Dos ‘gallos’ de la crónica en Macondo

Alberto Salcedo Ramos (Colombia) y Leila Guerriero (Argentina) conversaron en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en Corferias, en el evento “Gabo y la Crónica” sobre la trayectoria del Nobel colombiano en este género que navega entre las aguas del periodismo y la literatura.

Alberto Salcedo Ramos, Maryluz Vallejo y Leila Guerriero protagonizaron el primer evento de la agenda en la Gallera de Macondo. Foto tomada de: Corferias

Una gallera dentro del Pabellón de Macondo, país homenajeado en la 28ª Feria del Libro de Bogotá, fue el escenario en que dos grandes periodistas y cronistas latinoamericanos compartieron sus impresiones sobre Gabriel García Márquez en su fase de cronista, género en el que combinó su talento como escritor del Boom Latinoamericano con el de periodista del Nuevo Periodismo.

Salcedo Ramos y Leila resaltaron la revolución periodística y narrativa de los años 50, época en que García Márquez entró al periodismo y experimentó con la columna de opinión y la crónica por entregas una técnica para contar historias, haciendo una unión maestra entre la forma y el contenido.

“Era un periodista silvestre, salvaje. Un tipo que venía de un lugar pequeño y tenía este mundo para contar y una forma de contarlo”, dijo Leila.

 

Salcedo Ramos agregó que García Márquez y sus contemporáneos innovaron en las salas de redacción con nuevos temas, enfoques, lenguajes y hasta con cierta ocurrencia e irreverencia. Y  aseguró que escribir en la costa, desde la cultura y lo sonoro, también lo formó como escritor: “García Márquez se las arreglaba sin un cadáver para contar una historia. Él adquirió en la costa un gusto, que sería definitivo en su obra, por la cultura popular, por la interacción con la gente, por la oralidad. Tú a Gabo lo lees y lo oyes porque su prosa está llena de música”.

Ambos recalcaron que el Caribe para García Márquez fue escenario y personaje de sus historias. Salcedo reconoció por ejemplo que “lo más revelador para mí fue pensar cómo se hizo escritor en una zona donde la gente piensa que escribir es una redundancia. En el caribe todo mundo cuenta historias y no ven la necesidad de escribirlas”. Aplaudieron también su voz narrativa, tan fuerte como para configurar la realidad de Colombia y convertirse en un ícono de la prosa, que manejaba con profesionalismo y dedicación en todas sus formas.

Maryluz Vallejo, periodista y moderadora, introdujo el tema de la cercanía entre la crónica, la columna de opinión y la anécdota; ambos cronistas coincidieron en que, si bien la anécdota daba el material de trabajo, no era en sí misma la crónica ni la columna, sino que debía ser trabajada desde la voz de autor, la investigación, el trabajo de campo, el enfoque y la visión crítica.

Me sirve leer a García Márquez para darme cuenta de que escribir una columna no es sólo presentar un tema, contar una historia o sencillamente opinar, sino que es producir algo en alguien”, afirmó Leila con entusiasmo, recordando los años en que su papá le leía Crónica de una muerte anunciada o  El coronel no tiene quien le escriba.

Se debatió también sobre el reto que fue escribir Relato de un náufrago. Aunque la historia de Alejandro Velasco ya había sido contada de todas las formas, García Márquez dio, en esa ocasión, la lección de que una historia puede volver a ser contada si se logra un buen ángulo y un hilo narrativo envolvente. Salcedo Ramos y Leila concluyeron que el talento tanto del cronista como del periodista y el escritor de ficción estaba en saber escoger esos dos elementos.

Los 60 minutos de charla no estuvieron exentos de anécdotas, apuntes del oficio periodístico, risas y gratitud hacia García Márquez por su legado a la literatura con la novela y el cuento y al periodismo con la crónica y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que hoy forma a las nuevas letras del continente y abre las fronteras para que periodistas de diferentes nacionalidades puedan compartir conocimientos. Leila, si bien se considera poco cercana al movimiento del Boom Latinoamericano y su estilo narrativo, reconoció que García Márquez fue uno de los autores por los que ella decidió empezar a escribir. Mientras que Salcedo Ramos no cabía en halagos al autor que, según él, “se convierte en una infección y una adicción para aquel que se esté iniciando en el gusto de la lectura y la escritura”.

El evento cerró con un análisis del trabajo de las nuevas generaciones de cronistas y narradores. Todos se mostraron optimistas al reconocer factores como la mayor preparación académica de los nuevos periodistas y escritores, sus posibilidades de contacto con el mundo y la facilidad que ofrecen las nuevas plataformas para publicar sus trabajos completos y no por entregas, como tuvieron que hacerlo García Márquez y los cronistas de su época. Se sintieron satisfechos de estar ante una generación que es capaz de hacer las cosas rápido y hacerlas bien.

Sin embargo, Salcedo Ramos confesó estar cansado de lo que llamó la “pornomiseria”, es decir, contar sólo las historias desde tragedia. E insistió, con Leila, en que la crónica era algo más que anécdota y escenas pintorescas.

Y, cerrando el 22 de abril, segundo día de la Feria del Libro, el cronista de SOHO, el Malpensante, Revista Arcadia y Gatopardo apuntó que el Pabellón de Macondo con su gallera, su exposición de la historia del hijo de Aracataca, sus atracciones sonoras e interactivas y una librería, eran el escenario perfecto para celebrar a García Márquez de la mejor forma, leyéndolo.

 

Por, Ana Puentes
anapuentes@rugidosdisidentes.co

 

Imagen Alberto Salcedo Ramos tomada de internet: www.twitter.com

 

Octava Edición

Un placer que una pantalla no desplazará

 

 

“Soy Pink Tomate, el gato de Amarilla. A veces no sé si soy tomate o soy gato. En todo caso me parece que soy un gato que le gustan los tomates o más bien un tomate con cara de gato”Opio en las nubes, Rafael Chaparro Madiedo

 

Una tras otra las imágenes en la pantalla recrean para el espectador diversos mundos: reales, imperfectos, mágicos y en ocasiones inimaginables. Es verdad, el mundo visto a través del cine o la televisión es fascinante, en estos tu imaginación cumple con ser una espectadora, juega y se recrea en esos escenarios creados y diseñados por otros, no tienes la posibilidad de dibujar en tu mente un árbol 30 centímetros más alto de aquel que estás viendo, o imaginar un sol menos brillante de aquel que se asoma frente a tus ojos. Ese mundo está ya diseñado, tu imaginación debe adaptarse y recorrer sus calles, saltar por entres sus edificios, conducir sus autos, sentir -por qué no- el miedo de caer por una montaña, mas no de la que imaginas, sino de aquella que estás viendo. No tienes forma de introducir tu toque creativo en esa realidad, puedes relajarte y disfrutar, pues ya un equipo de producción hizo el trabajo que haría tu mente, si en vez de estar frente a una pantalla, tuvieses un libro.

Si la película o el programa que estás viendo te envuelve lo suficiente, te emocionas al máximo, te asustas, sufres con la crueldad y puedes identificarte tanto con la tragedia humana allí reflejada, que al final terminas compadeciéndote del personaje, puede ser tanta la emoción que corres el riesgo de llorar. Es cierto, el cine y la televisión tienen su encanto.

No obstante, el grato ejercicio de la lectura implica una rutina diferente, pues en ocasiones no eres tú quien elige que leer, sino que -por alguna extraña razón- un libro termina eligiéndote. Él, te seduce y convence. Frente a sus hojas, tu imaginación no se limita a observar aquellas realidades por otros construidas, aquí se convierte en la diseñadora que en las letras encuentra las indicaciones para construyas esos mundos, unos más ajustados a tus impresiones. Con los libros el ejercicio va más allá de una simple observación, con ellos estableces una relación de diálogo, interactúas con ellos mientras te dejas sorprender con los elementos que el autor ha introducido en su obra. En sus páginas encontrarás también emociones y podrás reír, pero también llorar.

La Feria Internacional del Libro de BogotáFILBo 2015– conquistó de nuevo a la ciudad capital, esta vez su gran país invitado es Macondo, ese lugar imaginario que gracias a Gabo cobró vida, porque de alguna forma u otra todos somos Macondo. Conversatorios alrededor de la obra del nobel colombiano realizados en una gallera, adentro de ella, todo es literatura. Todo tiene que ver con Gabriel García Márquez.

FILBo 2015, demuestra una vez más porque es el evento cultural más esperado durante el año y porque es una de las ferias más importantes de latinoamérica. Miles de visitantes la recorren, se dejan cautivar por la magia de los libros y adquieren títulos diversos que han de llevar a sus casas para que, ojalá en su mayoría, sean leídos por sus compradores y no sean simplemente objetos ornamentales en sus bibliotecas. (LeerNo leemos, pero sí compramos)

La lectura habitual enriquece tu imaginación, abre tu mente a otras posibilidades y permite que tu vocabulario se amplíe de manera generosa. Además, no hay nada más seductor en una persona, que verla leer un libro que a ti te guste.

 

 

Rugidos Disidentes
tuopinion@rugidosdisidentes.co
Facebook: Proyecto Rugidos Disidentes
@RDisidentes

 

Imagen Tomada de Internet: www.abc.es

De la creación literaria y otros demonios

«Se crea cuando se lee el texto viejo y se imagina el texto inexistente  – Isaías Peña

Hay un mito alrededor de quienes leen un poco más que los demás: al parecer escriben bien. Dicen que su pluma se desliza con fluidez y gracia, que nada les cuesta escribir un cuento, un ensayo o un poema pasajero; pero es todo lo contrario, nadie más que ellos sufre con una hoja en blanco.

He tenido la oportunidad de escuchar a escritores de trayectoria, de compartir con otros que apenas inician ese camino y de sufrir en carne y mente propia, como ellos, la grata tortura de escribir. La causa es tan misteriosa y mortificante como el acto en sí mismo. Sospecharía que una es haber leído demasiado, después de conocer a Kafka, Hemingway, Poe, Cortázar, Dante, Shakespeare, Dostoievski, Rulfo, Saramago, García Márquez, Caicedo y otra infinidad de maestros, no quedan ganas de nada sino de seguir leyéndolos y morirse de ganas, no de escribir como ellos –porque ese no es el punto–, sino de inspirarse y trabajar como ellos. Hay, entonces, una lucha por definir un estilo propio, por innovar, por contar lo que nadie ha contado, por pegar el último grito –o trazo– de la literatura, pero cada nueva producción es una bofetada a la autoestima. En la inauguración de un taller de creación literaria me sorprendió comprobar que todos sufrían (sufríamos) de una ansiedad e intensidad cada vez que escribíamos, lo dábamos todo en una producción, derramábamos esfuerzo y sentimiento en cada párrafo y al final, nos sentíamos satisfechos… pero un par de días después arrugábamos la hoja y la mandábamos al olvido con odio y vergüenza.

Lo complicado del asunto es que no es complicado. Porque escribir no tiene un método, eso no se enseña, sino que se perfecciona y se alimenta. No hay un manual que te diga cómo escribir un cuento que te haga feliz y orgulloso, no hay pasos ni reglas, ni una pista que te diga si vas por buen camino porque no lo hay. Entonces, uno mismo se encarga de complicarse. Tanta lectura hace al escritor perfeccionista y casi paranoico. El primer sufrimiento está en encontrar la historia, el segundo en escribirla y el tercero, quizá el más duro, en leerla y que le guste a los demás y a uno mismo. García Márquez optó por dejarlo a la suerte: “Nunca releo mis libros, porque me da miedo”.

Y, creería que ese pánico ante la hoja en blanco y ante la hoja ya escrita nunca se pierde. Confío en que los grandes y los hoy “pequeños” de las letras sigan retando al demonio de la creación literaria y lo dejen plasmado en cada escrito que hagan para que, en el momento y en el lugar correcto, el demonio se incorpore de la hoja e invada la mente de otro pobre nuevo escritor. Hay una teoría alrededor de quienes leen un poco más que los demás: no escriben bien, pero se toman toda la vida para intentarlo.

 

Por, Ana Puentes
anapuentes@rugidosdisidentes.co

 

Imagen tomada de Internet: www.circulodescritoresvenezuela.org

Uribe, el insensible oportunista

… dice dolerle lo que sucede en Colombia pero que, en realidad está feliz porque las FARC le están dando la razón»

 

El miércoles 15 de abril, ocurrió un ataque perpetrado por las FARC contra el ejército en el norte de Cauca. Como lo narra Semana.com, “A las 11:30 de la noche una lluvia de plomo les cayó encima. Según los sobrevivientes, el efecto sorpresa fue tan grande que resultó difícil reaccionar en términos militares efectivos. El combate duró pocos minutos. Pasada la medianoche, junto al humo, el olor a pólvora y los gritos de angustia, quedaron tirados en el piso los cadáveres despedazados de 11 soldados y otros 17 heridos. También dos guerrilleros cayeron muertos”. Esta tragedia dejó como resultado zozobra y un mal sabor sobre el proceso de paz.

Las reacciones no se hicieron esperar y, desde luego, todas apuntaban a un solo pensamiento, el rechazo total de este ataque propinado por las FARC hacia las FFMM. Y aunque la gran mayoría de las opiniones estaban en contra de este hecho, había unas diferentes de las otras. Este atentado creó nuevamente un debate en el país que se polarizaba en dos bandos, los que están a favor del proceso de paz y los que están en contra de éste. 

Obviamente uno de los pesos pesados, por no llamarle el campeón, en contra del proceso de paz, es el senador Álvaro Uribe Vélez. El expresidente, desde su trinchera, de inmediato empezó a lanzar pajaritos azules cargados de “dolor” y profunda “tristeza” por lo ocurrido.

Está bien, Uribe tiene todo el derecho de estar indignado, enfadado, triste, acongojado, furibundo, sorprendido y todas las emociones que por la sangre del paisa corran en ese momento; y sí, también puede despilfarrarse en comentarios a través de su escudo favorito, el Twitter. A lo que no tiene derecho y que, disimuladamente lo ha estado haciendo los últimos días, es crear un amarillismo peor que el de RCN sobre esta tragedia nacional.

Tan solo el 15 de abril, día de lo sucedido, Uribe publicó alrededor de 30 tuits sobre lo ocurrido en Cauca. Esto hasta ahora es normal, pues desde que el senador del Centro Democrático tiene esta red social, todos los días plasma casi la misma cantidad de comentarios sobre cualquier tema; pareciera que en su cómoda silla en el Senado no hiciera más sino escribir iracundos mensajes.

En la madrugada del viernes 17 de abril, fue conocido públicamente el anuncio de  Uribe, suspendía su viaje a Brasil para ir al sepelio de uno de los militares asesinados, en Carmen de Bolívar, atendiendo el llamado del padre del militar. Para muchos es una muestra del “buen” corazón que posee el expresidente. Sin embargo, no considero que haya sido con el fin de acompañar a la acongojada familia, si hubiese sido así, también habría ido a los entierros de algunos de los jóvenes muertos por los falsos positivos. En realidad, Uribe lo que hizo fue aumentar el bombo y el amarillismo a esta tragedia, se llevó las cámaras de televisión hasta el sepelio con el objetivo de seguir hundiendo el dedo en la llaga a los colombianos y, por supuesto, aumentar su fama de “buena persona”.

Pero el Senador no paró ahí, al día siguiente de asistir al acto fúnebre del militar caído, publicó, nuevamente desde su trinchera favorita, una foto de un soldado llorando con una frase de indignación y tristeza. Muchos interpretaron que la foto del solado era quizá, algún compañero de los militares asesinados y que habría sido tomada en las últimas horas. Pero no, el soldado en esa foto es un hombre estadounidense y la imagen fue hecha en 2003 en Irak. Esta fue otra artimaña de Uribe para continuar con el amarillismo.

Claro que debo admitir que el expresidente tiene mucha suerte. El mismo día del combate entre la guerrilla y el ejército, la Corte Suprema de Justicia, condenó a dos exministros del gobierno de Uribe y a su exsecretario de la Presidencia, Sabas Pretelt, Diego Palacio y Alberto Vásquez, respectivamente, por su participación en la “Yidispolítica”. Obviamente, la tragedia en el Cauca le dio menor relevancia a la condena. El senador hizo lo mismo y sólo publicó dos twists al respecto, una cifra mucho menor a la de los 30 comentarios en referencia al combate.

Sin embargo, esta no es la primera vez que Uribe utiliza muertes colombianas para enaltecer su gobierno o sus pensamientos. En el año 2013, después de un atentado al periodista  Diego Gómez Valverde, en Cali, el expresidente publicó, otra vez, desde su cuenta de Twitter, dos tuits exaltando que en su gobierno siempre hubo protección a la prensa. En una carta, un amigo y colega de Diego, ofendido por los comentarios de Uribe, le dice: “para mí y los demás periodistas de Colombia, ni Diego Gómez Valverde ni los demás comunicadores asesinados son solamente una cifra. No son ese número que usted tan aireadamente pone en sus trinos para alabarse a usted mismo. No son un algo cuantitativo que sirve para hacer política como usted la hace, de esa manera enferma y ególatra.” (Ver carta completa)

Uribe es una persona insensible y oportunista, que dice dolerle lo que sucede en Colombia pero que, en realidad está feliz porque las FARC le están dando la razón. Tal y como lo dijo Daniel Samper Ospina en su cuenta de Facebook: “Las FARC parecen estar trabajando en favor de Uribe y de Ordóñez: aparte de sangrienta, es la guerrilla más torpe del planeta”. Ya es hora de que Uribe respete la vida, ya es hora de que deje de involucrar cualquier hecho nacional en favor de su propuesta en contra del proceso de paz o del gobierno de Santos o de los que no piensan igual a él. Ya es hora de que el expresidente no se dedique más hacer política con los muertos colombianos.

 

 

Por, Juan Esteban Cisneros

juanescisneros@gmail.com

 

Imágenes tomadas de internet: blogs.elespectador.com y www.bluradio.com

 

Ni atacar ni defender sino todo lo contrario

Durante una divertida conversación con Ricardo Silva y Flavia Dos Santos, Daniel Samper Pizano presentó su libro en el que recoge 7 décadas de leyes que rigen el fútbol: Ni atacar ni defender – sino todo lo contrario. No perdió oportunidad para reiterar la gran pasión que siente por el club colombiano Independiente Santa Fe y entre otros temas, habló de la desigualdad económica actual en el deporte rey, de los árbitros, de su experiencia como periodista y de vez en cuando aspectos de la actualidad nacional.

 

Santos sería el balón, Uribe el que lo infla y Petro es una pelota cuadrada, fue la respuesta de Samper, ante la pregunta de si nuestra política fuera llevada a un partido de fútbol, realizada por Flavia.

 

Por, Edward Carrillo Sáenz

Cuando fui Skin: el trayecto de la muerte a la vida

La increíble historia de un sacerdote en deuda con su violento pasado

 

 

 

Cuanto mejor expliquemos a las generaciones futuras que casi todos llevamos dentro a un potencial y pequeño nazi hijo de puta, mejor que mejor, pues será la mejor forma en que podamos conocernos a nosotros mismos para así combatir de raíz nuestros propios demonios»

Allí estaba, en un anaquel de madera, en las filas inferiores, rodeado por muchos otros libros. Su pasta negra, las letras doradas de su lomo y la historia que imaginé detrás de su título no solo me llamaron la atención, me afirmaron que la mayoría de las veces el libro es el que busca a su lector. Mi recorrido por unas de las secciones que más disfruto en la Feria Internacional del Libro de Bogotá – FILBo, tenía, como ya es costumbre año tras año, un final feliz. Completaba mi compra con Cuando fui Skin de Asís Arana, el último libro que adquiría ese día y que en la noche, junto con Crisis de Robin Cook y Los Olvidados de Tim Tzouliadis habrían de ser los nuevos huéspedes de mi modesta biblioteca.

Tres meses después lo sacaba por primera vez de su empaque, lo hojeé un par de minutos y lo deje sin mayor interés de nuevo en la biblioteca, creí que era este el final de la interacción entre él -el sacerdote skin- y yo. No obstante, un par de semanas más tarde, comprobé, precisamente, que muchas veces no somos nosotros quienes decidimos que leer, sino que son los libros, quienes eligen los destinatarios de las historias que en su interior guardan.

Su historia es envolvente, la vida del personaje conmueve y la interacción de este con el autor inquieta al lector de tal manera, que es él mismo -Asís Arana- quien debe responder a estas inquietudes. Él, desde España, accedió a conversar con Rugidos Disidentes vía correo electrónico, y de manera generosa respondío a las preguntas generadas a partir de su obra: Cuando fui Skin.

 

Rugidos Disidentes – RD: ¿Qué razón lo llevó a insistir con la historia, dadas las dificultades que tuvo primero para contactar a Pablo y luego para convencerlo de contarla?

 

Asís Arana – AA: Bueno, lo que me había contado el amigo por quien supe de él era ya más que suficiente para entrever que la historia tenía que ser apasionante. De todos modos, creo que es el propio libro el que debería responder a eso. No sé hasta qué punto habré logrado extraer de la historia todo su potencial, pero si por lo que fuera un lector llegara a considerar que mi interés y perseverancia no estaban plenamente justificados, una de dos, o soy más torpe y necio que el peor de los escritores posibles (posibilidad que no descarto del todo), o el lector es alguien tan opuesto a mí que podríamos pasar por seres procedentes de galaxias distintas.

 

RD: ¿Qué tan difíciles fueron las sesiones que tuvo con Pablo?

AA: No fueron difíciles porque creo que la razón fundamental por la que me contó su historia fue que hubo desde el principio bastante química personal (de hecho ahora lo considero, antes que nada, como un buen amigo). No obstante, sí que hubo unos cuantos momentos tensos o especialmente duros y emocionantes dado que, como puedes intuir, para él no fue nada fácil rememorar con pelos y señales episodios tan tremendos y dolorosos como los que vivió en el pasado.

 

RD: Es una historia conmovedora, ¿Qué tan conmovedora resultó para usted?

AA: Pues es inevitable que me conmoviera enormemente, dado que en caso contrario no habría tratado de contarla. Pero la cuestión no es tanto cuánto conmueve, sino los resortes que le toca a cada uno, puesto que lleva a que nos cuestionemos asuntos para los que no hay una respuesta clara. Eso es lo que me gustó tanto de la historia, que plantea muchas preguntas y conflictos morales de muy difícil resolución. De hecho, ahora mismo, y en referencia al tema de la película, algunos productores y directores me preguntan de qué creo que va la historia, y yo les respondo que eso es algo que tienen que resolver por sí mismos. Sobre todo porque en caso contrario dudo mucho que pudieran exprimir  todo el potencial de la historia… cada persona ha de mirar dentro de sí para interpretar o tratar de entender semejante vida. Y es que lo único que está claro, es que esta historia no va en realidad ni de skinheads ni de curas, sino de amor, perdón, culpa, soledad, redención y esperanza, cuestiones todas ellas más que universales. Lo que pasa es que esos colectivos tienen un peso tan grande como iconos culturales e históricos, que hay muchas personas cortas de miras que son incapaces de salirse un solo instante de su prejuicioso esquema mental.

Te pondré un ejemplo. En un determinado medio de distribución, aparecieron juntas dos críticas al libro. En una de ellas una mujer decía que era el libro más maravilloso y conmovedor que había leído en toda su vida (lo agradezco enormemente, pero eso es síntoma de que esa persona no había leído demasiado). Pues bien, seguidamente otra persona calificaba el libro de “apestoso”, literalmente, diciendo incluso que estaba pésimamente redactado. Y ese libro puede ser muchas cosas, pero te aseguro que no está mal redactado. Sobre todo porque eso, más que conmigo, tiene que ver con los correctores de la propia editorial, que en este caso era Planeta. Pero ya me entiendes, para muchas personas de este país, y seguramente del mundo entero, un sacerdote católico no deja de ser un nazi con otro tipo de uniforme.

Pero bueno, que cada uno piense lo que quiera. Es más, si todo el mundo hubiera estado de acuerdo con el libro, yo mismo habría pensado que lo había hecho rematadamente mal, o que en el fondo la historia no merecía la pena ser contada (…)

 

RD: Puede ser bastante difícil no llegar a juzgar comportamientos como los de Pablo, ¿Cómo escritor y narrador de su historia se mezclaron en usted sentimientos… de odio, compasión, rabia…?

AA: Por supuesto. Yo no puedo dejar de ser alguien que, desde que conozco a Pablo personalmente, pierdo parte de mi supuesta objetividad, lo cual no quita para que intentara no tomar partido a la hora de contar su historia. Pero no soy yo quien ha de juzgar si lo conseguí o no… Con esto pasa como con cualquier conflicto; la perspectiva de cada persona es indisoluble a su experiencia con respecto al mismo, de modo que entiendo perfectamente que muchas personas puedan tener sentimientos de mucha rabia con respecto a la historia de Pablo. Son ellas precisamente las personas a las que, estoy convencido, a él le encantaría conocer al día de hoy.

 

¿Cuál es la frontera entre el perdón, el rencor y la justicia? ¿No es el rencor la justicia llevada al plano personal y doméstico de las relaciones humanas?»

 

RD: ¿Hay formas de liberarse de ese tipo de sentimientos para poder transmitir de manera “objetiva” una historia de vida?

AA: No creo en la objetividad pura y dura, creo únicamente en el intento de ser objetivo. Por poner un ejemplo extremo; si yo de niño hubiera sido maltratado brutalmente por mis padres, jamás podría ver cualquier tipo de paternidad de un modo objetivo. De forma análoga, y en mayor o menor medida, en este país la Iglesia Católica ha tenido un peso sociocultural e histórico de tal calibre que, si nos ponemos escrupulosos, no hay una sola persona que, aunque sea mínimamente, no tire hacia uno u otro lado. Y te lo dice alguien agnóstico que tiene amigos tanto del Opus Dei, así como otros ateos y anticlericales hasta niveles tan extremos como furibundos. Curiosamente, y por lo menos hasta donde yo sé, ninguno de esos dos extremos ha quedado muy satisfecho con el posicionamiento del libro, lo cual me alegra bastante puesto que en ese sentido yo soy la única persona a quien debo verdadera fidelidad. Por encima incluso del propio sacerdote. Y aquí no hablo lógicamente en términos de pericia o calidad literaria, sino de honestidad crítica, emocional e ideológica.

 

RD: ¿Qué tanta fuerza tienen en España los movimientos Nacional Socialistas?

AA: A decir verdad eso es algo que me interesa más bien poco y sobre lo que no tengo demasiada información. Supongo que todavía tienen su vigencia, si bien en términos históricamente comparativos me parece que los posicionamientos radicales han perdido mucha fuerza, considerándoseles generalmente como a una panda de borregos fanáticos. No obstante, tengo también muy claro que pueden aflorar con mucha fuerza en cualquier momento. Todo es cuestión de sembrar el terreno con la circunstancia adecuada (…).

Es más, aunque sin llegar a tanto, con esta última gran crisis económica ya se ha visto claramente cómo nos las gastamos. De hecho, ayer vi una película fantástica que habla un poco sobre este tema. Lo hace además de una forma muy bonita, sencilla e intuitiva. Se llama «Dos días, una noche», y trata del modo en que se tratan las personas normales en el ámbito del trabajo, de cómo el día a día hace que las grandes ideas de justicia social queden del todo olvidadas cuando de lo que se trata es de sobrevivir. De hecho yo conozco a bastante gente que siempre vota a la izquierda, pero que en absoluto “es” de izquierdas porque vive de un modo bastante más egoísta e insolidario que incluso muchos acérrimos votantes de derechas. Creo que ése es uno de los graves problemas de hoy en día, que muchas veces vivimos de cara a la galería, que buscamos posicionarnos para ser considerados de una u otra forma por una simple cuestión de estatus social… muchos ciudadanos viven la política como mera propaganda y distracción mediática, como parafernalia sectaria, como una especie de ruido de fondo bajo el que no hay ninguna convicción personal verdaderamente sustancial.

Creo por ejemplo que no habría un acto más político que ir a un kiosco para comprar una revista del “corazón” y, al ver a un indigente en la calle, no hacerlo en aras de gastar ese dinero en un bocadillo para esa persona. Mucha gente puede ver esto como un simple acto de generosidad o caridad social, pero para mí, por muy pequeño o insignificante que parezca, eso es un acto político de primer orden. Sobre todo por ser real y tangible, por tener consecuencias palpables, por ser una forma de restar una gota de poder económico a determinados grupos de opinión en favor de lo que uno considera moralmente justo. Puedo parecer muy ingenuo al decir esto, pero creo  únicamente en ese tipo de personas porque, actuando así, unos cuanto miles de ellas sí que pienso que podrían mejorar un poco las cosas. Lo demás, lo de meter la papeleta en la urna cada cuatro años para luego olvidarse de todo, es para mí pura pose colectiva, parafernalia de plató, hipocresía disfrazada a veces de conciencia humana y social. De hecho, si todas y cada una de las personas fuéramos con nuestros semejantes más próximos como queremos que los políticos se comporten con nosotros, no necesitaríamos centrar tanto en éstos nuestra atención. Es decir, siempre apuntamos con el dedo al de al lado, y casi nunca nos miramos a nosotros mismos (de hecho, sólo tendemos a hacerlo para lo que nos vuelve más lerdos y narcisistas). Pero bueno, ya lo dijo Sartre mucho mejor que yo: el infierno son los otros.

 

RD: ¿Llegan todavía estos movimientos a cautivar a jóvenes como en el caso de Pablo?

AA: No tengo ni idea, espero que mucho menos, aunque supongo que habrá bastantes chavales que todavía sigan cayendo. Aquí todo se trata de educación y comunicación, de perseverar en la prevención, porque está claro que un chaval que se mete en toda esa mierda lo hace por motivos que nada tienen que ver con lo político. Es una obviedad que, en general, un chaval de once o doce años no sabe todavía ni lo quiere ni lo que puede, sólo sabe lo que le seduce para poder reafirmarse ante sí mismo, para lo cual necesita previamente reafirmarse ante su más estrecho círculo de amigos y allegados. Por eso lo importante es conseguir que esos medios de reafirmación personal sean algo tan positivo para ellos como para la sociedad en la que viven.

 

RD: ¿Hay alguna explicación medianamente lógica, por la que estos movimientos aún se manifiesten?

AA: Por supuesto. Es más, que sea repugnante no significa que no pueda ser también tan perfecta como apabullantemente lógica. Lo que pasó en Alemania de Hitler es el mejor ejemplo. El ascenso de Hitler al poder es facilísimamente explicable, y es un episodio de la Historia que se debería enseñar y debatir en las aulas de un modo especialmente práctico y participativo. Y creo que actualmente no se hace muy bien, no se les explica a los más jóvenes que, de haber nacido en esa época y circunstancia, ellos mismos habrían sido seguramente seguidores de Hitler. El ganador del Nobel Gunter Grass, fallecido recientemente, escribió muy valiente y controvertidamente sobre esto a pesar de que, como era de esperar, le cayeron piedras y críticas por todos lados. Pero en mi opinión es importante decirlo todo abiertamente para así poder ser autocríticos. Es decir, cuanto mejor expliquemos a las generaciones futuras que casi todos llevamos dentro a un potencial y pequeño nazi hijo de puta, mejor que mejor, pues será la mejor forma en que podamos conocernos a nosotros mismos para así combatir de raíz nuestros propios demonios.

 

RD: Los elementos ficticios que habría de tener la historia, supusieron diferencias entre el escritor y el protagonista, ¿Qué tanta ficción decidió usted dejar en la historia?

AA: Hay ficción desde el punto de vista de cómo se estructuran y casan algunos elementos y episodios en el tiempo, porque la realidad es mucho más nebulosa y caótica que la estructura narrativa de una novela de este tipo. Pero con esta salvedad, pasó prácticamente todo lo que se cuenta de Pablo y el resto de personajes.

 

RD: ¿Se mantiene aún en contacto con Pablo?

AA: Sí, claro, de hecho hace poco estuvo en Bilbao celebrando la boda de unas personas bastante cercanas a mi entorno. Lamentablemente, y aunque hablamos, no pudimos vernos porque yo estaba en Madrid por trabajo.

 

RD: ¿Y con Alba?

AA: No, ni siquiera llegué a conocerla personalmente. A Cristina en cambio sí que me la presentó Pablo un día de pasada, pero nada más. Lo que no me consta es si ella sabía el motivo por el que yo estaba con  él.

 

RD: ¿Podría decir si a Pablo, de alguna manera, lo transformó la historia contada por usted?

AA: No lo sé con certeza, pero lo dudo mucho. Fue más bien al revés. De todas formas es algo curioso, nunca he hablado con él del libro una vez éste se publicó. Simplemente le llevé un ejemplar y se lo firmé. Lo único que me consta es que lo ha leído, pero Pablo es bastante reservado a este respecto. Sí le he pasado alguna vez el guion que, basado en el libro, coescribí con Alejandro Hernández, un guionista cubano muy bueno. De hecho, todo este asunto es un poco tácito y esquivo al mismo tiempo. En parte lo digo también porque, en su día, el sacerdote podía haberme hecho firmar algo antes de contarme nada, en virtud de lo cual yo no pudiera publicar nada que él no hubiera aprobado previamente. Pero no lo hizo, ni siquiera mencionó el tema. Confió de alguna forma en que yo no pervertiría su historia ni faltaría a su verdad de fondo, por mucho que en el cine, por cuestión de metraje y coherencia narrativa, sí que íbamos a tener que quitar o matizar algunas partes. No obstante, no me gustaría que la película estuviera dirigida a un determinado nicho de público. Es decir, ni mucho menos creo que el objeto primordial de esta historia sea que determinadas personas creyentes apuntalen su fe. Lo que me gustaría es que llegara a públicos de creencias incluso antagónicas, para que cada uno sintonizara a su modo con el conflicto del personaje. Pero sé que esto es complicado, ya que en este país hay muchas personas, y más en el ámbito del cine español, que si ven una sotana consideran que la historia sólo será veraz si trata por ejemplo sobre la pederastia. Pero ojo, igual de absurdo me parece pensar que un cura haya de ser siempre una persona necesariamente buena.

 

RD: Respecto a su relación con Dios y específicamente con la religión ¿Logró el libro alguna transformación en usted?

AA: Sí y no. Lógicamente yo hable muchísimo sobre este tema con Pablo, al final incluso en clave personal. Él es muy feliz viviendo su fe y vocación y, como es natural, trató como buen amigo (de hecho sigue haciéndolo de vez en cuando) de que yo me acercara a un Dios que dudo bastante que exista. Todavía no hemos progresado demasiado a este respecto, pero bueno, aunque en mi caso lo veo complicado nunca se sabe. Me considero una especie de escéptico permeable, valga la contradicción. De hecho, cada vez tengo más miedo de las personas que no dudan absolutamente de nada. Son quienes en mi opinión han llevado a la Humanidad a los peores desastres. Yo, por dudar, dudo hasta de la misma duda, y lo único que tengo claro es que hay tantas posibles verdades como seres humanos, lo cual ni mucho menos significa que haga del relativismo radical una especie de escudo bajo el que quiera guarecerme. Digo tan solo que las simplificaciones maniqueas no llevan a ningún lado, por mucho que les sirvan a algunos para atemperar sus propias conciencias o buscar un sucedáneo barato de paz personal.

 

La palabra “rencor” tiene unas connotaciones indeciblemente peores que “justicia”… si me pillan robando un coche y luego el juez me mete en cárcel, la sociedad estaría siendo muy “rencorosa” conmigo por no querer olvidar mi delito, ¿no? Sin embargo a casi todo el mundo le parecerá justo mi castigo»

 

RD: ¿Creen en verdad si Alba logrará perdonar a Pablo?

AA: No lo sé, habría que hablar con ella y no sé dónde está. Tampoco sé si lo sabe Pablo, ni quiero preguntárselo. De todas formas, creo que el tema del perdón es muy complicado. Tiene muchas aristas y recovecos. De entrada porque pienso que cada persona tiene una definición de perdón algo particular. Hay gente que dice mucho eso de “perdono, pero no olvido”. Para mí eso no es perdonar. De entrada porque olvidar determinados hechos, como por ejemplo los que cuenta la novela, es simplemente imposible. Y después porque el perdón para mí tiene que ver con los actos de las personas, no con sus palabras. Yo puedo decirle a alguien que le perdono pero no volver a hablarle en mi vida y, por el contrario, también puedo decirle que jamás le perdonaré y sin embargo seguir tratándole afectuosamente durante el resto de su vida. Para mí el perdón es algo misterioso, una pulsión íntima e intransferible, y consiste en no olvidar el daño sufrido pero actuar con esa persona como si hubieras olvidado la afrenta a todos los efectos. Es decir, sin albergar un solo poso de rencor. Y eso, por lo menos para mí, y si hablamos de perjuicios graves –y aquí hago un ejercicio de autocrítica–, es bastante complicado. Además, ¿cuál es la frontera entre el perdón, el rencor y la justicia? ¿No es el rencor la justicia llevada al plano personal y doméstico de las relaciones humanas?  No obstante, la palabra “rencor” tiene unas connotaciones indeciblemente peores que “justicia” si bien, puestos a estirar la cuerda, si me pillan robando un coche y luego el juez me mete en cárcel, la sociedad estaría siendo muy “rencorosa” conmigo por no querer olvidar mi delito, ¿no? Sin embargo a casi todo el mundo le parecerá justo mi castigo, que no es sino una especie de rencor social. No sé, es cuando menos un tema bastante complicado.

 

RD: De los muchos mensajes que deja la historia al lector ¿Cuál destacaría?

AA: No es un libro de mensaje –o desde luego es algo que no haya buscado conscientemente–, sino que me gustaría que cada lector tuviera su propia interpretación de lo que cuenta. A pesar de ello, no puedo dejar de pensar en la palabra “esperanza” al rememorar la historia. Porque creo que todos, cada uno en nuestra medida y circunstancia, nos hemos sentido muy hundidos alguna vez, y la historia no deja de ser una muestra de que las cosas siempre pueden cambiar si uno no se rinde. Me consta que suena a tópico, pero me da igual porque también creo que los tópicos no han llegado a serlo sólo por casualidad.

 

RD: ¿Algo más que nos quiera contar?

AA: Sí, que si después de todo este tostón hay algún lector que ha llegado hasta aquí, darle mi enhorabuena y decirle que queda exento de tener que leer cualquier libro mío… ja, ja, ja

 

Por, Andrés Angulo Linares

andresangulo@rugidosdisidentes.co

 

Imágenes del autor tomadas de su sitio web: http://asisarana.com/

Memoria, relato y muerte: Crónica del 9 de Abril

 

“Mientras los políticos ponían las  palabras, los campesinos ponían los muertos” Miguel Antonio Cortés Q.E.P.D

Los recuerdos del bogotazo, el evento que partió en dos la historia política en Colombia

 

 

Corrían los primeros días del mes de agosto de 2002, su rostro reflejaba las heridas propias de una lucha incansable por la vida, luego de padecer el flagelo de una diabetes que le había costado la amputación de sus extremidades, aferrado a la vida Transitaba la brecha tenue de sus últimos días de vida en su querida Bogotá.

Miguel Antonio Cortés nació un seis de enero de 1924, en el municipio de Fusagasuga en el Departamento de Cundinamarca, creció en la zona rural de la población de Venecia en la región del Sumapaz. Creció en un ámbito rural carente de oportunidades y convulsionado, lo que lo obligó desde muy joven a desplazarse a la Capital. Junto a su primera esposa y sus dos primeros hijos logró instalarse en una ciudad caótica, que acogía por estos días los primeros desplazados de una guerra naciente. Ellos (su familia)  fueron testigos de algunos de sus testimonios y dentro de los más destacados se encuentra “aquel” 9 de abril. Su segunda hija Luz Marina Cortés cuenta como su padre se encontraba por esa época en la Bogotá y comenzaba a hacerse simpatizante de  aquel movimiento agitador de masas, liderado por uno de los caudillos más recordados de la historia en Colombia. Aquel emblema, un sujeto que cuando quería realizaba pausas en sus discursos y de un momento a otro tocaba lo más profundo de las emociones de las multitudes que le escuchaban en la plaza pública y estallaban en una detonación de ovaciones, por parte de sus incondicionales seguidores. “Siempre fue un simpatizante de Gaitán” dice su hija. Jorge Eliécer Gaitán había nacido en Bogotá un 23 de enero de 1898 fue abogado, en 1946 había ganado las elecciones parlamentarias por un amplio margen y según algunos, se tornaba como “la nueva sangre” de la clase política.

 

¿Quién era Gaitán?

 Según Carlos Crismatt, historiador, en uno de sus escritos quizo describir a Gaitan como  un personaje que bebía y comía poco  “no se aplicaba anestesia ni para quitarse una  muela” para dar a entender  la osadía del personaje a la hora de hacer critica política. El Caudillo, como era conocido, llenaba la plaza pública y deleitaba a la masa presente. Este líder popular comenzaba a amenazar la estabilidad política.

 

El Bogotazo

 Y así llega el nueve de abril, en el marco la Novena Convención Interamericana. Causó algo de bronca el  hecho de no haber incluido dentro de la delegación colombiana al líder del liberalismo Jorge Eliécer  Gaitán. El Caudillo se disponía a salir de su oficina en un, tan frecuente, día gris capitalino, tenía una cita a las dos de la tarde con uno de los jóvenes estudiantes que venían por parte de Cuba, su nombre Fidel Castro. Cita a la cual no iba a llegar, pues tres disparos  en la puerta del recinto de donde salía, se lo iban a impedir.

No pasó un suspiro cuando su presunto asesino Juan Roa Sierra era víctima de una muchedumbre enfurecida, que le descuartizó de inmediato según los relatos. Por su parte Castro, se disponía a dar una breve caminata mientras llegaba la hora de su cita, pero muy pronto divisaría una turba energúmena que se abalanzaba contra  los edificios céntricos del Estado. El tranvía, emblema de la época del transporte público bogotano, también fue objetivo de los eventos de anarquía y caos. Todo se consumía en llamas.

Cortés, un joven de 24 años, se encontraban en ese momento a la altura de la carrera décima con calle 17 cuando escuchó una consigna generalizada “lo mataron, lo mataron” según contaba en vida “don Miguel” en medio de un gesto estoico. “Pero todo no acabo ahí”, parecía que todo el mundo estaba armado, los ministerios ardían en llamas y la plaza de Bolívar parecía una escena de la Segunda Guerra Mundial, mientras algunos arrojaban el cuerpo de Roa a la sede del Gobierno. “Hasta los policías ayudaron”,  haciendo alusión a la presunta participación de miembros de la fuerza pública en la revuelta. Pero el miedo invadió a Miguel,  aunque simpatízate del Gaitanismo, no iba a participar de la locura colectiva y tuvo que pasar por uno de los muertos para evitar ser víctima de la irracionalidad efímera,  “me unté de sangre la camisa”, esto para fingir en determinado momento su propia muerte, dentro de una camioneta repleta de cadáveres con rumbo a las fosas comunes.

 

El centro de la ciudad era caos total y el objetivo del momento era el oficialismo. Crismatt narra como la primera dama, “doña Berta”, en ese momento sé encinta un revolver, mientras clama por el asilo político de su hijo en la Embajada de los Estados Unidos. El presidente Mariano Ospina Pérez ordenó la seguridad para todos los cancilleres presentes en la cumbre, a sabiendas que su seguridad aún estaba más comprometida. 

Gaitán falleció en la Clínica Central a las 2 de la tarde de ese día fatídico en la Capital. “Era un tipo muy sencillo”, él idealizaba la esperanza política, para los  sectores segregados de la sociedad nacional.

 

Después del Bogotazo

 Jorge Orlando Melo, historiador, dice que desde muy temprano se consolidó la  idea del Bogotazo, como el hecho que partió en dos la historia de la política en Colombia, para hacer referencia al recrudecimiento de la violencia en el país.

Para Guillermo Cortés, el mayor de los hijos de Miguel, fue el principio de toda esta era violenta que aún persiste “Ahí comienza todo este periodo de violencia en Colombia”.  Sin embargo, hay quienes aseguran que existen hechos que antecedieron al Bogotazo y tenían como escenario las zonas rurales y marginadas del país. “Mientras los políticos ponían las  palabras, los campesinos ponían los muertos”  según Miguel, quien fue testigo de algunos asesinatos en la región del Sumapaz, debido a la guerra bipartidista. Incluso él mismo vivió en carne propia la persecución, por el hecho de ser simpatizante del Partido Liberal. 

En otro de sus relatos contó como tuvo que salir una noche de sus tierras, a sabiendas que quizá podría ser víctima de la estigmatización de la época y de la impresionante práctica del “corte corbata” (consistía en abrir el cuello de la víctima y exponer su lengua). Con una panela en una mochila y por la espesa vegetación logró llegar a la madrugada a la Carretera Panamericana, en inmediaciones del sitio conocido como El Boquerón, donde logró tomar camino hacia la capital. Su primera esposa, María Carmen Guerrero, cuenta como cadáveres de campesinos muertos eran arrojados al río Sumapaz.

Pero este es solo uno de los testimonios que deja este oscuro periodo de violencia en Colombia. En otras aristas se podrían encontrar fácilmente relatos violentos de colombianos víctimas de los grupos guerrilleros, paramilitares, bandas delincuenciales, narcotraficantes o simples grupos al margen de la ley, irracionales todos.  O bien se pueden construir textos narrativos de otros políticos, para algunos “promisorios” que cayeron en el campo de batalla del discurso como: Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán.

Miguel Cortés abandonó este plano de la vida un 10 de agosto de 2002, su cuerpo descansa entre el polvo y la piedra de su querida Bogotá. Su alma aún persiste entre las líneas de sus relatos con contenidos históricos que hacen referencia al panorama difuso de un periodo de incomprensión social de este país. Allí en la memoria de sus hijos y el contenido de este texto para la posteridad. 

Jorge Simbaqueba
jorgesimbaqueba@rugidosdisidentes.co

 

Imagen tomada y modificada del sitio: http://frezague.blogspot.com/2013/08/bogota-antigua-en-fotos-los-tranvias.html