Lo que nos dejó Rock al Parque 2017: Segunda parte

Desaciertos, Lo que está fallando  

El Festival tuvo aciertos este año, como la relevancia femenina de bandas realmente rock, la pertinencia de las presentaciones de varias leyendas del género en el país que resurgen o que se despiden y, hasta, el cierre de Robi Draco, que pese a muchas críticas fue un acto auténticamente de música y poesía. Sin embargo, es claro que existen fuertes desaciertos que el Distrito e Idartes no deberían desatender en plan que el festival continúe mejorando, aún, con reducción de presupuesto, pues no necesariamente más dinero es más calidad.

La dinámica de Rock al Parque es presentar una cantidad similar de artistas nacionales, de convocatoria distrital y de artistas internacionales (20 a 22 por cada una de estas categorías), donde se reparten los tres días intentando generar un espacio para esa llamada diversidad musical que los organizadores pregonan, sin embargo es posible ver como los de las convocatorias son en su mayoría bandas de metal, que salen prácticamente todas el días sábado del metal y luego quedan por fuera poco a poco hasta que el lunes está lleno de bandas extranjeras o nacionales de propuestas muy difíciles de clasificar dentro del rock, o al menos dentro de sus vertientes más lejanas como el Ska, y uno se pregunta ¿dónde quedó el Grunge, el Heavy Metal tradicional, el Power Metal,  el Power Blues o Blues Rock, el gótico, el Oi, el rockabilly, el progresivo y las tantas formas que el rock tiene y de las que seguramente deben existir bandas buenas en la escena nacional?, este año hasta se extrañó el black metal.

Porque es claro que desde hace varios años predomina en el Festival unas cartas que se juegan de forma similar para tener éxito pese a todas las críticas, El Thrash, el Death, el Hardcore, el Punk y pare de contar, en adelante todo es Ska y Pop o propuestas de fusiones pop que aparte de destacarse por lo alternativo y casi que multi-cultural de los instrumentos, no se pueden sino llamar música del mundo. Casi como si hacer música del Tibet y ponerle letras alusivas a la liberación de los animales pudiera ser garantía de pertenecer a la llamada diversidad del rock.

Por otra parte, es un desperdicio casi absoluto el apartado de encuentros culturales, que se anuncia tarde y que apenas logra convocar unos cuantos curiosos y que tienen tiempo para participar de conferencias que hasta los mismo músicos convocados al Festival se pierden, tal como señalaba uno de los integrantes de los Makenzy, estos espacios serian de gran aporte para la profesionalización de las mismas bandas, pero estas son programadas a las pruebas de sonido y como señalamos arriba, se anuncian con poco tiempo y sin mucha publicidad, en horarios que no son pertinentes, un desperdicio definitivamente.

Tenemos además la falta de visualización a largo plazo del trabajo que el festival puede hacer con las bandas. No sabemos si la estrategia es dar a conocer el listado de todos los convocados a puertas del evento, para evitar las críticas y no asumir ante el público una discusión referente al proceso,  pero se desaprovechan meses de fortalecimiento y conocimiento para el público de lo que va encontrar en el Festival y así no dejar que buenas bandas como Indio o las 4 de formación local se queden con un público mínimo. Estrategias de comercialización y exposición de estas bandas distritales o nacionales podría fomentar desde los medios de comunicación oficiales que realmente los proyectos musicales no se queden con lo minutos de fama que son esos tres días y que se forme un concepto de consumo musical por lo nacional, Rock al Parque es un festival de talla mundial que podría trabajar durante todo el año, con comunicación y formación.

Asimismo, esa falta de comunicación o apertura democrática al público que no puede opinar acerca de horarios, bandas o la organización en sí, demuestra poca visión y apertura a la llamada diversidad, pues el festival funciona como una máquina que repite la fórmula de éxito en cuanto a llenar el parque con las bandas internacionales, pero realmente poca convocatoria para apoyar a las nacionales. Si se quiere hablar de diversidad también debe existir un proceso de autoevaluación y de apertura a quejas y reclamos, un simple análisis DOFA propio de las organizaciones contemporáneas, y una comunicación con las percepciones del público, los medios y las propias bandas que si bien anhelan tocar, también tienen sus propias opiniones y criticas al respecto.

Por último sigue siendo inconcebible que el festival propague la idea de diversidad y durante los tres días tanto a medios como organizadores se les paso por alto el tema de Gillman, es claro que si el público o los músicos tienen opiniones en contra, estas son obviadas, pero si un empresario privado presiona se le termina dando la razón,  esto habla muy, muy mal de quienes son seleccionados de esa llamada lista de curadores, de los cuales siempre tienen representación los de la Revista Shock, pues no son congruentes con su posición, y con las razones por las que entran o salen las bandas. Es claro que aparte de papeleo mal diligenciado existen muchas razones por las que una banda no pase y la retro-alimentación debería ser uno de los aportes de estos jurados. Sin embargo parece que si las presiones son del tipo de Julio Correal, estas estarán encaminadas a la comercialidad o los criterios absolutamente ideológicos y subjetivos de estos curadores o las presiones externas como las que quitaron del cartel aun artista que se ha presentado muchas veces en el país, con una carrera admirable musicalmente y ante todo que ya había sido anunciado, nadie se tragó el cuento de la seguridad y al contrario impulso más la idea de que el festival está dominado por una rosca.

Y por último, el papel de los medios de comunicación sobre las bandas y el festival, muchos medios independientes presentes están llevando la batuta de lo que debería estar haciendo el periodismo frente al rock y el apoyo a las bandas nacionales y distritales, sin embargo la maquinaria de las redes solo nos ha dejado tras ocho días de festival, las aventuras de unos youtubers que no tienen idea de rock, con “reportajes” sobre como gastarse 50 mil pesos en el festival, entrevistar a personajes que claramente están en estados lamentables y que dejan o más bien ratifican versiones populares erradas del rockero. Es cierto todo eso pasa en el festival, pero las trivialidades abundan por encima de las bandas, artículos sobre quienes tienen la mejor pinta, quien estaba más borracho, cuáles fueron los pogos más grandes, cuántas mujeres muestran los senos,  o cuales fueron las peleas con la policía se propagan por las redes,  pero de música muy poco se ha dejado ver y poco o nada de las voces, los anuncios, las producciones y la calidad de las bandas.

Muchos de esos medios entran al festival a hacer lo posible por interrumpir las ruedas de prensa para llevarse a los artistas a sus camiones, o carpas dejando por fuera las preguntas de medios especializados que pueden hablar con los artistas de sus producciones a profundidad o para sacar 100 fotos sin análisis por Facebook. Las bandas merecen más espacios para difundir su música y esa zona de prensa se está atiborrando de figuritas que el resto del año no hablan ni hablaran de las bandas de rock que esos días se presentaron.

Finalmente el vídeo de homenaje a Elkin, de lo cual nos limitaremos a decir lo que se escuchó entre los presentes, Elkin le dio treinta años de trabajo al rock colombiano para que aquí le dieran 10 minutos. Impresentable esto teniendo a prácticamente todos los integrantes de la banda entre el público ese día y una plaza llena, durante todos los festivales locales que se han realizado este año, músicos de todo tipo han realizados homenajes más sustanciales que ese vídeo.

Para resumir, el problema es que quienes están encargados de organizar el Festival tienen los oídos tapados, juegan una fórmula que están agotando y que en cambio de mejorar pone cada vez más en peligro un evento que es un símbolo nacional.

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