El tiempo no avanza, el reloj se detiene, mientras los golpes se hacen cada vez más fuertes
Por, Las Letras del Poeta Ebrio
Escucho un golpe.
—¿Quién es? —Pregunto. Nadie contesta.
—¿Quién es? —Pregunto de nuevo.
Llama de nuevo.
—¿Quién es? —Nadie responde.
¿Será un fantasma? Y solo responde la melodía de su golpe desesperado. ¿Quién será? ¿No se cansa de tocar?
—¡No más por favor! —grito— ¡Déjame descansar! Trato de dormir, quiero paz.
Vuelve a tocar. ¿Será ella? Se repite aquella pregunta en mi cabeza y aguardo el golpe que seguro se repetirá.
El tiempo no avanza, el reloj se detiene, mientras los golpes se hacen cada vez más fuertes. ¿Será ella? Vuelve a tocar una vez más. Una y otra vez.
¿Será ella? Estoy seguro que es ella. Quién más puede ser sino ella que no se cansa de tocar. Nadie más puede ser. No recuerdo su cabello, no recuerdo su nombre.
¡Estoy harto de aquel golpe repetitivo! Es un juego que no tiene sentido. Llama de nuevo a la puerta. ¡Golpea, golpea, golpea de nuevo esa maldita puerta!
—¿Quién eres?, ¿qué quieres?, ¿por qué insistes?
Ese golpe. ¡Ese maldito golpe!… Su ritmo es desesperado, el eco que produce sobre la madera retumba en mi cabeza.
—¿Quién es? —Pregunto sin fuerza…
Al fin la puerta se abre…
Un largo silencio acompaña nuestras miradas. Mientras la sorpresa llena de mi cabeza de melancolía, un adiós se asoma de sus labios…
Finalmente, quien llamaba sí era ella. Y el ataúd se volvió a cerrar.