Palabras… palabras

La palabra fue la que articuló grupos de homínidos y generó que pasaran de ser una manada a convertirse en comunidad y desde ese incipiente comienzo vamos en la sociedad tecnificada, diversa y globalizada que conocemos hoy en día.

Por, Burrócrata

Siempre me he preguntado cuál es el verdadero elemento que nos diferencia de los otros seres vivientes en este planeta…, tengo claro desde mi visión nada experta (y posiblemente experta en nada también), que pese a elementos característicos como el uso de las manos (elaborando), y nuestra capacidad cerebral y sensaciones que nos diferencian de las máquinas, en mi opinión, la mayor construcción del hombre en nuestros 30 a 40 mil años es la palabra.

La palabra fue la que articuló grupos de homínidos y generó que pasaran de ser una manada a convertirse en comunidad y desde ese incipiente comienzo vamos en la sociedad tecnificada, diversa y globalizada que conocemos hoy en día; pero esta introducción no tiene otro objetivo que demostrar la importancia de la palabra sea para bien o para mal, veamos algunos ejemplos:

La repetición de una palabra sin significado aparente creada por convención social o por “generación espontánea”, que a base de repetición se inserta en el colectivo sin importar si la academia la admite o no, sólo para poner un ejemplo sencillo cualquier grosería bastaría, es más, sé que podrán decir que es un ejemplo chimbo, aún así honestamente supongo que hasta el más venerado miembro de la RAE en algún momento de su vida ante algún incidente (desde un golpe, hasta algún dolor del alma) no creo que se exprese con un recórcholis o un carajo más propios de la serie de Batman de los 60s.

La múltiple repetición de una palabra o frase falsa que genera en un grupo el concepto de verdadero o como diría Paul Joseph Goebbels: Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.”[1], y pues para “todos” (a propósito se preguntará el lector ¿y quiénes somos todos?) es claro que efectos condujo este postulado en la Alemania Nazi, lo cómico del asunto es que ese “viejo truco” aun funciona, basta ver el discurso de algunos sectores “de oposición” en Colombia o del Gobierno de Venezuela… La historia nos muestra que los extremos tienen a juntarse, en cuanto a sus métodos, sus soluciones, su lenguaje y sus símbolos.

Una deformación muy común hoy en día, so pretexto de generar un lenguaje más incluyente, es la ridiculez de separar los géneros al momento de dirigirse a un grupo o para designar un cargo (algunas veces es posible y no suena mal, pero no es la regla), particularmente “me sangran los oídos” cada vez que escucho hablar de la Presidenta, la gerenta, todos y todas entre otras palabras que me parecen inadmisibles en nuestro lenguaje.

Aclaro, este texto no es un ataque a la consciencia de género, simplemente considero que una cosa es la defensa del feminismo como reivindicación social, y otra totalmente diferente es, que por este argumento nuestro lenguaje quede hecho girones; sin ser experto, aunque hago uso de las formas de comunicación diariamente (como “todos”), en un análisis muy superficial entiendo que el sufijo ente hace referencia “al que hace la acción” (es decir el agente), el cual no debe ser pasado al femenino “por su masiva utilización”, respecto al tema les dejo el enlace: Ver aquí según el cual terminaríamos afirmando que:

“La pacienta era una estudianta adolescenta sufrienta, representanta e integranta independienta de las cantantas y también atacanta, y la  velaron en la capilla ardienta existenta.”

Como señalaba anteriormente otra de las frasecitas que me irrita un poco es la de “todos y todas”… Sigo sin entender a quien carajos excluyen cuando sólo dicen todos… ¿no sienten lo mismo?… en cambio si uso el femenino “todas” evidentemente excluyo al género masculino de tajo… por detallitos como estos cada vez que escucho la radio cambio el dial cuando personajes como Angelino Garzón y uno que otro sindicalista hablan de “todos y todas” o aun más vivazmente usan el tod@s… Entiendo que el lenguaje es cambiante, pero modificar su naturaleza, sus raíces y sus reglas es convertirlo en otra cosa, además los verdaderos cambios en una sociedad no se dan desde meros cambios lingüísticos, sino desde acciones políticas.

Finalmente no me iba a despedir sin comentar sobre lo que implica disidir, según la RAE: (Del lat. dissidēre).Separarse de la común doctrina, creencia o conducta.”, esta palabra implica un concepto de ruptura con la homogeneidad que pretende todo criterio mayoritario y que, en últimas por su uso adecuado o inadecuado, ha sido un motor de la evolución o de la involución humana, porque tan disidente fue la loca teoría Copérnico, las posturas democráticas, el Rock y tantos conceptos de avanzada que en su momento tuvieron resistencia casi total por “todos”, como también fueron y son disidentes el nazismo, el uso de armas libre, el caudillismo mesiánico y la defensa irreflexiva de la fe, pero cada disidencia debe encontrar un caldo de cultivo para crecer… y es esta página una invitación a disidir, con respeto, tolerancia por el otro y pensando siempre que la disidencia no es una meta, ni siquiera una rebeldía, ni una postura, es una actitud ante la vida.

Finalmente aclaro, ésta columna no es paga, obviamente nadie me pagaría por esto, aunque pensándolo mejor, en Latinoamérica hemos tenido dirigentes a los que les pagan por menos.

 

Por, burrócrata

ARTBO 2014

 

No vengo a hablar aquí de lo que fue ARTBO, usted o bien sacó  –con dolor, quizá– los $ 25.000 para la boleta o lo escuchó hasta el cansancio en los medios de comunicación entre el 24 y el 27 de octubre. Le puedo contar que este año tuvo cerca de 30 mil asistentes (5 mil más que en ARTBO 2013), que las redes sociales cumplieron un papel especialmente importante en la difusión del evento y que yo, como en Rock al Parque, andaba de primípara en la feria de arte más importante de la capital.

 

A ARTBO entré con ansiedad, primero porque, confieso, mis bases de arte, estética y apreciación son de nivel promedio, es decir, entiendo uno que otro concepto, a veces dejo escapar un “¡qué chévere” o un “¡qué bonito!” y me detengo con interés ante lo que comprendo, a lo demás le dedico apenas un par de miradas; y segundo, porque mi escaso 1,67 de estatura, mis jeans y mi caminar despreocupado desentonaban en una ola de rostros bonitos, encajados en cuerpos esbeltos y altos que, por alguna extraña razón, se conocían entre ellos y hablaban cantidad de cosas, que no dejaban de ser interesantes, sobre las obras orgullosamente expuestas en cada uno de los stands.

 

ARTBO no se puede definir con palabras, porque las artes plásticas tienen una forma de comunicación propia e indomable. No está escrito, ni lo estará jamás, el significado de una esfera de dientes, periódicos con grabados, una pared de cucharas, militares en materas, ollas-reloj, dos vasos de agua, un venado patas arriba y un millar de lentejuelas hechas calavera. 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque parece que el arte está escrito en términos financieros. ¡Bienaventurados aquellos que pueden vivir de la pintura, la escultura, el dibujo, la fotografía y la creación!

 

 

 

El arte no se puede escribir porque su forma se escapa a una descripción parca de un par de párrafos, porque los significados son infinitos –y para colmo uno no alcanza ni los más básicos–, porque haría falta preguntarle al artista el sentido, la razón, la técnica y la pasión impresos en cada trabajo y porque, de hacerlo, estaría rehaciendo la obra en palabras y estaría ignorando lo que había expuesto en la mesa o en la pared.

 

Entonces, en vista de que, por un lado, poco entendía de lo que sucedía en los pasillos del pabellón de Corferias y, por otro, no podría escribir jamás algo sincero y fiel a todo lo que es ARTBO, me dediqué a caminar una y otra vez alrededor de la feria, tomé fotografías y observé. Fue en ese ritual de curiosidad y búsqueda de inspiración que dí con dos fenómenos dignos de escribir y de fotografiar.

 

Ana Puentes
anapuentes@rugidosdisidentes.co

 

Vea también:

 

EL ARTE A TRAVÉS DE LA PANTALLA

‘SELFIELANDIA’

 

 

Quinta Edición

Otras identidades, otras formas de entender el mundo

 

 

Desde que somos niños el mundo a nuestro alrededor empieza a descifrarse de diversas maneras; fantástico, inverosímil, mágico y en algunos casos infortunados, trágico y despiadado. Desde muy pequeños tratamos de digerir ese mundo exterior, lo hacemos básicamente a través de la experiencia y la curiosidad es nuestra motivación primaria que nos hace caminar hacia lo desconocido. Desde muy pequeños las dudas son compañeras en nuestro viaje, a través de ellas buscamos no solo respuestas del mundo que nos rodea, procuramos además, hallar las respuestas que permitan descifrarnos interiormente y que nos faciliten reconocer el espacio en el mundo en el cual podamos adaptarnos con mayor naturalidad, desarrollar nuestras capacidades y darnos a conocer a partir de esas identidades que adoptamos temporalmente en  nuestro vago rumbo.

 

Este proceso de búsqueda de identidad trae consigo trozos de realidad, fragmentos de un mundo infinito a nuestros ojos. De allí recopilamos información que poco a poco nos da pistas de quienes somos, que nos gusta, que queremos, que rechazamos y nos permiten dibujar en nuestras mentes, más o menos, lo que será nuestro plan de viaje. La cultura nos ayuda con algunas respuestas y nos acerca a ese imaginario que llamamos identidad.

 

Como individuos en esa búsqueda de identidad podemos tardar algunos años, en los cuales nuestro paso nos ha de llevar por caminos tan variados como aventurero sea nuestro andar. A lado y lado del sendero atravesaremos por distintas corrientes, entre otras: culturales, ideológicas y religiosas. En el transcurso de esa etapa podremos pasar fácilmente del vallenato al rock, divagar entre los extremos políticos, saltar del ateísmo al cristianismo. Así mismo, cuando la mente se abre a las posibilidades aceptaremos y negaremos las tendencias de nuestros semejantes.

 

Los medios de comunicación cumplen su papel transmisor de mensajes desde cualquier latitud, la velocidad con la que viajan dichos mensajes nos provee de información en segundos y con el acceso a redes sociales encontramos coincidencias con otros individuos, que como nosotros, buscan con dinamismo su identidad. También en el inmenso espectro de la red hemos de encontrar contradictores y otros que, desde la radicalidad, intentarán negar nuestro proceso y anular nuestra identidad.

 

¿Qué tan preparados estamos para aceptar discursos totalmente contrarios al nuestro? Las primeras respuestas a esta pregunta las encontramos detrás de la pantalla plana de un televisor, a través de las palabras articuladas con cierta intención en la radio, echando un vistazo en el internet o con un pequeño vistazo a las redes sociales. Encontramos de todo: los movimientos que luchan por su reivindicación y por el respeto de su territorio y de su memoria, los que se manifiestan y motivan con discursos de orden ideológico, los que buscan evangelizar y muchos otros, que de disímiles formas sientan posición y buscan sumar fuerzas a sus objetivos, o al menos buscan reconocimiento y respeto a su elección de vida, así esta sea temporal.

 

La libertad de la información, en las sociedades que así lo permiten, está al servicio de la mayor parte de la comunidad. Son abiertas las posibilidades e innumerables las respuestas. Para el caso de Colombia en el que la polarización, gracias a la coyuntura actual, es más evidente y marcada por los insultos y la negación hacia el opositor, esa libertad de expresión, aunque en muchos espacios es aceptada o por lo menos escuchada, en otros, de maneras – algunas veces directa, en otras implícita – es atacada y perseguida.

 

La edición presente de Rugidos Disidentes, aboga por el respeto de las diferencias y el reconocimiento de esas identidades, que no por ser poco difundidas son menos importantes. Al fin y al cabo, somos parte del mismo territorio y en cierta forma nuestro opositor es una extensión de nuestra propia identidad. 

 

 

Rugidos Disidentes
tuopinion@rugidosdisidentes.co
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@RDisidentes

 

Imagen tomada de internet: http://en.wikipedia.org/wiki/Multiculturalism
 

Cuarta Edición

 El Rock, Motor de transformación cultural y social

 
“La música tiene un poder transformador en el ser humano”– Manolo Bellon
 

 

El rock, en sí mismo, es un rugido que nació a mitad del siglo pasado y su aparición sacudió a una sociedad, cuyos adultos conservadores y moralistas, procuraban guiar a sus jóvenes por un camino que, por llamarlo de alguna manera, fuera políticamente correcto. El rugir de aquel engendro no solo ignoró valores, traspasó fronteras, se atrevió a hablar en el idioma de los adolescentes, desafió a los grandes monopolios de las comunicaciones, se propagó como pólvora e, innegablemente, se abrió paso en la historia y permaneció en ella de manera tan decidida que ya hoy, puede ser uno de los géneros más globalizados.

 

“La música tiene un poder transformador en el ser humano”, así lo señala Manolo Bellon, hombre de radio y una de las voces más especializadas y reconocidas del género en Colombia. No se equivoca, pues en el caso particular del rock, no solo transformó al ser humano; modificó las costumbres de toda una sociedad y le abrió un nuevo mercado a la industria, que encontró en esta ola de adolescentes rebeldes y sedientos de nuevas experiencias, el capital perfecto que tradujera una pasión en millones de dólares. No obstante, esta misma circunstancia, también le permitió a las guitarras sonar mucho más fuerte.

 

Así es el rock, una pasión, un rugido, una forma de vida. Con los años sus límites creativos se hicieron más difusos y sus herederos musicales lograron, también, su lugar en la historia de la música como corrientes autónomas. Su paso conquistador fue mucho más efectivo que las grandes invasiones que han dejado su registro violento en la humanidad, fue mucho más romántico y, por qué no, difusor de un mensaje de paz.

 

Colombia no fue ajena a este fenómeno, ni  se mostró esquiva a la seducción del rock, tanto así, desde su llegada a nuestro territorio forjó un camino en nuestro país y ciudades capitales fueron cuna de nuevos artistas que al día de hoy son los pioneros criollos en el género, con un origen humilde y en muchos casos empírico, han servido de inspiración para sonidos muchos más elaborados y diversos.

 

Un experimento se dio lugar hace 20 años, Bogotá fue el laboratorio, 43 bandas las seleccionadas y alrededor de 80.000 almas el público privilegiado. Durante 4 días en un número igual de escenarios una propuesta inició, sin tener certeza de ello, un largo camino que en 20 años ha evolucionado, ampliado su cobertura y su calidad le ha dado reconocimiento internacional.

 

Ya son 20 años, que el mes anterior de manera merecida tuvieron una celebración memorable. De acuerdo con información oficial del Instituto Distrital de las Artes – IDARTES esta edición contó con la participación de 87 bandas, 27 de las cuales fueron internacionales, 31 nacionales y 29 distritales, y se estima que asistieron al evento alrededor de 400.000 personas, además, entre otras particularidades, se organizaron distintas jornadas académicas, se convocó una maratón de cronistas, fotógrafos y camarógrafos entre los cuales se entregó una premiación de 40.000.000 de pesos, como también se realizaron distintas alianzas realizadas con otros festivales distritales.

 

Cifras generales que permiten pensar en la actualidad que, definitivamente, el rock logró cambiar la cara de la ciudad capital y que ofreció una alternativa cultural que ha dado identidad a Bogotá y que, sin lugar a dudas, nos transformó.

 

Rugidos Disidentes
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Fotografía: Ana Puentes