Si usted es un fanático de alguna corriente política y piensa que “caterva” es una ofensa, déjeme decirle que está en lo cierto, pues una caterva, básicamente, es una multitud de personas de poco valor o importancia.
Por, Aureliano
La política en Colombia es un show de Stand Up Comedy, bastante mediocre, por cierto. Las funciones son constantes, el cartel de comediantes es variado y cada uno tiene su caterva.
Si usted es un fanático de alguna corriente política y piensa que “caterva” es una ofensa, déjeme decirle que está en lo cierto, pues una caterva, básicamente, es una multitud de personas de poco valor o importancia.
Cada función cómica tiene su caterva, hablaré de dos por ahora. La de los patriotas: aquellos que defienden la bandera con la vida misma (la ajena, por supuesto) y a la de los herejes que se creen hijos de una revolución que no conocieron, no comprenden y que, quién sabe, si de haberla vivido hubiesen estado dispuestos a luchar, como lo declaran de manera tan valiente en redes sociales.
En un principio una caterva parece inofensiva y hasta simpática por su ingenuidad. Pero, ojo, puede tornarse violenta y peligrosa. Como carece de criterio propio, cualquier palabra será tomada como un: “Al ataque mis valientes”.
No hay nada más agradecido que una caterva, son fieles hasta el final. Están pendientes al menor comentario en cualquier red social, para sacar del diccionario del fanatismo las palabras o frases que encuentran más oportunas para determinada situación, obviamente, a este diccionario le vale huevo la ortografía y el significado de esas palabras.
— ¡Ay! más heterosexual será usted guerrillero de mierda, a mi presidente lo respeta, hijueputa. Puede ser el resumen de la tendencia que por unos cuantos días estuvo en redes sociales, gracias a la caterva uribista.
Sin embargo, cuando veo a la caterva petrista, aunque menos violenta, no es mucho más despierta. Quién sabe si a la misma insinuación, hubiesen sido capaces de responder: — Paraco hijueputa, eso fue Uribe que lo volvió heterosexual, ignorante.
La segunda situación no llegó a darse, pero basta con darse un paseo por los grupos petristas, para comprender que en ellos, aunque los ideales puedan considerarse un poco más nobles, también abunda la lambonería, la violencia, el odio y la incoherencia.
Cada una de estas catervas finge ser más inteligente, más digna, más solidaria y más humanitaria que la otra. La una le critica a la otra que no lee, que no se informa, que no piensa y que se arrodilla ante su líder. Sin embargo, ambas tienen formas de reaccionar similares: aplauden sin razón, insultan en montonera a quien intenta expresar una opinión diferente y comen cuento de cualquier información que aparece en redes, por ridícula que parezca y ninguna, por supuesto, reconocerá defecto alguno en ese ser de luz que idolatran.
La lectura no es una práctica habitual entre los miembros de una caterva, suelen quedarse con el titular y engañarlos resulta relativamente fácil. Basta con publicar un texto en cuyo primer párrafo se mencione al mesías [Uribe] o al Robin Hood [Petro], para que en cuestión de minutos se viralice en la red. No hay preguntas, no hay reflexión, el impulso se impone sobre la razón.
La masa no piensa, no razona, no se cuestiona y la palabra autocrítica es ajena para ella. La caterva uribista piensa que la única versión válida es la oficial, así sea corrupta, amañada y mentirosa, La petrista, por su parte, cree que todo es una persecución y que si Petro no es presidente fue gracias a un fraude electoral.
Aquí viene la parte que los uribistas llamarían mamerta: “En las muchedumbres lo que se acumula no es el talento, sino la estupidez”, escribió Gustave Le Bon en su libro Psicología de las masas a finales del Siglo XIX (Siglo 19, señores de la caterva). Aunque Le Bon mostraba cierto desprecio por Latinoamérica, sus reflexiones sobre las masas permiten entender el comportamiento de nuestra sociedad actual.
Entre muchas otras cosas, también afirmaba que un hombre cuando está en multitud es capaz de hacer cosas que estando solo no sería capaz. Piensen en las estupideces que hace un borracho, eso mismo sucede con la montonera. Básicamente, la masa es nociva.
La función se llama “La sociedad ideal”, la tarima son los medios de comunicación, los comediantes principales son: Álvaro ‘chiste letal’ Uribe’ y Gustavo ‘No me dejan gobernar’ Petro, los asistentes somos todos nosotros y en las primeras filas, por supuesto, la caterva de turno, que apenas alguno de los dos diga “buenas noches” aplaudirá como desesperada.
La comedia se está haciendo eterna y tan aburrida como esta columna. El país está de cabeza y la figura de presidente, no es más que eso, una figurita de cara graciosa que corresponde a un libreto, que claramente, él no escribió.
Basta un detonante para que una conversación sobre política se convierta en una ráfaga de insultos, de burlas y hasta de puños.
No obstante, también podemos salir de las catervas y pasar a un nivel más evolucionado, a uno donde seremos un público: un grupo de personas con la capacidad de razonar por sí mismas y de argumentar sus opiniones. Básicamente: escuchar, analizar, cuestionar y debatir.
Entender que la política va más allá del fervor por un apellido, que la idolatría es una cuestión de fe y que la misma es ciega, que muy probablemente mañana, camino al trabajo, estemos en un mismo bus: petristas y uribistas.
¡Dejemos de idolatrar! ¡Dejemos de llamarlos doctores! y no justifiquemos sus acciones.
¿Quieres saber más de Aureliano? Clic aquí: