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Alcohol diluido

En la esquina, en ese local, a media luz, con olor a tabaco y alcohol, estaba ella acostumbrada al cansancio de los hombres.

(Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina)

Por, María Susana López

Con el desaliento de todas las noches, buscaba como cualquier hombre una mujer. Como cualquiera, caminaba por la ciudad bajo algún atardecer tras una música dulce para calmar ese decadente destino. Así andaba Dionisio Pérez, con su pesado cuerpo envejecido.

En la esquina, en ese local, a media luz, con olor a tabaco y alcohol, estaba ella acostumbrada al cansancio de los hombres.

Sentada sobre la banqueta de cuero negro, sus rodillas abiertas.

Él observaba su cabellera roja que ondulaba con el movimiento de sus brazos  al compás de la música, el ruido de sus pulseras, como platillos de batería, alas de pájaro en un cielo nocturno, contrastaban  en su vestido negro.

Ella con su lengua envolvía palabras húmedas de alguna voz lejana, o quizás era Pérez, con su pensamiento, su respiración agitada y caliente susurro.

Pérez admiraba los vestigios de su belleza, que irradiaba aún su piel gastada. Sus ojeras vacilaban en el contraste del verde de sus ojos.

Como todas las noches, él abría su jaula de sueños, simplemente con la profundidad del silencio, su deseo.

Él saboreaba a su antojo los restos de labial carmesí que marcaban la copa de alcohol diluido.

Esta vez sus ojos se encontraron, Pérez le sostuvo por primera vez su encendida mirada. Su cuerpo ardía, su sexo como calidoscopio multicolor.

Ella lo sintió.

Con la lasitud de la vida, observaba su medio vaso vacio.

Ella le dijo —acompáñame, necesito compartir una copa de alcohol de verdad.

Sin hablar, Pérez le subio la falda, se movía nervioso, ponía las manos en sus muslos. Ella se dejaba hacer.

Su boca jadeaba bajo la de ella. Sus respiraciones sibilantes buscaban el desahogo.

Esa noche, un parpadeo, vuelta de la aguja de reloj, para esos dos cuerpos gastados.



Dos almas gastadas en una noche cualquiera. Una historia cotidiana, narrada con sencillez y melancolía

Equipo Narraciones Transeúntes


María Susana López

Nacida en Quilmes, Profesora de Ciencias Naturales y  Enseñanza Primaria, artista plástica, ceramista, escritora amateur. Participé en varias muestras, exposiciones, concursos literarios y formé parte de  varias antologías y colaboraciones de revistas  nacionales e internacionales. Actualmente, continúo con la enseñanza y la expresión artística.

Si bien toda mi vida estuve en contacto con el arte, desde hace un año estoy experimentando con dibujos y pinturas propias con el arte digital.

Sin título

Sin título

¡Vamos! Abre los ojos, desprende tu raíz sagrada. Arde la cárcel, arde la vida.

(Bogotá D.C., Colombia)

Por, María Teresa Ramírez Tique

Aquí, donde arde el principio y el fin sin timidez.

Aquí, desde la floreada hoguera de mi cuerpo frío

olas que no golpean lo suficiente

esa muralla de cristal.

 

¡Vamos! Abre los ojos,

desprende tu raíz sagrada.

Arde la cárcel, arde la vida.

 

Aquí, donde el silencio capta nuevos respiros.

Aquí, donde la nieve y el fuego combatirán

y se abrazarán.

 

Abre, ¡abre!

Aquí se concentran colores que pintan precipicios,

donde el agua reconocerá su identidad

y sin autoridad fluirá, hasta evaporarse, una vez más.

 

Aquí donde el grito de un jamás  no reclamará la realidad,

desnuda tus retinas, aún en la oscuridad,

Porque ahí me reconocerás.



“Un canto a la liberación, una invitación a encontrar esa llama interna”

–Equipo Narraciones Transeúntes

María Teresa Ramírez Tique

Soy nacida bajo el signo géminis un 7 de junio de 1993, en la ciudad de Bogotá, país Colombia.

Estudiante de antropología, enamorada de la música y la fotografía, pero desde hace algunos años descubrí mi pasión por la letras, tomando cursos de escritura con IDARTES y leyendo más, buscando algo que aún no encuentro por completo, siendo esta, tal vez la razón, para querer leer y escribir mejor.

He aprendido de las artes siempre como de esperar, sin embargo en esta ocasión quiero presentar algo de lo que libero generalmente en poesías y ya no esperar que se pierdan las hojas o las horas.