amarth, señores! en Wacken, la emoción no me cabía. La gente enloquecía con los primeros riffs de guitarra. La locura se apoderó del lugar.
La piel se te eriza al sentir que la pasión que sientes es compartida por miles de personas, que como tú, estaban felices de estar allí. La clásica escena del público fingiendo están remando un barco vikingo arrodillados no podía faltar. Y la cereza del pastel, hacer crowdsurfing, oyéndolos de fondo, navegando sobre las manos de varios metalheads y viendo el escenario donde estaba tocando Amon Amarth. Una imagen que jamás se borrara de mi mente.
Uno de los show más esperados por muchos (no por mí, en realidad), que sería parte del cierre del festival era Avantasia con su Metal Ópera, el público enloqueció con una de las presentaciones más memorables. Lastimosamente no soy tan fan, así que preferí ir a ver a una que estaba en otro escenario, en el que se presentaban bandas menos populares, muchas de ellas, locales o de Folk. El tiempo no da para tanto, siempre tienes que elegir.
Pero en esta ocasión pude ver un show de tamaño pequeño más íntimo, no como los que uno siempre se ve en tv, en el Wackinger Stage se estaba presentando, al mismo tiempo, Omnium Gatherum, banda de Death Melódico a quien siempre quise ver, un concierto que, aunque pequeño, dejó ver que en este estilo de música, hay para todo el mundo.
El cierre estuvo a cargo de Kreator, agrupación de culto, para muchos. Su una puesta en escena fue descomunal, tuve que dividirme para ver parte de la presentación, ya que al mismo tiempo, estaba tocando en otro de los escenarios alternos, Soilwork, que fue, en realidad, mi cierre de Wacken.
Para concluir
Haber vivido esta experiencia fue realmente algo increíble. Uno no dimensiona lo descomunal que llega a ser, sólo viéndolo en los videos, que llegaban hace algún tiempo al país y más recientemente en streaming o en YouTube.
La emoción de estar en el lugar donde se rinde culto al género que te llena y ver que no eres el único que comparte esta pasión, te sobrecoge. En algunos momentos puede ser un poco duro por las inclemencias del clima, pues nosotros, como latinos, no estamos acostumbrados a las estaciones ni a climas extremos. Para los alemanes es un clima ideal, pero para mí, fue bastante difícil resistir.
Sin duda, lo más complicado fue vivir –literalmente– en medio del lodo. Para ellos (los alemanes) es una fiesta. De todas maneras fue tanta la felicidad de estar allí que eso pasó a un segundo plano. Al final del festival sientes una sensación ambigua de nostalgia y descanso.
Ir y vivirlo por tu propia cuenta es algo que vale la pena hacer, aunque sea una vez en la vida. Los que amamos este tipo de música entenderemos que nunca habrá un lugar igual para estar rodeado de lo que más amas, bueno tal vez el crucero 70.000 Tons of Metal, pero eso será otra historia.
Vea aquí la galería fotográfica de la experiencia del Wacken 2017:
https://www.facebook.com/pg/RDisidentes/photos/?tab=album&album_id=1578677365521684
Por: Alejandra Velandia
Los contrastes del Caribe
En cuarenta minutos en carro desde Cartagena se llega a Barú para deleitarse con un mar azul turquesa y una arena blanca llena de turistas de muchas nacionalidades; algunos se han convertido en dueños residentes del lugar con restaurantes, hoteles y hostales.
«El Caribe me enseñó a ver la realidad de otra manera, a aceptar los elementos sobrenaturales que forman parte de nuestra vida cotidiana. Es un mundo distinto… La síntesis humana y los contrastes que hay en el Caribe no se ven en otro lugar del mundo… Y no solo fue el Caribe. El me enseñó a escribir pero también es la única región del mundo donde no me siento extranjero»– Gabriel García Márquez
En las playas del Caribe todos están descalzos, con sus cuerpos expuestos al sol, dando una sensación de igualdad y tranquilidad que va al compás con el sonido del mar. Mi pequeño recorrido caribeño empezó en Cartagena, en la parte histórica, caminando sus calles y enamorándome sin querer de su belleza antigua y de sus sonidos de tambores de los grupos callejeros.
Evidentemente es un sector con una demanda turística muy alta, que con una adecuada administración podría ser un sitio inteligente con turismo sostenible. Existe en ese sector el Aviario Nacional que cumple con un turismo que educa sobre las diferentes especies de aves, uno de los tantos sitios de contemplación de fauna y flora que tiene el Caribe
¿Qué responsabilidad ambiental tiene el turista extranjero? ¿Cuánta agua potable tiene el Caribe Colombiano? ¿Por qué no usan paneles de energía solar y a quién le corresponde este emprendimiento?. Según un reciente artículo en el periódico el Heraldo, el Atlántico está incluido en el Corredor Turístico del Caribe con Bolívar, Magdalena, Cesar y La Guajira, en este participan Barranquilla, Puerto Colombia, Galapa, Baranoa, Juan de Acosta, Tubará y Usiacurí. Este artículo también resalta información por parte del ministerio de Comercio, Industria y Turismo sobre el repunte que ha tenido el territorio atlanticense en los últimos años en turismo, consolidándose como un destino de interés para los viajeros de América Latina y el Caribe.
«El Caribe me enseñó a ver la realidad de otra manera, a aceptar los elementos sobrenaturales que forman parte de nuestra vida cotidiana. Es un mundo distinto… La síntesis humana y los contrastes que hay en el Caribe no se ven en otro lugar del mundo… Y no solo fue el Caribe. El me enseñó a escribir pero también es la única región del mundo donde no me siento extranjero»– Gabriel García Márquez
Un turismo sostenible es una herramienta para abrir el camino para consolidar la paz y debe ser así, porque el agua es un recurso limitado y esta escasez se siente con más peso en el Caribe. Un departamento con mucho para ofrecer al turista que le urge re-pensar como preservar su oferta hídrica a través de miles de modelos ya existentes en el mundo. Por ejemplo, la basura que se encuentra en las playas caribeñas, que a mi juicio, es el peor problema es fruto del desconocimiento y la falta de educación para saber que la basura es energía y que por tanto se transforma. En esta era, la tecnología de punta está al alcance de todos y con esto la evolución y una mejor forma de cuidar los ecosistemas.
Visitar el Caribe siempre es un placer y tal como lo describe García Márquez, sus contrastes son alucinantes, mágicos y en ocasiones desgarradores ¿Hasta cuándo podemos apreciar éste y otros paraísos colombianos con el ritmo de consumo e insuficiencia energética que llevamos?
En las payas de Barú se puede nadar en la noche en un rincón del mar para ver los colores fluorescentes del plancton, un conjunto de organismos de pequeño tamaño que tienen como característica principal habitar la columna de agua con limitada capacidad de contrarrestar las corrientes de la misma.
El término ‘plancton’ proviene de un vocablo griego que significa ‘errante’, el cual fue acuñado en 1887 por el alemán Victor Hensen para describir a los organismos que derivan con las corrientes marinas y dulceacuícolas. Los organismos del plancton pueden ser útiles indicadores de los cambios ocurridos en los ecosistemas por su rápida respuesta a las condiciones ambientales dictadas por sus, relativamente, cortos ciclos de vida y sensibilidad a la contaminación. Antes de sumergirse en este mundo marino, los guías locales ofrecen información básica del plancton con estas cifras: “… del 100% de plancton del planeta queda el 40%…”. Ellos, por lo general, suelen ser personas de la región o extranjeros que llegan de paseo y terminan enamorados como muchos de este paraíso.
Mi recorrido terminó en el XI Carnaval de las Artes en Barranquilla, un evento de entrada libre de tres días, cargado de música y literatura en una ciudad seductora, limpia, verde, con una arquitectura magnifica e impecable y sobretodo con la peculiar amabilidad de su gente.
Por, Yuliana Saavedra
@Yulsx
Madison y Bogotá: analogía entre lo mágico y lo real
Pocas veces pensé en el –anhelado para muchos– “sueño americano”. En mi cabeza siempre rondó la idea de debutar como extranjera en lugares más conflictivos y golpeados social, política y económicamente, para analizar qué tan quedados o desarrollados estamos los colombianos, en comparación con los países de la región.
Pocas veces pensé en el –anhelado para muchos– “sueño americano”. En mi cabeza siempre rondó la idea de debutar como extranjera en lugares más conflictivos y golpeados social, política y económicamente, para analizar qué tan quedados o desarrollados estamos los colombianos, en comparación con los países de la región. Ningún país de Suramérica me parecía una idea descabellada; otros de Centroamérica también entraron en la lista de alternativas. Pero, la vida te da sorpresas, dijo el cantante panameño Rubén Blades y hace, un poco más de, ocho meses estoy en la tierra del Tío Sam. Al salir del País el chip comparativo se enciende, es inevitable someter casi todo –por no decir que todo– en una balanza. Al principio, deslumbrada por el orden y la educación que se evidencia en esta zona en la que asiáticos, mexicanos, colombianos, brasileros, americanos, venezolanos, argentinos, entre otros caminan rápidamente por las calles del centro de la ciudad con sus maletas a la espalda, en una de sus manos llevan una copa de café o de un smoothy (dependiendo el clima). Buena energía y tranquilidad es lo que se respira en este punto del mundo. Sin embargo, en Bogotá, lamentablemente las cosas no son tan color de rosa como se vive a este ‘lado del charco’, allá conservamos la cultura del vivo, a diario se percibe la intolerancia y el irrespeto. Nacimos y crecimos contemplando la desgracia ajena como parte de nuestra vida cotidiana. Señales que indican que estamos lejos de nuestra tierrita son fáciles de percibir cuando el pan de cada día no son las noticias de corrupción y barbarie, sino las meteorológicas. Aquí, en este lejano punto del norte de América, detallitos como que personas de la tercera edad o universitarios abran su computador al sentarse en cualquier silla azul de los articulados del transporte público; o que palabras como: gracias o discúlpeme por favor, sean las más utilizadas en el transcurso del día, son indicadores que somos dos mundos distintos. Pero, este no es un artículo para dar ‘garrote’, pues sería injusto desconocer la situación política, social e histórica por la que ha tenido que cruzar Bogotá, frente a la realidad de Madison, la capital de Wisconsin, ubicada al noroeste de Chicago,la segunda ciudad más poblada después de Milwaukee, la región minera del suroeste. Los principales atractivos turísticos en la también conocida como la capital del queso y la cerveza son los lagos Mendota, Monona, Waubesa y Kengosa. Estos cuatro lugares son perfectos en cualquier estación del año para compartir con la pareja a solas, con un grupo de amigos, para meditar, o si gusta del cigarrillo, también para fumar o beber. También si necesita llorar. Cada uno llega con un propósito a cualquiera de esos puntos de esta encantadora ciudad y, sin duda alguna, logra su cometido.
El aroma que se percibe todas las mañanas en cualquier panadería de barrio, en la capital colombiana, ha sido una de las cosas que más he extrañado acá, estos espectaculares lugares con pan francés, rollo, croissant de bocadillo y queso, almojábanas, y vitrinas gigantes con de Todito, papas Margarita, Manimoto, cualquier producto Yupi o Chefrito sería una verdadera gema por estos lares; por eso, cuando la primavera va llegando a su fin en Madison y los días de incesante calor empiezan a darle la bienvenida al verano, hay un plan imperdible en pleno Downtown, aparte de ver piernas pálidas de las americanas que lucen con sus pantaloncitos calientes. El plan es darle la vuelta a la manzana al Capitolio y disfrutar del Farmer Market. Con la llegada de esta temporada todo cambia; las flores son más bonitas, las calles más coloridas, la gente se ve con más energía, los vendedores llegan los fines de semana a este punto de la ciudad desde sus granjas con huevos, animales, verduras, comida orgánica y pan calientico, no estoy hablando de cualquier masa de harina insípida, ¡No! Esta pequeña pieza caliente de gluten logra transpórtame a millas de distancia a la panadería de la esquina de ‘la vecina’ en cualquier barrio de Bogotá. Y así voy caminando, pendiente de no estrellarme con nadie, conservando mi derecha, viendo a los hombres fofos y sudados, pero contentos. Cata de quesos por un lado, filas de veganos intentando comprar su almuerzo del otro día, frutos secos por otro parte, un carrito donde venden empanadas venezolanas ¡Bendito! Quiero comprar de todo, sin embargo hago caso omiso. Los costosos tulipanes que aparecen en las macetas ubicadas alrededor del imponente State Capitol y en algunos capítulos de los Simpson, son imposibles de ignorar, sin embargo la sensación que generan no es la misma que se siente al estar en la Plaza de Bolívar mirando el Palacio de Justicia, La casa del florero, la Catedral Primada de Colombia, La Alcaldía Mayor y el Congreso de la República. Acá no hay bellas flores ni huele a pan caliente, acá huele a Patria, a historia, a guerra, a libertad, a condena, a gritos de independencia y a voces de rebeldía. Pasar por el camino de piedra del Chorro de Quevedo y mirar aquellos habitantes silenciosos o estatuas humanas ubicadas en los techos de las casonas viejas, inevitablemente, reviven la época de la violencia en la memoria de los más viejos o tele transporta a los más jóvenes a un mundo que conocen a través de libros de historia y documentales. Este sector colonial es una muestra que rememora la valentía y tesón, características no solo del ‘rolo’, sino del colombiano promedio. No obstante, no sé si es porque tenía ciertas dificultades con el idioma y no alcancé a traspasar más barreras, o porque era la primera ciudad americana que conocía y tenía acumulada mucha información, pero no logré olfatear esos rastros de historia, eso que uno siente cada vez que llega a cualquier parte del centro histórico de la capital colombiana, no sé… Si usted camina por la State Street, la calle principal de Madison probablemente podrá sentirse como si estuviera dándose un ‘septimazo’.Algunos intentan darse a conocer y ganarse uno que otro dólar interpretando canciones con saxofones y guitarras; otros pintan cuadros y venden sus obras artísticas y muchos, vagabundos, con carteles que dicen “help me please” piden monedas. Sin embargo, si se antoja de un pollo frito, un ajiaco, una sopa de menudencias o un mondongo con mucho callo y libro es muy posible que se quede con las ganas.
No siempre siento que voy cruzando por el centro capitalino, por la octava con Jiménez donde venden los vestidos de paño y sombreros gardelianos que usaban nuestros abuelos. A veces, las tardes veraniegas desplazan mi imaginación un poco más al norte hasta llegar a la zona T, Los bares abiertos con mesas repletas de frías y burbujeantes Hopalicious, Spotted cow oWisconsin Amber, con las clásicas sombrillas ubicadas en los andenes, me hace pensar en la incansable tendencia de copiar el estilo americano que tenemos en Bogotá (o Colombia), pero con Águila, poker o Club Colombia. Transportarse desde hasta cualquier punto de la ciudad de Madison en bus es un plan que resulta muy divertido, confortable y placentero. El viaje debe programarse minutos antes a través de Google Maps para conocer rutas, horarios y puntos de paradas. Puede llevar la popular copa de café e iniciar o continuar con la lectura de su libro preferido. Una utopía si pretende hacer esto en cualquiera de los sistemas de transporte de la capital colombiana. Largas filas para pagar un tiquete, estaciones atiborradas de gente en busca de un espacio en un articulado para poder llegar a su casa después de un arduo día laboral, las manos cuidando las carteras y los ojos al acecho de cualquier movimiento sospechoso de otra persona son el pan de cada día. Y así podría seguir contando y comparando cosas que serían mundos desconocidos, perfectos para muchos e imposibles para otros. Sólo queda por decir, que es cierto, el corazón de Bogotá huele a historia y a sangre; también a esperanza y perseverancia. En la capital rige la cultura de la prevención, nos enseñaron desde pequeños (no fue en la iglesia) el onceavo mandamiento: no dar papaya. Nos enseñaron a ser luchadores y guerreros. La cultura y la vida en la capital de la cerveza y el queso es una fantasía. Pero la cultura bogotana es mi cultura, allá nací, crecí, estudié, trabajé, amé, reí y tengo todo por lo que estoy en Madison. Bacatá es una aventura, es un desafío constante. Es un trampolín de oportunidades. El rolo es amable, pero desconfiado (tiene sus razones), es generoso aunque parezca parco. Le duele su tierra que acoge por igual al extranjero, al desplazado, al indígena, al que la usa y la bota, al que la ultraja y al que la odia. El enfoque panorámico que capturo desde acá, no solo hasta Bogotá, sino en toda Colombia es que somos un país de ‘berracos’, absolutamente ricos, ingeniosos, creativos y recursivos. Allá curamos la gripa con aguapanela, la pena de amor con aguardiente, el frio con chocolate, los guayabos con caldo de costilla, el hambre con empanada pero poseemos un grave defecto: carecemos de confianza en nosotros mismos.
Por, Angy Barrero
@TatianaBarrero