‘Por el páramo: territorio, agua y futuro’, Un documental que revela las contradicciones de entre la ley y la realidad

«Para los paramunos el páramo no es solo un ecosistema, sino un territorio donde han construido su identidad y sus costumbres»

‘Por el páramo: territorio, agua y futuro’

(Boyacá, Colombia)

Se trata de ‘Por el páramo: territorio, agua y futuro’, un documental realizado por un equipo interdisciplinario de investigadores del Reino Unido, encabezados por la bogotana María Paula Escobar, de la Universidad de Brístol, el cual analiza las realidades sociales de los páramos, su gente, sus dificultades y los efectos del cambio climático en la provisión de agua.

La publicación de este testimonio fílmico coincide con los cuatro años de la expedición de la Ley 1930 de 2018, que dicta disposiciones para la preservación, restauración e integridad de los páramos en Colombia.

El documental fue desarrollado por 12 investigadores de cuatro reconocidas universidades del Reino Unido: University of Brístol, King’s College London, University of Edinburgh y Loughborough University y financiado por el (NERC) Natural Environmental Research Council y (AHRC) Arts and Humanities Research Council.

Este producto audiovisual permite conocer los páramos de Boyacá y su población campesina, sus distintas labores económicas y formas de subsistencia. Durante todo el relato, las comunidades ponen de presente los pocos beneficios que les ha traído la ley de páramos pues, cómo lo afirma María Paula: «Pensar en la naturaleza como un conjunto de recursos y en la actividad humana como, necesariamente, incompatible con la conservación, es perder de vista que para sus comunidades los páramos no son un ecosistema, sino un territorio donde han construido su identidad».

Para los paramunos el páramo no es solo un ecosistema, sino un territorio donde han construido su identidad y sus costumbres, por lo que son precisamente ellos los más interesados en protegerlo. Los campesinos entrevistados han sido testigos de los cambios tanto en la economía del territorio como del impacto de la ley, tal como lo asegura Nubia, una de las protagonistas de la historia: «Hay cierto límite donde no podemos ya sembrar, que ya es de protección y que ya es una obligación no hacer», afirma.

Frente a la ganadería en el páramo, en el documental se explica que allí no hay grandes fincas ganaderas como ocurre en otras partes del país

«Puede ser páramo, pero lo hemos trabajado hace muchos años y no sólo nosotros hay muchísima gente», afirma Doña Graciela, habitante del páramo y quien responde así a la pregunta sobre el efecto que tiene en el medio ambiente el trabajo del campesino.

En un viaje que inicia en Boyacá con un recorrido por Belén, Tasco y Aquitania junto a los campesinos productores de la región, se encontró que la gente es consciente del cuidado y la preservación que deben tener con los páramos por su importancia para la vida, como lo asegura Don Sixto: «Sabemos que el páramo es la fuente de vida hacia el futuro de las generaciones por el agua, si nosotros tenemos agua, tendremos futuro nosotros y los de abajo». Sin embargo, es a ellos quienes más se les han criticado sus labores diarias por ser calificadas como contaminantes.

Los modelos de esta investigación indican que no solo va a haber menos agua, sino que el agua va a ser de peor calidad si las cosas siguen como van. Restaurar la vegetación y reducir el uso de contaminantes debe ser una labor participativa, con entidades que acompañen el territorio, que apoyen los procesos de cambio en donde se retoman prácticas ancestrales.

En el páramo, los campesinos se han visto obligados a reemplazar los cultivos tradicionales de papa, arveja, habas a monocultivos más rentables económicamente como la cebolla larga. Don Jaime, campesino de la región dedicado al cultivo de cebolla, afirma: «Eso en esta vaina lleva uno mucho del bulto, como ayer que duró todo el día lloviendo, eso es delicado».

Frente a la ganadería en el páramo, en el documental se explica que allí no hay grandes fincas ganaderas como ocurre en otras partes del país, al contrario, ven en la leche una oportunidad de economía solidaria entre campesinos compartiendo vacas, pasto o el ganado adquirido en compañía; por eso, pensar en reemplazar un producto por otro no es fácil, pues implica no solo cambiar de actividad económica, sino modificar parte de sus costumbres.

Además de las políticas de desarrollo rural, otra de las problemáticas es que la ley de páramos ordenó la delimitación usando dos criterios, la altitud y la cobertura vegetal del suelo, pero se dejó por fuera el elemento geológico. Esto es importante cuando se habla de la minería, ya que así las minas estén abajo de los 3000 metros, los túneles dentro la montaña generan daños que también están afectando fuertemente el agua.

«Yo a las minas llegué cuando tenía 20 años, y ahí trabajé 20 años picando carbón», asegura Don Sixto y, a pesar de no querer dañar el medio ambiente y sentirse mal por trabajar en las minas, es uno de los trabajos en donde el pago es mejor. Sin embargo, esta misma explotación de tierras afectó y tumbó muchos hogares de familias campesinas que fueron compensados con uno y dos millones de pesos, que por supuesto no alcanzan para enmendar los daños. Frente a esto, los campesinos expresan decepción, como cuando Doña Graciela pregunta: «¿Cómo dicen que es páramo y cómo permiten la explotación?»

Este gran proyecto concluyó que los campesinos necesitan incentivos, terrenos para cultivar comida, tiempos para escuchar a los paramunos y campesinos de la zona que ya no creen en las entidades porque no están presentes en los territorios.

«Los páramos no son un ecosistema, sino un territorio donde han construido su identidad»

El documental que narra esta historia ya está disponible en su canal de YouTube Colombia Natural.

Fiestas del 6 de enero en Río de Oro: una mirada antropozoomorfa

«Hay un momento clave en la performance de este evento, y es precisamente cuando interpretan la matanza del tigre: le pelan el cuero, lo decapitan y levantan con la lanza su cabeza»

(Río de Oro, Cesar, Colombia)

Por, Jorge del Río

15 grados centígrados sofocados en coloridos trajes, impulsados por los más de 35 grados de alcohol que posee el bolegancho (bebida destilada de la caña y la panela, también llamada en otras regiones, chirrinche o tapetusa), y si quieres envolverte en el ritual de la felicidad, no te pierdas del conocido, muy amado y temido bolegancho doble sim card, se trata de una mezcla entre el bolegancho y una alta porción de cannabis.

Alucinemos con los jaguares que muestran con ferocidad sus dientes, advirtiéndonos y recordándonos que estamos pisando en su despojado territorio. Detrás de sus colmillos, de manera agazapada se hayan entredormidos un par de ojos humanizados, como destellos de las luciérnagas en las cuevas del Catatumbo. Esta escena nos permite dudar si el animal se ha tragado al hombre o es el hombre que se ha vestido con la piel del animal, o quizás es el hombre transformándose en jaguar, tal como lo hacen los taitas de la Amazonía después de hacer sus rituales con el yagé. Estos seres híbridos con características antropozoomorfas, nos recuerdan, además, a las evidencias de artefactos, grabados y dibujos precolombinos empleados para los rituales.

Fiestas del 6 de enero en Río de Oro: una mirada antropozoomorfa

Hay un momento clave en la performance de este evento, y es precisamente cuando interpretan la matanza del tigre: le pelan el cuero, lo decapitan y levantan con la lanza su cabeza. Esto me remite al mismo momento en que es elevada la cabeza de un gallo en el carnaval del perdón celebrado por los kamentsá y los Ingas en el Valle de Sibundoy, Putumayo.

6 de enero de 2022, dos años después de la última celebración, revive el carnaval de la Matanza del Tigre en Río de Oro, Cesar. Gracias a la pandemia hubo una pausa, pero esta no fue motivo para apagar la chispa de la fiesta, los riodorenses demostraron una vez más de qué están hechos, fortalecidos por el amor y el trabajo colectivo para darle forma y calidad a tan importante y principal evento de un hermoso municipio con aires coloniales.

Los creadores y su técnica

La piel de sus manos se camufla en el barro, modelando una nueva creación de carácter expresionista un tanto caricaturesca, como si se tratase de la interpretación de un sueño o una pesadilla carnavalera. Es un barro cálido, amarillo naranja, con la que se fabrican los moldes para las máscaras, el mismo con el que se construyen las paredes y tejas de las casas riodorenses. Este material, además, es usado para hacer tinajas que sirven de contenedores de agua, con este también se fabrican tiestos en las que se asan las arepas de maíz molido, este barro lleva encriptado ese bello paisaje de clima agradable, de olor a cultivos de tomate, cebolla, caña y frijol, sabe a bolegancho, tabaco y café, es un material carnoso, mezclado con sudor, fiesta y colores.

Matanza del Tigre

Luego es preciso darle una capa de papel maché al molde en barro, adherida con almidón extraído de la yuca. Paso a seguir, se le aplica un sellante blanco para poder empezar a aplicar los colores vibrantes que realzan la magia de la máscara.

Después de un arduo trabajo, llega el momento de la parafernalia, con indumentarias y máscaras que demuestran la riqueza y belleza imaginativa de cada personaje. Jaguares, marianas, lavanderas, perros cazadores, cazadores barbados con facciones europeas, entre otros. Estos personajes elevan la ceremonia de la historia de un acontecimiento en el que el felino más grande de américa es cazado por un grupo de trabajadores afros y un cazador acompañado de sus feroces perros.

Desde muy corta edad los riodorenses emprenden el camino de la creación de máscaras, aplicando las técnicas tradicionales, empleando imaginación, belleza y color a cada pieza. Johan Sebastián Salazar tiene nueve años de edad, su carrera de artesano comenzó desde los cuatro, gracias a su amado maestro, su padre.

Con la mirada transparente, Johan Sebastián enseña con alegría el molde de su nueva máscara, y él, como todo un artista bondadoso, dona cada año su creación al museo del pueblo para ser parte de la colección de máscaras tradicionales de la Matanza del Tigre.