Helloween, la agrupación que, en definitiva y sin lugar a dudas, fundó y determinó los cánones del género denominado Power Metal en su álbum seminal Walls of Jerico, ratificó todo un movimiento musical dentro del Heavy Metal y mucho más trascendente en el apartado histórico del rock.
Por, Luis Alfredo López
«Era demasiado especial que estuvieran los tres, porque definitivamente era una reunión de un triunvirato vocal sin precedentes»
Si usted asistió al concierto de Helloween, usted fue parte de la Historia.
Muchas veces bandas legendarias –algunas de ellas ubicadas en la categoría de dinosaurios– hacen una reunión esporádica a la que todos sabemos se anteponen intereses comerciales principalmente (Led Zeppelin, Cream, Guns and Roses, etc.), algunas regresan porque es inevitable y si bien no dejan del todo contento al público, el poder verlos en escena después de muchos años es un aliciente que renueva el interés por las agrupaciones y la rotación de su música (Queen, The Doors), pero otras tantas en plena vigencia, deciden reunirse con su formación original y no dudan en sacar a sus integrantes más nuevos en aras de integrar las nóminas clásicas (Iron Maiden, Judas Priets), otras ni siquiera se reúnen realmente y terminan fundado dos bandas, lo que se hace complejo de entender para el público (Rhapsody Reunion y Rhapsody of Fire; Queensrÿche y Geoff Tate Queensrÿche, que finalmente terminó por llamarse Operation: Mindcrime), ¿entonces qué fue lo que vimos el pasado miércoles 25 de octubre en la Carpa Corferias, desde las ocho de la noche, con Helloween?
Helloween, la agrupación que, en definitiva y sin lugar a dudas, fundó y determinó los cánones del género denominado Power Metal en su álbum seminal Walls of Jerico, ratificó todo un movimiento musical dentro del Heavy Metal y mucho más trascendente en el apartado histórico del rock, a partir de esos dos álbumes fundamentales denominados los Keepers I y II-, ha sido copiada, imitada y citada como influencia de infinidad de músicos que, a la postre en los noventa, fueron denominados como Eurometal, pasó fronteras a todas partes del globo y su legado permeó proyectos tan dispares como Angra de Brasil, Symphony X de EE.UU, Pegazus de Australia o Legend Maker en Colombia .
Para los años ochenta, tras la crisis previa del Heavy Metal de primera generación gracias a la aparición del Punk, la vara fue retomada por el denominado New Wave of British Heavy Metal –NWBOHM en Inglaterra, sin embargo a la par de ese movimiento de reivindicación y reinvención, la Europa continental venía exigiendo los motores para alcanzar más velocidad, mientras que en Norteamérica y la península escandinava las intenciones se dirigían a la búsqueda de la brutalidad, la fiereza, la crudeza y el paganismo. El resultado fue la aparición de Metal a secas –Thrash, Death, Black y aunque hoy en día se piense diferente, en aquella época el Speed y el Power, presentaron las bases de lo que, hoy por hoy denominamos, Metal Extremo.
En el terreno Colombiano, para la misma época, es bien sabido que el conflicto armado y la violencia desatada en las zonas urbanas por el narcotráfico influyeron para que el Metal hiciera su arribo, basado también en sus formas más extremas –si bien Kraken y otras agrupaciones cultivaron un Heavy más tradicional–, hasta el día de hoy la escena claramente prefiere los sonidos más radicales, el movimiento que nació desde Parabellun, Reencarnación, Masacre, Neurosis y Kilcrops, hasta hoy con agrupaciones como The Antichris, Perpetual Warfare o Implosion Brain ha inclinado su sonido hacia el Black, el Thrash, el Death y otros más actuales, como el Metalcore, por lo que muchas agrupaciones del territorio nacional que exploran los senderos del Power o el Heavy Metal Melódico, han encontrado un apoyo renuente y escaso.
Para las bandas internacionales de Heavy no extremo, generalmente percibimos una buena asistencia, pero éstas deben tener al menos un estatus público bien amplio, casi que de culto. Muchas otras que cuentan con éxitos bien conocidos, han dado cuenta de la actitud inflexible del público colombiano, tras tocar algunos éxitos, el venerable opta con toda frescura por irse de los recintos (caso de Extreme tras tocar su One Hit, More tan Words) o exigir hasta el hartazgo de los intérpretes una canción no preparada para el set list (caso de los conciertos de Kiss con Forever o Scorpions con Wind of Change), mientras que agrupaciones como Slayer, Megadeth, Destruction, Kreator, Sodom, Venom o Behemoth se han encontrado con un número casi simétrico de fieles, que garantiza un concierto con afluencia necesaria para no pasar la vergüenza. Claro está, algunas bandas han visto menos de 50 asistentes, pero también es cierto que la oferta ha aumentado más rápidamente que los ingresos del ‘rockero-metalero’ promedio.
Pero entonces ¿por qué este concierto marcó alguna diferencia?
Una vez puestos en contexto, debemos hablar del concierto en sí. Como sabemos Helloween tuvo éxito en entradas y el concierto obtuvo un lleno importante de asistentes, si bien no lo suficiente para mantener a tope el recinto hasta dejarnos sin aire –lo cual agradezco– y sin ser una banda que practique un género considerado hoy como extremo, sí es una agrupación de culto, que además, pese a quien le pese, está vigente. Nunca ha parado de producir discos y bajo el comando actual del frontman Andi Deris y los fundadores Markus Grosskopf y Michael Weikath, ha podido extender su carrera por diez discos más, después del que se considera el mejor vocalista de Alemania (después de Klaus Maine de Scorpions y yo diría que de Tomas Recket de Heaven´s Gate), quien grabó específicamente cuatro álbumes después de su debut, en donde quien atacaba el micrófono, era ese pequeño gigante del rock llamado Kei Hansen (fundador y líder de Gamma Ray, la segunda banda más importante de Power). Lo que nos da un total de quince álbumes en estudio y tres etapas claves desde 1985, que no sólo han definido a la banda en sí misma, sino la influencia en lo que es, simplemente, la continuación del Heavy Metal que desarrollaron los pioneros, de los cuales tomaron sus raíces: Dio, Uriah Heep, Judas Priets, Alcatrazz de Yngwie Malmsteen, etc.
La afluencia de los fanáticos habla de la posibilidad de ver más agrupaciones de este tipo y de que, más allá de radicalismos, una buena parte del público nacional puede recorrer con facilidad los géneros del Metal, sin sentir que están traicionado unas convicciones deterministas. Apreciar maestros de este tipo, curtidos en mil batallas y fieles en muchos aspectos –cosa cuestionable en el muy venerado Michael Kiske– es y será siempre, una cuestión de compresión musical más allá de las barreras del género, que el concierto tuviera una asistencia masiva, señala que el golpe comercial de la banda los mantiene vigentes y que en realidad podríamos explotar otras formas de Metal que no sea una búsqueda –a veces banal– de brutalidad. Ojalá festivales importantes como Rock al Parque varíen esa idea en cuanto al Metal. Por ahora, el Festival del Diablo le apostó a Accept, otra leyenda del heavy.
Para muchos el peso de su visita radicaba en poder escuchar al señor Kiske, segundo vocalista de la banda, del cual se supo con anterioridad tenía algunos problemas de salud arrancando la gira en México, que lo llevaron a apoyarse en pistas para mantener la voz en los temas difíciles, pero al contrario de las opiniones en redes, la expectativa de comprobar en vivo su mítico poderío vocal aumentó. Algo inmerecida esta tendencia. Quienes hemos seguido la banda con un poco más de disciplina, sabemos que quien trabaja, es quien merece llevar el título, Andi Deris lo ha hecho sobradamente bien, aunque la calidad de algunos álbumes varía con el tiempo, las últimas producciones de Helloween son más que destacables y la voz de este tercer frontman es sin duda poderosa. Ahora, desde otro punto de vista, quienes somos fanáticos más acérrimos y escuchamos con sentido atento el primer trabajo de los alemanes, sabíamos que Kai Hansen puede alcanzar notas más agudas y elevadas en un tema como Ride the Sky que los otros dos en conjunto.
Entonces sí era demasiado especial que estuvieran los tres, porque definitivamente era una reunión de un triunvirato vocal sin precedentes, Hansen abandonó el papel vocal porque quería mejorar su interpretación en la guitarra, luego retomó en Gamma Ray, asumiendo de forma destacada, álbumes como el majestuoso e imperdible Land of the Free –su mejor álbum– lo demuestran. Esta discusión de las voces es más que técnica, sin duda también es histórica porque pocas, poquísimas bandas han logrado reunir sus cantantes para una misma presentación, esto marca un precedente del que no muchos son conscientes de haber atestiguado. Ni Iron Maiden, ni Judas Priets, ni Black Sabbath, ni Deep Purple, ni Van Halen se han dado ese lujo con el ramillete de vocalistas fundamentales que han tenido en un mismo escenario para una noche, ahora menos que para toda una gira, por lo general el cantante original o el más famoso se niega a cantar las canciones del más nuevo. Realmente fue más que impresionante tener estos tres señores a unísono (sí, como la banda de Hansen y Kiske) en términos claramente amigables y más allá de los egos.
Durante el concierto la gente, vía internet, ya conocía de antemano el probable set list, del cual se omitieron algunos temas, pero que cumplió casi cabalmente el sentido de la reunión, tocar las canciones más representativas en términos de recordación de la banda, incluyendo algunas actuales, así que si bien se quedaron por fuera muchas del favoritismo popular u otras más importantes en términos de complejidad y calidad, las que se tocaron realmente son las que la mayoría se sabe.
En Colombia la noche comenzó de forma potente con el tema extenso Halloween, donde interactuaron desde el inicio todos los músicos en gira, seguido del clásico y divertido Dr. Stein. Para la tercera canción ya daban la entrada al acompañamiento visual de la gira, los personajes en caricatura Seth y Doc, dos calabazas que, ya fuera desde un baúl, o una especie de máquina, caldero, Jukebox y anillo mágico a la vez, sacaban elementos alusivos a las canciones y álbumes de la banda, así como ciertos guiños de su propia historia.
Con un abrazo igual de trascendente entre Kiske, Deris y Hansen la banda transmitió un sentimiento puro en un concierto que estaba planificado al detalle, pese a problemas de sonido reiterados en toda la gira, con camaradería el líder indiscutible, Andy Deris, se unía a cada componente de la agrupación y realizaba algunas intervenciones en español –no perfecto, pero muy entendible–, lo cual se explica teniendo en cuenta que su casa y estudio están en Tenerife. Habló claramente de la acogida del público y de la alegría de la reunión, todo el tiempo manifestó cercanía con Kiske, quien por su parte fue más frío y reacio, puede que por sus preocupaciones en cuanto a demostrar que su voz es lo que se esperaba, o que claramente sigue estando en una posición incómoda: está en un lugar esperado, pero donde el futuro no es claro, puede terminar todo con esta gira, puede que hagan más, ya grabaron el sencillo homónimo Punkins United, sin embargo una alienación como la de Helloween que cuenta con dos cantantes, es casi imposible. Así, las contradicciones son enormes y Kiske nunca se ha sentido del todo conforme con el Power Metal, su emotividad estuvo más que controlada.
No así con el público, que no paró de gozar con If I could Fly, Are You metal, Ride The Thunder, donde Deris figuró en primer plano por ser temas propios y que representan la continuidad que él le entregó a la banda desde los noventa. Con ello aún me sorprende haber escuchado en vivo Perfect Gentleman, canción que junto a Mr. Ego, siempre se ha especulado que fueron escritas para increpar la actitud negativa de Kiske en sus últimos años en la banda, y que fue la que, en la presentación, marcó la entrada de Deris y significó el relevo, pero como es costumbre en Helloween, con cinismo, sarcasmo y humor.
Ride the Sky y Judas eran unos de los temas que más se esperaban, como señalaba antes, marcan no sólo el ítem que identifica los primeros años de Helloween, también es una muestra del poderío y agudos que Hansen puede alcanzar, pero también son una definición del sonido que se experimentaba en los primeros ochenta y que determinó eso que hoy llamamos Power. Ride the Sky es, además, el inicio de esa imaginería que ha usado la banda sobre volar muy alto, liberación, valentía y brío con un sonido, apocalíptico en partes, épico en otras, es casi un tema de puro Speed, aún suena a underground. (foto 4)
Aquí se podría destacar un aliciente de la noche, la unión de los tres guitarras, Kai Hansen, Michael Weikath y el señor Sascha Gerstner, quienes sonaron durante toda la presentación con una sincronía perfecta, de hecho hasta ese momento no me había dado cuenta que Sascha merece el puesto que tiene, es un excelente guitarrista y virtuoso, hasta para medirse y no caer en los excesos propios de los shred. Unas guitarras dobladas y muy, pero muy, filosas fueron combinadas en la noche, la empatía entre Hansen y Weikath era mucho más grande que entre Kiske y Deris, las duplas armónicas y solos en doble tono, fueron por momentos ejemplos perfectos de lo que marcaron K.K. Downing y Glenn Tipton en Judas Priest, cuando apenas ellos y otro par de bandas decidieron que dos guitarras deberían ser espadas en un tema. Realmente no sobra ningún guitarrista, como puede ser el caso de Iron Maiden, donde más allá del divertimento en vivo y algunas composiciones muy progresivas, el papel del tercer guitarra no está muy justificado.
El primer intermedio de la noche llegaba para calmar las ansias de los fanáticos menos exigentes y tal vez más sentimentales, incluso dirigido claramente a las chicas, era el momento de las dos baladas más conocidas, no necesariamente las mejores, pero sí imprescindibles en una velada de este tipo, A Tale That Wasn’t Right y Forever and One, fueron interpretadas casi de forma electroacústica, a media luz, con los dos frontman sentados en butacas altas sobre el pico de la pasarela de la tarima y coreados de principio a fin. Épico y genial, una condescendencia que el público agradeció.
Luego de I can llegó el Drum Solo, más que una muestra de virtuosismo de Daniel Löble, era el homenaje necesario para el único miembro fundador que no podía estar, Ingo Schwichtenberg, que falleció por trágicas y conocidas razones en un lejano 1995. Imágenes en vivo donde Ingo tocaba el solo, dio la sensación que estuviera realmente presente. Así fue la interpretación de Daniel, una muestra de humildad del músico, que aún se cuestiona si es por un simple contrato, pero que ya lleva 6 discos en las calabazas.
La fuerza bruta regresó con Hey Lord a cargo nuevamente de Deris y que tuvo problemas de sonido para iniciar, al parecer fue la constante en todos los conciertos de la gira por Latinoamérica, lo cual se compuso rápidamente para dar paso a temas como Power o Soul Survivor, donde Weikath fue el guitarrista líder, demostrando que también es responsable – aunque malhumorado–, realmente parece un tipo apático, pero su solidez es clara y también puede hacer unos solos tremendos.
A partir de este momento llegaba el turno protagonista para Kiske, el más esperado por todos, simplemente decir que desde el primer momento a dúo o trío vocal con How Many Tears, evidenció que tenía la garra y que se estaba exigiendo físicamente, que aún tiene mucha voz, y que es un gran cantante. No obstante, la verdad sea dicha, los años no pasan solos, si es cuestión de ver quien sostiene pulmones y sube más, aunque suene un tanto más chillón, Deris se lo lleva. Aunque como para gustos los colores y la interpretación era lo que contaba, no se puede más que decir que el temor con Kiske era injustificado y en Bogotá la dio toda, aun guardando las proporciones con la cantidad medida de temas que cantó, nos atrapó con ese tono claro, profundo y elevado que lo hicieron el mejor de su época, solo comparable con el señor Dickinson.
Y así quedó patentado con el tema más esperado de la noche después de las susodichas baladas, Eagle Fly Free, La canción más poderosa y típica del género que se ha escrito y que era la regla con la cual se mediría la prueba fuego de querer ver la banda reunida, el clásico solo de Bajo de Markus Grosskopf, el tercer líder de la banda y virtuoso que domina la parte armónica como un reloj suizo de precisión, era prácticamente cantado por la audiencia, Markus siempre estuvo uniéndose a los abrazos, pero es tal vez, el más concentrado en la dirección de los temas.
Continuando con el repaso del Keeper of the Seven Keys, llegó el tema homónimo del álbum, para luego continuar con Future World, sendos clásicos para quienes gritábamos desde la audiencia sin contar con la técnica y maestría de las calabazas y que ya no podíamos seguirles a todo pulmón –después de Eagle Fly Free– ya no podía ni hablar, la emoción era tanta, que me sorprendí al ver jóvenes de 15 a 20 años igual de entusiasmados, uniéndose al coro, otra evidencia de la vigencia e importancia de la banda y de la noche.
Tras otro típico interludio, llamado en el mundo de los en vivo como encore, donde la banda simula despedirse, llegó el verdadero final con I want Out, el segundo tema más típico y solicitado de Helloween, que se despedía tocándolo más con sentimiento que con virtuosismo en medio de serpentinas, confetis y globos en forma de calabazas, recordándonos que el sentido de esto era celebrar una fiesta, una fiesta de más de 32 años, donde unos tipos dejaban al lado sus egos e intereses individuales para celebrarse, así mismos, como parte de una unidad que ha fabricado un elemento pilar de la historia del Rock Mundial y que con esta gira hacían historia de nuevo, donde quienes asistimos no pudimos más que caer rendidos al poder de su música y la mística de su presencia, levantando la mano cornuta para celebrar también este hecho.
La banda ha continuado de manera fructífera la gira, superando de a pocos, las fallas técnicas que se han repetido en cada concierto, pero no han perdido el entusiasmo del público en ningún país, sólo nos resta esperar el nuevo golpe de las calabazas a futuro.
Punkins del mundo United.
Galería Fotográfica Helloween
Crónica y fotografía: Luis Alfredo López