Apuntes varios sobre una copa plana

Como buen nostálgico y por ende amante del “todo tiempo pasado fue mejor”, considero que cada vez los torneos de selecciones pierden cada vez más brillo debido a la preponderancia que desde las instancias rectoras del fútbol se les entrega a los torneos de clubes (ellos ponen la plata de los pases, los sueldos, es claro que los jugadores son trabajadores de sus equipos), sin embargo esto no es nuevo, lo que ha generado realmente que las selecciones nacionales cuenten con los jugadores por menos tiempo para trabajar por convocatoria, es el calendario cada vez más saturado de los clubes.

 

Por, Burrócrata*

 

Entrando en materia veremos lo que mostraron algunos seleccionados en estas semanas de (in)competencia.

 

Argentina

En mi opinión sin ser un gran equipo es el mejor de un torneo aburrido, su mejor ventaja: cada vez son más colectivos y han mejorado en defensa, considero que mostraron más fútbol en Chile 2015 que en Brasil 2014, pero ya no son candidatos tan fuertes en las citas orbitales. En la Copa tampoco pudo ser y se quedaron con la ilusión de levantar su 15ª Copa América.   

Sobre Messi sólo vale la pena decir que en esta copa ha jugado más como distribuidor de juego que como goleador, potencia el equipo y supongo que la Conmebol le dará el premio al Jugador del Torneo (la FIFA con menos le dio la misma distinción en el Mundial), el hombre gana todo con Barcelona (y sin lugar a dudas es el mejor de esta era), pero mientras siga sin ganar nada con su selección no quedará en el devocionario gaucho. 

 

Brasil

Este equipo me recuerda una frase de mi papá sobre su prohibición de tomar café: “Yo tomo café descafeinado porque aunque no sabe a café si calienta” así se ve el juego del seleccionado de fútbol brasileño, quedaron en el pasado los equipos del jogo bonito, que ganaron 5 mundiales y temidos por todos, al parecer en sus escuelas de formación privilegian los jugadores tácticos sobre los técnicos y he aquí los resultados.

Los mal llamados “puristas del fútbol” tienden a diferenciar entre la técnica y la táctica decantándose por alguna de las dos (para poner un ejemplo en Argentina se habla de la escuela de Bilardo y la de Menotti), en mi opinión ambas cosas son complementarias e igualmente importantes en el fútbol de hoy.  

En lo personal prefería ver a Ronaldo, Romario, Rivaldo, Cafú y Roberto Carlos (sólo por hablar de los últimos grandes jugadores que vi) que a Neymar y otros 21 – ni siquiera vale la pena aprenderse el nombre de alguno – pero el camino se perdió cuando en Brasil quisieron jugar “a lo europeo”, curiosamente en el viejo continente vienen en la dirección contraria.

Capítulo aparte merece el último monstruo brasileño: Dinho, genio, mago, pero también díscolo y rumbero; su falta de apego táctico lo sacó de la lista de Scolari y de Dunga, por la falta de visión de los DTs brasileños.

En definitiva con esos jugadores Brasil puede quedar por primera vez en su historia por fuera de un Mundial.

 

Chi Chi Chi

Chi cumplió armó su copa, la levantó en su casa y derrotó a Argentina. Me gustaba más el equipo de Bielsa que este, pero Sampaoli no lo hace nada mal, incluso lidiando con la estupidez de Vidal, al igual que los Gauchos fueron dignos finalistas; es un equipo versátil, aguerrido y aunque su lema es jugar al vértigo (eso pasa factura sin el debido trabajo físico, algunas veces se colgaron al final de los partidos), definitivamente les funcionó en la Copa.

Lo de Vidal es infame, tanto por la gravedad del hecho como por el momento para hacerlo ¡En plena Copa y de local!… sin embargo una cosa es el fútbol y otra la investigación que se le viene al Rey Arturo, Sampaoli acertó en no sacarlo… y si hubiera sido James Rodríguez ¿lo sacamos de la Copa? No creo.

 

Colombia

Humm… balance difícil, con algunas bajas sensibles desde el comienzo (Quintero, Guarín, Aguilar) y con otras en el torneo (Sánchez, Valencia y Bacca) se tuvo un perfomance Malo-Excelente-Regular-Digno, en ese orden, lo bueno: confirmar que hay arquero (falta ver la calidad de la suplencia), lo mejor: encontramos el central que a decir verdad era difícil de conseguir (Yepes sólo hay uno), lo de Murillo excelente (lo del penal pasa a la anécdota), lo regular: vi a James todo el año en noticias (que si Cristiano lo mira, que si vende calzoncillos, que si saluda a un niño), donde no lo vi fue en esta copa… llegó exhausto, mientras juegue para una empresa y no para un equipo de fútbol (el Madrid gana títulos pero los jugadores hacen muchas actividades adicionales, la explotación de una marca es su verdadero negocio), si esto sigue, el hombre va a llegar fundido. Lo malo: Ni Falcao, ni Teo (aunque en mi opinión fue el que hizo mejor copa de los de adelante), ni Jackson ni Bacca ni Muriel hicieron gol. Y los laterales… los laterales (Zuñiga al final salvó los muebles con Argentina).

Las notas de esperanza son dos: 1- Colombia en la última Copa América no llegó más lejos que acá (cuartos) y en las eliminatorias y el Mundial el tema fue muy distinto y, 2- Don José no todas las veces tendrá tan mermada la nómina.

El problema: ¿Qué titulares de la selección llegarán a septiembre jugando regularmente con sus equipos? ¡Que Dios nos coja confesados!

 

Perú, Uruguay y Venezuela

Tres equipos que llegaron de modo diferente a la Copa pero que se fueron dando buenas sensaciones de cara a las eliminatorias.

Perú no traía trabajo previo (el Tigre Gareca apenas fue nombrado y reunió sus muchachos para la Copa), sin embargo mostró ser un equipo que se fortalece, con laterales muy ofensivos y un Paolo Guerrero que siempre intentó poner en aprietos las sagas rivales, no sé si les alcance para clasificar al Mundial, pero con algo de trabajo y renovación (desde tiempos de Juan Pablo Ángel, Claudio Pizarro juega en su ataque) serán unos rivales serios.  

Uruguay tuvo una copa no muy destacada (generalmente están entre los cuatro mejores), demostró el equipo que en el ataque es Suárez-dependiente, sin duda Cavani no es ese jugador temido en las canchas europeas, con la celeste no le rinde, pero para eliminatorias, salvo alguna cosa rara, Suárez comandará a los charrúas y será el duro rival de siempre.

Venezuela de la mano de Noel Sanvicente le bajó el perfil a las habladurías de Farías y en mi opinión es más fuerte que lo que vimos en las anteriores eliminatorias, ojo con ellos, tienen con qué clasificar, ya no es sólo el Mago Arango, es un equipo sólido en defensa y con media distancia; sino clasifican van a aportar en la eliminación de otros y ya estuvieron muy cerca de clasificar ¡se desinflaron faltando 2 fechas! Será el Juez de varios a partir de septiembre.

De los tres, mínimo uno clasificará a Rusia, si son 2 no me sorprendería.

 

Bolivia, Ecuador y Paraguay

Al contrario de los tres anteriores estos tres no mostraron mayor cosa en la Copa,

Bolivia sin dudas fue el peor suramericano del torneo, lo único bueno que mostró fue su lindo uniforme blanco, (y empatar con el relleno del torneo) al parecer su estrategia vuelve a ser confiar en la altura de la Paz, pero con eso no se llega a los mundiales, también se requiere fútbol… pero eso desde la época del Diablo Etcheverry brilla por su ausencia en los del altiplano.

Ecuador se fue con más pena que gloria de la competición, Montero y Bolaños es lo único que mostraron, confían al igual que los bolivianos en su fortín Quito, a los ecuatorianos si les ha alcanzado, pero empiezo a creer que esta vez no será así salvo que aprendan a sumar afuera.

Paraguay lo único que tiene para mostrar es el resultado y el segundo tiempo del primer partido contra Argentina, casi no puede con Jamaica, apelaron a su garra y los penales ayudaron, pero Argentina los devolvió a su realidad en la única goleada del torneo. Encontrar un delantero de alto nivel, velas blancas (Chilavert ya le está corriendo la butaca) y muchísimo trabajo le esperan al Pelao Díaz.

 

Y los invitados…

El primero una grata sorpresa, el otro una vergüenza, Jamaica y «México» respectivamente, prefiero que inviten a más ‘jamaicas’ que a estos ‘méxicos’

Jamaica un equipo ordenadito, con marca Wes Morgansu -Capitán- de lo mejor que vi en marca en el torneo (sólo superado por un tal Carlos “La Roca” Sánchez en mi opinión), dio un cursito de como anular a Messi (en ese partido la pulga comenzó de mediapunta y terminó perdido en la zona de volantes) cortesía de Mr. Morgan, pero el hombre, con más pinta de guardaespaldas que de futbolista, anuló además de a “la pulga” al lateral que le tocó (a veces en la derecha a veces en la izquierda, en su momento pensé que eran 2).

Respecto a México sólo hay que decir que si van a jugar su Copa de Oro (como debe ser aunque no creo que eso les ayude a mejorar), no deben mandar equipos “muletos”, todo por los derechos televisivos de la población mexicana (no creo que su gente esté muy feliz de ver ese remedo de selección haciendo el ridículo en el sur del continente).

 

El lema de esta Copa: La intermitencia ningún equipo jugó bien todos sus partidos

El partido de la Copa: Ninguno.

El gran jugador de la Copa: Me gustó el trabajo de Paolo Guerrero, ambos Carlos Sánchez, (el colombiano y el uruguayo) y Sergio Agüero.

Fuera de concurso: Los arqueros de Colombia, Paraguay, Uruguay y Chile, se confirma que en Suramérica lo que hay es arqueros. 

¿Qué recordaremos de esta Copa?: La estrellada del Ferrari de Vidal como vi en un meme: el “volante” del torneo.

 

*Columnista invitado @Burrócrata

 

Imagen tomada de internet: www.flickr.com

A salto de mata – Paul Auster

El escritor no ‘elige una profesión’, como el que se hace médico o policía. No se trata tanto de escoger como de ser escogido, y una vez que se acepta el hecho que no se vale para otra cosa, hay que estar preparado para recorrer un largo y penoso camino durante el resto de la vida”.

 

Sin duda los libros de Paul Auster merecen ser recomendados. La primera vez que supe sobre este autor fue hace años cuando vi uno de sus títulos debajo del brazo de un joven periodista y excelente escritor. Recuerdo bien que superé mi timidez para preguntarle qué libro era ese que leía con tanto ánimo durante la semana. Entonces me mostró la caratula de La Trilogía de New York, guardé ese título y esa imagen en mi archivo de pendientes. Días después me acerqué a la biblioteca para buscar aquel libro pero no lo encontré. Sin embargo, me llevé una gran sorpresa cuando me decidí  por un pequeño ejemplar del mismo autor (Paul Auster) que se titulaba El cuaderno rojo, un delgado preámbulo de relatos interesantes que serán motivo de otra entrada en Todas mis declaraciones (+) y que comparto hoy en Rugidos Disidentes

Pero este abrebocas que parece inoficioso tiene un objetivo claro y distante del acoso de llenar espacios aburridos en Todas mis declaraciones (+), se trata de una evidencia sobre como los libros y las historias se empeñan en encontrarnos, de como una pregunta te lanza a un mundo de posibilidades y como una decisión puede negarte la oportunidad de descubrir algo nuevo. No solo pasa con los libros, ni con las películas sino con la vida, los sabores y las personas. Por eso me parece apenas lógico compartir aquellas lecturas que hacen efecto de una manera más fresca y que dista mucho de una crítica literaria, bien podrá si lo prefiere cerrar esta página y olvidarse de esto. En todo caso mi última pretensión es convencerlo de algo, me encantaría si decidiese leer mi recomendado y decidiera que me he equivocado al recomendárselo.

 

A salto de mata (Crónica de un fracaso precoz)

Paul Auster

 

Por, Yulieth Mora (@5texto)
https://todasmisdeclaraciones.wordpress.com/

 

Se trata de un libro autobiográfico en el que un escritor recuerda con la distancia que corresponde, sus inicios en el camino de la literatura. Su subtítulo: Crónica de un fracaso precozes apenas el abrebocas de una historia que no promete la típica línea narrativa en la que un ser humano cumple su objetivo de éxito y la felicidad aparece como recompensa. La verdad es que página tras página uno se va preguntando si es que le puede pasar algo peor a este aventurero que ha decidido ser escritor, cueste lo que cueste.

En esta rápida crónica un joven deja de serlo, se enfrenta con un sistema hostil que apenas le ofrece un par de migajas para sobrevivir y se convierte en un adulto con una familia que sostener. Luchar contra los prototipos de una vida americana, trabajar sin descanso en labores apartadas de la literatura, esa intensa carrera por ahorrar tanto dinero como sea posible durante años y perderlo en un par de meses porque la vida cuesta, su trabajo apenas perceptible para nadie como traductor y sobre todo aquellos personajes insólitos que solo durante su aventura pudo conocer, esos errantes, desajustados de la realidad y olvidados. El mismo Paul Auster conversando con John Lennon semanas antes de su asesinato. Un libro ideal para aprendices, no solo de escritor sino de otras materias. Esta frase aparece desde el principio de su libro casi como una sentencia:

“El escritor no ‘elige una profesión’, como el que se hace médico o policía. No se trata tanto de escoger como de ser escogido, y una vez que se acepta el hecho que no se vale para otra cosa, hay que estar preparado para recorrer un largo y penoso camino durante el resto de la vida”.

Además, Auster toca temas fundamentales en la formación, sobre el valor del dinero en la vida del ser humano y reflexiona sobre sus efectos en el mundo de las artes y la vida cotidiana.

“A fin de cuentas, el dinero es una ficción, papel sin importancia que sólo adquiere valor porque un gran número de personas deciden dárselo. El sistema se basa en la fe. No en la verdad ni en la realidad, sino en la creencia colectiva. ¿Y qué pasaría si esa fe fuese socavada, si un gran número de personas empezara a dudar del sistema?”.

Fracaso tras fracaso hasta los 30 años en los que su padre muere y aquel largo camino se ve iluminado por el inicio de su vida como escritor con el título: La invención de la soledad, obra que se centra en este acontecimiento.

Sin más qué agregar… un libro ideal cuando se trata de aterrizar a la realidad con ese presentimiento de confiar en los sueños y el talento.

 

Imagen tomada de: https://todasmisdeclaraciones.wordpress.com/2015/01/04/lecturas-en-todas-mis-declaraciones-a-salto-de-mata-paul-auster/

Adversarios

… el radicalismo es la panacea por estos días

 

Una pregunta tan estúpida como ¿cuál es tu color favorito? Me hace escribir esta columna. Me lo han preguntado para matar el tiempo o para saber más de mí y mi respuesta develó parte de una lenta construcción de mí hasta ahora.

 

Respondí: ‘ninguno’. Es que es la verdad. Me gustan los colores pero no tengo ninguno favorito o por lo menos no conscientemente, pero a pesar de la cuestión lentamente encontré un trasfondo sobre eso. A diario nos preguntan qué preferimos si el negro o el blanco, si este equipo de futbol o el otro, si preferimos un artista musical por encima del otro y la verdad es que optamos por elegir solo porque una pregunta conducida nos orienta a ello, resultado de esto nuestro fanatismo se vuelve el contenido del que estamos hechos.

 

Lo digo porque apenas unos años me encontré debatiendo de forma brutal sobre un político y mi fanatismo llevó al desespero de no ser comprendida; buscaba entonces una aceptación, ganar el debate y al final mi gastritis sería pan de cada día, tratando de convencer a la humanidad de cuál es el camino correcto. Como si el gran grupo de coincidencia fuera el que tuviese la verdad y lejos de eso, se trata del peor indicador, las masas también se equivocan y cuando lo hacen sucede masivamente.

 

A lo que me refiero, no es precisamente a dejar de lado la lucha por los ideales, cuando uno cree ciegamente en algo basta con disfrutarlo de forma tan intensa para uno mismo. Es decir, con el pasar del tiempo el goce que determinada acción provoque, la felicidad que uno emane de convivir con sus ideales ira recogiendo adeptos a su mundo y no necesariamente habría que captarlos, por la condición del ser humano a permanecer dentro de un grupo, pero de no lograrlo uno podría sostenerse solo si es que es un verdadero apasionado por algo.

 

Tengo varios ejemplos sobre esto, por ejemplo, antes me irritaba mucho que las personas no comprendieran el valor de la literatura en la vida, bastó con concentrarme en la alegría que producía realizar mis lecturas, para que lentamente personas se sumen a mi amor por lo que hago, en el camino quedan personas a las que no les interesa para nada los libros y no por esto dejan de ser importantes, finalmente a mí no me gusta bailar y ellos también lo comprenden.

 

Ese puede ser un caso de muchos, me gusta el futbol pero no me parece que tenga que rasgarme las vestiduras por ninguna camiseta. Sin embargo, no dejaré de hablarle a mi buen amigo que tiene la colección de camisetas del Real Madrid porque sí.

 

Soy abiertamente gay pero no significa que tenga que ser celebrada por ello, lejos de la discriminación existe gente que nunca lo comprenderá y vivirán con eso, pero no los hace mejores, ni peores que yo. De hecho yo nunca podré entender el amor por el vallenato  pero tampoco haré un escándalo de eso.

 

A lo que quiero llegar, y espero no haber sido extensa sin necesidad, es que el radicalismo es la panacea por estos días. Tenemos que elegir todo el tiempo, si preferimos el carro o la bicicleta, si odiamos esta ciudad o no y la verdad es que nada puede estar más fuera de foco. No somos adversarios solo porque no estemos de acuerdo.

 

Yulieth Mora
yuliethmora@rugidosdisidentes.co
todasmisdeclaraciones.wordpress.com 
 

 

Palabras… palabras

La palabra fue la que articuló grupos de homínidos y generó que pasaran de ser una manada a convertirse en comunidad y desde ese incipiente comienzo vamos en la sociedad tecnificada, diversa y globalizada que conocemos hoy en día.

Por, Burrócrata

Siempre me he preguntado cuál es el verdadero elemento que nos diferencia de los otros seres vivientes en este planeta…, tengo claro desde mi visión nada experta (y posiblemente experta en nada también), que pese a elementos característicos como el uso de las manos (elaborando), y nuestra capacidad cerebral y sensaciones que nos diferencian de las máquinas, en mi opinión, la mayor construcción del hombre en nuestros 30 a 40 mil años es la palabra.

La palabra fue la que articuló grupos de homínidos y generó que pasaran de ser una manada a convertirse en comunidad y desde ese incipiente comienzo vamos en la sociedad tecnificada, diversa y globalizada que conocemos hoy en día; pero esta introducción no tiene otro objetivo que demostrar la importancia de la palabra sea para bien o para mal, veamos algunos ejemplos:

La repetición de una palabra sin significado aparente creada por convención social o por “generación espontánea”, que a base de repetición se inserta en el colectivo sin importar si la academia la admite o no, sólo para poner un ejemplo sencillo cualquier grosería bastaría, es más, sé que podrán decir que es un ejemplo chimbo, aún así honestamente supongo que hasta el más venerado miembro de la RAE en algún momento de su vida ante algún incidente (desde un golpe, hasta algún dolor del alma) no creo que se exprese con un recórcholis o un carajo más propios de la serie de Batman de los 60s.

La múltiple repetición de una palabra o frase falsa que genera en un grupo el concepto de verdadero o como diría Paul Joseph Goebbels: Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.”[1], y pues para “todos” (a propósito se preguntará el lector ¿y quiénes somos todos?) es claro que efectos condujo este postulado en la Alemania Nazi, lo cómico del asunto es que ese “viejo truco” aun funciona, basta ver el discurso de algunos sectores “de oposición” en Colombia o del Gobierno de Venezuela… La historia nos muestra que los extremos tienen a juntarse, en cuanto a sus métodos, sus soluciones, su lenguaje y sus símbolos.

Una deformación muy común hoy en día, so pretexto de generar un lenguaje más incluyente, es la ridiculez de separar los géneros al momento de dirigirse a un grupo o para designar un cargo (algunas veces es posible y no suena mal, pero no es la regla), particularmente “me sangran los oídos” cada vez que escucho hablar de la Presidenta, la gerenta, todos y todas entre otras palabras que me parecen inadmisibles en nuestro lenguaje.

Aclaro, este texto no es un ataque a la consciencia de género, simplemente considero que una cosa es la defensa del feminismo como reivindicación social, y otra totalmente diferente es, que por este argumento nuestro lenguaje quede hecho girones; sin ser experto, aunque hago uso de las formas de comunicación diariamente (como “todos”), en un análisis muy superficial entiendo que el sufijo ente hace referencia “al que hace la acción” (es decir el agente), el cual no debe ser pasado al femenino “por su masiva utilización”, respecto al tema les dejo el enlace: Ver aquí según el cual terminaríamos afirmando que:

“La pacienta era una estudianta adolescenta sufrienta, representanta e integranta independienta de las cantantas y también atacanta, y la  velaron en la capilla ardienta existenta.”

Como señalaba anteriormente otra de las frasecitas que me irrita un poco es la de “todos y todas”… Sigo sin entender a quien carajos excluyen cuando sólo dicen todos… ¿no sienten lo mismo?… en cambio si uso el femenino “todas” evidentemente excluyo al género masculino de tajo… por detallitos como estos cada vez que escucho la radio cambio el dial cuando personajes como Angelino Garzón y uno que otro sindicalista hablan de “todos y todas” o aun más vivazmente usan el tod@s… Entiendo que el lenguaje es cambiante, pero modificar su naturaleza, sus raíces y sus reglas es convertirlo en otra cosa, además los verdaderos cambios en una sociedad no se dan desde meros cambios lingüísticos, sino desde acciones políticas.

Finalmente no me iba a despedir sin comentar sobre lo que implica disidir, según la RAE: (Del lat. dissidēre).Separarse de la común doctrina, creencia o conducta.”, esta palabra implica un concepto de ruptura con la homogeneidad que pretende todo criterio mayoritario y que, en últimas por su uso adecuado o inadecuado, ha sido un motor de la evolución o de la involución humana, porque tan disidente fue la loca teoría Copérnico, las posturas democráticas, el Rock y tantos conceptos de avanzada que en su momento tuvieron resistencia casi total por “todos”, como también fueron y son disidentes el nazismo, el uso de armas libre, el caudillismo mesiánico y la defensa irreflexiva de la fe, pero cada disidencia debe encontrar un caldo de cultivo para crecer… y es esta página una invitación a disidir, con respeto, tolerancia por el otro y pensando siempre que la disidencia no es una meta, ni siquiera una rebeldía, ni una postura, es una actitud ante la vida.

Finalmente aclaro, ésta columna no es paga, obviamente nadie me pagaría por esto, aunque pensándolo mejor, en Latinoamérica hemos tenido dirigentes a los que les pagan por menos.

 

Por, burrócrata

Una habitación sin televisor

 

No fue una decisión fácil, lo acepto. Me costó meses de intranquilidad. Adquirir un hábito representa dificultad, mucho más, cuando se realiza de manera consciente. La meta: sacar el televisor de mi habitación.

 

Darse cuenta

 

La primera vez que sentí la necesidad de deshacerme de la ‘caja mágica’ (que con el tiempo ha dejado de serlo para convertirse en una suerte de tabla) sucedió una tarde cuando me vi sometida a un acto de humillación. Llegué al apartamento, me quité la chaqueta, los zapatos, y automáticamente me dispuse a encender el televisor que siempre me acompañó. Por desgracia, el control no aparecía y, la verdad, levantarme hasta el modo manual no representaba dificultad sino pereza.

 

El silencio se había instalado en casa. Sin comerciales, sin noticias de última hora, sin el innecesario ‘zapping’, sin la novela mexicana desgastando el castellano, sin el eterno comercial. Bastaron un par de minutos para que el silencio se apoderara de todo.

 

El resultado: me aburrí. No lo soporté. Tuve que someterme a buscar el control en ‘cuatro patas’ por toda la habitación. En un acto de fe, lo encontré debajo de la almohada. No demoré en entender la conciencia de una dependencia tan vana.

 

Tomar la decisión

 

Fueron varias las causas que me llevaron a hacerlo. Una de ellas, ver a la gente sedienta del control, verlos con el afán de que ese aparato les diga algo que muchas veces no se entiende bien, moralejas que se hacen borrosas por los filtros mercantiles que hay en cada emisión. También darme cuenta de que el susurro de un dispositivo que se habla a sí mismo y se responde sobre ‘prepagos’, masacres o noticias increíbles era la única forma de quedarse entre dormida. No era sano. No descansaba bien.

 

Trasnochaba por ver el seguimiento de novelas eternas, escenas bullosas, imágenes que lo dicen todo a la hora en que no debería decirse nada. A mi edad me había fastidiado de perder el tiempo tan descaradamente.

 

No voy a hablar de gustos porque es precisamente de eso de lo que no se trata este artículo. No todo puede ser aburrido. Es una de las tres funciones que tiene la televisión: entretener. Las otras, educar e informar. Usted verá en qué orden las prefiere. Ese tipo de decisiones las toma cada uno.

 

Un día me cansé y como un ritual, un acto de desprendimiento, lo expulsé de mi habitación, lo puse en la sala como un castigo merecido, en un lugar de la casa que no tenía valor, le dejé tirado en un rincón. Me hice el propósito de no encenderlo por un acto de amor conmigo misma. No conectarlo era el primer paso. Desconectarme también a mí, tomar la información noticiosa que me interesara solo por radio o prensa. Si lo lograba descansaría más, aumentaría mis horas creativas.

 

Resultado de la operación: tres días después estaba recogiendo el televisor del suelo. Otra humillación y un golpe seco en el estómago.

 

Una derrota

 

¿Dónde estaban mi fuerza de voluntad, mi disciplina, mi sensatez, mi manera de tomar las decisiones firmes?

 

-Recaí, como lo hace un drogadicto.

 

Sin embargo, seguí dando vueltas al asunto. Me preguntaba por qué la televisión se había metido en mi intimidad, casi entre las sabanas. Esa luz estaba siempre encendida y no daba espacio a la oscuridad, la reflexión, la calma simple de recostarse en la cama y detenerse un momento a mirar el techo para encontrar figuritas, en cambio, sí estaba para vivir al ritmo de los comerciales con los jingles grabados en la memoria. Sentí que necesitaba desacelerarme, paradójicamente, de manera rápida.

 

Tomé la decisión otra vez. De nuevo el televisor a la sala. Otra vez la intención de tener una vida alejada de contenidos que no sentía me colaboraran en nada, algo que solo veía por la rutina de que llegara la hora de ver la pantalla. Esas horas desgastadas del Prime Time.

 

No quería suprimirla del todo, porque me encanta el cine y otras cosas, lo que quería era dejar de verla de manera excesiva. Lo que realmente quería era elegir qué ver, no ser automática y no trasnochar por el arrullo de las actrices famosas o ‘a punta de bala’.

 

Cinco días después…

 

Cinco días después el televisor seguía en la sala. Me ocupé en otras tareas. Gané tiempo cada noche, dejé de seguir series. Le quité el castigo al televisor, lo puse en la sala de la casa. Me volví selectiva, si quería ver algún programa buscaba el horario por Internet, me ponía una cita con el sillón y el televisor, la cumplía y me iba. Reduje mis horas de quietud, dejé de ver la vida en pantalla chica, a sentirla en la calle, en las conversaciones con las personas, a buscarla en los libros, a escribirla también.

 

Empecé a ver las cosas distintas. Me di cuenta de algo que puede ser trivial pero resulta sumamente importante. El televisor estaba en la mayoría de lugares que frecuentaba, en los centros comerciales, la universidad, las cafeterías, los bancos, los restaurantes, las salas de espera, algunas aulas de clase, etc. Se salvaban los parques, las bibliotecas, las iglesias y una que otra calle.

 

Sí, en todas partes, así que solo quedaba preguntarme ¿para qué diablos quería que estuviera en mi habitación, en la intimidad de cada mañana? Era irracional.

 

El televisor nunca ha vuelto a entrar, lo recuerdo siempre como un acto de resistencia, de amor conmigo, una mínima revolución que me hace feliz. Ahora, cuando las personas que visitan mi apartamento se acercan a mi habitación o cuando comento con un par de amigos, sobre lo que para mí fue un proceso de emancipación, se extrañan. Les parece increíble que no tenga televisor en mi habitación, no logran comprender el raro silencio que hay en ella para ir a dormir. Y muchos, casi la mayoría, se asombran diciendo: “yo sin televisión no podría vivir, mucho menos dormir” cuando lo cierto es que sí.

 

No se trata de exterminarla, de lo que se trata es de erradicarla como una necesidad de compañía. 

 

Yulieth Mora
yuliethmora@rugidosdisidentes.co
todasmisdeclaraciones.wordpress.com 

 

 

Hastío

 

Llevo semanas pensando en una palabra. Pensando tanto en ella y tan profundo hasta agotar sus imágenes y fulminar su significado. Lo he hecho por gusto y como experimento para escribir esta columna. La palabra es PAZ.

La he repetido mientras realizo mis cotidianidades. Retumba en mi cabeza como un mantra que pierde sentido. Me he contaminado bruscamente y a propósito para perder todas las representaciones concebidas y darle un nuevo sentido. La misión es crear mi propia versión de lo que es la paz. A mi modo. Lidiar con el proceso adentro mío.

*

Despierto a tiempo. Intento llegar a tiempo, calculo mal y el trancón más largo del mundo aparece con vehemencia, cierro los ojos y digo: “paz”. El hombre que maneja el autobús grita fuerte para que su pasajero, que está colgado de la puerta envíe el dinero que corresponde por transportarlo. Grita, grita fuerte, frena, frena fuerte, arranca, arranca fuerte, frunce el ceño, sigue manejando y digo: “paz”.

Intermitentemente el televisor aparece en ciertos puntos de la historia citadina (esta experimental de repeticiones) y en temporada mundialista es más frecuente su encendido, pantallitas gritando gol, pantallitas escupiendo las noticias… la bomba del CAI, las manifestaciones en Brasil, el mordisco de Suárez, la muerte por celebrar el triunfo de Colombia, el estadio lleno, la calle sucia luego del gol, las vuvuzelas en unísono, el corazón vivo y la mano en el bolsillo del celular. Luego, la palabra: “paz”.

**

He dicho paz mientras me baño, cuando bajo las escaleras, cuando subo por el ascensor, mientras ceno con mis amigos, cuando escucho la canción que más me gusta, mientras camino, tomo cerveza, las veces que escribo, durante las reuniones aburridas, en las conversaciones más triviales, durante los partidos más emocionantes, mientras doy besos en mejillas y bocas, en mis clases, mientras pago, cuando espero, en los momentos más aterradores, en las madrugadas escandalosas, las noches apacibles, las lecturas increíbles, los momentos más calmados y en la ira más incontrolable.

Puedo decir con toda fe que la palabra paz, hoy me hastía, como esa vez en que desayuné lo mismo por un mes, aquella vez que escuché esa canción todos los días por semanas enteras, igual que el fastidio por ese sabor de helado que comí hasta hacer repugnante su olor.

Me hastía como la persona que durante 23 años ha hecho lo mismo en su trabajo, ha recorrido las mismas calles y ha aguantado la presión de repetirse a diario. Como el encarcelado que odia su celda y el secuestrado que marca sus días de cautiverio en un trozo de madera. Insoportable escuchar esa palabra adentro mío, repetir el sonido que tiene en todas las emisoras y sentir el mismo movimiento de labios, verlo y comprender la repugnancia de alguien que repite sin la más mínima idea de lo que habla.

***

No ha sido un experimento entrañable, pero ha sido una versión intima de lo que sucede en esta masa amorfa que llamamos pueblo, sentimos todos quizá el agotamiento de un inalcanzable, la verdad de un imposible que parece lejano y esa palabra ya no nos da sensaciones de esperanza, sino de hastío, de tanto hablar de ella ha sido manoseada.

Cualquiera puede usarla y acomodarla a su forma, aprovecharse e incriminar con ella, botarla al suelo, recogerla como un símbolo de alianza. La paloma herida, las manos ensangrentadas, las imágenes comunes, las muertes lentas, esa agonía de esperar algo que viene de adentro y que es mejor no pronunciar sino ir haciendo desde la calma de la habitación, hasta la lucha en esta selva de cemento.

 
Yulieth Mora
yuliethmora@rugidosdisidentes.co
todasmisdeclaraciones.wordpress.com

 

 

 

 

 

 

 

La opinión no es esta columna

Cuando me invitaron a participar en este proyecto de comunicación acepté por una corazonada, puede parecer romántico, pero es así y no me da vergüenza admitirlo. 

RUGIDOS DISIDENTES fueron las dos palabras que abrieron la ventana para lanzarme a esta tarea. Sin embargo, cuando reparé en lo que sería esta columna atiborrada de palabras mías y que será publicada de forma mensual, rumié por semanas una sola idea: evitar a toda costa concebir un texto plagado de egocentrismo o argumentos radicales. Por eso reitero que la opinión no es esta columna, la opinión es lo que queda de ella para los cientos de usuarios que se atrevan a leerla.

Cada mes encontrarán una situación diferente, una historia bogotana, un sentido abierto sobre lo que la capital es capaz de contarnos mientras caminamos por ella. 

Les aseguro un viaje conmigo, vamos a caminar por esta ciudad con la fuerza que tienen las palabras para transportarnos con solo instalarlas en nuestra mente. 

Vamos a conocer qué pasa en la ciudad mientras el trancón perdura por más horas, durante el aguacero interminable, intentaremos comprender lo que sucede al otro lado de la marcha y la protesta, dejaremos de hablar más de lo mismo y quizá juntos logremos al final de cada caminata adentrarnos en esta ciudad insoportable que amamos sin que se note. 

Les aseguro un esfuerzo de mi parte y la búsqueda incisiva de las palabras precisas para contarles, en cada oportunidad, una historia capaz de revolver al citadino que está detrás de la pantalla leyendo una torre de palabras que se convertirá en un diario de viaje cotidiano.

Me comprometo con un RUGIDO DISIDENTE, con uno animal y potente sin marcas de violencia o insultos, un rugido que despierte y construya desde la línea que separa nuestras vidas y las junta por la ciudad que compartimos a fuerza de quererlo.

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Sobre mí les queda saber que tengo 22 años, que vivo de escribir y que es mi mayor pasión. Que no me adhiero a ningún equipo de fútbol, ni a un partido político, que no me gustan los radicalismos. Les queda saber que soy periodista, que valoro la poesía y la literatura, que gracias a ella tengo un RUGIDO DISIDENTE adentro mío, uno que espero compartir para que rujamos juntos. 

¡Hasta un nuevo rugido queridos disidentes!

Yulieth Mora

yuliethmora@rugidosdisidentes.co
todasmisdeclaraciones.wordpress.com