De ‘Los Podridos Ochenta’ a ‘Degeneración X’: el punk aún no termina de narrar su historia

«Sexual, contradictorio y provocador, el punk usa su imagen como arma de choque y su visceral música y causticas líricas como un llamado de atención a su propia sociedad»

Ricardo Meléndez

(Bogotá D.C., Colombia)

Por, Olugna

Tenía 10 años de edad. Ajeno a la convulsión social generada por el estado de violencia constante que sacudía al país de aquella época, Ricardo Meléndez empezaba a descubrir las posibilidades que le ofrecía la realidad de entonces; Bogotá, por su parte, también abría sus puertas de manera tímida –y si se quiere– accidental, a otras concepciones del mundo desde diferentes expresiones culturales. Era 1988, en las manos del pequeño, un disco le daba la bienvenida a una pasión que a hoy –34 años después– sigue siendo la banda sonora de su existencia: el rock n’ roll.

Doble Vida, cuarto álbum de estudio de Soda Stereo, sería el inicio de Ricardo en el sendero de del rock; sin embargo, no habría de pasar mucho tiempo para que a sus oídos llegarán más y más sonidos provenientes de diversos lugares del planeta.

Fotografía: Ricardo Meléndez

―Recuerdo que me causó más curiosidad por lo visual que por lo sonoro. También me chifló uno de Los Toreros Muertos. Desde ese momento me cautivó el rock. ―Explica Ricardo Meléndez y agrega―. El primer grafiti que hice en mi vida decía: «qué vivan Los Toreros Muertos».

Ese género que desde los cincuenta había comenzado una cruzada por conquistar todas las fronteras estaba ahora en el territorio nacional. Su historia en Colombia, aunque ya había comenzado años atrás, fue en la década de los 80’s donde realmente haría sentir el poder de sus estridencias.

El rock, poco a poco, se convirtió en una cultura que identificaba a los jóvenes que se estaban formando a su alrededor; el asfalto, paso a paso, se transformó en esa hoja sobre la que una narración estaba escribiendo sus trazos iniciales; los bares y bodegas de la ciudad, se transformaron en escenarios –algunos de ellos clandestinos– donde las primeras agrupaciones distritales hicieron su debut.

Fueron esos podridos años ochenta el hervidero para cientos de bandas nacionales; fue esa jodida década la que permitió que esas líricas furiosas de los primeros proyectos se convirtieran en la voz de miles de jóvenes –rebeldes para unos, desadaptados para otros– que, sin saberlo, serían los primeros testigos del nacimiento de un movimiento que con los años habría de extenderse a todos los rincones del país. Ricardo, por supuesto, también fue uno de ellos.

―El punk obedece a una necesidad humana de expresarse alrededor de las cosas que nos gustan y de las que no. Brinda esa posibilidad de expresarse de una manera musical diferente y sencilla―. Agrega Ricardo.

La toxina de ese veneno que ya había sido irrigado en ‘Ritxie’ por las bandas de afuera, se manifestaría hacía las nacionales de la mano de un japonés que puso en sus manos el primer disco de La Pestilencia: La Muerte, un compromiso de todos.



―Hirotsune Takahashi fue quien me pasó ese casete. Desde que empezó ese riff de guitarras y la intro: «Hombres inteligentes gran pensantes, hemos creado un monstruo» hasta el día de hoy, he sentido una simpatía y una afinidad con el punk―. Describe.

‘Ritxie’ era muy joven todavía. Sin embargo, el rock cuando inyecta su veneno ya no suelta jamás. En 2016, cuando tenía 38 años y después de muchas anécdotas cargadas de tropiezos y dificultades, Ricardo vería el 16 de septiembre en la pantalla de la Cinemateca Distrital la proyección de Los Podridos Ochenta, primer capítulo de su obra maestra: Bogotá Punk.



«Ante la furia de las líricas punk, no se salvó ni dios ni la reina. Un nihilismo básico que deliraba al ritmo del sexo, drogas y rock n’ roll»

(LOS PODRIDOS OCHENTA)

―Es también un proyecto de memoria histórica y audiovisual alrededor de más de cuatro décadas de la música punk en la capital colombiana―, añade.

Consecuencia de un proceso que inició para su tesis de grado como realizador audiovisual, Ricardo concibió una idea ambiciosa: Bogotá Punk, serie documental compuesta por cuatro capítulos con los que buscaba narrar la historia del género en la ciudad desde sus inicios en 1986 hasta la década del 2000. Un trabajo necesario, sin antecedentes, que se constituye en un documento que permite analizar las múltiples circunstancias (sociales, económicas y políticas) que han rodeado la formación y desarrollo de la escena alrededor de los sonidos extremos en los barrios populares de la capital. 

Detrás de esa primera parte de Bogotá Punk, hay un relato de vivencias que, aunque no son visibles en un poco más de una hora que dura Los Podridos Ochenta, son las que permiten que la pieza audiovisual sea percibida como una conversación con esos primeros testigos que coincidieron alrededor de las extintas casetas musicales de la calle 19 con Carrera Séptima, para formar los vestigios de esa contracultura que se extendió por los barrios populares de la ciudad y que han hecho de las agrupaciones de entonces las pioneras de un sonido visceral y vertiginoso; contestatario y anárquico; sencillo y honesto, que le puso música a las vivencias cotidianas y a las injusticias sociales.

―El trabajo que habían hecho las bandas independientes, las bandas de barrios populares, nunca había sido reconocido o al menos por el mainstream―, explica.

«Contradictorio, irreverente, explícitamente sexual y proclive al consumo excesivo de drogas y alcohol, el punk se esparciría como un virus en las grandes ciudades del todo el planeta»

LOS PODRIDOS OCHENTA

Producido y editado con efectos que inevitablemente transportan al espectador a los años que vieron el nacimiento del punk en Bogotá; emotivo, sensible y nostálgico, este primer capítulo sumerge a quien lo ve, en los relatos de los protagonistas que ayudaron a construir el movimiento en la ciudad; simétrico en su narración, Ricardo logra recorrer los momentos más sobresalientes por los que atravesó el género durante su primera década en la capital.

José Filiberto Ramírez ‘El Sastre’, Jhon Vargas y Mauricio ‘Batori’ Pardo, vendedores icónicos que hicieron posible la circulación de discos en ese entonces durante la década de los 80’s; Héctor Buitrago, Ever Tovar (Q.E.P.D), Francisco Nieto, Alberto Gómez, entre otros de una lista extensa de artistas convocados; La Pestilencia, Morgue, Demencia Libertaria y demás relatos de musicales recopilados, Los Podridos Ochenta construye la memoria del movimiento punk en Bogotá hasta 1989 y deja el camino preparado para el segundo capítulo de la serie documental.



Seis años más tarde desde la proyección de Los Podridos Ochenta y después de haber sido proyectada en diversas pantallas nacionales, de Latinoamérica y de Europa, Bogotá Punk presenta la segunda parte del relato audiovisual bajo el nombre de Degeneración X, la cual aborda la historia del movimiento durante la primera mitad de la década de los 90’s.



Quizás a Bogotá Punk le hagan falta aún dos relatos más para terminar de narrar la historia del movimiento hasta la actualidad; no obstante, mientras se respire en las calles esa atmósfera de ansiedad constante, siempre habrá una letra punk dispuesta a desahogarse.

―¡El punk es hijo de la crisis! ―Finaliza.

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