(Medellín, Antioquia, Colombia)
Por, Sebastián Henao Agudelo
Hasta hace un par de horas sentías mi pulso, hace un par de minutos te vi partir. Un tren es aquel medio de transporte que implanta el drama necesario para un adiós, comienza lento y tortuosamente, dándote tiempo para entender lo que has hecho y finalmente cuando sabes que todo es un error, la velocidad de su partida desgarra el aire y ni su aroma queda allí para ti. Llevabas un nuevo vestido, aquel que yo mismo escogí para resaltar tus ojos negros, vaya día ocasión especial para usarlo; nunca había entendido esa belleza que opacaba todo lo que orbitaba alrededor mío, nunca será breve el centenar de días que hoy comienzan para olvidarte.
La promesa rutinaria de enviarme alguna carta o telegrama me obliga a conseguir un buzón, sólo para complacer a mi espera. Entre eso labios dudosos, los mismos que hoy dejo de conocer, susurras el motivo que nunca esperaba contemplar: “ahora serás libre”.
Le veo partir, sentada tras su ventana, como si toda la estructura la salvaguardara de mis arrebatos, de mis arrepentimientos. Quizás la vida nos dé chance de cruzarnos de nuevo, como en aquel café de altas ventanas, donde la luz sólo se reconocía en ella. El adiós ha comenzado, trato de correr tras la marcha, veo pasar un sinfín de ventanas en las que ella dejó de estar, todo se revuelve en pensamientos, descanso en aquella banca a mis espaldas y dejo que el resto de la tarde se esfume; he esperado el último tren que venía de regreso, sólo por saber si ella al igual que yo, se había arrepentido de mi decisión.
Tardé el resto de la noche en regresar a casa, fui tomando en el recorrido cada recuerdo que había dejado colgado en las paredes de esta ciudad, como retratos que siempre observaba de paso, para sentirme en casa… tal vez haya tenido que falsear algunos, con los años perdí un poco la lucidez de los acontecimientos, pero seguía recordando cada sensación que los curtieron. Su estructura era clásica y bien conocida, comenzaban en medio de la incertidumbre, luego el riesgo y finalmente el placer, empezaba a hacerme adicto a la coyuntura de tus jornadas, eso que reside mis noches.
Inevitablemente entendí con el paso del tiempo que necesitaba más de ti, de tus juegos, de tus derrotas; me encontraba al borde de perderlo todo, rogando que fueras la recaída. No lograba visibilizar la calma que me cubría bruscamente, como una helada que gradualmente conquistaba mi panorama; abracé el alcohol, me permití la ira, confabulé tanta poesía como merecías, invoqué tu cuerpo y dibujé tu voz, pero siempre llegaba al alba roto. Cansado de andar en círculo en esta floresta de silencios y pérfidos aromas, entendí que quién debía deshabitarlo todo… era yo; alejándote de mí adicción, para no encontrarnos en el límite de la ribera perpleja.
A causa de tu partida hoy comienzo las noches sin ti. El síndrome de abstinencia ha sido a lo sumo más que claro, fuiste bastante buena para mí; la realidad es escabrosa y por mucho que intento fundirme a ella, todo se fragmenta, ocultándome la ridícula razón. A solas en mi cuarto y contigo a cientos de kilómetros, por fin concebí de qué iba todo esto: era la costumbre a la cobardía, eran las dudas a creer en lo que alguien sentía. Desconecto el teléfono por un par de días, inhabilito todo contacto con el mundo exterior y degusto un sorbo del mejor insomnio cosecha ochenta y cuatro. Temo a no soñar contigo, a despertar buscando los perdidos rastros. Para la media noche ya habrás llegado a tu destino, cansada del pasado; quizás te reciban esos brazos y aquellos labios… mientras yo obtuso de remordimiento, comienzo sin esperanza otro día sin tu cuidado.
Una despedida forzada, un arrepentimiento tardío, una historia de amor que ha llegado a su fin.
Equipo Narraciones Transeúntes
Sobre al autor…
Mi nombre es Sebastián Henao Agudelo, tengo 35 años y soy escritor en formación de Medellín, Colombia.
1 Comentario
Que forma tan sutil y que encanto para llevarlo a uno hasta el final del cuento; sin aburrir y con la expectativa de saber como terminará . Sencillamente encantador.