Somos seres de letras, mujeres y hombres impregnados de palabras hasta los huesos, letras que bombardean nuestros cerebros desde antes de nacer.
Por, Erika Molina Gallego
Somos seres de letras, mujeres y hombres impregnados de palabras hasta los huesos, letras que bombardean nuestros cerebros desde antes de nacer.
No nacemos con la mente en blanco, no; ya desde muy pequeños balbuceamos sin sentido al querer expresar nuestras emociones, a través de las palabras. Crecemos a la par con ellas, nos familiarizamos con la forma de unirlas, de pronunciarlas, de leerlas y de escribirlas.
Las palabras son los sonidos que nos acompañan a lo largo de la vida desde el momento mismo de nuestra concepción, un ruido constante con el que vamos descubriendo que existe una forma maravillosa de comunicación con la cual podremos expresarnos. Palabras, comenzamos a escucharlas desde el vientre de nuestra madre y reaccionamos a ellas sin saber aún cuál es el significado de lo que transmiten. Los ojos de un niño buscan ansiosos el rostro de quien las arroja al aire como dardos. Las escucha, las guarda, las aprende. Las palabras ofrecen un mundo de posibilidades, en muchos casos más de uno.
La escritura es un hecho trascendental que separó a la historia de la prehistoria, esa labor casi mágica que nos enseña a ponerle sentido a la realidad, letras que al principio no significan nada, pero que, con el paso del tiempo nos lo cuentan todo.
Todos escribimos, lo que sea; diarios, cartas de amor, tareas para la escuela, planillas para el fútbol, la lista del mercado, y algunos más osados han llegado a escribir grandes obras maestras.
También todos leemos, aunque sea lo mínimo, anuncios en televisión, revistas, estados de Facebook, instrucciones de medicamentos, recetas de cocina, y también algunos más curiosos, esas grandes obras que otros han escrito.
El lenguaje es una forma de comunicación exclusivamente humana, no hay ningún otro ser vivo capaz de hacer uso de este. Las civilizaciones y la estructura social se han formado con base en el lenguaje. Pero ¿qué tan importantes es este para las nuevas generaciones? Las formas de comunicación han cambiado considerablemente en los últimos tiempos, modificando a su vez la manera de escribir y de leer de las personas más jóvenes. Muchas de las palabras que se usaban antes de manera cotidiana han desaparecido, dando paso a nuevas palabras, a extranjerismos y siendo reemplazadas, en muchos casos, por representaciones gráficas o emoticonos que hacen innecesario su uso.
Los cambios que se presentan en el lenguaje conforme pasan los años lo van enriqueciendo y le dan un enfoque mucho más global, pero también pueden llegar a empobrecerlo si en su uso diario nos vamos olvidando de las reglas básicas de su escritura, y si bien es cierto que la tecnología nos permite un acceso mucho más rápido y práctico a los contenidos escritos también nos aleja del aprendizaje que se puede obtener a través de material mucho más complejo estructuralmente.
Somos seres de letras y para honrar este privilegio, estamos llamados a conocer nuestro lenguaje, a aprender a usarlo dependiendo del contexto, a amarlo y a preservarlo. No importa la cantidad de veces que escribimos o el medio por el que lo hacemos, siempre habrá una o varias personas que serán receptores de nuestro mensaje, y todas merecen poder comprenderlo.