Callejón de Guadalupe

De Veracruz a San Cristóbal de las Casas, México

Su muerte me duele y en algún punto encuentro simbólico el hecho de que me aleje de Chiapas mientras él también se aleja de este mundo.

Por, Irving Pacheco Gutiérrez

Resumen de un viaje que marcó mi vida.

En Febrero del año 2017 viajé a Ciudad de México CDMX a presentar un examen de admisión a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el proceso, un trabajador de la empresa de autobuses en el que iba a viajar robó mi boleto de regreso, cancelándolo y obligándome en ese momento a comprar otro, pues se había ocupado el asiento y no había oportunidad de recuperarlo. Hablando con la encargada del lugar, me ofreció uno a mitad de precio en lo que se llevaba a cabo una investigación para esclarecer el asunto, pero como no tenía más dinero, le pedí prestado a un amigo chiapaneco que en ese momento me depositó, con lo que pude comprar un pasaje de regreso.

Por medio de un correo electrónico posterior a mi llegada a ciudad de Lerdo, me notificaron que mi dinero sería repuesto en su totalidad, además me regalaron un boleto a cualquier parte de la república mexicana donde tuviesen servicio. Ese día decidí emprender un viaje a San Cristóbal de las casas, Chiapas, destino turístico internacional y de gran peso cultural.

Quería partir solo y verme en Chiapas con mi amigo –el que me prestó en la terminal de CDMX–, pero la verdad es que en ese momento estaba enamorado de una chica y al final decidí cancelar el viaje con él y partir con ella a finales de Junio hacía este hermoso lugar.

Anotaciones en el diario personal

Jueves, 08 de junio de 2017, 00:07 A.M.

Tengo a Malibú a mi lado y está intentando no dormirse. No lo logró. Escribo poco en mi cuaderno por ahora, listo mis lecturas y aún no termino.

Hace ocho días cumplimos ocho meses de noviazgo con Silvia; parece que pronto viajaremos y la relación va bien.  La quiero y me quiere, me acepta y es cariñosa, aunque es celosa, y a veces se descontrola, pero ¿Quién no? amo a mi niña.

El lunes envié libros por correo a la hermana de un Ingeniero con quién en el pasado intercambiamos lecturas.

Jueves, 22 de junio de 2017, 20:17 P.M.

Hoy fui a buscar los boletos a la terminal de autobuses, mis cortesías y los que se necesitan para ella, aunque no parecían querer dármelos, el nombre de Iliana Chama, encargada de grupo ADO, obró como una especie de palabra mágica ante la cual no les quedó de otra.

Así mismo tengo la reservación para casa Bugambilia, he depositado la mitad y nos esperan el día 27 de este mes, tenemos listo dinero, ropa y una cámara, no sabemos exactamente qué esperar. Volvemos en tres días.

Miércoles, 28 de junio de 2017

Recién llegamos a San Cristóbal hacia las 2:00 a.m. el departamento está excelente, la cocina está perfecta, justo ahora son las 12:42 p.m. y nos alistamos para salir a conocer el pueblo. Silvia está hermosa.

Crónica

Me di la oportunidad de conocer un lugar mágico en su totalidad, las calles adoquinadas sostienen un grupo heteróclito de personas y ves lo mismo un guatemalteco que un australiano comprando ropa local, indígenas pasando con artesanías –hermosas, coloridas– y miro al cielo para disfrutar del sol de la tarde, el departamento está muy cerca del centro histórico y nos permite perdernos en éste sin problema. Llegado un punto topamos el callejón Guadalupe, donde no hay espacio para autos, sólo para decenas y decenas de personas de toda nacionalidad y origen, oigo acentos del norte del país, lengua zoque, lengua maya, inglés, francés y en algún punto de mi recorrido me parece oír alemán.

Callejón de Guadalupe
Sobre esta calle venden pizzas, vino, ropa, collares, dijes de ámbar y piedras preciosas, recuerdos, comida y un sinfín de cosas geniales

Sobre esta calle venden pizzas, vino, ropa, collares, dijes de ámbar y piedras preciosas, recuerdos, comida y un sinfín de cosas geniales, aunque un poco caro, no excede el precio habitual, al final del callejón se encuentra el parque principal y enfrente ocupando toda la cuadra del lado derecho está la iglesia –una de muchas– a la cual entramos para admirar el arte que recubre paredes y el altar principal.

Salimos de la iglesia por la parte trasera, en el costado izquierdo del parque, caminando hacía una plaza descubrimos un museo que alberga la historia del origen y sucesivos acontecimientos importantes dentro de la ciudad, nos enteramos que ha cambiado al menos seis veces de nombre, del cual sólo recuerdo uno: Ciudad Real, titulo concedido por un rey al visitarla y que se conservó largo tiempo hasta la época de la evangelización.

Regresando hacia el parque y a la izquierda del callejón del cual salimos hay una calle que nos lleva a otra zona más calmada, se ven menos turistas pero al igual que el centro de la ciudad es impresionante, pasando la zona de bares encontramos museos dedicados a la venta y exposición de collares y adornos hechos con ámbar, piedra preciosa de origen vegetal y que en México se extrae casi en su totalidad de esta zona del país, resisto mi impulso de gastar cinco mil pesos en un collar para ella y nos vamos caminando más abajo, dos cuadras después descubrimos una tienda de dulces y pronto estamos comprando canastas y llenándolas de estos, pues son baratos y al parecer muy tradicionales. Hay unos de miel, gaznates, cocadas, de membrillo, de chocolate y unos que en el museo aparecían como típicos de la zona, hechos de yema de huevo y muy dulces con formas variadas como gallinas, corazones, plátanos, manzanas, duraznos, entre otros; mismos que anteriormente se acostumbraban regalar a las chicas jóvenes por parte de algún pretendiente.

Nucus
Nucus, hormigas negras, tostadas al fuego y que se venden por 1.000 pesos el kilo

Preguntando encontramos un mercado local muy bonito donde venden elotes asados, verduras, rambután, cocos, tamales, y algo que me explota el cerebro: Nucus, hormigas negras, tostadas al fuego y que se venden por 1.000 pesos el kilo, afortunadamente el señor las vende por pequeñas cantidades y más por curiosidad que por antojo nos compramos un par de bolsitas que conservamos hasta la vuelta a nuestro estado. Así mismo encontramos gusanos tostados que al igual que las nucus se comen bien, pero no nos atrevimos a tanto en ese momento.

Regresamos a la casa y ya con más calma observamos el patio, posee un hermoso tiesto de bugambilias color lila, de la cual obtiene su nombre, un duraznero en flor y un árbol de limones, así mismo mesas de patio en las cuales se puede comer cómodamente.

Al día siguiente volvemos al centro ya con la clara decisión de comprar dulces de recuerdo para nuestras familias, gastamos un par de pesos en un suéter genial para ella, una muñeca para una amiga y para mí un pequeño jaguar, un dije de ámbar y una pulsera. Compramos tamales para comer en un lugar que superó ampliamente nuestras expectativas, Silvia conoció ese día el agua de tascalate, una bebida típica chiapaneca hecha de achiote y pozole.

La verdad es que el último día sólo tuvimos una misión: Comprar tamales. Nuestro autobús de regreso salía temprano y no nos dio mucho tiempo de seguir visitando, sin embargo, aprovechamos el rato para comprar unos que a ella le gustaron mucho y que quería traer. Compró diez de fresa, diez bola, cinco de frijol con queso y si mi memoria no falla, unos cuantos de camarón. Volvimos al departamento para entregar las llaves y es cuando mi celular empieza a sonar con mensajes extraños. Mi amigo no aparece. Me comunico con más amistades de la zona y sobre la hora de abordar el autobús me entero que fue secuestrado, torturado y asesinado en Tapachula, una ciudad fronteriza de Chiapas que colinda con Guatemala, quedo en shock y durante todo el trayecto de vuelta tengo un regusto amargado en la boca, su muerte me duele y en algún punto encuentro simbólico el hecho de que me aleje de Chiapas mientras él también se aleja de este mundo.

Anotaciones en el diario personal

Viernes, 30 de Junio de 2017

Aunque el viaje fue genial, quiero dedicar unas líneas a una persona maravillosa. Se llamaba Rigoberto Orozco, lo conocí por Twitter a principios del año pasado, a partir de las redes sociales entablamos amistad y me invitó a conocer Chiapas.

La primera vez fue en Septiembre del 2016, me invitó a Tapachula y aunque con pocas expectativas terminé enamorándome de un increíble lugar, visité zonas arqueológicas, Tuxtla Chico y pasé al país de Guatemala, tiempo después, vino a mi estado a conocer mi ciudad y lo llevé por distintos lugares, de los cuales creo se llevó también buenos recuerdos.

De ese tiempo para acá tuvimos una relación de amistad y trabajo la cual se mermó un poco por el hecho de que se enamoró de mí. Y aunque no le correspondía le quería y apreciaba más de lo que él se imaginaba. Justo en el viaje a San Cristóbal dejé de escribirle porque iba con Silvia, y él, noble, sólo me pedía que le contestara, la cuestión es que no lo hice y el Jueves en la mañana fue encontrado en Tapachula, muerto, con signos de tortura, de golpes, despojado de todo y tirado en la mitad de una calle de terracería.

Lunes, 3 de Julio de 2017

Respecto al viaje: Fue mejor de lo esperado, compramos artesanías, ámbar, comida típica, visitamos el museo y cenamos en un restaurante italiano. Como recuerdo le traje a Claudia una muñeca y a mis papás y mi abuela unas cestas con dulces.

También traje Nucus (hormigas) y muchas ganas de repetir el viaje, a Silvia parece que le ha gustado.

 

Crónica y fotos: Irving Pacheco Gutiérrez

Más cerca de los Abechucos

Cuando los españoles llegaron a lo que hoy conocemos como Colombia, los pueblos indígenas fueron aguerridos ante  el avance de los colonizadores. Relataré esta historia pisando el sur del Tolima donde vive el pueblo ‘pijao’.

Por, Laura Cala

Cuando los españoles llegaron a lo que hoy conocemos como Colombia, los pueblos indígenas fueron aguerridos ante  el avance de los colonizadores. Relataré esta historia pisando el sur del Tolima donde vive el pueblo ‘pijao’, cimentado sobre sus tres vigas de oro: el Cerro de Pacandé en Natagaima, el Cerro de Calarma en Chaparral y el Cerro de los Abechucos en Ortega donde vive Guimbales, dios de la guerra. En la capa más baja, compuesta de agua salada, viven los gigantes del origen de su pueblo; Lulumoy (señor de la sabiduría), Lokombo (abuela de la fertilidad y la prosperidad), Elianí (señor del castigo). Y en  la siguiente,  compuesta de agua dulce,  habitan los espíritus del Mohán, la Mohana y el Poira, está otra capa chucuy (arcoíris) y Taiba (luna) y en lo más alto está Ta (Sol). Los ancestros constituyen el pasado, el presente y el futuro de este pueblo indígena.

12:00 del día, partimos de la Terminal del Sur de la ciudad de Bogotá donde estaban mis compañeros de viaje, Fabián y Andrés. Por primera vez me esperaba territorio de Ortega, sur del Tolima, escenario de las luchas por la tierra, el territorio y los derechos de las comunidades indígenas del Tolima y del Cauca por parte del líder caucano Manuel Quintín Lame, quien falleció en Ortega y fue sepultado en los Abechucos  el 7 de octubre de 1967.

Desde junio de 2015  hice parte de la Escuela Agroecológica  y Territorial Manuel Quintín Lame. Allí convergen diferentes procesos organizativos del Tolima con el fin de generar estrategias productivas a partir de los recursos de estos territorios, el intercambio y conservación de semillas nativas y criollas por parte de los integrantes de la Escuela para fortalecer la soberanía alimentaria de los pueblos y seguir resistiendo ante el modelo agroindustrial imperante a lo largo y ancho del país, la  adaptación de los territorios frente al cambio climático; un fenómeno que se manifiesta a diario y requiere de un trabajo conjunto, el agua como un recurso fundamental para la pervivencia de las comunidades. Esta iniciativa se lleva a cabo en algunos resguardos indígenas de los municipios de Natagaima, Coyaima y Ortega.

AbechucosYa en casa de Rosa Aleyda Leal, gobernadora del resguardo de Pocará, su familia nos recibió amablemente. Valentina, la niña de la casa me mostró unos dibujos hechos con un lápiz grueso, eran unas flores grandes y un árbol, me regaló el dibujo lleno de colores, creí que estaba molestándome, pero no fue así y dijo lo siguiente “Es para usted, cójalo”. Le agradecí por su regalo, ella me dio un beso en la mejilla y la abracé. Desde ese momento, sabía que ese viaje sería inolvidable.

Unos miembros de la comunidad nos llevaron en motocicletas al resguardo, el camino era oscuro, destapado y lleno de baches hasta el puente colgante sobre el río Tetuán, cuyo caudal ha disminuido por la sequía y la presencia de las areneras de la zona. En algún momento fue el punto de encuentro para las familias que allí encontraban un espacio natural, ideal para compartir en los tradicionales paseos de olla con familiares y amigos, así lo relatan habitantes de la zona.

9:30 de la noche, llegamos a nuestro destino, nos esperaban algunos integrantes de la comunidad que habían adecuado el espacio para la escuela que se llevaría  a cabo ese fin de semana. La señora María Jesús, una mujer pijao, de cabello liso y corto, es ama de casa; nos sirvió la comida y conversamos un rato, fue muy ameno. Antes de dormir, un pequeño baile y algunas canciones nos permitieron compartir y entrar en confianza.

Al otro día, llegaron muy temprano los demás compañeros de la Escuela y los profesores  que faltaban, fuimos a una parte del resguardo donde haríamos un huerto circular, allí  saldrían a flote nuestras destrezas para la siembra de maíz, yuca, fríjol y hortalizas. Aparece entonces, la maestra María Claudina Loaiza, guardiana de semillas, que nos enseñó cómo se toma la pica, la pala, perder el miedo al sol y al agua, todo esto con el fin de brindarle a la madre tierra un poco de oxígeno; dicha actividad trae consigo beneficios para el suelo y el fortalecimiento del trabajo comunitario.

Ciertamente esta actividad tenía un elemento especial: contábamos con la presencia de dos mohanes, médicos tradicionales del pueblo pijao que nos sugirieron la dirección en la que debíamos cultivar, también hicimos parte de un ritual de limpieza para disipar las impurezas de nuestros cuerpos. Desde el más pequeño al mayor,  hizo la fila para recibir del mohán la limpieza hecha con ruda y aguardiente, nos mirábamos mutuamente, era una conexión espiritual con el territorio, estábamos ahí, se sentía una energía diferente durante el ritual. Esta jornada estuvo cargada de aprendizajes, conocer otras maneras de hacer las cosas, acompañada de un sol incesante, el abono, picas, palas y chicha dulce para refrescarnos durante el trabajo.

Cayó la noche y las sorpresas no se hicieron esperar, los niños y niñas del resguardo habían preparado un baile tradicional pijao, lucían atuendos hechos con fique, al finalizar la presentación nos reunimos en diferentes grupos, mientras degustábamos de la chicha elaborada por las mujeres, recordábamos con alegría nuestras actividades del día y escuchando historias del Mohán, la Madre Monte.

Domingo en la mañana, llevaron unos caballos al resguardo, antes mis ojos había uno de gran tamaño. Por primera vez lo “montaría”, grata y atemorizante experiencia. Recuerdo que Antonino,  ingeniero, activista ambiental y mi amigo, me dio ánimo y dijo “eso no pasa nada, pasa la pierna” y pensé es ahora o nunca, pasó el temor, el caballo empezó a andar y debía manejar las riendas. Por unos instantes, sentí adrenalina.

Hacia el mediodía, nuestra labor en el huerto había terminado, almorzamos y compartimos los alimentos y una que otra carcajada en medio del cansancio. Estaríamos preparados para  emprender camino a nuestros destinos, no sin antes despedirnos de la comunidad, sentí nostalgia pero el corazón se hinchaba por lo vivido.

AbechucosLa salida se tornó compleja porque había barro y no podíamos pasar fácilmente, las botas y la ropa habían quedado cafés. Cansados y con ansias de llegar a nuestros hogares, llegamos a la carretera, Linita y Pamela, estudiantes de la Universidad del Tolima consiguieron un camión que nos llevó hasta el terminal del Guamo, y allí tomamos el bus hacia Bogotá,  donde llegaría a contar lo sucedido, con nuevos sabores en mi paladar, como el insulso hecho por las mujeres, tamal tradicional tolimense.  El obsequio de Valentina y el  inmenso río Tetuán.

9:30 de la noche, los y las indígenas pijao siguen en la lucha por su territorio, el agua, sus semillas hasta las historias que tienen en común. Mi viaje terminó con un profundo agradecimiento a Dios, a la vida y al proceso de la Escuela por permitirme conocer personas comprometidas, que no esperan nada a cambio y la esperanza de seguir en pie.

 

Crónica y fotografías: Laura Cala

Otros lugares de Colombia por conocer: Retratos de Villa de Leyva

Wacken: un festival legendario que al fin pude conocer

Era el año de 1997, una joven que no encajaba en ninguna parte, finalmente conoció, gracias a un amigo, un género que para algunos puede ser chocante y estruendoso, no sólo por su sonido, sino por la imagen asociada a él: el Metal. Fue cuando ella sintió, que ahí era donde pertenecía.

Por, Alejandra Velandia

Era el año de 1997, una joven que no encajaba en ninguna parte, finalmente conoció, gracias a un amigo, un género que para algunos puede ser chocante y estruendoso, no sólo por su sonido, sino por la imagen asociada a él: el Metal. Fue cuando ella sintió, que ahí era donde pertenecía.

Claro está, hablo de mí, estando en esa nueva etapa de exploración musical me topé con un festival llamado Wacken, gracias a algunos videos que se podían conseguir en esa época en el centro de Bogotá. Fue algo surreal en ese momento, el mismo nombre no era de una ciudad conocida siquiera, parecía un lugar lejano al que pocos llegan.

Para mi sorpresa, las primeras imágenes del festival decían todo lo contrario, Wacken, para ese año, era uno de los festivales más importantes del mundo, sino el más y que reunía miles de seguidores anualmente.

Algo de la historia de Wacken

Antes de contar mi experiencia como una simple mortal amante de un estilo de música en particular que vive en el tercer mundo, quisiera hablar un poco de la historia del festival.

Se remonta al año de 1990 donde, sin muchas pretensiones, buscaron un lugar donde reunir algunas bandas locales. Para el año 1998 ya era el más importante de Europa. W.O.A. por sus siglas en inglés Wacken Open Air se realiza a inicios de agosto y dura tres días,  en promedio se presentan 150 artistas distribuidos en ocho escenarios, ¡Sí ocho!, muchas de las bandas con gran trayectoria y reconocimiento mundial.

Pero bueno, más allá de lo que la historia o los videos nos puedan enseñar sobre que es W.O.A, estos, definitivamente, siempre se quedarán cortos comparados con lo que es vivirlo en persona.

Por veinte años tuve que esperar para poder experimentarlo por mí misma, verlo con mis propios ojos, escucharlo en vivo y en directo. Para muchos, como para mí, parecía un imposible, para otros, aún sigue siendo un sueño, y es que para un país como el nuestro la idea de viajar a Europa para asistir a un festival es una empresa bastante difícil, los costos pueden llegar a ser un impedimento bastante serio. Ir aunque no es económico, es posible, así como lo hice yo lo pueden hacerlo muchos más con planeación y esfuerzo.

Agosto de 2017

Finalmente se acercaba el momento tan esperado, es agosto dos y para dirigirme hacia Wacken debo ir a la estación de Hamburgo de donde salen buses que te llevan hasta allá.

El recorrido dura una hora, decidimos llegar un día antes de que iniciara el festival, porque personas que ya habían ido anteriormente decían que podía ser difícil encontrar espacio para acampar y que a medida que van llegando más personas, estas quedarán más lejos de los escenarios, teniendo que caminar algunos hasta un cuarto de hora para llegar a su carpa.

Afortunadamente aún no había llegado mucha gente para ese entonces y quedamos bastante cerca, en especial de la zona de comidas y de baños decentes. Esto fue grandioso, pues dadas las condiciones, puede ser aún más incómodo no tener este tipo de cosas al alcance o que te demores mucho más para acceder a ellas.

Por fin encontramos un espacio para acampar pero aquí viene la primera anécdota del festival, resultó ser un espacio reservado por varios alemanes que viajaban en grupo y lo tenían como centro de reunión, por supuesto, nos pidieron que moviéramos, en tono amable, la carpa que habíamos instalado. Nos explicaron el por qué, y nos dejaron ponerla cerca de los carros que llevaban, en otro espacio que quedaba libre. Además, nos ofrecieron ayuda si necesitábamos algo, porque se sintieron un poco mal de quitarnos de allí. Sí, los alemanes son buenas personas, más de lo que se podría pensar de ellos.

Lo primero que hicimos después de acampar fue buscar comida, ¡obviamente!, en el festival puedes encontrar diferentes opciones a unos precios asequibles que variaban entre cinco y siete euros. Luego fuimos a buscar la manilla que te da acceso al festival y aquí viene la segunda anécdota.

A nosotros no nos las entregaron al entrar, cosa que debieron hacer y casi no nos creen, dimos las explicaciones del caso, para que nos la dieran. Sin las manillas no podíamos acceder a los conciertos, una verdadera tragedia.

El día previo al festival permite acomodarse y dar un pequeño recorrido por el lugar, ahí ya empiezas a entrar en calor, ya que, como los alemanes que nos movieron de su zona de camping, la mayoría viaja en grupos y llevan todo lo necesario para hacer su estancia en el festival más cómoda y placentera.

Algunos llevan cosas para preparar su comida, sillas y hasta sofás, incluso baños portátiles para su uso personal y, por supuesto, música a todo volumen en sus parlantes y amplificadores que suenan por donde vas pasando. Ya la fiesta se empieza a sentir.  Agrupaciones menos conocidas se presentan antes de las más famosas.

Llegó, por fin, el tan anhelado día

Finalmente es tres de Agosto y arrancó formalmente el festival. Inició, aproximadamente, a las tres de la tarde y la gente ya se estaba preparando para lo que se vendría. Para mí, el primer toque con el que finalmente conocería que era un Wacken, fue con la clásica ochentera Europe, que calentó motores con sus temas de siempre y que todos los asistentes cantaron a todo pulmón, la fiesta comenzaba.

Cuando aún estábamos saltando de la dicha, se presentó, nada más y nada menos, que Accept, la legendaria banda Alemana, pero este no iba a ser un show común y corriente, ¡esto era Wacken! Y aquí todo supera las proporciones de lo que uno ya ha visto antes.

El montaje supera lo que esperas y lo que ves en televisión no se compara con la sensación de vivirlo por ti mismo. El sonido es bestial, y los shows muchas veces vienen cargados de sorpresas, esto fue lo que sucedió en el show de Accept, que hizo un espectáculo especial con sinfónica incluida, algo para no olvidar. El día terminaría con VolBeat, una banda no tan conocida para mí, pero que al parecer es de culto entre los alemanes, quienes saltaron y cantaron sin parar cada canción, mucha descarga de energía en un solo lugar.

Llegaba la hora de descansar tras un largo día, afortunadamente nuestra carpa no estaba demasiado lejos, lo cual permitió que el cansancio fuera un poco menor. Para la mayoría de los alemanes la noche es joven y ellos, que parecen maquinitas, seguirían la fiesta hasta altas horas de la madrugada.

Segundo día de festival

Algunas de las bandas presentes en este segundo día, fueron: la clásica Grave Digger, seguida de Sonata Artica, continuando con una de las agrupaciones que más tenía ganas de ver en el festival, Saltatio Mortis, banda de folk alemana con una energía única, su estilo, sin duda, es incomparable y su cantante, con una de puesta en escena increíble, hizo de su presentación fuera una de las que más disfrutara. La alegría de los que estábamos presentes era maravillosa, cantando y bailando sin parar. Un show único.

Continuarían Trivium y Paradise Lost –para mi tristeza– quería verlos a los dos y no podía. Tenía que comer, ¡Por favor, de música no se sobrevive!, aunque muchos creyéramos lo contrario. Regresaría después de darle algo de combustible a mi cuerpo para seguir aguantando lo que faltaba, para ver otra presentación de lujo. Apocalyptica, celebrando los 20 años de su álbum debut Play by Four, un lujo que no tienen muchos ¡Sublime!

Emperor le daría una atmosfera etérea a la noche que recién comenzaba, con un toque también de máxima calidad, tocando completo su álbum  Anthems To The Welkin At Dusk. Seguiría otro peso pesado, Megadeth, que ya había visto en varias ocasiones, pero qué más da, siempre querrás repetir.

Finalizaría la noche el show de Marilyn Manson, que a pesar de tener mala reputación dentro de los true metaleros colombianos, paradójicamente es adorado por los metaleros alemanes quienes alucinaron con su show.

Ultimo día

Como todo lo bueno en la vida, Wacken llegaba a su final –lágrimas–. Este día deparaba que el descanso fuera el mínimo, ya que el cartel de bandas de talla internacional así lo exigía.

La primera fue Beyond the Black, una banda alemana no tan conocida, prácticamente nueva, con apenas 3 años de creación y que tocaba, por primera vez, en uno de los escenarios principales. La sorpresa en este show fue que la cantante tocaría una canción en un piano prendido en fuego, ya saben, es ¡Wacken!

Sin tiempo de almorzar siguió, nada más y ni nada menos, que los Hermanos Cavalera haciendo una presentación especial de aniversario del álbum Roots de Sepultura, un clásico del Metal y con sus integrantes originales, bueno al menos parte de ellos. Sin duda, oír las canciones de Sepultura en voz de su cantante original, Max Cavalera, no tiene precio. Demasiada felicidad.

El tiempo es estrecho y corres a comer algo para no perderte lo que falta. Apenas, para ver parte del show de Heaven Shall Burn. Uno tras otro, sin descanso, continuaría la jornada con una de las bandas más aclamadas en Alemania, Powerwolf. Vaya espectáculo, una presentación increíble y la puesta en escena y potente voz de Attila Dorn te dejan descrestados, el público alucinó sin parar.

Al parecer, con todo esto, apenas estamos calentado motores, vendría Alice Cooper, una vez más, mostró porque es toda un leyenda y su espectáculo así ratificó, uno de los más grandes del rock, en uno de los festivales más importantes, te deja sin palabras.

Lo mejor estaba por venir, al menos para mí, soñaba con verla allá y pues como dicen por ahí, se vale soñar. ¡Amon Amarth, señores! en Wacken, la emoción no me cabía. La gente enloquecía con los primeros riffs de guitarra. La locura se apoderó del lugar.

La piel se te eriza al sentir que la pasión que sientes es compartida por miles de personas, que como tú, estaban felices de estar allí. La clásica escena del público fingiendo están remando un barco vikingo arrodillados no podía faltar. Y la cereza del pastel, hacer crowdsurfing, oyéndolos de fondo, navegando sobre las manos de varios metalheads y viendo el escenario donde estaba tocando Amon Amarth. Una imagen que jamás se borrara de mi mente.

Uno de los show más esperados por muchos (no por mí, en realidad), que sería parte del cierre del festival era Avantasia con su Metal Ópera, el público enloqueció con una de las presentaciones más memorables. Lastimosamente no soy tan fan, así que preferí ir a ver a una que estaba en otro escenario, en el que se presentaban bandas menos populares, muchas de ellas, locales o de Folk. El tiempo no da para tanto, siempre tienes que elegir.

Pero en esta ocasión pude ver un show de tamaño pequeño más íntimo, no como los que uno siempre se ve en tv, en el Wackinger Stage se estaba presentando, al mismo tiempo, Omnium Gatherum, banda de Death Melódico a quien siempre quise ver, un concierto que, aunque pequeño, dejó ver que en este estilo de música, hay para todo el mundo.

El cierre estuvo a cargo de Kreator, agrupación de culto, para muchos. Su una puesta en escena fue descomunal, tuve que dividirme para ver parte de la presentación, ya que al mismo tiempo, estaba tocando en otro de los escenarios alternos, Soilwork, que fue, en realidad, mi cierre de Wacken.

Para concluir

Haber vivido esta experiencia fue realmente algo increíble. Uno no dimensiona lo descomunal que llega a ser, sólo viéndolo en los videos, que llegaban hace algún tiempo al país y más recientemente en streaming o en YouTube.

La emoción de estar en el lugar donde se rinde culto al género que te llena y ver que no eres el único que comparte esta pasión, te sobrecoge. En algunos momentos puede ser un poco duro por las inclemencias del clima, pues nosotros, como latinos, no estamos acostumbrados a las estaciones ni a climas extremos. Para los alemanes es un clima ideal, pero para mí, fue bastante difícil resistir.

Sin duda, lo más complicado fue vivir –literalmente– en medio del lodo. Para ellos (los alemanes) es una fiesta. De todas maneras fue tanta la felicidad de estar allí que eso pasó a un segundo plano. Al final del festival sientes una sensación ambigua de nostalgia y descanso.

Ir y vivirlo por tu propia cuenta es algo que vale la pena hacer, aunque sea una vez en la vida. Los que amamos este tipo de música entenderemos que nunca habrá un lugar igual para estar rodeado de lo que más amas, bueno tal vez el crucero 70.000 Tons of Metal, pero eso será otra historia.

Vea aquí la galería fotográfica de la experiencia del Wacken 2017:

https://www.facebook.com/pg/RDisidentes/photos/?tab=album&album_id=1578677365521684

Por: Alejandra Velandia