“… más que ropa, era un conjunto de harapos miserables, haciendo el intento de cubrir triste y precariamente un cuerpo”
Por, Edward Alejandro Vargas Perilla
Caminaba con la vista perdida en el horizonte, con el semblante caído y dejando tras de sí nubes inmensas de un polvo tibio y áspero, como las banquetas resecas y áridas del que en antaño fuera un imponente río, del cual ahora sólo quedaba un cadáver inerte y yermo de kilómetros infinitos… como el brazo de un leviatán cortado en eras tan oscuras como el futuro incierto que le aguardaba a quien dejaba sólo huellas en la sabana infinita.
El sol siguió su camino; lento y calcinante…. Monótono y eterno, invariable; enfocado en ocultarse como siempre, para pintar el cielo de tonos ocres y purpúreos… mientras va cediendo la inconmensurable bóveda celeste a una vía láctea, salpicada por los brillantes restos de estrellas que hace siglos no existen, pero aún brillan.
El tiempo seguía, sin detenerse… como sin detenerse seguía el mundo y los pasos de esa persona de ojos perdidos y aún brillantes y refulgentes, como sólo pueden serlo los de aquellos que se han consumido en la fiebre y los desvaríos de la locura más abyecta.
El tiempo seguía y la bóveda celeste, se fue oscureciendo lentamente con nubes negras, imponentes…. Magnificadas por los relámpagos que delineaban sus siluetas y anunciaban con total certeza que una tormenta se aproximaba.
Caminaba con la vista perdida en el horizonte y su cabello se revolvía violentamente con el viento arremolinado alrededor suyo y hacía ondear su ropa, que más que ropa, era un conjunto de harapos miserables, haciendo el intento de cubrir triste y precariamente un cuerpo.
Finalmente, la tormenta empezó cerca de la media noche, era imposible saberlo; pero fácilmente deducible… dado que era el punto más oscuro de la misma…. Llovía copiosamente y con el agua encharcando las estepas salvajes y solitarias, las nubes de polvo desaparecieron para dar paso a charcos de agua fría.
Sus pasos se convirtieron en chapoteos, el sonido del viento y el agua golpeando su cuerpo era ensordecedor… había pasado de ser sólo una lluvia a convertirse en una terrible tormenta; mares y ríos escurrían de sus cabellos… y las fuerzas habían empezado a abandonar rápidamente su cuerpo, lo abandonaban a borbotones de sangre brillante y cálida; su cuerpo estaba maltratado, herido… las laceraciones, raspones e hilos de sangre se podían ver con total claridad cada vez que un rayo rasgaba el terciopelo negro de la noche.
Estaba débil, muy débil, no podía seguir ignorándolo… con cada paso que daba, era más difícil avanzar… y al final, cayó de rodillas al suelo, haciendo volar gotas de barro, agua y sangre a su alrededor. Sus brazos descendieron lentamente y se posaron en tierra… la respiración se hacía cada vez más rápida y difícil; el agua golpeaba incesantemente su espalda….
Seguía descendiendo sin detenerse, pronto su cara estuvo posada en tierra, de medio lado. La fría sensación de aquella humedad sanguinolenta y el estruendo de la tormenta eran extrañas, más allá de lo aterrador que pudiera ser el encontrarse débil, herido y solo en medio de la vacuidad eterna de una sabana oscura y tormentosa… empezó a sentir calidez y mucho cansancio.
El agotamiento por fin logró vencerlo y cerrar sus ojos lentamente, el sonido empezó a irse muy lejos… el dolor empezó a desaparecer, sus ojos se empezaron a abrir…y en medio de una luz pura y cálida, comenzó a incorporarse….
… A su alrededor, no había más tormenta… sólo charcos enormes a donde quiera que viera, sólo una capa muy tenue de bruma sobre ellos, a la luz de un sol naranja pálido que con desgano pintaba de gris y fucsia un cielo eterno y viejo, pero también maravilloso y nuevo; miles de pajarillos, curiosos, acercándose en busca de comida y bebida.
Todo era confuso, su boca estaba seca; sus manos algo sucias… no sabía dónde estaba, no recordaba nada… o bueno, casi nada; sólo fragmentos fugaces y borrosos.
Una lágrima, podía sentirla… un nudo en la garganta, desgarrándolo para tratar de salir…
… sí, empezaba a verlo. Pies adoloridos y una carrera frenética, cuesta abajo por un risco…
… eso era, sus ojos empezaban a abrirse más y más, con cada recuerdo, con cada fragmento… su boca entre abierta dejaba escapar breves resuellos y la última imagen golpeaba su frente y hacía dar un vuelco a su estómago, a su corazón. Un salto al vacío, una sensación de desprendimiento y libertad, de liberación… ahora lo recordaba, recordaba cómo había llegado allí, pero nada de la transición…. Podía verlo en el cielo de esa última escena, bañado por el ocre y púrpura de un atardecer infame sobre las montañas, podía olerlo en el aire puro y estéril de aquellos picos…
… lo recordaba, era eso; un impulso, el impulso…
(Tauramena, Casanare)
Sobre Edward
Mi nombre es Edward Alejandro Vargas Perilla, tengo 32 años y… conoce un poco más del autor aquí
Revisó: Equipo Editorial Narraciones Transeúntes
“Nuestra memoria está compuesta por fragmentos, retazos de realidad que se quedan para siempre con nosotros, mientras otros se pierden en el olvido. Recuerdos al despertar, fragmentos de una memoria rota, nos lleva a recrear estos pasajes de existencia. Un relato cargado de nostalgia.”
Wow, me sentí inmersa en el escrito, la descripción me transportó junto al personaje, Me encantó!
Una experiencia para la imaginación, creo que desde siempre me han gustado tus escritos, gracias por compartir al mundo tu arte